Desi nunca imaginó que
llegaría a tomar esta valiente decisión. Pero, blandiendo esos impulsos que nos
hacen romper con la monotonía de los días, pulsó, con
el puntero inalámbrico de su portátil, esa ventana que nos habla de la ansiada compañía
y de contactos, a través de la red. Tras abrir esa ventana que
posibilita el diálogo, tecleó sus datos personales. Como ya es usual hacerlo,
en este medio on-line, modificó bastantes aspectos de su identidad. A sus cuarenta
y dos años, restó el número que suma los días de la semana. Tampoco concretó el
nivel exacto de su formación universitaria. Sólo que trabajaba, como
administrativa, en una empresa de grandes almacenes. Y que deseaba entablar
amistad, aquí en Málaga, con hombres de entre treinta y cinco y cuarenta y
cinco años de edad. Entre los rasgos de su personalidad, se dibuja, en el
cuadrante correspondiente, como una persona de aspecto físico normalizado,
amante del cine y la lectura, algo tímida y soñadora. Se reconoce poco hábil
con la cocina, pero bastante responsable en sus obligaciones laborales y, desde
su juventud, intensamente aficionada a viajar. En cuanto a su clave
identificativa, aporta el nombre sugerente de Amaia.
Tras darle al ok de la página, no pudo reprimir una risa nerviosa repitiéndose,
en voz alta, esa frase que nos hace pensar acerca de la travesura o irreflexión
que acabamos de cometer. A muy escasas semanas, va a cumplirse ya un año en que
su matrimonio se rompió, tras la infidelidad manifiesta del que fue su marido,
en un contexto de distancias y silencios para la comunicación. Dejaron pasar
los años sin que los hijos llegaran, sembrando de alegría y sentido una unión
que siempre tuvo otras prioridades para las necesidades de ambos.
En otro lugar, de esta ciudad que mira al mar, desde las
estribaciones meridionales de la Penibética, Vidal
también sufre las carencias afectivas y sociales de la soledad. Hace un
año que cumplió su media centuria de vida. Estos últimos tiempos han sido especialmente
crueles para un matrimonio muy equilibrado y feliz, salvo por la enfermedad de
su mujer que, hace año y medio ya, viajó a ese destino que suponemos lejano,
tras las estrellas del cielo. Tiene una hija independizada, unida a un
compañero de trabajo y, además, otro hijo que vive la vida universitaria con
esa plenitud que irradia y caracteriza a la juventud. Es usual que, en los
silencios de la noches, se refugie en los juegos e informaciones de la red,
hasta altas horas de la madrugada pues, cada mañana, ha de cubrir la hoja de
servicios que le facilita su empresa de electrodomésticos, desplazándose de un
hogar a otro, para las reparaciones puntuales o la puesta en servicio de esa
gama blanca de la que es especialista. Hoy ha tentado su curiosidad la oferta
de esa web de contactos que se le ofrece
desde el servidor informático. Se animó a rellenar los apartados que le eran
solicitados y fue ojeando algunas respuestas, intercalando la atención con las
cabezadas de sueño, pues el día había sido un tanto cansado para el trabajo.
Fue sincero, en casi todos los recuadros rellenados, salvo en aquel que
identificaba su nombre y profesión. Se le ocurrió escribir Luis, como se llamaba realmente su hijo mayor. Este
gesto atendía a esa prudencia o cobardía que todos solemos sentir a la hora de
manifestar la concreción de nuestra
personalidad.
El destino fue, por esta vez, generoso, acercando a dos
seres que se esforzaban por superar las limitaciones y nublados que acaecen en
el devenir de los días. Un jueves de septiembre, cuando la noche se hacía dueña
y señora de nuestra imaginación y deseo, fue Desi
quien, a pesar de su proverbial timidez, supo tomar la iniciativa.
Siguió el protocolo correspondiente establecido en estas páginas de contactos y se puso en comunicación
con la información de esa persona que denotaba, en su origen, una apreciable
bondad. La respuesta de Vidal no se hizo esperar,
a través de la clave que posibilitaba la comunicación electrónica con esa mujer
que le estaba tendiendo la mano, para la palabra y el mutuo conocimiento. Viajaron, esa y otras noches, correos, frases y
sentimientos, con un destino bidireccional para la ilusión, frente a la
opacidad del aburrimiento. Uno y otro quisieron extremar la prudencia
ante la tentación de las fotos. Dejaron volar su imaginación y quisieron que
fueran las pinceladas que trasladaban las letras quienes dibujaran, con
probabilidad o certeza, la realidad de esa otra persona recién conocida en
Internet. Entre “Amaia” y “Luis” fue naciendo la amistad, el diálogo y la
proximidad, siempre a partir de que sonaran las diez en el reloj.
Una vez pasaron esos primeros días, Vidal fue muy puntual
en acudir a la hora de la cita que habían
concertado. Veinte minutos antes de las siete, en una tarde, aún tibia, pese al
inicio de la estación otoñal, ya estaba sentado en una de las mesas callejeras
que iluminan de, abundante tráfico peatonal, la popular e intermonumental calle
de Alcazabilla. Según acordó con Desi, iría vestido, para la mejor
identificación, con náuticos marrones, vaqueros azules y un polo deportivo de
tonalidad celeste. Por su parte, ella lo haría con una camisa rosa estampada
con motivos florales , falda beige y sandalias, tipo romanas, de piel marrón
claro. Tendría, junto a él, unas flores, que pensaba regalar a su amiga, como
un gesto elegante y afectivo. Aquel anaranjado atardecer, dominaba en el
ambiente un poco de flama térmica por lo que, un tanto nervioso y sediento,
pidió una cerveza bien fría, a la espera de un encuentro que le hacía estar
como un chiquillo tembloroso, con la
ilusión propia de un día de estreno. Hacía exactamente once días en que recibió
el e-mail interesado de una mujer que le había despertado mucha de esa alegría
aletargada, tras meses de intenso desánimo. Pasaron, sobre las siete, diez,
quince y más minutos de los que conforman la hora. Su
anhelada interlocutora seguía sin aparecer. Quiso y supo esperar, hasta
que las manecillas de su reloj (cerca ya de las nueve) le aconsejaron volver a
casa y conocer, mediante el correo electrónico, las causas que habían frustrado
esa oportunidad que se le hacía tan necesaria para su curiosidad, el sosiego y,
sobre todo, la esperanza. Y esa noche, que no le será fácil olvidar, conoció una
terrible respuesta a la angustia de sus preguntas.
“Buenas noches, Luis. O ¿por
qué no, mejor …. Vidal? Sí, ya ves, la vida trae estas casualidades. Tú y yo
hemos sido partícipes de una coincidencia que no es probable que suceda, salvo
cuando el destino se empecina en provocar esta posibilidad. Desde un ángulo de
la calle, pude observar las mesas situadas fuera del local que habíamos
acordado, en lo que iba a ser nuestra primera gran cita. Y, entre las personas
que estaban allí sentadas, te reconocí fácilmente. No sólo por la forma de
vestir, detalles que ya me habías
indicado, sino porque….. tu y yo nos conocemos. Bastante bien. Y desde hace
mucho, mucho tiempo. Casi el mismo en que mi vida se vinculó con la de tu
hermano César. ¡Vaya corte, el de esta tarde! Pero estas cosas, a veces, suceden . Y no sólo ocurre en las películas.
Sino en la realidad más inmediata.
Ni yo he sido sincera, con los
datos que aporté a la plataforma de la amistad, ni tu tampoco te has
caracterizado por identificar realmente a tu persona. Pero te comprendo, por
supuesto. A ti y a mi nos ha podido la prudencia, en esta forma de actuar, muy
novedosa para nuestras vapuleadas vidas. Seguro que ahora mismo estarás
asombrado y avergonzado. No te quiero decir lo que yo sentí…. al verte allí
esperando y con el ramito de flores (por cierto, muy lindas) encima de la mesa.
Y ha tenido que pasar. Pienso que el destino nos ha jugado una divertida pero
dolorosa experiencia. Debemos evitar hacer un drama de estas casualidades que
escenifican la pequeñez de los espacios y los destinos.
Es evidente que ambos
conocemos y soportamos el drama que ha castigado a nuestras vidas. La terrible
soledad que te afecta, desde que se nos fue ese ángel, esa maravillosa y vital
persona, Alicia, tu mujer. También, era mi cuñada. Una persona que tanto se hacía querer….. Y tú
bien conoces esa otra soledad que sobrevino a mi existencia, cuando en tu
hermano primó el ansia de una juventud
perdida, sobre los valores de la lealtad y la responsabilidad. Sé que es muy
duro, terrible, todo lo que te estoy narrando, a través de este largo, pero
sincero, correo. También ahora yo me siento muy niña, confundida y abatida, en
medio de esta cruda historia. Aún sigo en estado de casi shock, desde que te
identifiqué, en la distancia, esta tarde que nunca, te lo aseguro, voy a
olvidar. La verdad es que no sé si seremos capaces de olvidar todo esto. Esta
mezcla de ridículo, desilusión, humor y, por supuesto, también dolor. Pero
tendremos que ser valientes en intentarlo. Ahora ya no es necesario ocultar o
disimular con mi nombre. Amaia se transforma en la realidad…… Desi”.
Tras el cristal de las conciencias, las calles mojadas
reflejaban el brillo blanquecino que regalaban las farolas. Para estas dos
vidas, en la orfandad de la realidad, no sólo llovía sobre el asfalto. Sus
voluntades también enmudecieron, en esa noche para el ingrato recuerdo.-
José L. Casado Toro (viernes 10 agosto, 2012)
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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