Era
un anhelado Domingo de Ramos, casi al inicio de
la Primavera, con muy escasos rayos de sol. Incluso, a lo largo del día, las
nubes dejaron caer esas gotas de agua que vitalizan con generosidad nuestra naturaleza
pero que, por intereses opuestos, incomodan a los cofrades. Éstos se afanan por
lucir sus procesiones y sentimientos en la calle, para ese único día del año
que les corresponde por tradición. Ahora ya no es tan igual como antes cuando,
en esa preclara fecha para la liturgia católica, muchas personas, especialmente
los niños, estrenábamos una pieza de vestir o calzar, asistiendo a la ceremonia
eclesial de la bendición de palmas amarillas, junto a los verdes y frondosos
ramos de olivo. Con ello se recordaba (también, hoy) aquella bíblica entrada de
Jesús en Jerusalén, para el mejor maná en fe de todos los creyentes. Y, una vez
más, en el inicio de la Semana Santa, nos visita esa “Pollinica” en la que se recuerda
el sublime misterio de un Dios que habla de Amor
y sacrificio para con todos, montado en un
burro o donkey, para la estética, símbolo y ejemplo de sencillez
y humildad. Esos admirables valores que muchos
deberíamos integrar, frente a los detestables fanatismos, rencores excluyentes,
mentiras y falacias impudorosas y gestos soberbios en el comportamiento, tan
opuestos a la bondad intrínseca del mensaje evangélico que, supuesta o
banalmente, tantos dicen asumir o representar.
Tras
intentar pasar por un centro de ciudad “tomado” por la tradición en la creencia
(¡qué diría Jesús, acerca de esa “modesta” tribuna en el corazón de la Plaza, o
sobre la “sencillez” y la “pobreza” de no pocos tronos o pasos y enseres donde
se procesiona el arte escultórico de las imágenes religiosas!) decidí buscar,
en la cartelera dominguera, una película para el siempre
necesario alimento de la distracción. La elección resultó bastante
afortunada pues, tras esos 97 minutos de visionado, nos queda, a los
afortunados espectadores, un regusto agradable y afectivo, felicitándonos por
haber participando de su fluida e interesante narrativa escénica. Pero, ¿cuál
es el título de este film que preside nuestro interés?
AMOR Y LETRAS (Liberal arts) 2012, está escrita, dirigida e interpretada por Josh
Radnor. No es la típica cinta que viene precedida o “encantada” por los
oropeles y premios de Hollywood. Tampoco se sustenta en el glamour de rostros
consolidados por la imagen publicitaria del marketing. Se trata de un cine generado
en la industria independiente USA, en cuyo relato se entrecruzan una serie de
temas y vidas que te facilitan la reflexión, la empatía con muchos gestos y
actitudes de los personajes y, sobre todo, el disfrute de un buen rato de domingo. La proyecta (en VOSE), el
cine Albéniz, de titularidad municipal, enclavado por ese didáctico entono
monumental de la Merced, la Alcazaba, el Teatro Romano, el futuro Museo de
Bellas Artes, el Museo Picasso y la Catedral malacitana. ¡Qué mejor lugar o
ubicación, para el valor sin par del arte y alimento cinematográfico!.
SÍNTESIS ARGUMENTAL.
El Prof. Jesse Fisher (Josh Radnor, Columbus, Ohio,
1974)) 35 años, que trabaja en el departamento de admisiones de la Universidad de Gothan, es invitado por
su admirado maestro Prof. Peter Hoberg (Richard
Jenkins, Dekalb, Illinois, 1947) a la académica ceremonia de su jubilación. En
su regreso a la entrañable universidad o college en Ohio, donde estudió, conoce a una joven
alumna, Zibby (Sherman Oaks, California, 1989)
hija de profesores que, a sus 19 años se siente profundamente atraída y
fascinada por la personalidad intelectual y física de Jesse. Se entrecruzan, al
tiempo, la fascinación por la madurez que la chica encuentra en su atractivo
amigo, con la desorientación vivencial en el que éste se siente atrapado,
precisamente en ese difícil paso de la juventud al calendario de la madurez
personal. Jesse pretende hallar en los libros (es un voraz consumidor de
literatura) esas respuestas a la insatisfacción que soporta en su acomodada y
solitaria existencia. Mantiene con Zibby un interesante y jugoso intercambio
epistolar, que fomenta la recíproca atracción que en ambos gravita. Valora en
ella esa frescura juvenil que él siente escapar por su necesidad generacional, pero
frena la ilusión sexual de la chica atendiendo a esa suma de años, dieciséis,
que físicamente los separa. En la trama se mezclan otros personajes, como la Prof. Judith Fairfield (Allison
Janney, Dayton, Ohio, 1959) titular docente de literatura, que tuvo como alumno
a Jesse en sus aulas, y que en este momento vive sumida en el amargor de la desorientación
existencial. Y, de manera especial, la mente complicadamente desequilibrada de
un joven estudiante que vaga por el campus del college, con actitudes suicidas.
Es Dean (John Magaro, Akron, Ohio, 1983) que se
ve ayudado por la amistad generosa de Jesse, en el que encuentra ese buen amigo
que, probablemente, nunca tuvo la suerte de tener, hasta este preciso y
afortunado momento en su vida. Aunque un tanto forzada, en la exposición
narrativa, también tenemos la participación esperanzada de Ana (Elisabeth
Reaser, Bloomfield, Michigan, 1975), la atractiva encargada de una librería,
donde Jesse encuentra ese alimento intelectual con el que trata de saciar su patente
desconcierto existencial. Ambos se sienten intensamente atraídos y proyectan la
aventura de vivir juntos esa inevitable senda hacia la madurez superior del
envejecimiento.
ELEMENTOS DE INTERÉS PARA LA REFLEXIÓN
A
pesar de las complicadas temáticas que se exponen en la escenificación, el
tratamiento de esta comedia dramática es ágilmente desenfadado, con un guiño
siempre atento a la comicidad, a la ternura y a la comprensión de la
potencialidades y límites que habitan en la genética de cada persona. Veamos
algunos aspectos que pueden resultar
significativos para su análisis.
El
personaje del Prof. Peter Hoberg nos plantea esa
frecuente situación de desconcierto, generada tras el abandono de la vida
laboral activa. El haber estado al frente de las aulas, durante treinta y siete
largos cursos, hace que afronte ese cambio, en su trayectoria diaria, con la
ilusión de darle un nuevo sentido a las sucesivas horas del día. Pero, tras
este paso administrativo y vivencial, comprueba que se ha equivocado, al
adelantar su edad del retiro. Desea recuperar el ejercicio de lo que ha sido su
actividad habitual, pero no es atendido en su requerimiento. La escena de la
entrevista con el decano de la facultad resulta bastante patética, al
comunicarle éste que su puesto ya ha sido ocupado, ante las humillantes súplicas
del veterano docente. Ahora es una persona que no sabe cómo ocupar su tiempo
libre. Carece de capacidad, en este momento, para reconducir el nuevo destino
que ha de imprimir a su existencia hacia el inevitable y cruel envejecimiento.
La
imagen de la Prof. Judith es la de una mujer
amargada o desencantada, que ha perdido la ilusión para el ejercicio de la
enseñanza. Ante su antiguo discípulo actúa, en principio, con altanería y
desprecio. Posteriormente, anhela compartir la juventud que éste representa con
relación a su decadencia física y profesional. Una vez consumado el encuentro
que ambos mantienen en el lecho, decide continuar con el mismo rechazo que
antes desarrollaba sobre Jesse, su viejo alumno en las aulas. Es una mujer en
el cieno de la decadencia que necesita, de manera perentoria, la ayuda de un
buen psiquiatra.
Dean es un joven al que su elevado nivel intelectual
le ha conducido a una grave situación de desacomodo con el entorno social en el
que se halla inserto. Se siente solo ante un mundo que no le comprende y al
que, también, desprecia. La ayuda médica le va manteniendo pero, finalmente,
decide que no merece la pena seguir sufriendo su insatisfacción existencial. Se
agarra a ese último “salvavidas” que representa el Prof. Jesse, quien trata de
prestarle todo el calor humano que ese joven clama o suplica en silencio.
Resulta curiosa la escena en el hospital, tras el fallido intento de suicidio (una
vez consumada la ingesta de barbitúricos, ha llamado al teléfono de su único
amigo). Éste le aconseja que cambie las profundas lecturas que usualmente
realiza por otras más livianas, que le permitan superar la angustia existencial
que le atormenta.
Zibby y Jesse buscan en el otro superar las carencias íntimas
que afectan a su necesidad. A ella le
atrae en él esa experiencia que percibe como muy lejana para su persona. Él
siente en ella esa juventud ya perdida por el paso del tiempo, precisamente
cuando le embarga el temor ante la inminencia de una incierta madurez. A ella
le fascina la pasión que su amigo siente por los libros. Él recibe de ella el
descubrimiento sublime de la música, con la creatividad magistral de Beethoven,
Vivaldi o Mozart. Ella quiere entregarle su cuerpo, en su primera gran
experiencia. Él realiza un gran esfuerzo de autocontrol, analizando las
diferencias cronológicas. La solución para ella se encuentra en la vida que,
apenas, está iniciándose en su memoria. El destino, para él, lo encontrará en
el atractivo equilibrio que hallará en la dulce Ana.
Él ha sido prudente y cobarde a la vez. Ella ha sido valiente y, tal vez
insensata, al tiempo. Su destino está por descubrir. Jesse necesita consolidar
esa etapa de madurez en su vida con una estupenda compañera, como es Ana, que,
también el destino, ha querido regalarle para su ilusión. A los dos se les ve
disfrutando, con esa ilusionada felicidad que genera la sencillez, la
oportunidad temporal que han sabido aprovechar.
Y,
A MODO DE CONCLUSIÓN
No
va a ser ésta una película para los epígrafes, esculpidos en oro, de la
historia del cine. Pero, aún así, sería una acertada decisión la opción de su
visionado. El espectador va a encontrarse, en este caso, con historias de atrayentes
vidas vinculadas por la necesidad, con un diálogo conceptualmente rico y abundante
y, también, con una puesta en escena que hace mantener la atención durante todo
el metraje. Por cierto, la pronunciación en inglés que hacen los actores es
acústicamente inteligible. La traducción está bien acompasada, para su mejor
comprensión. Al margen de lo ya expuesto, podríamos seguir abundando en otros
temas, que siempre ofrece este cine de contenido.
Por ejemplo, las diferencias de edad en el amor y sus consecuencias; esa
obsesión vital por la lectura, con sus riesgos, atractivos y posibilidades; la
complicada, en ocasiones, relación entre maestros y discípulos; las formas de
vida en los campus universitarios; los contrastes entre los libros profundos y aquellos
otros de tratamiento más superficial (Crepúsculo / Drákula)…… etc. Pero la
mejor sugerencia, desde el plano crítico de su contenido, sería adoptar la inteligente
decisión por compartir los mensajes implícitos que atesora, a partir de su
visionado.
Cuando
salí del cine Albéniz, bajo un cielo insolidario con las estrellas, capirotes y
cirios, tambores y cornetas, junto a la simbología plástica de las imágenes,
recorrían pausadamente nuestras calles y conciencias. Una fina lluvia quiso
sumarse a esta atmósfera equinoccial de Cuaresma, para un domingo iluminado,
estética y religiosamente, con numerosas palmas y ramos verde de olivo.-
José L. Casado Toro (viernes, 29 marzo, 2013)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com