viernes, 10 de enero de 2025

SUENA EL TIMBRE DE LA PUERTA

Todos tenemos la experiencia de conocer a personas, más o menos proximas a nuestro microcosmos, cuyos comportamientos parecen extrañamente inusuales. Sus actitudes, cuando llegan a nuestro conocimiento, nos generan sensaciones de incredulidad, sorpresa, comicidad, preocupación, pena, asombro, admiración o rechazo. En ocasiones, resumimos estas apreciaciones con una expresión coloquial que es por todos entendida: ¡qué tío, qué persona más rara! O con esa otra frase, muy sociológica en la Historia de hay gente “pa tó”. Desde luego esta son expresiones populares. Un experto en comportamientos y respuestas humanas (psiquiatra, psicólogo, sociólogo) resumiría y analizaría estas respuestas bajo otros parámetros más científicos, basados en los estudios propios de su especialidad académica. Pues en este curioso contexto se inserta nuestro relato, ciertamente extraño, con aires de thriller o misterio, de esta semana.

SABINO Villacampa Gaytán, 52, ejerce como maestro de educación primaria, en una importante (por el número de alumnos y grupos) centro escolar de carácter público, ubicada en la capital malagueña. Este gran complejo escolar, denominado EL OLIVAR, se halla situado en la salida de la capital dirección norte, camino de las provincias hermanas de Granada, Córdoba o Sevilla. La zona urbana que tiene de influencia se denomina Ciudad Jardín, muy cerca del cauce del río Guadalmedina, embalse del Limonero o del Jardín botánico municipal de la Concepción. Sabino reside precisamente en una barriada, que tiene el bello nombre de LAS FLORES.

Profesionalmente, Villacampa es considerado por sus compañeros y equipo de dirección del centro como un maestro responsable y cumplidor de sus obligaciones, algo serio de carácter y especialmente reservado con respecto a su privacidad. A pesar de esta austeridad temperamental, sus alumnos habituales (correspondiente al último curso de enseñanza primaria) en este curso escolar 6º C, lo aprecian por su trabajo explicativo y tutorial, ya que es imaginativo, entretenido y siempre trata con el necesario respeto a los alumnos que tiene a su cargo. Esta característica provoca que sea uno de los docentes que menos “partes de incidencias disciplinarias” impone, ya que prefiere, con lúcida inteligencia, resolver los conflictos aplicando el diálogo y con las compensaciones o penalizaciones pactadas o negociadas. Los compañeros de del centro saben que Sabino mantiene su soltería desde siempre. Se comenta entre ellos, por esas conversaciones de café, durante los recreos o tras las reuniones de claustro que, cuando vivía su treintena, estuvo íntimamente encariñado con una profesora sustituta, con la que llegó a compartir convivencia. Parece que el idilio duró unos tres años. Pero la joven profesora, que tuvo que atender a uno de esos trasiegos residenciales por motivos de nuevos destinos, encontró un mejor partido o acomodo con una compañera de CC NN, al ser destinada a Montilla para atender una larga sustitución. Esa dura situación afectiva no la pudo superar el carácter “complicado” de Sabino, por lo que volvió a vivir con su madre, viuda de muchos años. Al perderla también, por razones de edad y enfermedad, la soledad anímica y física fue minando su espíritu, degradando sus ganas de luchar para reemprender su vida, agudizándosele la introversión y el propio egocentrismo, con algunos comportamientos un tanto extraños en su forma de relacionarse.

Así lleva muchos años, habiéndose convertido en una persona un tanto infeliz en su trato relacional. Pero, sorprendentemente, en estas Navidades del 24, los propios vecinos (que suelen referirse a él como el maestro solitario del 7º C) lo han visto con un semblante diferente, más animado y “luchador”. En realidad, es un residente muy educado, servicial y que nunca provoca problemas con la vida de vecindad. Y llegó el 31 de diciembre, con las fiestas de despedida y llegada de la nueva anualidad. Avancemos en esta curiosa historia.  

A media mañana los vecinos con los que se encontró al salir la calle lo vieron con un semblante inusualmente alegre y animado, para hacer bien el día. Como si se preparara para festejar la Nochevieja y tener una alegre entrada del 2025. Incluso comentó con algún vecino a la salida del ascensor: “voy al supermercado, para comprar el material de esta gran noche. El siempre populoso MERCADONA le caía a tres “cuadras” o manzanas del edificio donde residía. También era novedoso verlo rodando en su mano diestra un viejo trolley que perteneció a su difunta madre cuando diariamente se desplazaba para realizar la compra. “Pero don Sabino ¿tiene Vd. invitados para el fin de año? Entonces el hoy animoso maestro, algo ruborizado, respondía:

“Siii, hoy va a ser bastante diferente, a tantas noches de mis días. Espero una importante visita, con la que he contactado por Internet”.

“Anda, lo moderno está el profesor. A ver si lo vemos bien casado, e incluso con algún retoño, como Dios manda. Vd. está todavía de buen ver. No me cabe la menor duda que ha elegido una buena mujer, como las que salen en First Dates, el programa diario de Carlos Sobera, que emiten por la Cuatro. ¿Y cómo se llama la afortunada?” “Bueno, es que me da alguna vergüenza decirlo, pero Vd, doña AMBROSIA, vecina de planta, es persona de confianza y merece que se lo diga. Se llama ESTRELLA, como la que más brilla en el firmamento”. “Seguro que es muy guapa y buena mujer. Vd. se merece lo mejor, don Sabino. Además, está todavía de buen ver, con los 50 que creo que ya tiene” “Señora Ambrosia, 52, los almanaques nunca se equivocan. Los años no pasan en balde. Van dejando las arrugas y los achaques aparecen por donde uno menos se espera”. “Ande, ande, que está Vd. hecho un chiquillo, don Sabino”.

Al fin pudo “librarse” de su amable y parlanchina vecina de planta, tomando la dirección del Mercadona, en donde esperaba encontrar todas las mercancías que necesitaba, a fin de montar una buena mesa. Era el último día del año, por lo que el popular establecimiento estaba bien abarrotado de clientes, respirándose ese ambiente nervioso consumista que altera el equilibrio, de manera infantil, pues parece que todo lo que llenaba los expositores se fuera a acabar y no quedara nada para nosotros. La compra que realizó este vecino del 7º C estaba en consonancia con las expectativas que el buen hombre se había hecho para organizar una mesa digna del último día del año. Un bote de caldo de cocido. Otro de garbanzos también cocidos. Una caja de gambones. Un buen trozo de carne de ternera rellena, ya mechada, envasada al vacío. Un par de ensaladas preparadas. Un cestillo de frutas variadas. Agua, cerveza 00 y una botella de tinto Rioja. A la vuelta se detuvo en la Confitería EL HOJALDRE, para el postre. Compró un gran tronco de pastel de Navidad, bañado con chocolate, nata y copos de coco. El espectacular dulce o tarta navideña estaba relleno de cabello de ángel confitado a la canela. No olvidó comprar también un par de artísticas velas rojas, con las que proporcionaría más “emoción” a esa íntima cena para dos.  

Con toda esa suculenta mercancía, volvió mostrando la sonrisa en el rostro a su domicilio. Al verlo tan contento, sus convecinos pensaban acerca de lo que traía entre manos una persona habitualmente bastante seria. Dedicó gran parte de la tarde a preparar con esmero la decoración y presentación de su mesa, a fin de que ningún detalle faltase. Incluso activó un sistema de bluetooth, para ambientar con la mejor música (navideña, clásica, romántica) la íntima cena, aunque no descartaba distraer la “velada” sintonizando alguna cadena de televisión que facilitara, con su divertida programación, la imprescindible alegría.  Ese buen y divertido estado de ánimo se mezclaría con el intercambio de sentimentales miradas plenas de la necesaria sensualidad. Por supuesto, habría que seguir el rito de las uvas, acompasadas a las doce campanadas que anunciarían la entrada de un nuevo año, en este caso el 20 25. Una vez conformada la decoración de la mesa, pasó a la cocina para organizar bien los platos que iba a compartir con su especial invitada.

Cuando el reloj marcaba la proximidad de las 20 h. se sentó en su habitual sillón del tresillo, para esperar pacientemente la llegada de la ansiada visita. Esa noche de fiesta, para el cambio de calendario, sería el primero que no iba a cenar sólo, como era habitual, desde el fallecimiento de su amada madre. Sobre las 20:45 todo eran nervios en el “inestable” equilibrio de tan singular personaje. La música programada no cesaba de sonar, la carne estaba templada, después de un primer pase por el microondas, las bebidas bien frescas en el frigorífico. Había dedicado también abundantes minutos para el arreglo personal. Eligió un traje azul de fina alpaca, camisa celeste muy claro y una corbata de tonalidades rojas y violáceas, que le iba muy bien al color azul marino de su indumentaria. Iba a estrenar unos zapatos nuevos de piel acharolada, marca Martinelli, comprados en el Corte Inglés.

A las 21 horas en punto, sonó por primera vez el timbre de la puerta. Se incorporó un tanto nervioso de su sillón preferido y con parsimonia diligencia se dirigió hacia la puerta de entrada, para recibir a una belleza llamada Estrella (como había comentado a su vecina doña Ambrosia) que iba a compartir con él tan emblemática noche. Evitó precipitarse en la apertura de la puerta, por lo que esperó a un segundo toque del timbre, sonido que se produjo pasados unos treinta segundos. Deseaba dar más emoción a ese encuentro tan deseado. Al fin abrió. Sólo pronunció estas breves palabras: “Buenas noches. Estás bellísima. Gracias por haber venido. Pasa, por favor, estás en tu casa”.

Entonces cerró la puerta, caminando unos pasos hacia el salón. La música ambiental seguía sonando, las luces de la lampara alegraban un bien arreglado salón, con la mesa central preparada. Pero … dentro de la casa sólo había una persona: Sabino Villacampa. Nadie más. Y en el exterior del descansillo, sólo oscuridad.

Este maestro escolar, obsesionado por su soledad sentimental, había escenificado una creatividad onírica, invisible, irreal, con alguien que no estaba, no existía. Su imaginación y frustrados deseos compensaban su insoportable soledad física y anímica. Permaneció de pie observando ese vacío plato frente al suyo, en la bien preparada mesa, que allí permanecía sin nadie que lo fuera a utilizar. Entonces elevó el volumen de la música, que continuaba sonando, para alegrar una atmósfera irreal, con un único oyente para disfrutar.  Su fisgona vecina del 7 A, doña Ambrosia, comentaba con su marido e hijos “¡Pobre hombre, lo bien que lo debe estar pasando! Se ve que hay buen ambiente en el 7º C …”

Pasaron muchos minutos. Cuando Sabino terminó de tomar su parte de lo que había preparado para la “gran cena” se levantó y se dirigió hacia la puerta ¡para despedir, en su imaginación a la visitante invisible! Tras abrirla, dijo en voz baja “Te llamaré mañana. Gracias por tu visita. Enriqueceremos y gozaremos de nuestra amistad” cerrando de nuevo la puerta de su piso.  Doña Ambrosia miraba y remiraba, por la mirilla, pero no veía a nadie. “Te aseguro, Augusto, que el vecino de al lado, don Sabino, se ha despedido de alguien, pero en la oscuridad nada he logrado ver y lo raro es que el ascensor no ha sonado. ¡qué hombre más misterioso!”.

En otro piso del bloque, concretamente en el 2ª A, alquilado a una modesta familia, con el marido sufriendo y afrontando continuas necesidades económicas, con tres adolescentes en la flor de sus vidas y su mujer echando horas de limpieza en casas bien, estaba una de las claves de esta intrigante historia. Un albañil de “chapuzas” CELESTINO comentaba:

“Esta mañana me he ganado 50 euros, que nos han venido la mar de bien. Gracias a este dinerillo, hemos podido tener una cena digna de fin de año ¿Y cómo me ha llegado esta ayuda? ¡Pues muy fácil y extraño! El vecino del 7ºC, el maestro, me pidió esta mañana que subiera a las nueve en punto y tocara el timbre de su puerta dos veces, toques separados por un intervalo de un minuto, más o menos. Y a continuación, debía volver a casa, sin hacer mucho ruido. Me rogó que no le hiciera preguntas, poniéndome los 50 euros en la mano. Una cosa extraña, pero yo he seguido fielmente sus indicaciones”.

El comportamiento del personaje central de esta curiosa historia acabó siendo estudiado y tratado por un especialista en desequilibrios y carencias mentales. El director de su centro escolar tuvo que tomar importantes y necesarias decisiones, pues esos comportamientos íntimos de Sabino Villacampa trascendieron inevitablemente al ámbito profesional. -  

 

 SUENA

EL TIMBRE DE LA PUERTA

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 10 enero 2025

                                                                                                                                                                                                                               

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