Era un viernes, posterior a la festividad de Reyes. Fue innecesaria la ayuda acústica, pero incómoda, del “amigo” despertador. Incluso, a poco del clarear en la mañana, ya me encontraba despierta, envuelta en sábanas acogedoras para el sueño y haciendo leves ejercicios, en los que tensaba y relajaba la musculatura para lo que presumía iba a ser un día de intensa movilidad. Yo soy una de las asiduas a ese atractivo campo bélico de las rebajas, en el que la necesidad se alía de compensaciones varias y distracción para el ocio. Tenía bien anotadas, en la agenda de mi memoria, una serie de objetivos que harían posible enriquecer, aún más, el armario y cajoneras de mis deseos. Aquel abrigo azul oscuro, con botones forrados haciendo juego. También, esas dos camisas con bordados en el cuello que, al ser de marca internacional, llevaban disparados sus precios. Me gustaba la de color blanco y esa otra de un tono rosa apagado. No me preocupaba por los vaqueros de lycra. Precisamente, el mismo miércoles había comprobado que aún quedaban unos nueve en el expositor. Dado el coste en la etiqueta, no menos que un veinte por ciento tendría que ser la ventaja en su rebaja. Y en cuanto a los zapatos, esas botas de caña alta, con la piel teñida de un marrón plomizo pero que quedaba muy bien. Sus ciento treinta euros me habían aconsejado esperar a la “convocatoria, de este viernes, con el riesgo subsiguiente de no encontrar mi número o, en la ropa, las tallas adecuadas.
El nerviosismo atractivo, ante la posibilidad de encontrar esas prendas bien anotadas en mi agenda, y otras muchas por la suerte de la oportunidad, me había reducido el apetito ante cualquier tipo de desayuno. Pero como la mañana presumía ser larga, forcé algo mi voluntad y me preparé un Nescafé, sólo con azúcar. Un par de bocados a una magdalena integral, de esas que en la bolsa nunca terminan de consumirse (parece que, en milagro, se multiplican) y ya me vestí con el traje de faena para afrontar la dulce empresa que allá esperaba. Jersey, vaqueros y tenis blancos, porque las horas ausentes de asiento iban a ser largas. Mi actual pareja seguía con su reparto de mercancías, precisamente anoche me llamó desde un pueblecito cercano a Badajoz. El pobre estaba pasando bastante frío, pero el trabajo obliga a esos sacrificios y estos tiempos no están para hacerle ascos a los horarios laborales. Yo sigo con mi seguro de paro, al que todavía le quedan unos mesecillos de vigencia. Sigo buscando trabajo, pero hoy día las oficinas funcionan con un par de ordenadores y el más que imprescindible personal. Y mi hija Mónica, de once años, ha pasado la noche con su amiga Nuria, seguro que se levantan no más pronto de las dos de la tarde pues se quedarían charlando, jugando con las maquinitas o viendo pelis a diestro y siniestro. Total, que tengo la mañana para mí sola, en libertad, a fin de darme el gustazo de renovar mi ropero. Para eso, estas Navidades me he controlado en el gasto. Sin embargo, esta mañana…. me voy a desquitar. ¡Allá voy, con toda mi fuerza y experiencia! Ahora explicaré sobre lo necesario de tener experiencia en esta batalla entre la necesidad, las gangas y ese regusto del consumismo que algunos llaman “compulsivo”.
Aquí, en Málaga, es visita obligada al emblemático Centro Comercial de todos los Centros. Ya saben, el de las tres letras. He querido decir “palabras”. Hay que ser puntual, por eso de las tallas, que luego se acaban y te dejan ese regusto amargo de tener que ponerte una prenda algo pequeña o grande, dada la oferta disponible. Es importante el itinerario a seguir, con el esquema correspondiente de necesidades y prioridad en las mismas. La rapidez y agilidad en el desplazamiento por las plantas y los expositores, en la primera media hora, o entera, es muy necesaria y rentable. Ahí se hallan y encuentran las verdaderas joyas del cincuenta o setenta por ciento. Tienes que buscarte a una cajera o dependiente eficaz, por aquello de la fluidez en el pago, a fin de superar esas inevitables colas en caja, que te hacen perder un tiempo precioso. Ante algunos expositores de prendas atractivas, habrás de “ganar la posición” como en las canchas de baloncesto. En estos casos, la dosificación elegante en el abrirte paso con los codos, junto al hábil juego de cintura y pies, será muy útil pues, la densificación de manos, cuerpos y demás trozos de humanidad ante el repleto cuadrilátero, hace inviable la participación para espíritus comedidos y pusilánimes. No te afanes con las etiquetas que sólo tienen el 10 o el 15 % sobre el precio anotado. Van a tener una más lenta salida y, sin son productos caros, es más que probable que suban la escala del descuento en las segundas rebajas que llegarán a finales de enero o a comienzos del próximo mes con apellidos de bisiesto. Sigue pendiente, en la estrategia de ataque al expositor, de esa lista que llevas anotada en tu memoria, aunque mejor en una pequeña libretilla, vaya a que se te olvide lo fundamental entre esa atmósfera desbocada de nervios, deseos, necesidades o simple placer y desafío ante la dificultad. ¡Ah, y procura que a las primeras de cambio te faciliten una bolsa grande o lleva una apropiada desde tu casa! Los pequeños paquetes o bolsitas son las que más “lata” suelen ofrecer, a la hora del transporte por las distintas galerías del hipercomercio. Tus manos y brazos se pueden resentir por el peso que acumulan, pues las asas de las bolsas se convierten en dagas cortantes por la presión que ejercen a medida que incrementan su contenido. En principio, introduce cada uno de los tickets de compra en cada una de sus bolsas. Posteriormente, dedica en casa una carpeta para guardar esas facturas que resultan imprescindibles a la hora de efectuar cambios y devoluciones, en los días sucesivos al de la gran batalla. ¡Que visión, placentera para el gusto y la posesión de materialidad, la que ofrece la cama de tu dormitorio, toda repleta de bolsas, prendas de vestir y zapatos, gangas necesarias algunas de ellas, mientras que otras acumulan dígitos ordinales verdaderamente espectaculares, cual es el caso del undécimo pantalón, el décimo cuarto zapato de invierno o el vigésimo par de calcetines! En cuanto al duodécimo jersey, el problema es más que patente, diría físico, pues ya no existe espacio hábil donde puedas colocarlo, tanto en el armario empotrado de la alcoba, en la cajonera junto a la cama, como en el taquillón de ese hueco que rellena el pasillo.
Pero en esta ciudad, como en tantas otras, compiten por la atención del consumidor otras grandes áreas comerciales. Muy cercana al Centro de las Tres Palabras, hay otro complejo que, días antes de la bocina inicial de las Rebajas invernales, hacía sus propias ofertas, encubiertas o menos, sin utilizar la mítica palabra de las oportunidades. “Todo a mitad de precio”, con imponentes cartelones rojos en una diáfana cristalera para la seducción y el deseo. Y era verdad esa mitad de precio, según la etiqueta de venta. Allí mismo, pero en otra multiprovincial de gran poderío, el “dos por uno” en prendas de vestir y zapatería (excepto piel y complementos) con la ventaja añadida que muchos de esa ropa ya estaba con rebajas añadidas en la etiqueta original. Y era también verdad. Una cazadora de marca, con precio de 24,90 €, lucía una nueva pegatina que ahora marcaba 7€. Llevas dos de estas cazadoras a una de las cajas y te cobran 7 €. Te ha salido cada una por 3,5 €. Es difícil de creer, pero está perfectamente comprobado. Si pueden vender esa cazadora por un precio 8 veces inferior ¿cuánto les ha costado realmente a ellos? Sí, ya lo sé, es más costoso guardar en almacén prendas para la temporada que viene, con el riesgo evidente de que ha podido “pasar de moda” Y esa frase o determinante social tiene también su lectura. ¿Es que puede pasar de moda un pantalón vaquero? Como decía un señor que acompañaba a su mujer en estas experiencias para el delirio de las ofertas, viendo una fila de 32 personas ante una de las cajas y una lucha sin cuartel ante un expositor de camisas a siete euros “¿estamos todos locos o nuestros admirables valores se han ido de la mano al garete, realizando ese viaje en el que no se dejan señas para identificar el destino que los acoge?”
A nuestra amiga compradora compulsiva (Paula, para más señas) le fue bien el primer día de las Rebajas. Ya es diestra en esa labor de encontrar ropa y otros artículos a un precio tentador, entre el treinta, cincuenta o más por ciento en el descuento invernal. Hay que decir en su favor que se acordó de su pareja (una trenka muy atractiva y juvenil, al cincuenta por ciento) y de su hija (un par de jerseys). Pero el botín más espectacular fue el que ella acumuló durante unas cuatro horas de “combate”, en un perímetro triangular cuyos ángulos no están muy alejados en el espacio y tienen gran renombre en la ciudad. Después de comer fue probándose ante el espejo, a modo de maniquí ilusionada por la novedad y la rentabilidad en los precios. La reubicación posible en armarios y cajoneras le va a obligar a eliminar alguna ropa y zapatería que, en buen uso, ya está muy pasada de moda o aburrida para su visión y coquetería. Le hablaron de Cáritas o de esas organizaciones que, de forma periódica, recogen ropa, según reza en el cartel que colocan en la puerta o en el tabón de anuncios de los diferentes edificios. Últimamente ha llevado grandes bolsas, repletas con la renovación de los armarios, a las Hermanitas de los Pobres que, en su ciudad portuaria se halla ubicada a unos diez metros de ese tercer vértice en el triángulo central de los macrocentros comerciales malagueños.
Bueno, Paula, se me ocurre alguna pregunta para finalizar este artículo en el que tanto y tanto nos has enseñado. Por acción y omisión. ¿Te has comprado, en estas superrebajas de invierno, algún libro para gozar de su diálogo? No, por favor, no te rías, yo lo decía sólo por compensar el sentido de una cierta superficialidad que caracteriza a tu imagen. Otra, también muy facilita. En esta noche del 7 de enero ¿te sientes feliz por como te ha ido el día? Ya… en cierto sentido te ves satisfecha pues has encontrado ropa a un precio inigualable, pero también tu imagen refleja, aparte el cansancio, una patente frustración ante tal acopio de materialidad, mucha de ella más que superflua. Mañana, si no llueve, me has confesado que te vas a ir un ratito al campo, acompañada de tu amiga Lourdes. ¡No pierdas el valor de esa imagen! Fíjate en la ropa tan maravillosa que visten las flores. Sin tener que esperar a las rebajas, la naturaleza las ha vestido con un atuendo pleno de colorido, sencillez, belleza y luminosidad. También, de fragancia, en el olor y en talle. ¿Por qué no aprendes un poquito de ese mundo vegetal que hace lucir de profunda belleza los campos, montañas, valles y praderas? Y ya que estamos en plena faena de sinceridad ante la vorágine del consumismo en las rebajas ¿no habría alguna forma de subir, por el contrario, el precio de los egoísmos, las intolerancias, las envidias, las maldades, las violencias, los desamores, las insolidaridades, los rencores, las hipocresías, las mentiras, los enfrentamientos, el odio y la enemistad? Para este cruel terreno de la desarmonía, deberían ser unas alzas en los precios permanentes y prohibitivas. Sin fecha de caducidad. En ese deseable o soñado Reino, situado en la Isla de la Utopía.-
José L. Casado Toro (viernes, 14 enero 2011).
Profesor.
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