viernes, 22 de agosto de 2025

SERVICIO PROFESIONAL DE COMPAÑÍA

 

 

En los tiempos que vivimos, todo o casi todo está mercantilizado. Es un interesado hábito del que difícilmente podemos sustraernos: el comprar, el cambiar, el vender. Usar y tirar. Los más singulares servicios, sean cuales fueren su naturaleza, se encuentran bajo el control de la acción empresarial. Y los medios aplicados para su consecución son fáciles y diversos: Internet, el Siri telefónico, el buscador Google, son los medios más usuales para informarte de aquello que necesitas, a fin de poder efectuar su compra on-line o de una forma presencial o directa. En este contexto se inserta nuestro interesante relato de esta semana. 

MARTÍN Riesgo era un joven que había entrado en la treintena cronológica. Había cursado estudios hasta el bachillerato, pero con resultados mediocres, por lo que desistió seguir el camino de las aulas universitarias, declinando presentarse en las pruebas de acceso o Selectividad. Aconsejado por su padre, don HELIODORO ordenanza de un ambulatorio de la Seguridad Social, probó suerte con un módulo profesional administrativo y otro de representación escénica. Este último le agradó bastante, pero pronto comprendió que las tablas teatrales era un terreno harto competitivo y saturado de “jóvenes promesas”. Llamó a varias puertas “escénicas” pero éstas no se le abrían a corto plazo. Como otros tantos jóvenes en busca de empleo, acudió a oficinas privadas de “colocación”, probando suerte con actividades muy variadas y siempre asumiendo una gran eventualidad. Al tiempo iba dejando currículos por doquier, pero apenas obtenía respuestas. Los escasos trabajos que conseguía se los retribuían por horas (entre 8 y 12 euros/hora. 

La convivencia de este joven con sus padres era aceptable. La madre, doña DESEADA, se caracterizaba por ser extremadamente devota de triduos, novenas, primeros viernes de mes y con presencia habitual en la sacristía. Esta mujer, que debía haber optado por ser religiosa conventual, ayudaba en todo lo que podía a don PRIMITIVO, el cura parroquial, en las celebraciones litúrgicas. Incluso se prestaba al toque campanero para llamar a misa, ya que el motor del campanario era muy obsoleto y casi siempre estaba averiado. 

Un vecino de bloque recomendó a los padres de Martín una oficina de empleo denominada HORIZONTE que tenía fama de conseguir abundantes puestos de trabajo para los que en ella se matriculaban (previo pago de 60 euros). El perfil de Martín (persona joven y de agradable presencia, buenos modales, estabilidad familiar, no ser adicto al tabaco ni a la bebida, haber estudiado el bachillerato) cuadraba bien con un nuevo y singular puesto laboral, que había solicitado una empresa de personas de compañía, denominada COSMOS. Esta sociedad de acompañantes, con sedes en numerosas provincias del Estado, iba a abrir una sucursal en Málaga, en la céntrica calle Cuarteles, junto al cauce del Guadalmedina.

La naturaleza del trabajo consistía en acompañar a una persona en la actividad que realizase, durante un número de horas (mínimo dos y máximo ocho) y a 20 euros la hora. Nada de política, sexo o religión de por medio, ni relación con sustancias adictivas. Se trataba básicamente de aliviar la soledad de tantas y tantas personas que sufren el vacío de las personas y amistades ausentes. A estos seres solitarios, por una u otra razón, se les podría prestar (previo pago) un fraternal servicio. El día previo al encuentro, la empresa facilitaría al empleado el nombre de la persona, lugar de encuentro, la duración del acompañamiento y alguna característica carencial del cliente. El acompañante podría en todo momento contactar con la empresa, manifestando alguna incidencia en el servicio. El agente acompañante recibiría el 50% de lo que pagase en cliente, quien también se encargaría de abonar las comidas y cenas (si las hubiere) algún aperitivo, merienda o helados o las entradas a los espectáculos a los que deseasen asistir. Desde luego, esta opción laboral era en sumo muy interesante. Martín esperaba, como agua de mayo su primera labor de acompañante.

La anhelada y primera llamada de Cosmos no se hizo esperar. El cliente tenía por nombre VIRIATO y era un capitán retirado del Ejército de Tierra, con 78 años. Hacía unos meses que había perdido a su compañero de vida, Salomón, golpe anímico y sentimental muy fuerte del que no se había recuperado. El militar era un hombre bastante serio, seco de carácter y austero de comportamiento. Necesitaba almorzar con un acompañante, pues no soportaba estar sentado en soledad en una de las mesas de la casa de comidas La Cazuela, ubicada en calle Mármoles. Había contratado dos semanas, para consumir un guiso caliente y fruta de postre. Tinto de verano en la mesa. La cita comenzaba a las 13 horas y finalizaba a las 16 (aunque la empresa siempre facilitaba unos minutos de margen en favor del cliente. 

Pocos minutos antes de las 13 horas. Martín y Viriato se encontraron en la puerta de la Sociedad Económica de Amigos del País (el ex militar residía en pleno centro antiguo de la ciudad). Fue un saludo “frío” ya que era la primera vez que se conocían. Caminaron prácticamente en silencio (aunque Martín trataba de entablar alguna pequeña conversación acerca del tiempo o de algún asunto de actualidad). En la mirada de Viriato se percibía claramente un rictus de tristeza, debida a la pérdida reciente de su compañero afectivo. El contratante pagaba el almuerzo y cuando se acercaba las cuatro de la tarde se despedían con un “hasta mañana”. Lógicamente, al paso de los días, la fluidez expresiva entre ambos comensales fue incrementándose. Se habituaron a tomar un café bien cargado para la sobremesa, servicio en el que la invitación se alternaba. Poco a poco el militar se iba abriendo en su intimidad, agradeciendo la discreción y buen hacer del joven que lo acompañaba al almuerzo cada día. 

Tras el servicio diario durante esas dos semanas contratadas, Viriato confesó a su acompañante que pensaba ampliar el contrato por algunas semanas. Martín quedó impresionado cuando, en uno de los cafés de sobremesa, el militar le hizo una sorprendente confidencia: pensaba recluirse en un monasterio, entregando su paga mensual para los gastos de manutención y alojamiento. El militar se entretendría realizando trabajos de jardinería y dedicaría un buen tiempo también para leer y meditar. Asistiría a algunos de los rezos que los monjes realizaban en diversos momentos del día, pues sentía que, en su vejez, le había llegado un sentimiento religioso sorprendente, pues él nunca se había destacado por participar en actos religiosos, salvo por obligaciones de servicio.  Añadió que ya había mantenido un diálogo con el abad de un pequeño monasterio benedictino en tierras abulenses.

Otro servicio en el que participó Martín fue el de una señora sexagenaria, llamada doña CANDELARIA Cabrales, viuda de don Segundino Lombrices, que había trabajado con factor de la Renfe. Esta señora tenía dos hijos, pero la relación con ellos no era especialmente intensa. En realidad, Candelaria era una “devota” de los templos cinematográfico, con las grandes pantallas como “altares” para compartir historias. Cada sábado y domingo, elegía una película de las proyectadas en las salas del Cine Albéniz, empresa municipal con películas de calidad y alejadas de la industria de Hollywood.  Prefería los argumentos de temática romántica. Sentía un verdadero rechazo a ir al cine sola, cuando sus pocas amigas tenían otras aficiones u objetivos para pasar la tarde. Alguien le habló de la empresa Cosmos, con la que contrató cuatro sesiones, para ver cómo le iba esa posibilidad que alguien le acompañara al cine. 

La cinéfila señora, 62, y el acompañante contratado, 31, daban la imagen de una madre que iba al cine junto a su hijo. Ella pagaba las entradas y durante la sesión permanecía bien atenta a la acción que se proyectaba en pantalla. Echaba sus buenas lágrimas, ya que era persona emocional y “humana”. En varios momentos Martín le ofrecía pañuelos “tissues” para aliviar el lagrimeo de la buena señora. Al finalizar la 1ª experiencia, Martín, aunque estaba fuera de programa, le ofreció ir a compartir un café con algo de merienda, ya que desde el primer momento sintió respeto y afecto por una sencilla mujer a quien no le gustaba estar “sola” en el cine”. A muchas personas mayores también les ocurre. Cuando dialogaban sobre la película que habían visionado y Candelaria “abría” un poco la puerta de su intimidad, Martín pensaba en su propia madre. Después de esas cuatro primeras experiencias cinematográficas compartidas, la señora contrató otro paquete, siempre con la condición de que le acompañase ese joven tan amable, educado y discreto, llamado el Sr, Martín. 

Don Heliodoro y doña Deseada valoraban muy positivamente ese trabajo social que su hijo realizaba, del que algunos detalles les contaba. Estos comprensivos padres entendían que era una honrada forma de conseguir unos modestos y necesarios ingresos para un joven de su edad. No ocultaban que preferían otro tipo de trabajos, más tradicionales, para Martín, pero mientras que no encontrara algo mejor evitaba, con estos servicios, que tomara otros caminos más innobles para su vibrante juventud. 

Otro servicio relevante, en estas peculiares vivencias, fue la historia de CRISTINA Viñas. Tras seis años de matrimonio con CELSO Aliaga, aparejador y estudiante de arquitectura, el matrimonio había tenido dos hijos. Para sorpresa de Cristina y su propia familia, un hermano que ella tenía, que ejercía de policía, tras una denuncia de tráfico, con grave accidente y positivo de alcohol en el conductor que lo había provocado, el sorprendido agente se encontró con que el denunciado era su propio cuñado. Investigó sobre el asunto y comprobó que el innoble marido de su hermana mantenía relación con una “escultural” venezolana, MARIELA, de familia adinerada, con la que tenía un hijo de año y medio de edad. El escándalo fue de impacto en todo el ámbito familiar. Para colmo, el deshonesto Celso, aprovechando un viaje profesional, se había llevado a su ilícita pareja y se habían casado por lo civil en un país sudamericano. Bigamia, infidelidad, doble vida. El divorcio que iba de inmediato planteó Cristina, no tuvo dificultad alguna, para la desconsolada esposa. A Celso le suspendieron el carnet de conducir por un año, y el juez del tribunal familiar le impuso una suma ajustada para el mantenimiento de sus hijos, ALBA MARÍA, que había tenido con su ya exesposa. 

Cristina trabajaba de auxiliar administrativo en una gestoría. A consecuencia de todos estos hechos cayó es un preocupante estado depresivo, que le obligó a iniciar un tratamiento psicológico lento y costoso.  Su hermana Nerea sugirió la existencia de una empresa que desarrollaba programas de acompañamiento. Con el acuerdo familiar, Nerea contactó con COSMOS quienes, tras estudiar el caso, organizaron una primera cita, correspondiéndole el servicio a Martin Riesgo. El objetivo era “liberar” a Cristina de su “encierro” psicológico, aunque la propia paciente se negaba a conocer a persona alguna, superada mentalmente por un engaño tan cruel. Trataban de convencerla sus padres, sus hermanos Mario (el policía) y la propia Nerea, quien había gestionado la cita. ¡Hazlo por tus hijos!

A regañadientes, Cristina al fin cedió. Se trataba de una cita en la zona del remodelado puerto malacitano, en donde darían un grato paseo al atardecer. Posteriormente se desplazarían en un taxi al parador de Gibralfaro para cenar. Martín, elegido por su empresa como la persona más idónea por sus excelentes antecedentes, se portó como un caballero, tratando con la mayor delicadeza y afecto a una joven mujer, que sufría con el ánimo mental desequilibrado. Martín intentó y logró sacar algunas sonrisas a un alma depresiva y atormentada. Fue una tarde/noche de julio preciosa, pues el viento de levante impidió que saltara el terral de los días previos. Realmente, el profesional acompañante se estaba convirtiendo en un experto “artista” para el trato humano con personas sufrientes de soledad. 

Un par de semanas después, la familia concertó una nueva cita, respetando prácticamente el anterior itinerario: el mar y la colina de Gibralfaro. Solicitaron expresamente que fuera Martín el compañero de Cristina, quien reconoció haberlo pasado “bien”, dentro de su infortunio (psicólogos y familiares coincidían en lo enamorada que la joven había estado de su ya exmarido Celso) con tan gentil y atenta persona. Pero en esta segunda oportunidad hubo una singular y simpática novedad. Alba y María, 5 y 4 años, iban a acompañar a su madre. Dieron un bello y romántico paseo en la gran barcaza por la bahía, contemplando el bello espectáculo de ver a Málaga iluminada desde el mar. Cuando subieron a Gibralfaro, el restaurante del parador había preparado unas pizzas que hicieron las delicias de las pequeñas. Las niñas, de manera espontánea comenzaron a llamar al joven amigo de su madre “el tío Martín”. 

En este punto de la historia, podría ser interesante de que el lector fuese el que pusiera su imaginación en juego y realizara una composición mental acerca de cómo le gustaría que finalizara esta relación profesional entre Cristina y Martín o en su caso cómo piensa que probablemente terminará esta vinculación. Todas las opciones pueden ser válidas, porque el destino es cruelmente caprichoso, sorprendentemente generoso, y a la vuelta de la esquina nos encontraremos con esa fascinación que necesitamos, o esa pesadumbre que inevitablemente habremos de soportar. 

En un mundo en el que la soledad física o mental, real o implícita, afecta tan acremente al género humano, estos singulares o insólitos servicios de compañías pactadas podría paliar, de alguna forma, esa sutil pandemia que reduce gravemente la felicidad en nuestras vidas. Pero como en 1942 Rick Blaine dijo con nostalgia a su viejo amor Ilsa Lund, en las brumas del aeropuerto de Casablanca, “We will always have Paris”, siempre nos quedará París, el género humano podrá decir, siempre nos quedará el cine, para poder soñar despiertos.  - 

 




SERVICIO PROFESIONAL

DE COMPAÑÍA

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 22 agosto 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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