jueves, 25 de septiembre de 2025

ESCRIBIR EN TIEMPOS CONVULSOS



Conocemos que grandes escritores elaboraron sus mejores obras literarias cuando sus vidas estaban sumidas en graves problemas. Se razona esta relación entre el bien escribir y el sufrimiento vivencial por esas carencias o dificultades en sus vidas, que agudizaban y propiciaban el ingenio y la calidad creativa de esos importantes autores. Sea como fuere, parece cierto que los momentos de “flaqueza” el componer historias puede ser eficaz como terapia anímica y brillantez intelectual. En este contexto introductorio se enmarca nuestro semanal relato. 

Pueden citarse muchos momentos especialmente dolorosos en las vidas de las personas: fracasos sentimentales; graves accidentes; crisis económicas; resultados negativos en las oposiciones; enfermedades de difícil curación; infidelidades familiares; pérdida de libertad; vacíos creativos en la cultura; desilusiones intensas; etc. Pero, sin duda, el dolor producido por la pérdida de un ser querido. Todo lo demás puede tener algún tipo de solución. Pero cuando una vida se nos va, no encontramos soluciones compensatorias. Al menos, a corto plazo. Compartimos una primera historia.

DAVID Almansa llevaba tres meses de casado con IRINA Arias. Había conseguido un pequeño piso de alquiler, en los aledaños del Castillo de Málaga. El piso tenía unas excelentes vistas sobre la bahía malacitana. Desde cualquiera de las ventanas del inmueble. La terracita estaba introducida en el salón, para conseguir un mayor espacio en la sala de estar. Los propietarios, un matrimonio inglés de avanzada edad, Marian Robert, había residido más de tres décadas en su vivienda, un 2º A sin ascensor. Habían concertado con el joven matrimonio un alquiler especial: 450 euros mensuales. Si en algún momento los inquilinos deseaban quedarse con la propiedad de la vivienda, le serían descontadas del precio las mensualidades pagadas. Una verdadera ganga, con la única dificultad de tener que recorrer un largo espacio desde el Camino del Calvario para llegar al piso. Pero el joven matrimonio gozaba de felicidad y buena salud para llenar de pasos el tiempo

El destino siempre tiene sus propias decisiones y no siempre son afortunadas, sino harto crueles. Un pequeño error de conducción puede magnificarse y ser extremadamente lesivo. Incluso mortal. Le ocurrió a Irina, cuando en la acera esperaba la llegada del bus. Inconscientemente, dio un paso hacia la calzada y un autobús que iba “con prisas” y muy pegado a la baja acera “se la llevó por delante”. El muy desgraciado accidente había cercenado dos vidas. La de la joven esposa y la de su querido compañero de vida, David. 

Todo fue tan rápido, drástico e inesperado, que el desconsolado celador del Hospital Clínico se tuvo que poner en manos de los especialistas. Su ánimo estaba arrasado, hundido fatalmente en la miseria. En el centro hospitalario donde trabajaba se le trató de ayudar unánimemente, desde los compañeros de labor, hasta el director de salud mental y el equipo de psicólogos y psiquiatras. 

Curiosamente fue el Dr. Fernando Vences, especialista en medicina interna, profesional joven e imaginativo, pidió a David compartir un café en la cafetería del centro médico. Hablaron durante un largo rato. Vences le narró un problema que había conocido en el ámbito de su propia familia. Una prima con su pareja, también recién casados e intensamente enamorados. 

“Mi querida prima Yoli, estaba embarazada, encontró un poco de oxígeno anímico a su drama. ¿Cómo lo hizo? Escribiendo cariñosas cartas de amor a su compañero ausente, al que había perdido no por accidente sino por una enfermedad cruelmente rápida. Cada noche escribía su misiva, alrededor de una página, narrándole cómo había ido el día, en el súper en donde trabajaba, con las anécdotas subsiguientes. Sus tareas en la cocina, para el almuerzo y la cena. Por supuesto, la evolución ilusionada del embarazo para la niña que “crecía” en su seno. Lo que pensaba hacer para el día siguiente. O esa blusa o zapatillas, que había visto en el Dunnes Stores, a precios irresistibles. Esta terapia de la comunicación le había ayudado mucho. La niña AURA nació felizmente. Esta actitud fue un buen acicate para continuar la lucha por la vida.

Algo sorprendente fue (según comentaba el Dr. Vences) fue que Yoli, ordenando la mesa que utilizaba su pareja descubrió una carta, encastrada en la caja del cierre. En su contenido, Claudio, viendo llegar su final, se despedía de su mujer, con un inmenso cariño y consuelo, ofreciéndole los mejores consejos para su nueva vida sin él. Le decía que debía rehacer su vida, con un hombre bueno y que desde donde él estuviera le seguiría enviando su cariño y amor infinito.

Yoli sigue escribiendo por las noches y tiene enmarcada la carta de despedida de su amor Claudio. Tengo que añadirte que en el súper hay dos compañeros de trabajo que piensan en ella casi de manera continua… Todo llegará”.  

Es obvio existen inteligentes hábitos, que bien organizados pueden ser en sumo útiles como eficaz terapia para esos tiempos nublados o alterados que a todos nos afectan en la vida. 

COMPARTAMOS otra historia. 

JULIA, 42, trabajaba como administrativa en una notaría de gran prestigio y clientela, situada en calle Granada, a dos pasos de la muy conocida Larios, en la capital malacitana. No había formado familia y seguía conviviendo con su madre AMELIA, una señora mayor, antigua matrona del Hospital Materno Infantil. El carácter de esta mujer, desde la infancia se había caracterizado por su timidez. Tenía tendencia al sobrepeso y a la debilidad de carácter. En la enseñanza secundaria, sus compañeros le habían puesto el cruel mote de “la gorda del moño”, por su anatomía corporal y forma de peinarse. Trataba siempre de evitar los conflictos y los enfrentamientos, tanto lo escolare, la vecindad y posteriormente en el desempeño laboral. Otro de los apelativos que le adjudicaban era “la corta”. Ese bullying lacerante e inhumano. 

 En la notaría tenía tres compañeros. Dos de ellos, Rosa y Daniel, no eran especialmente amables con ella. En cuanto a Nazario, era más cuidadoso en el trato hacia la compañera. El jefe, don CIPRIANO, 55, notario colegiado. Era un jefe muy exigente para con todos. Se enfadaba mucho ante cualquier error (documentos mal clasificados, folios grapados en desorden, llamadas telefónicas perdidas y especialmente con algún lapsus ortográfico. Se dirigía a Julia como la Srta. Ortiz. 

Cuando finalizaba su horario, a las 20 horas, se sentía muy cansada físicamente, pero también desanimada por haber tenido que “tragar, sapos y culebras” con los compas, con don Cipriano y con aquellos clientes que se mostraban inamistosos cuando, en su opinión, no habían sido atendidos con la deferencia que merecían, pues eran “los que pagaban”. 

Una mañana, cuando Julia salía a desayunar, Nazario se ofreció a acompañarla. Quería entablar unos minutos de conversación. Pero cuando apenas habían iniciado esas palabras amables, una llamada de Daniel por un asunto urgente tuvieron que apresurar la vuelta al despacho. Al menos les había dado tiempo para quedar el sábado por la tarde, a las 7, para tomar algo y tal vez la posibilidad de cenar juntos. En el restaurante La Caracola compartieron una cena muy agradable, porque uno y otro necesitaban comunicar, por sus respectivas circunstancias. Nazario, 53, estaba divorciado desde hacía años. “Era lo mejor para ambos. Cuando dos seres se sienten infelices juntos, lo mejor para la sensatez es que cada uno de ellos busque nuevos caminos para construir sus vidas”. 

“Me vas a permitir que te hable con claridad y franqueza. Llevamos juntos en la notaría y prácticamente nunca hemos intimado en lo personal. En mi opinión, sufres en demasía la actitud y el trato de los demás. Seguro que, en tu vida, eres muy joven, ha habido personas que han sido más generosos y fraternales contigo, Eso es lo verdaderamente importante. Te propongo que, en los momentos depresivos y de decaimiento en lo personal, escribas. Desahógate con franqueza y justicia. Después de escribir, encontrarás mucha paz y sosiego. Es como si estuvieras hablando contigo misma. Analiza errores y aciertos. Y acude a tu imaginación para proyectar sendas ilusionadas que te propongas emprender. Te confieso que yo hago parecido, cuando me siento mal por la soledad, por la rutina o por los errores y aciertos que he podido ser partícipe durante el día”. 


Fue una noche, sencilla, encantadora, feliz. La proximidad al mar y el rumor de las olas dibujaron una escenografía en la que ambos compañeros de trabajos se sintieron avanzando en la amistad y en la cálida proximidad. Esos encuentros sabatinos se fueron repitiendo pues ambos necesitaban el valor de la comunicación y la amistad. Julia se sentía, después de mucho tiempo, ilusionada y aceptada en su sencilla naturaleza. En uno de esos encuentros, Nazario le pidió la confianza de poder conocer alguno de esos escritos que ella aseguraba hacer en muchas de las noches, antes de irse a la cama. Julia le trajo cuatro hojas, como ejemplo de esas reflexiones escritas. Nazario quedó asombrado al comprobar que bel protagonista de los párrafos por ella redactados era él. La realidad es que ella se sentía “arropada”, respetada, querida, por una buena persona que la superaba en edad. Pero esa notable diferencia cronológica servía a uno y a otro para complementar muchas de sus carencias. 

Han pasado los meses. Julia sigue escribiendo. Ahora lo hace en casa de Nazario. Allí conviven, junto a su madre, doña Amelia, señora que su discreción, ve a su hija notablemente cambiada en su situación anímica, compartiendo la vida con alguien que la quiere y necesita. Todas las noches, Julia no deja de escribir su reflexión acerca de los contrastados avatares que componen la difícil aventura de vivir, -

 

 

ESCRIBIR EN TIEMPOS CONVULSOS

 

 

                José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 26 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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viernes, 19 de septiembre de 2025

LA HABITACIÓN 317

 


En la época de la inmediatez y la eficiencia informática pueden acaecer errores importantes, casi siempre atribuidos a las limitaciones humanas. Estos errores generan hechos y situaciones que al paso de las horas resultan muy problemáticos para las personas implicadas en los mismos. También es verdad que las casualidades tienen su protagonismo en esos conflictos que difícilmente tienen explicación, como no sea por la influencia del destino que se muestra tantas veces burlón con las voluntades humanas. Pero los hechos absurdos suceden y es necesario afrontarlos con sabia e inteligente racionalidad y generosidad. En este contexto introductorio se desarrolla nuestra semanal historia. 

Eran aproximadamente las 20 horas de un sábado primaveral de junio. Un cliente que rodaba su trolley gris plata de medianas dimensiones entraba en las instalaciones del HOSTAL EL CARDENAL, ubicado en el centro antiguo de la ciudad del rio Tajo y el pintor El Greco. Toledo se encontraba en esos días inmerso en las populares fiestas anuales del Corpus. Ante el mostrador de recepción se presentó como TRIANO Salazar, indicando que tenía reserva de una habitación doble de uso individual, gestión que había realizado la tarde anterior a través del móvil. Efectivamente el recepcionista, ENRIQUE Hinestrosa comprobó la reserva, por lo que se dispuso a fotocopiar el DNI, indicando a su interlocutor que le entregaba la habitación 317, la única que aún quedaba libre en ese sábado de fiesta. Quiso la casualidad del destino que, cuando Triano estaba recogiendo el pequeño sobre con la tarjeta electrónica para abrir la puerta de su habitación, llegase al mostrador de recepción otro cliente, que esperó prudentemente a que finalizara la gestión que el profesional hotelero realizaba. Triano consultó en el sobre de su tarjeta los horarios básicos del desayuno y resto de comidas, dirigiéndose a continuación a uno de los dos ascensores, acompañado de su trolley que tenía dificultades de rodaje en una de sus cuatro ruedas.

“Buenas noches. Mi nombre es ALONSO Alcubilla, procedo de Málaga y tengo reserva para esta noche”. El recepcionista, mostrando una cierta extrañeza en su asténico rostro, tecleó su nombre y observó la pantalla de su ordenador. Con profunda seriedad respondió al cliente que mostraba también una imagen de franco cansancio. “Sr. Alcubilla, el ordenador me indica que la concesión de plaza que se le había otorgado aparece como anulada”. El operario siguió tecleando, tratando de buscar una explicación a este insólito hecho que se le estaba presentando. “Vd la solicitó ayer viernes por la mañana, pero por algún error del teclado o de la aplicación, aquí figura como anulada una hora después de la concesión. Esa habitación libre, en la tarde de ayer quedó reservada a través de Booking para el cliente que habrá visto ante el mostrador hace unos minutos y que ya ha subido a la única habitación que quedaba libre, la 317”. El sofoco quedaba reflejado en el rostro afilado del recepcionista de mediana edad. “Es la primera vez que me ocurre un hecho de esta naturaleza. No me lo puedo explicar.” 

Era un caso humanamente problemático. En el Cardenal no quedaban más habitaciones libres esa noche. Probablemente ocurriría lo mismo en la mayoría de los hoteles de la ciudad, por motivo de las populares fiestas. Posiblemente algún gesto involuntario con el teclado había provocado el grave error de anular una reserva de habitación injustificadamente. El recepcionista Enrique pensaba que tal vez el error pudo cometerse en algún momento en el que habría numerosa clientela ante el mostrador. En consecuencia, se tuvo que armar de valor para explicar al cliente Alonso Alcubilla la desafortunada situación en la que se hallaban. Para colmo era sábado, un día de muchas entradas en los establecimientos hoteleros. 

Con gran enfado Alonso respondió: “Y no me pueden hacer un hueco? Desde luego no me pueden dejar en la calle. No olvide que tengo mi concesión en el móvil”. En ese momento de intensa tensión, acertó a pasar por recepción el director del establecimiento, FELICIANO Santillana, quien se acercó al mostrador al escuchar la discusión que subía de tono, por la actitud del cliente defraudado. Tomando conciencia de la situación intervino, tratando de apaciguar los ánimos. 

“Cálmese, Sr. Alcubilla. Una situación tan poco frecuente nos ha pasado. Llevamos en toda la ciudad unos días muy ajetreados con motivo de las fiestas del Corpus. Un fallo humano, desde luego muy infortunado, todos lo podemos cometer. Y le pedimos sinceras disculpas por este mal rato que le estamos haciendo pasar. Vamos a ver que se puede hacer, con todo el hotel al completo. ¿Quién tiene la 317, la última habitación ocupada?” “El Sr. Triano Salazar. Es habitación doble de uso individual” respondió el recepcionista. 

Ambos profesionales se miraron y de inmediato se dirigieron al cliente Alonso “¿Aceptaría compartir habitación con el Sr. Salazar, siempre que éste estuviera conforme a esta nueva situación? Por supuesto que el hotel les compensaría el prejuicio de alguna forma, por ejemplo, con la cena de esta noche que les resultaría gratuita”.

Alonso Alcubilla, perito tasador de seguros, con el cuerpo y rostro muy cansado, tras unos segundos de duda, movió la cabeza afirmativamente. “Si no hay otra solución mejor, pues adelante. Estoy muy cansado porque el trabajo durante el día de hoy ha sido muy intenso. No tardaré en irme pronto a la cama” ¡Estupendo! musitó el director Feliciano Santillana. Pronto estaba Enrique el recepcionista llamando a la habitación de la tercera planta. Al fin Triano pudo atender la llamada, ya que estaba saliendo de la ducha. Se le rogaba que a la mayor premura bajase a salón de recepción para plantearle una petición. 

La espera fue tensa, aunque Feliciano trataba de animar a Alonso interesándose por la profesión y circunstancias del perito tasador. 

“He venido desde Málaga, en donde resido, para un asunto que he de resolver en Burgos. Después tengo que pasar por Salamanca. Utilizo el vehículo de la empresa para estos desplazamientos en cadena. He conducido durante muchos kms. Incluso he tenido que parar en Jaén para saludar a un compañero de empresa que ha sufrido una pérdida familiar. Todo ello conduce a que el cuerpo me pida descansar. Y no me esperaba, en absoluto, encontrarme en esta peculiar y desagradable situación”. 

Vestido informalmente, apareció Triano Salazar, 39, caminando desde el ascensor. Se le planteó de forma escueta el conflicto por el error informático que se había generado, con la habitación 317. Estuvo bastante serio escuchando la petición que se le hacía. Breves segundos de reflexión y al final este actor de teatro, no muy famoso, aceptó la proposición. “No le voy a dejar en la calle, Sr. Alcubilla. Por fortuna las camas están separadas. No ha de preocuparse, pues están separadas. (todo ello dicho con un poco de sorna). Santillana respiró aliviado. Les indicó que ambos podían pasar a cenar cuando deseasen, a cargo de la empresa. El comedor buffet estaba abierto hasta las 11. Alcubilla dio efusivamente las gracias a su compañero de habitación. Viéndole tan cansado (su DNI indicaba que estaba por los 51) Triano se ofreció a llevarle el trolley y enseñarle la habitación. 

Los dos comensales compartieron mesa para la cena y esa información propia de dos personas que acaban de conocerse. Triano comentó acerca de sus actividades escénicas. Volvía a Madrid tras visitar a un familiar en Almería y pensó en descansar la noche del sábado en Toledo, una ciudad que siempre le había encantado, a fin de recorrer la parte antigua de la ciudad del Tajo ese domingo y disfrutar de sus rincones con encanto. El lunes conduciría hasta Madrid, en donde preparaba, junto a un nutrido grupo de actores, una obra dramática EMMAque se iba a representarse a partir del septiembre en el Lope de Vega. Era la primera vez que compartía una habitación y, en este caso, con un compañero prácticamente desconocido, por un travieso error informático.

Alonso le explicó que, por la naturaleza de su oficio, tenía que hacer mucha carretera, ya que los asuntos importantes de peritaje le hacían tener que acudir a lugares muy diversos, a la mayor brevedad posible. Su destino era Salamanca, pero tenía que descansar y consideró que era mejor quedarse en una ciudad histórica, como Toledo, evitando el bullicio estresante de la capital de España. El domingo por la mañana pasearía también por el entorno antiguo de la ciudad de El Greco y después del almuerzo tomaría el volante hasta la ciudad del Tormes. 

Tras los cafés “descafeinados” que saborearon se dispusieron a subir a la habitación. Alonso se dio una reconfortante ducha, yéndose pronto a la cama, mientras que Triano ojeaba unos dossiers de la obra que esta preparando. Sobre la 1 de la madrugada, Alonso se despertó sobresaltado. En su somnolencia escuchaba una fuerte voz en el cuarto de baño. Era la de su compañero de cuarto Triano, quien declamaba algunos pasajes del libreto argumental de la obra que estaba preparando. Por alguna razón, no se sabía muy bien algunas partes de su papel, por lo que repetía las mismas largas frases, una y otra vez. El tasador de seguros se preguntaba con los ojos medio entornados “este hombre ¿cuándo duerme?”. Como Triano seguía con su recitado, Alonso se tapó la cabeza con una de las almohadas, para intentar volver a conciliar el sueño.

Sobre las tres y pico, Triano se había levantado de su cama para beber agua e ir a los servicios. El ruido del pequeño frigorífico y los del cuarto de baño volvieron a despertar a Alonso. Parece ser que al actor le había sentado mal algo de lo que había tomado durante el día. Los sonidos fétidos procedentes del baño, a modo de tronera gaseosa y los intentos con la cisterna para arrastrar los sedimentos orgánicos eran incompatibles con el sosiego necesarios para el bien dormir. Desde luego que los aromas que procedían del pequeño habitáculo para el baño eran del todo poco agradables. Otra vez se cubrió la cabeza con el almohadón, hasta que al fin pudo retomar su interrumpido descanso. Cuando el actor volvía a su cama, observando que su compañero se cubría la cabeza con dos almohadas, considerando que lo había despertado, se disculpó con una frase emblemática: “Perdóneme, compadre. Es que algo me ha sentado mal y tenía fuertes necesidades de “mayores”.

Parecía que la noche recuperaba su calma, cuando a las seis de la mañana el paciente y sufrido Alonso creyó, en sueños, estar dentro de algún templo religioso de naturaleza budista o hindú. Escuchaba unas jaculatorias, letanías o rezos que con sus repeticiones volvieron a despertarle. Sacó la cabeza debajo de la colcha que también lo cubría y percibió un fuerte olor a “pachuli” y a otras esencias embriagadoras, las cuales inundaban la cargada atmósfera de la no muy espaciosa habitación. Una gruesa vela de cera roja, a modo de fálico mástil naviero, iluminaba desde el suelo el pequeño hall de entrada a la habitación. Asustado, pulsó la lamparilla de la mesita de noche. El lecho de Triano estaba deshecho y vacío. Entonces se incorporó de su lado donde “dormía” y vio al extraño compañero cubierto sólo con una camiseta blanca y un sleeps con estampados diversos de naturaleza sexual, que estaba sentado sobre una toalla de baño, extendiendo sus brazos sobre el velón encendido. Parecía estar como “poseso” porque no cesaba de repetir la misma jaculatoria de lenguaje desconocido, con los ojos “afilados” bien abiertos, aunque de inmediato y moviendo los brazos lo animaba a unirse a esos exotéricos cantos monocordes, probablemente pertenecientes a religiones del oriente asiático. Los rezos incrementaban el volumen de una voz emocionalmente tensionada hasta el éxtasis. De inmediato, el orador dio como un salto, a modo de pantera, incorporándose desde el suelo, ante el críptico pánico del tasador de seguros. Se acercaba pausadamente a su cama, moviendo los brazos ostensiblemente y elevando las piernas huesudas, cuyos pies, calzados con chanclas indias de material, al pisar con fuerza el parquet de madera percutían con sonidos graves y terroríficos.

Sin poder controlar el miedo que le aterraba, el perito tasador de seguros salió corriendo escaleras abajo, con un ceñido pijama de color trigo degradado y unas alpargatas de paño marrones a cuadros, regalo de su tía Jacinta. Dio un par de resbalones por la escalera, el último de los cuales le hizo entrar en la sala de recepción desplazando velozmente sus nalgas sobre las losetas barnizadas de cerámica castellana, con los pies al aire, ya que las alpargatas de paño habían salido “volando” con el impulso, hasta ser relanzadas por el mostrador de caoba marrón, “tomando tierra” en la oronda cabeza de Enrique Hinestrosa, que hacía guardia esa noche de sábado. Al ver aquella fantasmagórica aparición, alpargatazo incluido, dominado por el miedo dio un salto desde su sillón donde dormitaba plácidamente. Sólo acertó a decir ¡Cálmese, Sr. Alcubilla! ¿Ha tenido Vd. un mal sueño? Alonso, presa de los nervios, apenas podía explicar la terrible experiencia que acababa de sufrir en la 317. 


Cuando al fin pudo narrarle el comportamiento del compañero de cuarto, el recepcionista acompañó al Sr. Alcubilla hasta la habitación de la tercera planta. Entraron y vieron que Triano estaba de nuevo encerrado en el baño, mientras el olor a pachuli se mezclaba con los aromas fétidos que seguían emanando desde el lavatorio. La vela de cera roja aún permanecía encendida, encima de una de las toallas del cuarto. Alonso metió sus enseres, a ritmo legionario, en su trolley, saliendo a toda prisa con el pijama aún puesto. En los aseos se pudo cambiar el pijama por el traje gris que llevaba puesto cuando llegó al hotel. Se despidió de Hinestrosa, quien le aseguró, tras rogarle sentidas disculpas, que daría parte al director Feliciano Santillana, acerca del extraño comportamiento del cliente Triano Salazar. Eran las 7.25 de la mañana de domingo. Alonso dentro de su Peugeot, le “dio todo gas al motor” apretando con toda su fuerza el pedal acelerador. Perjuraba que nunca más, por nunca jamás, aceptaría un compañero de cuarto en una habitación de hotel. 

Como era domingo, el comedor para el desayuno fue abierto a las 8:30. A las nueve en punto apareció sonriente Triano por la sala de recepción. Llevaba una bolsa de plástico en la mano izquierda. Preguntó por su compañero de cuarto. Enrique le explicó que había tenido que ausentarse urgentemente por motivos personales. “Entonces aquí les dejo las alpargatas, muy chulis y “olorosas”, que se ha dejado en la habitación” “¿Piensa Vd quedarse también esta noche? Por supuesto”. Enrique Hinestrosa pidió al servicio de camareros que le subieran una taza de tila desde el comedor. En su interior pensaba “Hay clientes especialmente difíciles para la convivencia”. –

 

LA HABITACION 317

 

 

          José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTA

          Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

          Viernes 19 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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viernes, 12 de septiembre de 2025

UN PASTELERO TENAZ

 


VÍCTOR Calella era una de las miles de personas jubiladas que pueblan el espacio de la gran ciudad. Su historia laboral había sido muy amplia en el tiempo. Casi cuatro décadas y siempre ejerciendo la misma y “suculenta” profesión. Tras la realización de un módulo o curso de formación profesional, sustentado en la “innata” afición que tenía desde su adolescencia para elaborar dulces, entró como aprendiz en una cadena de confiterías. Sus progresos en el gran obrador de la central pastelera, fue observado y valorado por la dirección de este negocio. Pronto le ofrecieron un contrato laboral indefinido, que llenó de felicidad al proverbial confitero.

Lo que más hacía disfrutar a Víctor era poder aplicar la creatividad e imaginación en la elaboración de pasteles y tartas. En el barrio malagueño de El Perchel, en donde residía con su mujer ASUN, era conocido por la vecindad como Víctor “el pastelero”. Este matrimonio tuvo dos hijos, que iban creciendo con el incentivo de tener un padre que elaboraba dulces, en un obrador que preparaba diariamente bandejas de pasteles atractivos para el paladar. Y qué decir de las grandes tartas por encargo, que servían de base en la celebración de bautizos, bodas, santorales y cumpleaños. La imaginación y la originalidad eran las señas de identidad de un afamado obrador y confiterías: DULCELANDIA, en la que Víctor era uno de los grandes protagonistas.

¿Y cómo eran esas afamadas grandes tartas? Se caracterizaban por tener un elevado tamaño. Abundante merengue, para las montañas nevadas, con abundante hielo que simbolizaban los trocitos de coco rallados. El chocolate también estaba presente en grandes cantidades y colores, para representar las colinas orográficas. Las peladillas eran ideales para simular los terrenos pedregosos. Los rellenos de cabello de ángel y sidra eran como lavas solidificadas que encontramos en las cuevas y grutas. Las naranjas y limones endulzados llenaban de colorido los paisajes aventureros, para los amantes del senderismo. El dulce de leche servía para representar los caminos embarrados, después de una lluvia de estrellas y luceros. Por supuesto no faltaba el hojaldre, para esos estratos resquebrajados, por los que manaba una crema deliciosa para el paladar. Las guindas, cerezas y fresas eran como corazones endulzados que simbolizaban el amor y cariño añadido en tan perfecta y cuidada elaboración. 

La vida de Víctor transcurría plácidamente con la grata rutina del trabajo que tanto le gustaba hacer. Los hijos fueron creciendo y en su momento formaron sus propias familias, mientras su padre confitaba y Asun cuidaba de las tareas del hogar perchelero. Pero los años acumulados en el cuerpo suelen in trayendo los achaques propios del largo calendario. Las vértebras de este ejemplar confitero se fueron desgastando, desvitalizando, al estar tantas horas de pie o inclinado ante las mesas del gran obrador. Su espalda se fue curvando, teniendo que soportar esos incómodos dolores y molestias, que al ir incrementándose le hicieron tener que sopesar la necesidad de una jubilación anticipada. Los médicos le indicaron que una intervención quirúrgica, con los clavos y engarces correspondientes, suponían para su gastado cuerpo unos riesgos que perfectamente podían evitarse presentándose ante el tribunal médico examinador para acceder a la jubilación. 

El tribunal médico entendió su situación médica por incapacidad de la columna vertebral del solicitante. Accedió a la jubilación anticipada a los 59 años. Llevaba trabajando desde los 21. Era un cambio duro y trascendente en su vida. Por una parte, se sentía feliz de poder dedicarse a otras tareas “recreativas” para el sosiego y la distracción. Pero como contrapartida, echaba de menos su grata dedicación a los dulces que lo había acompañado durante gran parte de su existencia. Ayudaba en casa, pero su mujer deseaba mantener “el control de su espacio”. Como igual ocurre a tantas personas que han trabajado durante décadas, Víctor no era diestro en asumir el amplio tiempo libre que su nueva situación le ofrecía. La verdad es que Asun no quería tenerlo en casa, mientras limpiaba, iba a la compra o guisaba. El carácter de su mujer se había agriado con el paso de los años. Cuando su marido volvía de los paseos, matinales y vespertinos, echaba muchas horas sentado delante del monitor de televisión. Su carácter se iba resintiendo, con nervios y horas de insomnio.

Este deterioro anímico llegó a los oídos de Nicolás, su gran amigo y compañero del obrador, mucho más joven y que permanecía trabajando para Dulcelandia. Una tarde de sábado se citaron para tomar café y charlar un buen rato. 

“Víctor, yo también tuve una etapa mala en el ánimo y la visita a un psicólogo recomendado me hizo mucho bien. Te voy a dar su dirección. Le pides hora y verás como bien te echa una mano. La primera visita siempre la considera gratis. A los jubilados les cobra la mitad de la hora tarifada: de 70 tendrás que pagarle sólo 35 euros. Le cuentas lo que te pasa y verás como te va a dar las soluciones que te pueden animar”.  

Una semana después, a las 18 h, ya se encontraba el antiguo confitero en la consulta. Ante él, estaba don INOCENCIO Pidal quien le hizo un amplio listado de preguntas, a fin de conocerlo lo mejor posible. Le indicó que entregara a su médico de cabecera una receta de un antidepresivo, quedando en volver a verlo cada semana, a fin de ir analizando su evolución. A partir de la tercera sesión, el especialista impuso a su paciente una serie de cambios, muy necesarios, para combatir el estrés, la angustia y la insatisfacción que tanto lo abrumaba. 

“Tras conocer fehacientemente tu modo de vida, lo primero que vas a hacer es apagar la televisión con más frecuencia. Nada de información política. Amigo Víctor, tu problema es que empatizas en demasía con los problemas y circunstancias de los personajes públicos que aparecen en pantalla. Es el gran mal de la simulación política. Utiliza la radio para programas musicales y la televisión para ver algunas películas. Continúa con los paseos todos los días, al menos, dos horas diarias. Echas en demasía de menos tu antigua y gozosa profesión. 

En este sentido, se me ocurre una interesante idea, que puede ser muy eficaz, si es bien aplicada. Vas a localizar un convento de clausura de los muchos que tenemos en la provincia, o en localidades cercanas. Te puedo dar un par de direcciones, por los contactos profesionales que he tenido con algunas religiosas. Entonces te ofreces para dedicar algunas horas de trabajo durante la semana en sus obradores de dulces. Lo harías de una forma gratuita como colaborador generoso. Esas monjas se ayudan en su mantenimiento vital vendiendo, por el torno conventual, los dulces que elaboran. Así te sentirías útil, realizado y entretenido”. 

Desde esta inteligente sugerencia del especialista, han pasado algunas semanas. En la actualidad, Víctor es una persona mucho más tranquila y feliz. Asiste con asiduidad a un centro deportivo de titularidad municipal, para mantener en forma su cuerpo y, de manera especial, su espalda. Cada lunes se desplaza bien temprano en el autobús Alsa a Vélez Málaga, para dedicar toda la jornada ayudando y enseñando en la elaboración de galletas, magdalenas, bizcochos, rosquillas, tortas de aceite, roscos de anís, rosquillas de Santa Clara, delicias de almendra, alfajores, etc. en el pequeño obrador que poseen las Hermanas Clarisas. Son muchas las personas, tanto del entorno veleño como turistas que pasan por la zona, que se acercan al convento de las Hermanas, para adquirir a través del torno esos apetitosos dulces. Con ello no sólo disfrutan de la exquisita pastelería, sino que colaboran en el mantenimiento de la orden y sobre todo en la labor social que estas hermanas realizan entre los más necesitados. 

Víctor ha cambiado, positivamente, su carácter. Esa vuelta postrera a un obrador de confitería le ha vitalizado para dinamizar esa pasividad rutinaria que hasta el momento le abrumaba y aturdía. Una idea suya ha tenido un gran éxito entre la fiel clientela de las Hermanas. Se trata de elaborar las tortitas del santo consejo. Esta novedad consiste en unos dulces, pastas con la típica manteca de cerdo, bañadas en chocolate y con el interior relleno de dulce de leche, que en la base del envoltorio llevan una pequeña tarjeta de papel cartón, en la que el cliente recibe un buen o santo consejo. Resulta obvio que la ayuda del veterano confitero ha resultado providencial para ptomocionar a este convento cuya economía languidecía y sus religiosas tenían que pedir ayuda en ocasiones para incluso poder alimentarse. 

La encargada de la cocina y del horno para los dulces era la hermana CANDELARIA, religiosa que hizo los votos conventuales muy joven y que llevaba varias décadas sirviendo a sus compañeras en la fe desde el fogón y la lumbre, para elaborar el alimento de cada día. Realmente era la religiosa con la que más trataba Víctor, para la elaboración e innovación de los dulces que se vendían a través del torno de la privacidad. Pero una mañana, antes de iniciar el rezo comunitario de los maitines, la Hermana superiora echó en falta a la Hermana Candelaria. Sus compañeras la buscaron por tordo el convento, temiendo que pudiese haber sufrido algún daño en su salud. Al fin hallaron una nota, en el perol de los potajes, con unas líneas manuscritas que escuetamente decían: “Busco mi camino en esta vida. Dios todopoderoso sabrá perdonarme”. Esa misma mañana, en casa de Víctor Calella, su mujer Asun encontró en su cuarto (dormían separados por las numerosas desavenencias que mantenían) otra escueta nota, escrita por el ex confitero: “Te he soportado con infinita paciencia, Asunción, durante más de treinta años. Justo es que ahora busque mi alegría e ilusionada libertad”.

De la Hermana Candelaria, 55, cocinera del convento de las Clarisas, y del antiguo repostero jubilado Víctor, 62, nunca más se supo. Según la policía, ambas notas estaban escritas con la misma mano. Deducían con toda la lógica que la pareja “caminaban” juntos, buscando esas carencias que habían tenido en sus respectivas realidades. Candelaria necesitaría ese amor terrenal que había encontrado en el confitero, mientras que éste ansiaba la paz que había perdido cuando volvía a casa desde el obrador de Dulcilandia. 

Los consejos del especialista en psicología habían provocado, sin buscarlo exprofeso, trascendentes cambios en la vida de dos veteranas personas que anhelaban y encontraron el cambio en sus vidas. Las hojas del almanaque seguían cayendo, al igual que sobrevuelan las hojas vegetales durante la estación otoñal. “Los caminos del Señor son inescrutables”. -  

 

 

UN PASTELERO

TENAZ

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 12 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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  Jose Luis Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

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viernes, 5 de septiembre de 2025

REENCUENTRO EN LA MEMORIA

 


La ley física del tiempo impide recuperar, volver al pasado. Hay elementos puntuales de esa fase pretérita de nuestras vidas que pueden ser explicados, modificados, disculpados, “recuperados”, pero es imposible utilizar “la moviola” para volver a un calendario que ya no existe. Sólo, de alguna manera, podemos confiar en la capacidad de nuestra memoria para resituarnos en aquellas decisiones amargas o afortunadas de las que fuimos protagonistas. En este contexto se sitúa el argumento de nuestra historia. 

Se habían citado, precisamente, en el lugar donde conocieron a la persona que iba a trastornar su fuerte y antigua amistad.  DARIO, 69, conductor de los autobuses municipales del Málaga, EMT, y LUISMA (Luis Manuel), 68, perito de un consorcio de seguros, ambos ya jubilados, no habían vuelto a cruzar las palabras, desde hacía más de cuatro décadas. Fueron amigos escolares (ESO, y bachillerato) y formaban parte de aquellos grupos o pandas juveniles, para la distracción, el baile dominguero, la merienda y la búsqueda de pareja, actividades propias de la edad. 

En una muy cálida tarde de julio, años 90, el grupo se había citado en la puerta del Jardín Botánico Municipal La Concepción, con la sana intención de recorrer sus bellísimos jardines y paseos, también para merendar y disfrutar de la protección solar gracias al elevado y denso arbolado de que goza esa maravilla de la naturaleza a distintos niveles estructurales, todo un vergel para el ensueño, junto al embalse del Limonero. Era una magnifica decisión para combatir el viento seco de terral que azotaba sobre la capital malacitana. Como en todo grupo juvenil, se iban integrando nuevos miembros que, posteriormente y por diversas razones, abandonaban las periódicas reuniones. Ese día dos chicas nuevas fueron presentadas por alguna compañera que las conocían de clase. LINA y EVA.

La mayoría del grupo de jóvenes se había desplazado a la sede del recinto botánico utilizando la línea 2 de la EMT, con destino final en la barriada de Ciudad jardín. Otros utilizaron sus motocicletas e incluso uno de los amigos tuvo la capacidad de utilizar su propia bicicleta para realizar el trayecto. Ese grupo, autonombrado con la simpática expresión de Los Caminantes, había tomado la “sabia” decisión de cambiar las bebidas alcohólicas por refrescos y agua fresca. Dieron sus buenos paseos, entre bromas y comentarios acerca de la ingente cantidad de atrayente vegetación y flora que albergaba el apasionante, romántico y buen cuidado vergel. Las dos nuevas amigas fueron, lógicamente, el centro de atención de estos chicos jóvenes, en la edad apropiada de “ligar” y “ennoviar”. Las nuevas amigas ofrecían la atracción de su natural simpatía y ese tesoro, nunca lo suficientemente valorado, como es la juventud, tanto en lo físico como en el estado anímico de la persona. 

Aquella cálida tarde de verano, Darío “se acercó” a Lina, mientras que Luisma intimó con Eva. Pasaron las semanas y los meses y las dos parejas fortalecían su relación afectiva. Pero, las cuestiones del sexo, tiene abundantes e incógnitos recovecos. Aunque Luisma seguía con Eva, de manera paralela se iba acercando “secretamente” a la novia de su gran amigo Darío. Estaba convencido que la mujer de su vida era Lina. Ambos jóvenes cayeron en la recíproca atracción sexual. Estos dos amigos habían iniciado el camino de la formación profesional (Darío, automoción y Luisma administración y gestión). Pero casi todo en la vida se descubre. Darío conoció y sufrió íntimamente la traición de que estaba siendo objeto. Hubo entre ellos una gran trifulca. Pero Darío había perdido definitivamente a su pareja Lina, quien ya optaba abiertamente por la verborrea y otras lindezas del hábil Luisma Fonseca. La fuerte amistad entre los dos amigos se había roto dolorosamente. Nunca más en lo sucesivo volvieron a cruzar palabra alguna.  

Los meses fueron pasando como las hojas del almanaque. Lina había iniciado los estudios de Biología en la UMA, mientras que Eva optó por los de Ciencias de la Salud. Lina y Luisma eran novios “formales”. Dario buscó nueva pareja con una comercial de El Corte Inglés, CARINA, con la que sigue conviviendo. Pero esta unión tuvo mucho de opacidad y sentimientos rutinarios, porque Dario nunca olvidó los meses que tuvo de relación afectiva con Lina. También Luisma y Lina contrajeron matrimonio, unión que se fue desvitalizando por la recíproca infidelidad de ambos, muy abiertos a las nuevas aventuras. Mantenían el vínculo, pero él buscaba nuevas “flores” en donde libar, mientras que ella estaba prendada con un vigoroso compañero de Instituto, profesor de Educación Física. 

Mucho tiempo después, la vida de estos protagonistas había evolucionado hacia la madurez y la jubilación.  Cierta noche de intenso desvelo, Luisma estaba navegando por la red, buscando esa distracción que le compensara del incómodo insomnio. Sin saber el por qué, le vino a la mente el nombre de Darío Herrera, el amigo al que había traicionado, cosas de juventud, hacía unas cuatro décadas. Comenzó a buscarlo por las redes sociales, Google, Facebook, Instagram, hasta localizar su nombre e incluso su correo electrónico. Tenía curiosidad por saber de él y dado su carácter y el tiempo libre de que disponía pensó que sería interesante conocer qué había sido de su íntimo “amigo” de juventud Darío. Se armó de valor (virtud de la que siempre había hecho gala) y le envió un correcto y educado email. 

“Soy Luisma. A pesar de que el destino y la inexperiencia propia de la edad forzó nuestra separación y ruptura en la amistad durante décadas, pienso que sería importante, ahora que ambos somos sexagenarios, muy mayores, que nos viéramos una tarde para tratar de recuperar, en lo posible, aquella cordialidad perdida, todo por mi necedad y capricho, hace ya más de cuarenta años. Tendríamos muchas, muchísimas cosas que contarnos. Si no obtengo respuesta a este ofrecimiento, no dudes que tendrás mi absoluto respeto y total comprensión. Un cordial saludo.” 

Cuando Darío leyó el inesperado correo se quedó “de piedra”. Con la velocidad de la luz vinieron a su mente aquellas escenas y tiempos de su juventud que para él no fueron especialmente afortunadas. Durante todo un día estuvo dándole vueltas al ofrecimiento de aquel amigo desleal. Habló con Carina, explicándole la situación. Ella, dulcemente, le dijo ¿y por qué no?

Fijaron un miércoles de julio, a una hora “muy taurina”, precisamente en la puerta del Jardín Botánico Municipal La Concepción, como aquella nostálgica tarde tan lejana, cuando estaban recorriendo las etapas de su gozosa juventud. 

Al encontrarse en la entrada del Botánico, aquellos dos antiguos amigos de Los Caminantes estuvieron unos segundos observándose. Comprobaban, con una nostálgica sonrisa, como sus cuerpos estaban “cambiados”. Sobrepeso, pérdida de cabello, arrugas, “papada”, diámetro ventral, inclinación de la verticalidad, etc. El tiempo se había cobrado la fugacidad juvenil. Tal vez Darío se conservaba algo mejor. Fue precisamente Luisma quien se adelantó en el abrazo a Darío, quien con gran cortesía aceptó esa muestra fraterna y educada.  De inmediato intercambiaron esas frases de cortesía para las habilidades sociales. Una vez dentro del maravilloso recinto vegetal, comenzaron a caminar pausadamente, recordando algunas anécdotas de su juventud. Camino del gran Mirador, pararon para tomar asiento en el pequeño recinto de madera, abierto a la naturaleza, de los Amigos de Castilla y León.

“A pesar de los años transcurridos, entiendo tu pesar, ya que me comporté deslealmente con respecto a tu ilusión por la bella Lina. Mi ansiedad, inmadurez y avaricia me impulsó a ese lamentable comportamiento. No supe poner freno a mis sentimientos. Te aseguro que ella tampoco supo o pudo parar mi ímpetu. Pero nuestro matrimonio pronto se fue al garete, especialmente por mis repetidas infidelidades. Tuvimos dos hijos, que hoy “hacen la vida por su cuenta”. Ya son cuarentones avanzados. 

He de serte sincero, pues creo que no lo sabes. Hace cinco años que Lina se nos fue. Fue cosa rápida, de mujer. (En ese instante, Darío cerró los ojos e inclinó su cabeza. Al abrir sus ojos, estaban llenos de lágrimas). Se había unido a otra persona para rehacer su vida. Nos veíamos de muy tarde en tarde, por razón de nuestros hijos. Por supuesto que estuve en las exequias, fundamentalmente por nuestros hijos. Mario, también profesor de Instituto, su amante y compañero de vida, se mostró muy correcto y educado hacia mi persona. Desde entonces nos solemos ver de vez en cuando. Tengo que agradecerle lo bien que supo cuidar a unos hijos que no eran de su procedencia genética”. 

Dario escuchaba con gran atención lo que le estaba transmitiendo ese antiguo amigo “traidor” que ahora se sinceraba y disculpaba ante su persona. 

“Luisma, yo también rehíce mi vida con otra mujer, buena persona, pero tengo que reconocer que a Lina no la pude olvidar. Mi vida ha sido un tanto rutinaria. Ya sabe, más de treinta años conduciendo buses municipales por la capital malagueña. El laberinto urbano de Málaga me lo sé de memoria, ya que he pasado por muchas líneas. Mi rencor hacia tu persona era obvio. Me habían arrebatado lo que más quería. Y nunca podía imaginar que fuera mi mejor amigo quien me hiciera esta mala acción. Estoy de acuerdo contigo en que la sexualidad distorsiona nuestra racionalidad. Cuando leí tu correo electrónico, pensé de inmediato echarlo en la papelera. Pero después comprendí que esas posturas viscerales nos empobrecen aún más. Incluso tu gesto de localizarme, lo entiendo como positivo.

En mi caso convivo con una buena mujer, CARINA, que ha trabajado durante años en una guardería o escuela infantil. Era una forma de compensar nuestra dificultad para tener hijos. Pasamos por muchas pruebas y los resultados eran complicados e incluso contradictorios. Así que decidimos “dejar de buscar al culpable”. Hoy día, con la ingeniería genética todo es más fácil. Nos ayudó la suerte de que ella tenía sobrinos. Tú y yo somos casi coetáneos. También estoy jubilado. Pero Cari y yo nos movemos, en lo posible, viajando con el IMSERSO, donde pasamos semanas de tranquilidad. También hacemos viajes cortos, programados por una agencia cercana a nuestra casa. Todo lo que sea para distraer el tiempo que nos quede. 

Lamento mucho que Lina se nos haya ido. Nunca quise buscarla por Internet ni por otras plataformas. Sin embargo, si localicé a Eva, tu expareja. Por la información que he recabado y la experiencia propia, ha ejercido como una gran enfermera. Y coincidimos. Me tuvieron que operar de una hernia inguinal en el Hospital Marítimo de Torremolinos. Ella estaba de guardia la noche que pasé en el centro y me reconoció. De esto hace unos seis años. La vi algo cambiada, pero manteniendo esa serenidad de la que Lina carecía. Su amiga Lina era todo fuerza, espontaneidad, dinamismo… Lo que a mí me faltaba. Allí en el hospital tuvo una gran deferencia conmigo. Me despedí de ella con afecto y agradecimiento.

Ya no somos veinteañero, Luisma. Valoro mucho la tranquilidad, la distracción y por supuesto los mejores recuerdos. Las averías orgánicas van apareciendo cuando menos lo esperas. Tenemos que visitar mucho las farmacias. La juventud de aquellos inolvidables años ha quedado solamente en nuestra memoria. Nuestra etapa pasó”.

Ambos amigos siguieron caminando en silencio hacia el Mirador del Botánico. A veces, cruzaban sus miradas y sonreían. Por sus mentes circulaba ese tiempo que ya era imposible de recuperar. 


Luisma. “Pienso que nos llevábamos tan bien porque nuestros caracteres eran diferentes y por consiguiente complementarios. Ahora, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de lo muchos que teníamos por hacer y nos hemos dejado en el camino”. 

Darío. “Tienes razón, Luis. Ahora te percibo mucho más centrado. Esa es la ley de las etapas en la vida. ¡Ay si pudiéramos darle al review, a la moviola, e intentáramos protagonizar nuevas oportunidades! Pero el tiempo no nos permite caminar hacia atrás. 

“Valoro tu grandeza en superar el gran daño que te hice. Siempre consideré que eras mejor persona que yo. Pero la naturaleza nos hace así y nuestra voluntad no responde como quisiéramos”.

“Aquí, con el estanque a nuestras espaldas y en medio de esta atalaya tan bella para ver una parte de la ciudad, fue cuando me sentí más feliz con Lina. Sus ojos celestes, su mirada serena y bondadosa, aquella forma de sonreír … He de confesarte que he venido a este mismo lugar en diversas ocasiones, porque me “vitalizaba” recordar aquella época de juventud. Al menos conservamos la memoria para rememorar una fase inolvidable de nuestra vida. Éramos jóvenes. Lo teníamos casi “todo”.

Después de un par de horas, habían dado un buen paseo por el complejo botánico. Un vergel para el ensueño. Acordaron cenar juntos, un sábado de cada mes. En la senectud, aún tendrían muchas cosas que decirse y compartir. Pero como tantas veces ocurre, esas ilusionadas promesas de reuniones cíclicas se las lleva la fuerza eólica de un viento que debilita voluntades, modificando nuestros instintos sin que sepamos el porqué. 

Darío sigue visitando, en su amplio tiempo libre, ese entorno vegetal de La Concepción. Allí conoció a su primer amor, el que difícilmente se borra de nuestros corazones románticos. Le gusta disfrutar de los atardeceres, cuando el astro solar se viste con suropaje anaranjado, ocultándose tras la montaña, en un ciclo iniciático que siempre subyuga. El hábil conductor de autobuses saborea, a su manera, esas pequeñas cotas de felicidad que el calendario aún le permite, a expensas de lo que el destino decida. – 

 

 

REENCUENTRO

EN LA MEMORIA

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 05 septiembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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