viernes, 27 de junio de 2025

EL MUNDO QUE YA NO ES


Una imagen que solemos ver, en narrativas e historias cinematográficas o escénicas, es el intento de la vuelta al pasado por parte del personaje central del guion. Nos referimos a esa persona de edad avanzada quien, tras un amplio período alejado de sus raíces, vuelve a su localidad o espacio natal, buscando el reencuentro con lejanos familiares, vecinos y conocidos de sus años de adolescencia y juventud. Si ese periodo de alejamiento es amplio, el reencuentro con el pasado suele ser complicado y difícil, pues los recuerdos condicionan su entronque con la nueva situación. En este nostálgico contexto se inserta la base temática de nuestro relato. 

Hace más de cinco décadas, las circunstancias que afectan a todas las personas hicieron que el protagonista de esta historia se alejara o mudara del núcleo urbano en el que había desarrollado su infancia y adolescencia. HIGINIO Carranza ha desarrollado una larga vida laboral de cuatro décadas como educador de un centro de reinserción social ubicado en la localidad costera del RINCÓN DE LA VICTORIA. Vino al mundo en el ecuador secular de la centuria pasada. Desarrolló su infancia y adolescencia en el centro antiguo de la capital malagueña, especialmente en un perímetro urbano que abarcaría la Plaza de la Merced, Álamos, Carretería, Alameda Principal y el Parque, Y dentro de este espacio central, la zona de Comedias, Plaza de los Mártires, Nosquera, Mosquera y la Plaza de Uncibay. Estas arterias viarias eran los referentes urbanos de una Málaga antigua, que iba abriéndose al incentivo turístico y al desarrollismo de los AÑOS 60 Y 70.

Había estudiado Magisterio, plan de 1950. Y a los 18 años ya era maestro nacional. Mientras preparaba oposiciones, tuvo conocimiento de una convocatoria del gobierno civil, para optar a plaza funcionarial de educador, en centros de integración social (lo que en aquellos tiempos pretéritos se denominaban en el argot popular “correccionales”, nombre bastante severo, pero acorde con la cultura del franquismo en su última etapa institucional. El temario no era especialmente difícil y ello unido a su buen expediente obtenido en la Escuela de Magisterio de El Ejido, le permitió obtener una de las primeras plazas, en una oposición realizada a nivel nacional.  Pudo elegir plaza en una ciudad cercana a Málaga, como era Córdoba. En un par de años, mediante concurso de traslado, pudo volver a Málaga, para alegría de sus padres, don FERNANDO, acomodador y portero del Málaga Cinema y doña GRACIA, dedicada a las tareas de la casa. El hogar familiar, era un piso alquilado en la Plaza de los Santos Mártires, esquina a Comedias. 

Como antes se ha citado, el centro educativo al que se trasladaba estaba en la costa oriental de la capital, en la localidad del Rincón de la Victoria. Para evitar los desplazamientos diarios, encontró acomodo residencial en la casa de una señora, doña Adelaida, que alquilaba habitaciones en su amplia vivienda. Con los años pudo dar la entrada. económica para comprar un piso de segunda mano, buscando más independencia y privacidad. Su unión matrimonial fue con una compañera administrativa del centro educador (para internos desde los 10 a los 20 años) llamada HERMI (Herminia) a la que profesaba un gran cariño. De ese matrimonio vino al mundo una hija ISA (Isadora) que fue su gran apoyo cuando un motorista temerario, “embistió” a la motocicleta que Hermi conducía, cayendo ambos conductores por un terraplén. Ese fatídico accidente, con dos bajas luctuosas, generó en Higinio una fuerza espiritual intensa para centrarse en su trabajo, ayudando a numerosos adolescentes y jóvenes que necesitaban los consejos y autoridad de un buen padre, que los avatares de la vida no les habían proporcionado. Su hija Isa tenía 20 años cuando ocurrió ese fatal accidente familiar.  

Las hojas del almanaque continuaban con su caminar inexorable. El día en que el educador Higinio Carranza cumplía su sexta década vital, el centro donde ejercía su función le “regaló” una emotiva fiesta de despedida, a la que asistieron muchos de los alumnos que él buen maestro había tutorizado, además de autoridades educativas de la Administración. Por supuesto que estaba presente en esa emotiva fiesta fraternal su hija Isa, junto a su marido Hernando (funcionario de prisiones) y los dos hijos del matrimonio. El día de su jubilación había llegado.

En la actualidad Higinio Carranza sigue viviendo en su piso familiar, acompañado de los recuerdos indelebles que han presidido su vida hasta el momento. Dado el amplio tiempo que ahora dispone, suele viajar algunos días de cada semana a Málaga capital, con el fin de asistir a las numerosas actividades culturales que programas organismo públicos y privados (conferencias, exposiciones, presentaciones de libros, exhibiciones cinematográficas y teatrales, debates abiertos, conciertos etc. aunque los jueves permanece en el Rincón de la Victoria, dedicando gran parte del día al ejercitarse en el polideportivo municipal, para el mantenimiento corporal físico y anímico. 

A pesar de sus frecuentes visitas a la ciudad donde había nacido y vivido, en su infancia y adolescencia, para distraerse y disfrutar con la cultura, no había dedicado un poco de tiempo para recuperar recuerdos de su niñez, visitando aquellos lugares y rincones en donde había crecido, jugado y donde se había educado en esos años fundamentales para la formación. De inmediato fluían a su memoria los recuerdos de sus amigos, vecinos, y todos esos comercios, tiendas y puestecillos que tanto aportaron a su crecimiento y divertimento hacia la adolescencia y la juventud.  

Un afortunado día, Higinio se propuso recuperar ese pasado que recordaba con precisión y detalle. Esta nostálgica pretensión suele ocurrir a los seres humanos con mucha frecuencia. Pasan los años y no incluimos en nuestros itinerarios habituales calles, plazas y jardines, que significaron mucho en nuestras vidas. Por las razones que fuere, pasan meses y años y no hemos vuelto a pasar por esos entrañables lugares. ¿Y cómo fue esa experiencia que este antiguo educador se propuso emprender, con mucha nostalgia, ilusión y también, por qué no decirlo, un cierto temor emocional? ¿Cómo recuperar aquellos años felices de la infancia y la juventud? 

Higinio poseía una excelente memoria, por lo que recordaba, con una asombrosa nitidez, aquellos establecimientos que poblaban comercialmente su barrio, las personas y vecinos que veía pasar, casi a diario, por delante del balcón de su casa o aquellas tiendas en donde hacía “los mandados” que le imponía la mama Gracia o el papá Nando. En principio pensaba hacer un recorrido entrando desde el sur en la Alameda, Nueva, Especerías, Compañía, plaza de los Sotos Mártires Ciriaco y Paula, Mosquera, Nosquera, Comedias, Carretería… Cuando llegó al templo de los Santos Mártires, con suma emoción entró en el interior del recinto religioso, ahora profundamente renovado y mejorado. Allí lo habían bautizado, recibió la confirmación y la primera comunión, aunque el enlace matrimonial tuvo lugar en la iglesia del Rincón. En este detenido recorrido, se esforzó en buscar y en no encontrar todo aquello que su memoria le proporcionaba. Decenas de pequeños negocios, con mucha vida mercantil en los años 50 y 60. Ahora, la inmensa mayoría de estos comercios se habían convertido en lugares de copas y restauración. 

En lo que había sido una tradicional carbonería, muy popular en aquellos años de la anterior centuria, ahora había sido transformada en un bohemio restaurante vinculado a la Semana Santa. Una gran y elegante edificación que albergó durante décadas un colegio privado, confesionalmente de ideario religioso, había sido “okupado” por grupos contraculturales o de cultura alternativa, defendida por jóvenes de ideas intensamente bohemias, radicales e innovadoras, enfrentados con la autoridad municipal.  Otro antiguo y popular colegio privado en la zona se había reconvertido en un gran bloque de viviendas, albergando en uno de sus extremos una gran casa hermandad de una conocida y antigua cofradía de Semana Santa. Un taller de relojería, paralelo a un estanco y un conocido comercio de ultramarinos, todos ellos reconvertidos en bares y cafeterías. También le impresionó a Higinio en su “histórico” recorrido, observar que una tradicional funeraria había dado paso a un bar de copas, con clientela bastante desenfadada. En una calle interior, con varios edificios dedicados al comercio carnal de la prostitución, hoy estaban aparecían varios bloques de viviendas de alto coste por su centralidad urbana. El local que ocupaba el fotógrafo del barrio hoy lucía como un pequeño taller para los arreglos de ropa. Un puesto de periódicos y revistas, ubicados en un portal, ahora se veía reconvertido en una tienda de productos exotéricos. El barrio también gozaba de una pequeña clínica, dirigida por un eficaz practicante. En su lugar nuevo bar de tapas, para la movida del fin de semana. Aquella tienda de electrodomésticos, en la que todo el barrio compraba (radios, planchas, televisores, lavadoras, neveras, etc.) hoy estaba poblada por las   numerosas mesas de un frecuentado Kebak de comida rápida. La muy visitada gran panadería, situada enfrente del templo de los Santos Mártires, ofrecía hoy servicios de sauna y masaje, utilizando para las piscinas pozos de aguas termales que se descubrieron en las profundidades del espacio. 

Pero lo que a Higinio más le impresionaba era, por el paso de los años y las nuevas generaciones de personas, la inevitable y comprensible ausencia de decenas de vecinos y profesionales, que él memorizaba desde la visión de su niñez. Recordaba casi todos sus nombres, pero esas personas ya habían cumplido su ciclo vital. Ya no estaban en este mundo. Pepe, el panadero. Julio, el carbonero. Aurelio o Antonio, los tenderos. Manolo el de la tienda. Andrés, otro carbonero. Don Luis, el practicante, Alberto, el funcionario de banca y representante de artistas. Paco, que trabajaba en el diario Sur. Paco, que vociferaba la prensa del día, desde su puesto de periódicos, revistas y tebeos. Angel y su mujer, que alquilaban tebeos a los niños de aquellos años. Pepe, el de las máquinas de coser Singer.  La Srta. Encarnación, la madre Maria Jesús, don Justo el cura y otras religiosas, en el colegio de la Presentación. Don Rafael, el rígido y humano párroco de la Iglesia del barrio. Justo, el guardia. Enrico, el de las radios y los electrodomésticos. Y aquel cúmulo de entrañables familias que habitaban en la “Casa Grande”, hoy desaparecida por el ensanche de la calle. 

Mientras paseaba, el educador recordaba a todas esas personas que sustentaron y acompañaron su infancia. No solo los hombres, sino también las decenas de madres y esposas, que en esas relaciones callejeras y de balcón al balcón tanto animaban y vitalizaban el barrio, con sus alegría y penas bien sobrellevadas. 

Eran tiempos en los que se jugaba mucho en la calle, al futbol (utilizando todo tipo de objetos como pelota o balón), el “pilla -pilla”, los policías y ladrones, el salto de la cuerda, el “piso”, las canicas de cerámica y de cristal, las tablas con ruedas de cojinetes y las patinetas (todavía no eléctricas). El centro de distracción de las casas y sus familias era la radio, con sus novelas radiadas, el informativo de las 14:30 y el de las 10 de la noche y el “ritual” de los discos dedicados. No olvidaba tampoco los concursos, que se hacían en los estudios de las emisoras, Radio Nacional de España y Radio Juventud, de la Cadena Azul de radiodifusión.  La radio fascinaba, emocionaba, informaba y distraía, sin interrumpir los quehaceres del hogar. Joselito y Marisol eran los ídolos de muchos niños, de rebanada de pan con chocolate, con las pipas de girasol en el bolsillo. 

Aquel barrio popular en el que había transcurrido la vida de Higinio ya no estaba. En su lugar había otra forma de organizar el comercio, la convivencia y el ocio, por supuesto con otros rostros, otras mentalidades y otros comportamientos de cara a la vida. El barrio donde había nacido, crecido, reído, llorado y jugado, había cambiado profundamente su vestimenta. Ahora vivía en un mundo que ya no es, aquél que aún seguía conservando en los anales nostálgicos y sentimentales de su memoria.


 

Encaminó lentamente sus pasos hacia la estación de autobuses para la zona este, en la Avda. Muelle de Heredia, subiendo a un Portillo que le devolvería una vez más a su lugar de residencia. El sentimiento que mantenía en ese viaje de vuelta al Rincón de la Victoria, tras las entrañables y emocionantes vivencias de aquella mañana y tarde por la barriada zonal de su infancia, era que SU MUNDO” YA NO EXISTÍA. La ley de las generaciones se cumplía inexorablemente en los ciclos de vida que el destino nos quiere conceder. La fugacidad de la vida genera otros escenarios, cambios y vivencias, mientras nos esforzamos por conservar los mejores recuerdos en los tesoros afectivos de la memoria. -

 

 

EL MUNDO

QUE YA NO ES

 

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 27 junio 2025

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