Desde siempre he sentido un algo especial, mezcla de tristeza, cariño y consuelo, por esos juguetes que, en la noche con la mayor magia de todas las noches, quedan sin destino concreto, en los estantes, expositores o escaparates de esas pequeñas ciudades para la ilusión y los juegos de aquellos más jóvenes en su alma infantil. En edad, inocencia y credibilidad. Esa muñeca que te observa con sus lindos ojos azules, luciendo un bonito peinado y un trajecito regado de colores que te hace suspirar sonrisas y afectos por su ternura y sencillez; aquel gigantón articulado con cara de malo, pero que es bueno, que te hace reír y temblar, soñar y jugar, con aquellos que siempre tienen tiempo disponible para gozar los momentos. O aquel balón de piel de badana, compuesto de pentágonos blancos y rojos, que ansía rodar sin descanso por el césped, las calles y paramentos…. emulando con ágil vitalismo a los ídolos futboleros. Son esos juguetes despistados que no han sabido, o podido, captar la atención, la oportunidad o el deseo de esos mayores, que en realidad son niños, o de esos pequeños que ansían crecer a mayores pero que nunca ocultarán su alma infantil, a pesar de éste y venideros calendarios. Sea cual sea ese último juguete que se ha quedado rezagado para su entrega, en la Noche mágica de todas las noches, 5 de enero, merece nuestra atención, ternura y estima, porque él, sin haber sido elegido, siempre ha estado dispuesto a generar ilusiones y sonrisas en la imaginación y creatividad de todos los corazones. En todos los corazones que laten juegos, sueños y dibujos, naturalezas e ilusiones, para tu vida, para la vida.
Mucho se ha escrito, y se hablará, sobre una polémica cuestión. Juguetes de ayer. Juguetes para hoy. El que ha conocido y practicado, por razones de cronología, ambas experiencias, lo tiene meridianamente claro. Ni mejores, ni peores, simplemente diferentes. Al igual que ocurre con los alumnos de Primaria o Secundaria. Aquellos de los años ochenta o noventa. Y éstos que ya inician la segunda década del siglo XXI. Diferentes en sus familias, en las normativas oficiales y en los valores que sustentan hoy los comportamientos y hábitos sociales. Sin embargo, es difícil ignorar que en otras épocas, ya pretéritas, en las que los medios económicos para las familias eran más que precarios, había juguetes que potenciaban más la creatividad. Más que modestos, en su conformación y prestaciones, pero que forzaban, en lo positivo, la imaginación, la sociabilidad y el disfrute, de aquellos niños de los cincuenta a los setenta. De acuerdo que los juguetes de hoy, con el microprocesador de compañero ineludible, son verdaderas maravillas lúdicas, por su diseño, prestaciones y espectacularidad. Pero ¿enriquecen, estimulan, fomentan y desarrollan, la misma creatividad, ilusión, colaboración grupal y fidelidad temporal en su uso, con respecto a los juguetes que manejaban los niños que hoy son padres o abuelos? Es muy difícil opinar con la certeza de la seguridad. Habría que analizar cada persona, familia, momento concreto de la tecnología, sociología imperante, etc. Hoy vemos como regalos estrella, sean para niños, jóvenes o mayores, esa telefonía móvil de cuarta o quinta generación, con prestaciones informáticas espectaculares. Coches o motos eléctricas, que desplazan por las aceras a muchos niños mientras sus papis van caminando junto a ellos. Muñecas y peluches de diseño que, a modo de pequeños autómatas, hacen de todo, como si fueran niños y niñas teledirigidos y programados. Cajas enormes, en su volumen y presentación, con actividades profesionales vinculadas a casi todos los sectores y servicios demandados por el conjunto social. Tecnología de la más variada naturaleza, que demanda una contraprestación económica elevada para su adquisición. Instrumental deportivo universal, para exigentes en calidad, marca, precio y diseño. Y así, un largo etc, con la exigencia de una billetera o tarjeta bancaria que haga posible su mercado navideño, cumpleaños o santoral.
¿Quién se acuerda hoy de aquellas cajas, repletas de piezas y tornillos, con los que se podía construir maquinarias, utensilios y objetos versátiles, que recibían el nombre de MECANO? Y los FUERTES de empalizadas castrenses, repletos de figuritas de goma que se vestían de soldados, indios, carretas y caballos, para las batallas incruentas de la imaginación. Allí también estaban las MUÑECAS DE CARTÓN PIEDRA pintado y las PATINETAS o patines, que desplazaban con rapidez y habilidad. Y aquellas cajas de los JUEGOS REUNIDOS GEYPER, para distraer las tardes y fines de semana, antes de que llegaran las siempre esperadas y alegres vacaciones. Y un largo etc, que no puede soslayar una simple PELOTA DE GOMA, un SALTADOR o una COCINITA para imaginar el guisar. Y los AVIONES volaban desde nuestras manos y habilidad, cuando hoy lo hacen por control remoto teledirigido. Un LIBRO DE CUENTOS y una ARMÓNICA para distraer con música las tardes sentado en el balcón del hogar. Los microprocesadores y las tabletas digitales estaban ocultas en tu imaginación, ilusión y solidaridad compartida en los juegos, tanto en el hogar como, principalmente, en la calle, donde se compartía con tantos amigos y vecinos el placer de jugar. Eran otros tiempos, en las posibilidades y necesidades. También, en los valores y hábitos lúdicos. No había teclados ni pantallas digitales, pero sí LÁPICES DE COLORES ALPINO y libretas…. para dibujar.
Y esta noche, la del 5 de enero, con los ojos cerrados… o entreabiertos, cuando a través de la ventana o en el viaje de los sueños, llegará ¡seguro! ese misterio adornado de ilusión y silencios. Y cuando el alba ilumine la mañana gozosa del seis, un fenómeno de alegría colectiva va a estallar en mil y un hogares, donde la magia de anónimas siluetas se ha acordado de ti, y tú también de los demás. Sería de agradecer la racionalidad en los gestos y en las formas. No se juega más cuanto más paquetes y cintas de colores llueven en el árbol, el belén o los zapatos. No se debe abrumar y agobiar a los pequeños con ese tornado de materialidad. No pensemos tanto en nosotros mismos, al regalar. Pensemos más, sobre todo cuando son pequeños, en los demás. La prudencia de lo inteligente no debe estar reñida con el equilibrio en la generosidad.
Y en esa mañana luminosa y sonora de voces que miran y cantan a la mar, me voy a dar un lúdico paseo por muchas calles y plazuelas buscando un escaparate donde me han dicho que Mónica y Javi siguen esperando, alegres y sonrientes, que alguien se acuerde de ellos. Quieren jugar con un niño o niña amigos pues necesitan, al igual que tú y que yo, de esa compañía y el afecto humano que bien sabe propiciar la verdadera amistad.-
José L. Casado Toro (miércoles 5 enero 2011)
Profesor
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