EUSEBIO Tellada es un joven malagueño que estudia cuarto curso en la facultad de Farmacia de la Universidad de Granada. Reside en un piso alquilado para estudiantes, en el que convive con otros tres compañeros de diferentes grados universitarios: ASUN (Filología Hispánica) FLAVIO (Ciencias Políticas) y EVARISTO (Medicina). La relación entre los cuatro estudiantes es cordial y solidaria. Ninguno de estos jóvenes es granadino, pero eligieron estudiar en la maravillosa ciudad nazarí por distintos motivos y circunstancias personales.
Durante los cinco primeros días de la semana, Eusebio se entrega al estudio con admirable dedicación y constancia, reduciendo incluso sus horas de descanso nocturno, que es cuando mejor se concentra con sus apuntes y bibliografía. Pero cuando llega el fin de semana, sabe intercalar también muchas horas para cultivar otras actividades para la vida, como es la práctica del senderismo (GRANADA cuenta con sublimes paisajes para su natural disfrute) al que añade la asistencia a diversas sesiones de cine fórums que programan algunos colegios mayores universitarios, en los que tiene compañeros de aula y buenos amigos. Otra de sus aficiones culturales es el teatro, asistiendo con frecuencia a las sesiones que, entre viernes y domingo, ofrece el céntrico TEATRO ISABEL LA CATÓLICA. Este establecimiento cultural para las artes escénicas, dependiente de la Junta de Andalucía, ofrece numerosas obras vinculadas a grupos de lo que se denomina el “teatro moderno o experimental”.
Eusebio asiste a muchas representaciones escénicas, desde ese segundo anfiteatro en el que el precio de las localidades es más reducido. Siempre ha preferido el llamado “teatro tradicional” pero acepta cualquier tipo de obra, pues opina que todas le aportan distracción y reflexión intelectual. Comentando con sus compañeros de piso, defiende las características del teatro “de siempre”, pues considera que la escenografía actual tiene, en su opinión, bastantes limitaciones.
“Lo primero que te encuentras, cuando asistes a una representación del TEATRO MODERNO o ACTUAL, es la carencia o pobreza casi absoluta de decorados. Alguna silla, mesa y puerta, algún “palé” con simbología críptica y, por supuesto, abundante cortinaje. La iluminación tampoco es muy generosa, los tonos oscuros y misteriosos predominan sobre las tablas escénicas. Y hablando del escenario, mayoritariamente es único. Lógicamente muy diferentes a los cambios y movimientos mecánicos que utilizan los teatros de la Gran Vía madrileña, cambios de escenarios reflejados también en el precio de las localidades. El número de actores en este teatro moderno tiene también una aritmética muy reducida. Hay que ahorrar, practicándose bastante el monólogo o el diálogo entre dos personajes y si alguno más aparece en la obra no lo hace en escena. Para ello se usa el teléfono o las alusiones continuas al personaje como hábil recurso, aunque tenga un notable protagonismo concedido por el autor en el desarrollo del libreto argumental. En cuanto a la estructura de las obras, dado el tiempo de desarrollo escénico (una hora o poco más de actuación) desaparece la división del primer o segundo acto, convirtiéndose la trama argumental en un desarrollo continuo que no canse en exceso a los espectadores. Muchos de los personajes hacen el cambio de vestuario en plena escena, incluso explícitos desnudos, a fin de conseguir una mayor verosimilitud o realismo en la acción que estén desarrollando. Si hay música, normalmente “enlatada” o grabada, suena a “toda pastilla” en los momentos claves de la acción. Pero lo más característico de este teatro “de VANGUARDIA” hay que señalarlo en el “complicado” argumento de la obra. Ese es uno de los grandes problemas, pues la división tradicional de introducción, nudo y desenlace no aparece, ya que parte de la trama argumental hay que imaginarla, para comodidad del autor. Los mensajes “subliminares”, metafóricos y crípticos aparecen de continuo, y hay que estar muy atentos para descifrarlos. Dicen algunos que es un teatro para gente con avanzado intelecto y la participación del espectador en la trama se hace inexcusable. Mucha gesticulación, gritos, contorsiones, miradas y silencios. Todo ello hace que te preguntes “pero ¿qué está pasando aquí. ¿Hacia dónde nos está llevando el autor de la obra? Al final consideras que te estás enterando de bien poco. Tienes que echar mano de tu imaginación, para darle forma a historias que no están bien contadas, que te generan preguntas e interrogantes de muy difícil respuesta”.
Cuando Eusebio terminó de exponer su visión crítica acerca de este “teatro moderno”, sus tres compañeros de piso reían o comprendían el planteamiento que hacía un asiduo espectador de obras teatrales. En general estaban de acuerdo con estas apreciaciones, que dibujaban bastante bien la naturaleza de ese teatro actual o de “vanguardia”, realizado en general con una patente falta de medios.
Unos días después de esta “pequeña pero muy útil clase” que el estudiante de farmacia había expuesto, Flavio, el especialista en temas políticos, llegó al piso de calle Puentezuelas con una grata novedad que ningunos de sus compañeros esperaba.
“El fin de semana que viene llega mi cumpleaños. Y para celebrarlo os invitaré a un suculento recorrido de tapas. Pero antes de esa larga noche de sábado que nos espera, he sacado cuatro entradas, para una obra que van a representar en el Isabel la Católica y que parece tiene buena crítica. Como ese día se celebra la fiesta mundial de las artes escénicas, he tenido la suerte de conseguir las “últimas” entradas que se vendían, como rosquillas, con el incentivo de dos por una. En definitiva, que nos han costado la mitad de su precio, cuatro euros cada una. Son de segundo piso, a donde siempre suele ir el “especialista” Eusebio. El título de la obra que representan es ESPÉRAME, QUE YA VOY. Se trata de un monólogo, en el que interviene un veterano actor, según las fotos del cartel, llamado VENANCIO Tierrallana. Como se trata de teatro “moderno” nos lo vamos a pasar bastante bien, después de la disertación que nos dio el “farmacéutico” Eusebio hace unos días. Al final de la representación habrá diálogo entre el único protagonista y el público que se quede al debate. Nos bajamos de nuestro “paraíso” al patio de butacas, pues no todos los espectadores se quedan a estos diálogos (el hambre les apremia) y será interesante poder preguntarle al actor acerca de la obra que ha representado y sobre su amplia trayectoria sobre las tablas escénicas ¿Qué os parece la propuesta?”
Ese sábado de febrero, los cuatro amigos y compañeros de piso, se marcharon ilusionados para asistir a la representación, cuyo inicio estaba programado para las 19 horas. Debido a los incentivos económicos, por el día Mundial del Teatro, la cantidad de público que entraba al majestuoso Coliseum cultural hacía prometer que el lleno estaba asegurado. Asun, siempre bastante golosa, se había provisto de una buena bolsa de “chuches” para compartirlas durante la representación de la obra.
El desarrollo continuo (durante una hora y diez minutos, aproximadamente) de ese interesante y complicado monólogo, ayudado por las conversaciones que mantenía el actor a través del móvil telefónico y los recuerdos personales, expresados en voz alta, se acomodaba perfectamente a las explicaciones que Eusebio les había dado. El muy limitado decorado se resumía en un extenso cortinaje, en el que estaba pintada la representación de un jardín ciudadano, además de un banco de parque real y una fuente metálica, instalada en basamento de cartón pintado, de cuyos grifos no manaban agua alguna. Prácticamente, casi todo lo que Eusebio había sintetizado sobre esta forma de hacer teatro en la actualidad se cumplió al 100%.
Tras unos 15 minutos de descanso, una vez finalizada la obra, El “gran Venancio” volvió al escenario, entre nuevos y continuos aplausos de los espectadores, que se habían quedado para participar en un diálogo abierto con el veterano intérprete. Preguntas y más preguntas, que el actor respondió con la pericia que dan los años y la experiencia acumulada sobre las tablas escénicas. Un joven y barbudo espectador, con ganas de “animar el cotarro” mostró su sinceridad, sin cortapisas. “Con el mayor respeto a su trabajo, Sr. Tierrallana, tengo que confesarle que no he logrado captar lo que nos ha querido contar el autor del argumento, es decir, el mensaje o tesis que nos ha querido transmitir. Le pregunto, con la mayor franqueza, si Vd. se enterado realmente de algo lo que ha estado interpretando”. Transcurrieron unos incómodos segundos, en los que el silencio se hizo dueño del elegante teatro. La respuesta del monologuista provocó una “lluvia” de atronadoras carcajadas. “Pues no debes estar preocupado por tu incomprensión. Yo tampoco me he enterado muy bien de lo que acabo de interpretar”.
El actor también narró algunos aspectos de su larga vida profesional. “He participado en algún espagueti western de los que se rodaban en el “Hollywood almeriense, vestido de vaquero y con las pistolas al cinto”. Tenía que ganarme el sustento, por lo que había que aceptar lo que te quisieran dar, para ganar tres “perras gordas”. También, en una afortunada ocasión, una actriz se puso enferma de repente y no se podía suspender la función por razones económicas. Yo, que actuaba de “modesto figurante” durante no más de unos minutos de la representación, me presté a sustituirla. Como me sabía algo del papel, tuve que hacer, muy caracterizado, de ¡sirvienta! Lo que más me molestó es el par de zapatos con tacones que me tuve que calzar y que nos facilitó un conocido zapatero remendón de la Cuesta de Gomérez. Aun así, me estaban pequeños y tuve doloridos los pies durante unos días, hasta que la actriz se recuperó”.
Los cuatro amigos, después de la interesante experiencia, acordaron que sacarían entradas para los próximos espectáculos teatrales. Después de asistir a las mismas, comentarían y compartirían acerca de los mensajes y los valores de la obra representada, una fórmula inteligente de aprender a ser un buen y crítico espectador.
En un sábado noche cercano a la estación primaveral, Eusebio y Asun habían acordado subir al muy visitado y apreciado BARRIO DEL ALBAYCÍN en donde pensaban hacer una ronda de tapas, sin abusar de la bebida, para cenar y disfrutar del mágico embrujo nazarí, con sus aromáticos jardines o cármenes llenos de macizos florales. El número de establecimientos para tapear, cenar y disfrutar de la palabra es abundante, en estas cuestas y plazas empedradas, en una de las zonas con mayor romanticismo y embrujo que atesora la siempre muy bella capital de Granada.
Entraron en una tasca, Los Mascarones, repleta de ambiente “universitario”, establecimiento o garito que ya conocían por la calidad de sus tapas. Tuvieron suerte de encontrar un pequeño hueco en donde sentarse y a los pocos minutos escucharon una voz, “¿Qué vais a tomar, jóvenes del mañana?” Esa voz del camarero, a sus espaldas, les resultó conocida. Volvieron sus cabezas de inmediato y reconocieron, con asombro y alegría, que era la de Venancio Tierrallana, quien con su delantal y libreta en mano ejercía como empleado del muy popular establecimiento restaurador. Saludaron con afecto al veterano y apreciado actor, quien les prometió un ratito de conversación, pues a las 11 de la noche finalizaba su turno diario de trabajo. Allí estuvieron un buen rato, mezclando la cerveza de “grifo” con tapas de morcilla frita, habitas con jamón, caracoles en su salsa, las “papas” picantes o bravas, etc. con la difícil palabra, dada la elevada acústica que generaban los jóvenes y más talludos clientes, quienes así socializaban su fraternal ocio para el descanso restaurador.
Habían pasado unos minutos desde las once, cuando se les acercó Venancio, ya sin delantal, con un vaso de tónica en la mano, sentándose con ellos para echar “un ratito”.
“Me gusta estar con los buenos y jóvenes espectadores, que me han acompañado con mucho cariño, cuando trabajo sobre el escenario. Como ya estáis viendo, la vida te exige ponerte distintos uniformes para subsistir. Tienes que “comer” todos los días y yo, superados los 60, no tengo los ahorros necesarios para disfrutar los tiempos de la jubilación. Hoy estoy sirviendo a las clientes, mañana me cambio a figurante o actor principal sobre las tablas escénicas y pasado … siempre hay un buen amigo que me echa una mano necesaria. Esto se servir las mesas es como si estuviese interpretando otro papel, exigido por el guion del autor”.
Venancio se sentía relajado y confiado, como explicando retazos de su vida antes dos atentos jóvenes, que observaban a un hombre con largo recorrido en la vida, que no le debía haber sido fácil construirla y aceptarla. En momentos oportunos y con mucho respeto le hacían alguna pregunta.
“Si, tuve dos parejas, durante tiempos de bonanza, pero ambas “volaron” cuando la rutina se apoderó de nuestras convivencias. Por supuesto, la debilidad económica no todas las personas saben asumirla. Y en los dos casos, a una y a otra les afectó en demasía. Necesitaban más lustre monetario”
“Estoy de acuerdo con vosotros que los propios actores, también los que se dedican básicamente al cine o a la televisión, debían tener una mayor consideración y colaboración solidaria con sus compañeros de avanzada edad. En Madrid hay una residencia para actores mayores, que sufren una penosa dificultad para sobrellevar sus tiempos de vejez. Lógicamente funciona con las aportaciones que algunos actores famosos realizan para que la institución pueda atender dignamente a los que siempre han sido segundos, terceros o simples figurantes y nunca cabezas de cartel”.
Asun y Eusebio bajaban, silenciosos y pensativos, las empinadas callejuelas del barrio del Albaycín. Recorrieron La Cuesta del Chapiz, la Carrera del Darro, Plaza Nueva, Reyes Católicos, Puerta Real y ya en Recogidas, tomaron Puentezuelas para llegar a su piso alquilado junto a los otros dos compañeros, quienes ya dormían plácidamente. La suerte que habían tenido encontrándose a un veterano actor, ejerciendo de camarero en un establecimiento típicamente “tapero,” les había marcado anímica y culturalmente. Continuaban con ese su aprendizaje, descifrando muchos porqués, acerca del denominado teatro “moderno o de vanguardista”. La humanidad y sencillez de un gran actor, que nunca había podido actuar en los grandes teatros del mundo, había colaborado con su vital magisterio, durante esa lúcida y lúdica noche granadina, en este interesante y enriquecedor conocimiento. -
LA VERSATILIDAD ESCÉNICA
DE UN VETERANO ACTOR
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 24 enero 2025
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Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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