jueves, 30 de enero de 2025

PRIVACIDADES Y SECRETOS CONYUGALES

El género humano es harto complicado. En sus mentalidades, objetivos y   respuestas. Esta característica es consustancial a las personas que lo constituyen en las diferentes geografías e historias de nuestro planeta. En una gran mayoría de casos, las diferentes parejas forman matrimonios. Hay uniones que soportan la convivencia continua durante varias, muchas décadas de existencia. Esa unión permanente suele obedecer a numerosas motivaciones. El recíproco o unilateral amor. La falta de valor para la ruptura. El temor a la insoportable soledad. La carencia de espíritu e iniciativa para diseñar o cambiar a otro tipo de vida. Los condicionamientos familiares, especialmente los hijos. La inercia a seguir el camino juntos “porque así son las cosas” siendo preferible no modificarlas. Por razones económicas para la subsistencia. Por miedo físico o psicológico. Por otras razones difíciles de concretar.

Si se analizaran muchas convivencias, de cuarenta, cincuenta o más años, llegaríamos a la conclusión en que hay un numero indefinido de casos, en los que ELLA no conoce realmente a quien tiene a su lado o ÉL tampoco sabe con certeza quién es la persona con la que convive. Y esta apreciación no va referida sólo a los pequeños o grandes secretos, sino a muchos pensamientos, actitudes, razonamientos, deseos, frustraciones, etc. del uno con respecto al otro cónyuge.  Algunos, en la intimidad de su conciencia, observa a esa pareja con la que ha celebrado las “bodas de plata” o “de oro” y en distintos momentos llega a preguntarse “¿Quién es realmente esta persona con la que llevo viviendo tantos años? Para mí es un perfecto desconocido/a”. Lo más grave del caso, es que podemos llegar a un punto aún más extremo, con nuestra propia persona. En los críticos momentos de honda autenticidad, llegas a preguntarte, pero ¿quién soy yo? ¿Me conozco en profundidad?

En este difícil contexto se inserta nuestra historia de esta semana. Identifiquemos a sus principales protagonistas. SANTOS Narcea, 76 y CELIA Alberca, 73, llevaban casados cincuenta y tres primaveras. Se unieron matrimonialmente, tras mantener un recatado y frío noviazgo de casi un lustro, en un pequeño pueblo castellano, San Martín del Castañar, provincia de Salamanca, que en la actualidad no llega a las tres centenas de habitantes. Comenzaron a intimar en la escuela, haciéndose “novios” cuando él tenía 17 y ella 14. Cuando Santos volvió del servicio militar, desarrollado en tierras conquenses, decidieron unir sus vidas en santo matrimonio. Este marido ha trabajado la tierra durante toda su vida laboral, como peón agrícola, siendo contratado por familias que poseían tierras y dinero. Su función ha sido básicamente el arado del terruño, la limpieza de las malas hierbas y el pedregal entorpecedor, la recolección del cereal y, también, el cuidado de los rebaños, animales de carne y leche.

Ante la carencia económica que ambos mantenían, no tuvieron otra alternativa de montar su hogar conviviendo en la modesta vivienda de la madre de Celia, que era viuda de guerra, edificación individual situada en medio de la naturaleza, y que había sido transmitida por herencia de generación en generación. Doña HELIODORA los acogió con la alegría de tener ahora dos hijos, cuando en su matrimonio sólo había podido traer al mundo a una hija (en otros dos casos, los embarazos resultaron frustrados). Esta buena señora sabía ocupar bien su lugar en la que era su casa, tratando, día tras día, de no interferir en la relación de ese matrimonio que, naturalmente, se había realizado porque el noviazgo ya duraba mucho y había que evitar ese “qué dirán o comentarán” los vecinos de aquí y de allá. Tocaba casarse y punto.

Al paso del tiempo, vinieron al mundo dos hijos, NEMESIO y PRUDENCIA quienes al ir creciendo manifestaban que no deseaban, bajo ningún concepto, continuar con la actividad que su padre desarrollaba, trabajando la tierra y cuidando el ganado. Cuando alcanzaron la mayoría de edad, ambos fueron abandonando el pueblo en el que habían nacido, buscando fortuna en la capital provincial. El varón sigue trabajando de camarero en un buen restaurante, próximo a la Plaza Mayor salmantina, mientras que Prudencia ejerce multiservicio (taquillera, ambigú e incluso el servicio de puerta) en un teatro de variedades, muy popular en la zona de la movida cultural y lúdica de la monumental y bella ciudad.

Santos alcanzó la jubilación con 75, dedicando el amplio tiempo libre que ahora disponía a cuidar un trozo de tierra que pudo adquirir con los ahorros de toda una vida, “entretenimiento agrario” que compartía con un gran corral de gallinas, de las que obtenía una oportuna renta con la venta de huevos a un comerciante itinerante semanal. Por las tardes y especialmente durante los fines de semana los pasaba echando horas en el bar de Romualdo, disfrutando con algunos amigos del dominó, el café con leche y alguna cerveza, en los momentos de mejor ánimo. Celia, por su parte, siempre se había dedicado a las labores de casa. Doña Heliodora, su madre, hace muchos años que ya se fue a los reinos celestiales, por lo que las tareas del hogar son su principal función:  lavado, tendido y planchado de la ropa, preparación de las dos comidas y el desayuno y la limpieza general de la casita. Su mayor diversión, aparte el ratito diario ante la televisión, era la asistencia a las reuniones parroquiales, que tenían lugar los viernes, a fin de mantener la buena fe y la ayuda a los más necesitados del lugar. Por supuesto, nunca faltaba a la misa de 12 los domingos y fiestas “de guardar”, ceremonia en la que predicaba el venerable y veterano sacerdote, DON ESTEBAN, que “habla como los ángeles del cielo”. Siempre había sido un cura chapado a la antigua, con sotana tradicional, pero con esa bondad y sonrisa de sacristía que encandilaba a las obedientes y servíciales beatas del lugar. 

Una tarde de domingo, en un frío día de enero en el pueblo mesetario, marcando el termómetro varios grados bajo cero, Santos decidió quedarse en casa, renunciando ir al GAMO, el popular y único bar de Romualdo, habitual lugar para estar con los amigos y tomar ese café con leche caliente y jugar alguna partida de dominó o del siete y medio. Se encontraba algo constipado, por lo que bien enfundado en su pelliza de piel, se sentó en su habitual silla de enea cerca de la gran chimenea del salón de la casa, en la que ardían dos grandes troncos de madera de olivo, con tal intensidad que caldeaban toda la casa. Celia le preparó un tazón de café con leche bien caliente, colocándolo en una pequeña bandeja de alpaca, acompañado de unas cuantas galletas María. La buena infusión iba enriquecida con un generoso “chorreón” de coñac, tradicional medicina para bien curar los resfriados. Su marido mojaba las tradicionales galletas e iba tomando pequeños sorbos, porque el tazón estaba a elevada temperatura. Como era habitual, cuando por la noche terminaban de cenar, tomó asiento junto a su marido, utilizando otra baja silla, fijando ambos las miradas en el rojizo chispeante de las llamas ardientes procedente de los confortables leños. Uno y otro, como también era habitual, se mantenían en silencio, como dos personas que ya no tienen nada más que decirse, después de tantos años (más de cinco largas décadas) de paciente convivencia. El carácter del labriego, desde siempre, había sido mucho más fuerte que el de su mujer.

Precisamente, aquella gélida tarde invernal, el vetusto aparato de televisión estaba averiado. Había dejado de funcionar el jueves, pero Santos no había tenido oportunidad (o ganas) de llevarlo a la tienda de Zacarías, que tenía un servicio de reparación para todo tipo de aparatos eléctricos. El silencio en aquella habitación central, con grandes losetas de barro esmaltado, paredes encaladas y una buena aportación de maderas ennegrecidas para la decoración, era casi absoluto, sólo interrumpido por el chisporroteo de la madera quemándose, fundiendo la aromática resina de los enormes troncos incandescentes.

La proximidad física de los dos viejos esposos contrastaba con el cada vez más intenso distanciamiento anímico, entre dos personas que habían permanecido “demasiado” tiempo juntas. La comunicación habitual entre ellos era prácticamente mínima, sólo lo indispensable. Más que frases, lo que más intercambiaban eran monosílabos. Y no es que tuvieran motivos para estar enfadados, sino que la fuente de las confidencias, en el intercambio de íntimas vivencias, se había secado. Había dejado de manar afecto, cariño y “qué más da”. Y para colmo, en esta tarde dominguera, la televisión también permanecía callada. ¿Qué pensamientos pasarían por sus dos cabezas? Para la sorprendida Celia, fue una sorpresa que su marido comenzase a hablar.

“Mujer, ya voy camino de los 80 y “esto” cualquier día menos pensado se acaba. Ley de vida y a criar amapolas. No querría irme (puede ser de improviso) sin que supieras algo de mí, que he mantenido en secreto, durante muchos amaneceres y atardeceres. Soy hombre de fuertes necesidades, ya lo sabes, por lo que durante bastante tiempo tuve que completar la cama de casa, con otra mujer en casa ajena. La naturaleza nos da demasiada potencia en la virilidad, que nos obliga a rebajarla acudiendo a distintas fuentes. No quiero presentarme en el cielo con este secreto sin confesión. Y ya sabes que no creo en las sotanas, aunque sean las de don Esteban, un hombre cabal. ¿No me preguntas por el nombre, de aquella moza que calmaba mi ardiente necesidad? Te lo podría decir, pues ahora ya no camina por este mundo”.

Celia, que también se había preparado un tazón de leche bien caliente, en el que mojaba trozos del pan con afrecho hecho en casa, movió negativamente la cabeza, sin levantar la mirada del fuego incandescente. Tras unos segundos de incómodo silencio, se “atrevió” a decir lo que pensaba, acerca de aquella dura y arrogante confesión de su esposo.

“Y qué más da ya, a estas nuestras avanzadas edades. Serán cosas del pasado. Tu eres el hombre y como todos los hombres no puedes completar tu desahogo … con la fuente que tienes en casa. Así sois y así hay que aceptaros. Necesitáis carne fresca de mujer. Pero don Esteban nos dice cada domingo, que lo único que perdurará de nosotros son las buenas acciones del alma.

Somos ya muy mayores y necesitamos esa fuerza espiritual que Dios nos proporciona. Nuestros hijos y nietos están en la capital con sus familias y sólo se acuerdan de nosotros en la Navidad o en los cumpleaños”.

Entonces, esta serena y sumisa mujer, se levantó de su silla y fue a por las agujas y las labores de tricotar. Quería completare el suéter de lana, con hilo grueso, que le estaba haciendo a su marido. Agradecía en lo íntimo que, a pesar de sus devaneos mujeriegos, no la hubiese abandonado.

Aquella noche de frío, después de la cena y ya ambos en la cama, Celia reflexionaba mentalmente. No se había atrevido a confiarle a Santos su otro gran secreto, cuando estaban calentándose ante los leños del hogar. Ella también había tenido alguna “fervorosa” relación, hacía años, con ISAAC, el sacristán de la parroquia de san Martín. El fornido servidor del templo, también organista, había tenido desgraciadamente un corto matrimonio, que no llego a los tres años. A Felisa, su mujer, se le complicó gravemente el primer embarazo que tuvo y en el parto la pobre mujer “se quedó”. Fue un funeral muy sentido en el pueblo, ya que el retoño tampoco sobrevivió. La vida de este hombre, herrero de profesión y servidor de la iglesia, quedó terriblemente truncada, nublada y muy triste. Al cabo del tiempo, entre los hierros de la forja, el toque de campanas y la ayuda en la celebración de la misa, como hombre joven que era, comenzó a echarle los tejos a la mujer de Santos, feligresa devota de los oficios religiosos. Celia se sentía halagada, ante la indiferencia del hombre que tenía en casa.

Pero lo que podía ocurrir, ocurrió. Una tarde don Esteban volvió anticipadamente de un desplazamiento a la capital. El “barrigudo” cura los pilló haciendo “sus cosas” en un viejo confesionario, almacenado en un zaguán trastero detrás de la sacristía. Pleno de cólera y enfado, quiso sin embargo “arreglar” bien tal desafuero. Hizo pasar por confesión a Celia, la del labriego Santos, imponiéndole la penitencia de hacer tres novenas a Santa María, la Antigua, mientras que a Isaac, el sacristán, le buscó una portería vacante en la capital, gracias a la información de Herminio, un joven seminarista que hacía las prácticas en san Martín, alejándolo de la tentación y el pecado. Nada de lo ocurrido dijo a Santos, pues supo guardar celosamente su conocimiento y el secreto de confesión. De esos escarceos pecaminosos nada más se supo. La prudencia aconsejaba pasar página.

Ahora, en tiempos de vejez y decrepitud, la pareja de Santos y Celia siguen su caminar por la rutina existencial. Contemplan en silencio cómo amanecen los días y el pálido oscurecer de las tardes, marcados con la aritmética de la precisión en esos almanaques que nunca van a retroceder.  Así son también, de una u otra forma, muchos secretos conyugales, no sólo en la inmensidad mesetaria, sino también en tantos rincones habitados de este nuestro planeta. En la historia narrada de San Martín del Castañar, al igual que en otros municipios de la España “llena” o “vacía”, los días son muy parecidos y repetitivos unos a otros. Son pueblos y localidades, providenciados por la mano de la divinidad, con los toques del Ángelus al mediodía, sonidos campaneros que se unen a los que anuncian la misa de las siete o la dominical de las doce. Es la esperanza y el consuelo religioso, para humildes y poderosos, para ese mañana que a todos llegará. Mensajes que figuras benevolentes, como don Esteban, transmiten desde los austeros púlpitos de madera envejecida, a todos aquellos fieles que necesitan y aceptan escuchar, para confiar en una vida mejor, ausente de las maldades terrenales, en los reinos celestiales de la fe, -    

 

 

PRIVACIDADES Y

SECRETOS CONYUGALES

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 31 enero 2025

                                                                                                                                                                                                                               

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viernes, 24 de enero de 2025

LA VERSATILIDAD ESCÉNICA DE UN VETERANO ACTOR

EUSEBIO Tellada es un joven malagueño que estudia cuarto curso en la facultad de Farmacia de la Universidad de Granada. Reside en un piso alquilado para estudiantes, en el que convive con otros tres compañeros de diferentes grados universitarios: ASUN (Filología Hispánica) FLAVIO (Ciencias Políticas) y EVARISTO (Medicina). La relación entre los cuatro estudiantes es cordial y solidaria. Ninguno de estos jóvenes es granadino, pero eligieron estudiar en la maravillosa ciudad nazarí por distintos motivos y circunstancias personales.  

Durante los cinco primeros días de la semana, Eusebio se entrega al estudio con admirable dedicación y constancia, reduciendo incluso sus horas de descanso nocturno, que es cuando mejor se concentra con sus apuntes y bibliografía. Pero cuando llega el fin de semana, sabe intercalar también muchas horas para cultivar otras actividades para la vida, como es la práctica del senderismo (GRANADA cuenta con sublimes paisajes para su natural disfrute) al que añade la asistencia a diversas sesiones de cine fórums que programan algunos colegios mayores universitarios, en los que tiene compañeros de aula y buenos amigos. Otra de sus aficiones culturales es el teatro, asistiendo con frecuencia a las sesiones que, entre viernes y domingo, ofrece el céntrico TEATRO ISABEL LA CATÓLICA. Este establecimiento cultural para las artes escénicas, dependiente de la Junta de Andalucía, ofrece numerosas obras vinculadas a grupos de lo que se denomina el “teatro moderno o experimental”.

Eusebio asiste a muchas representaciones escénicas, desde ese segundo anfiteatro en el que el precio de las localidades es más reducido. Siempre ha preferido el llamado “teatro tradicional” pero acepta cualquier tipo de obra, pues opina que todas le aportan distracción y reflexión intelectual. Comentando con sus compañeros de piso, defiende las características del teatro “de siempre”, pues considera que la escenografía actual tiene, en su opinión, bastantes limitaciones.

“Lo primero que te encuentras, cuando asistes a una representación del TEATRO MODERNO o ACTUAL, es la carencia o pobreza casi absoluta de decorados. Alguna silla, mesa y puerta, algún “palé” con simbología críptica y, por supuesto, abundante cortinaje. La iluminación tampoco es muy generosa, los tonos oscuros y misteriosos predominan sobre las tablas escénicas. Y hablando del escenario, mayoritariamente es único. Lógicamente muy diferentes a los cambios y movimientos mecánicos que utilizan los teatros de la Gran Vía madrileña, cambios de escenarios reflejados también en el precio de las localidades. El número de actores en este teatro moderno tiene también una aritmética muy reducida. Hay que ahorrar, practicándose bastante el monólogo o el diálogo entre dos personajes y si alguno más aparece en la obra no lo hace en escena. Para ello se usa el teléfono o las alusiones continuas al personaje como hábil recurso, aunque tenga un notable protagonismo concedido por el autor en el desarrollo del libreto argumental. En cuanto a la estructura de las obras, dado el tiempo de desarrollo escénico (una hora o poco más de actuación) desaparece la división del primer o segundo acto, convirtiéndose la trama argumental en un desarrollo continuo que no canse en exceso a los espectadores. Muchos de los personajes hacen el cambio de vestuario en plena escena, incluso explícitos desnudos, a fin de conseguir una mayor verosimilitud o realismo en la acción que estén desarrollando. Si hay música, normalmente “enlatada” o grabada, suena a “toda pastilla” en los momentos claves de la acción. Pero lo más característico de este teatro “de VANGUARDIA” hay que señalarlo en el “complicado” argumento de la obra. Ese es uno de los grandes problemas, pues la división tradicional de introducción, nudo y desenlace no aparece, ya que parte de la trama argumental hay que imaginarla, para comodidad del autor. Los mensajes “subliminares”, metafóricos y crípticos aparecen de continuo, y hay que estar muy atentos para descifrarlos. Dicen algunos que es un teatro para gente con avanzado intelecto y la participación del espectador en la trama se hace inexcusable. Mucha gesticulación, gritos, contorsiones, miradas y silencios. Todo ello hace que te preguntes “pero ¿qué está pasando aquí. ¿Hacia dónde nos está llevando el autor de la obra? Al final consideras que te estás enterando de bien poco. Tienes que echar mano de tu imaginación, para darle forma a historias que no están bien contadas, que te generan preguntas e interrogantes de muy difícil respuesta”.  

Cuando Eusebio terminó de exponer su visión crítica acerca de este “teatro moderno”, sus tres compañeros de piso reían o comprendían el planteamiento que hacía un asiduo espectador de obras teatrales. En general estaban de acuerdo con estas apreciaciones, que dibujaban bastante bien la naturaleza de ese teatro actual o de “vanguardia”, realizado en general con una patente falta de medios.

Unos días después de esta “pequeña pero muy útil clase” que el estudiante de farmacia había expuesto, Flavio, el especialista en temas políticos, llegó al piso de calle Puentezuelas con una grata novedad que ningunos de sus compañeros esperaba.

“El fin de semana que viene llega mi cumpleaños. Y para celebrarlo os invitaré a un suculento recorrido de tapas. Pero antes de esa larga noche de sábado que nos espera, he sacado cuatro entradas, para una obra que van a representar en el Isabel la Católica y que parece tiene buena crítica. Como ese día se celebra la fiesta mundial de las artes escénicas, he tenido la suerte de conseguir las “últimas” entradas que se vendían, como rosquillas, con el incentivo de dos por una. En definitiva, que nos han costado la mitad de su precio, cuatro euros cada una. Son de segundo piso, a donde siempre suele ir el “especialista” Eusebio. El título de la obra que representan es ESPÉRAME, QUE YA VOY. Se trata de un monólogo, en el que interviene un veterano actor, según las fotos del cartel, llamado VENANCIO Tierrallana. Como se trata de teatro “moderno” nos lo vamos a pasar bastante bien, después de la disertación que nos dio el “farmacéutico” Eusebio hace unos días. Al final de la representación habrá diálogo entre el único protagonista y el público que se quede al debate. Nos bajamos de nuestro “paraíso” al patio de butacas, pues no todos los espectadores se quedan a estos diálogos (el hambre les apremia) y será interesante poder preguntarle al actor acerca de la obra que ha representado y sobre su amplia trayectoria sobre las tablas escénicas ¿Qué os parece la propuesta?”

Ese sábado de febrero, los cuatro amigos y compañeros de piso, se marcharon ilusionados para asistir a la representación, cuyo inicio estaba programado para las 19 horas. Debido a los incentivos económicos, por el día Mundial del Teatro, la cantidad de público que entraba al majestuoso Coliseum cultural hacía prometer que el lleno estaba asegurado. Asun, siempre bastante golosa, se había provisto de una buena bolsa de “chuches” para compartirlas durante la representación de la obra.

El desarrollo continuo (durante una hora y diez minutos, aproximadamente) de ese interesante y complicado monólogo, ayudado por las conversaciones que mantenía el actor a través del móvil telefónico y los recuerdos personales, expresados en voz alta, se acomodaba perfectamente a las explicaciones que Eusebio les había dado. El muy limitado decorado se resumía en un extenso cortinaje, en el que estaba pintada la representación de un jardín ciudadano, además de un banco de parque real y una fuente metálica, instalada en basamento de cartón pintado, de cuyos grifos no manaban agua alguna. Prácticamente, casi todo lo que Eusebio había sintetizado sobre esta forma de hacer teatro en la actualidad se cumplió al 100%.

Tras unos 15 minutos de descanso, una vez finalizada la obra, El “gran Venancio” volvió al escenario, entre nuevos y continuos aplausos de los espectadores, que se habían quedado para participar en un diálogo abierto con el veterano intérprete. Preguntas y más preguntas, que el actor respondió con la pericia que dan los años y la experiencia acumulada sobre las tablas escénicas.  Un joven y barbudo espectador, con ganas de “animar el cotarro” mostró su sinceridad, sin cortapisas.  “Con el mayor respeto a su trabajo, Sr. Tierrallana, tengo que confesarle que no he logrado captar lo que nos ha querido contar el autor del argumento, es decir, el mensaje o tesis que nos ha querido transmitir. Le pregunto, con la mayor franqueza, si Vd. se enterado realmente de algo lo que ha estado interpretando”. Transcurrieron unos incómodos segundos, en los que el silencio se hizo dueño del elegante teatro. La respuesta del monologuista provocó una “lluvia” de atronadoras carcajadas. “Pues no debes estar preocupado por tu incomprensión. Yo tampoco me he enterado muy bien de lo que acabo de interpretar”.

El actor también narró algunos aspectos de su larga vida profesional. “He participado en algún espagueti western de los que se rodaban en el “Hollywood almeriense, vestido de vaquero y con las pistolas al cinto”. Tenía que ganarme el sustento, por lo que había que aceptar lo que te quisieran dar, para ganar tres “perras gordas”. También, en una afortunada ocasión, una actriz se puso enferma de repente y no se podía suspender la función por razones económicas. Yo, que actuaba de “modesto figurante” durante no más de unos minutos de la representación, me presté a sustituirla. Como me sabía algo del papel, tuve que hacer, muy caracterizado, de ¡sirvienta! Lo que más me molestó es el par de zapatos con tacones que me tuve que calzar y que nos facilitó un conocido zapatero remendón de la Cuesta de Gomérez. Aun así, me estaban pequeños y tuve doloridos los pies durante unos días, hasta que la actriz se recuperó”.

Los cuatro amigos, después de la interesante experiencia, acordaron que sacarían entradas para los próximos espectáculos teatrales. Después de asistir a las mismas, comentarían y compartirían acerca de los mensajes y los valores de la obra representada, una fórmula inteligente de aprender a ser un buen y crítico espectador.

En un sábado noche cercano a la estación primaveral, Eusebio y Asun habían acordado subir al muy visitado y apreciado BARRIO DEL ALBAYCÍN en donde pensaban hacer una ronda de tapas, sin abusar de la bebida, para cenar y disfrutar del mágico embrujo nazarí, con sus aromáticos jardines o cármenes llenos de macizos florales. El número de establecimientos para tapear, cenar y disfrutar de la palabra es abundante, en estas cuestas y plazas empedradas, en una de las zonas con mayor romanticismo y embrujo que atesora la siempre muy bella capital de Granada.

Entraron en una tasca, Los Mascarones, repleta de ambiente “universitario”, establecimiento o garito que ya conocían por la calidad de sus tapas. Tuvieron suerte de encontrar un pequeño hueco en donde sentarse y a los pocos minutos escucharon una voz, “¿Qué vais a tomar, jóvenes del mañana?” Esa voz del camarero, a sus espaldas, les resultó conocida. Volvieron sus cabezas de inmediato y reconocieron, con asombro y alegría, que era la de Venancio Tierrallana, quien con su delantal y libreta en mano ejercía como empleado del muy popular establecimiento restaurador. Saludaron con afecto al veterano y apreciado actor, quien les prometió un ratito de conversación, pues a las 11 de la noche finalizaba su turno diario de trabajo. Allí estuvieron un buen rato, mezclando la cerveza de “grifo” con tapas de morcilla frita, habitas con jamón, caracoles en su salsa, las “papas” picantes o bravas, etc. con la difícil palabra, dada la elevada acústica que generaban los jóvenes y más talludos clientes, quienes así socializaban su fraternal ocio para el descanso restaurador.

Habían pasado unos minutos desde las once, cuando se les acercó Venancio, ya sin delantal, con un vaso de tónica en la mano, sentándose con ellos para echar “un ratito”.

“Me gusta estar con los buenos y jóvenes espectadores, que me han acompañado con mucho cariño, cuando trabajo sobre el escenario. Como ya estáis viendo, la vida te exige ponerte distintos uniformes para subsistir. Tienes que “comer” todos los días y yo, superados los 60, no tengo los ahorros necesarios para disfrutar los tiempos de la jubilación. Hoy estoy sirviendo a las clientes, mañana me cambio a figurante o actor principal sobre las tablas escénicas y pasado … siempre hay un buen amigo que me echa una mano necesaria. Esto se servir las mesas es como si estuviese interpretando otro papel, exigido por el guion del autor”.

Venancio se sentía relajado y confiado, como explicando retazos de su vida antes dos atentos jóvenes, que observaban a un hombre con largo recorrido en la vida, que no le debía haber sido fácil construirla y aceptarla. En momentos oportunos y con mucho respeto le hacían alguna pregunta.

“Si, tuve dos parejas, durante tiempos de bonanza, pero ambas “volaron” cuando la rutina se apoderó de nuestras convivencias. Por supuesto, la debilidad económica no todas las personas saben asumirla. Y en los dos casos, a una y a otra les afectó en demasía. Necesitaban más lustre monetario”

“Profesionalmente he hecho casi de todo en esta vida. Vamos, como si hubiera estudiado o preparado para multiservicios, como lo llaman ahora. Pero mi verdadera vocación son las tablas escénicas y actuar ante ese público que nos presta, con paciencia e ilusión, su tiempo y confianza. En mi opinión, la crisis básica del teatro actual es la carencia de medios que los directores de escena sufren, a fin de organizar y desarrollar un buen espectáculo. Al no haber dinero suficiente, hay que suplirlo con valiente y generosa imaginación, tanto por parte de la compañía, como de los propios espectadores. Cada uno de los que asisten a este teatro experimental o de vanguardia, se ven obligados a “fabricarse” su propia obra. Por supuesto, este problema no lo sufren los grandes teatros que, por ejemplo, lucen y deslumbran al tiempo en la Gran Vía madrileña”. 

“Estoy de acuerdo con vosotros que los propios actores, también los que se dedican básicamente al cine o a la televisión, debían tener una mayor consideración y colaboración solidaria con sus compañeros de avanzada edad. En Madrid hay una residencia para actores mayores, que sufren una penosa dificultad para sobrellevar sus tiempos de vejez. Lógicamente funciona con las aportaciones que algunos actores famosos realizan para que la institución pueda atender dignamente a los que siempre han sido segundos, terceros o simples figurantes y nunca cabezas de cartel”.

Asun y Eusebio bajaban, silenciosos y pensativos, las empinadas callejuelas del barrio del Albaycín. Recorrieron La Cuesta del Chapiz, la Carrera del Darro, Plaza Nueva, Reyes Católicos, Puerta Real y ya en Recogidas, tomaron Puentezuelas para llegar a su piso alquilado junto a los otros dos compañeros, quienes ya dormían plácidamente. La suerte que habían tenido encontrándose a un veterano actor, ejerciendo de camarero en un establecimiento típicamente “tapero,” les había marcado anímica y culturalmente. Continuaban con ese su aprendizaje, descifrando muchos porqués, acerca del denominado teatro “moderno o de vanguardista”. La humanidad y sencillez de un gran actor, que nunca había podido actuar en los grandes teatros del mundo, había colaborado con su vital magisterio, durante esa lúcida y lúdica noche granadina, en este interesante y enriquecedor conocimiento. -

 

 

LA VERSATILIDAD ESCÉNICA

DE UN VETERANO ACTOR

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 24 enero 2025

                                                                                                                                                                                                                               

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viernes, 17 de enero de 2025

EL FOTÓGRAFO INDISCRETO

Todas las profesiones tienen en su naturaleza incentivos y servidumbres. Los elementos motivadores son agradecidos, lógicamente, por quienes ejercen esa actividad. Los factores incómodos y dificultosos son sobrellevados con más o menos resignación y paciencia. Pero cuando sobrevienen los problemas (de toda tipología) los profesionales suelen expresar esa frase común y complaciente de “esto va con el oficio o el trabajo que he elegido”. Lo significativo del caso aparece cuando no somos plenamente conscientes, en nuestro ejercicio profesional, de algo sobrevenido, inesperado, casual, que puede ser de importancia o trascendencia variable. En este contexto se inserta el desarrollo de nuestra semanal historia.

ÁLVARO Cayuela Ardales eligió, a la finalización de sus estudios de secundaria obligatoria, cursar un módulo profesional de grado medio, FOTOGRAFIA GENERAL, que recibiría en un centro público de F.P. Casi desde niño le había gustado el manejo de las cámaras fotográficas, afición fomentada por su padre don MATÍAS, también aficionado a las tomas de fotos. Esta reducida familia (la esposa y madre se llamaba doña NATIVIDAD) se ganaba la vida con una pequeña tienda propia, instalada en el portal de la vivienda donde residían, en el entonces floreciente barrio de Lagunillas, en la zona antigua de Málaga.

Cuando le compró, para Reyes, la primera cámara a su único hijo, Matías comentó: “así ya no me cogerás más mi cámara fotográfica, pues ahora tienes la tuya propia. No es réflex, pero con ella aprenderás a hacer muy buenas tomas. Posees arte para los buenos y mejores encuadres. Tengo la esperanza de que llegues a ser muy buen fotógrafo y no me extrañaría, dada tu gran afición, de que podrás vivir ejerciendo este arte que permite conservar los recuerdos en nuestra memoria”.  Álvaro había cumplido los 12 años.

A ese módulo de enseñanza de grado medio, con el tiempo añadió otros dos más, uno de fotografía creativa y otro de aplicación informática a las tomas fotográficas, en el campo digital de la imagen. Alvaro fue pensando en dedicarse profesionalmente a la actividad fotográfica, arte que desarrolla con el reconocimiento de aquellos que veían sus preciosas tomas y el tiempo que dedicaba a esta artística actividad, A los 18 años obtuvo el carnet de autónomo, montando un pequeño, pero bien organizado, estudio en un local abandonado, esquina de Lagunillas con el Mercado de la Merced, espacio que supo arreglar y preparar para ejercer la actividad que tanto le ilusionaba. Especialmente durante los fines de semana dejaba su estudio, para desplazarse a diversos lugares a fin de realizar reportajes encargados o por su interés de hacer nuevas experiencias con sus tomas.

El campo de encargos era amplio, basándose su clientela en los buenos precios que aplicaba y en la calidad de los trabajos que presentaba.

Bautizos, bodas, cumpleaños, onomásticas, graduaciones, divorcios y separaciones, reportajes publicitarios, encargos de inmobiliarias, estudios de arquitectura, encargos de prensa, comidas de empresa y de hermandad, etc. También hacía las necesarias y reglamentarias fotos para el DNI, pasaporte, fichas de alumnos, carnés de paro. En su estudio informático sabía cómo restaurar y recuperar fotos antiguas e incluso algunos representantes de artistas le encargaban reportajes acerca de sus patrocinados.  Con este ámbito tan amplio para la actividad podía ganarse honrada e ilusionadamente la vida, dedicando parte de sus ganancias a la adquisición de materiales de última generación, con los que mejoraba el tiempo empleado y la calidad de los trabajos que recibía. También pudo ampliar ese su primer local, adquiriendo otro espacio adjunto, consolidando su estudio fotográfico como uno de los mejores existentes en la ciudad. Su prestigio iba en aumento, para satisfacción personal y de modo especial el orgullo de sus padres, por ver cada vez más realizadas las esperanzas depositadas en ese su hijo ejemplar.

Entre nuestras amistades, siempre elegimos y conservamos a determinadas o concretas personas, que por diversas circunstancias de la vida han estado muy relacionadas con nuestra andadura existencial. En el caso de Álvaro, esta amistad íntima tenía el nombre de BRUNO Campala. En el mismo centro profesional en donde había estudiado el joven fotógrafo, este compañero de centro había cursado un módulo de secretariado y contabilidad. Se hicieron amigos y ese vínculo juvenil lo supieron mantener en excursiones, guateques domingueros, asistencia a cines, teatros y por supuesto a los naturales “ligues pandilleros”. Álvaro y Bruno pertenecían a familias humildes. En el caso de Bruno, su padre MARIANO trabajaba como dependiente en una tienda de ultramarinos, mientras que su madre ADELA cosía para casas de “señoras bien”.

Los caracteres de ambos amigos eran bien diferentes y en estos contrastes radicaba su buen y enriquecedor complemento. Álvaro era una persona tranquila, aunque dinámica cuando ejercía su profesión. Su vida latía con el mundo de la fotografía. El carácter de Bruno se sustentaba en una mente práctica, para todo lo que significase negocio, la rentabilidad y las mejores inversiones que posibilitaran los réditos más apetecibles. Lo que Álvaro priorizaba era el arte de la imagen, mientras que Bruno se movía y se entregaba por el mundo del dinero y las clases altas de la sociedad.  Pero caminando por sendas y objetivos diferenciados, sabían complementarse y cultivar una excelente amistad. Bruno poseía esa innata facilidad para contactar con las personas, especialmente aquellas que pertenecían a los sectores elevados del marco social y si esas apetencias tenían faldas y buenos perfumes en su anatomía, pues mejor que mejor.

“Te casarás, amigo Bruno, dando un buen “braguetazo. Lo llevas en la sangre y tienes el arte de saber con quien mejor contactar. Te envidio y te admiro. Yo no tengo tanta suerte con las mujeres, por ahora, aunque la fotografía me llena y vitaliza a diario”

Bruno comenzó a trabajar en una prestigiosa Caja de Ahorros, pronto reconvertida en banco, en el que, sin haber cumplido los 30, ya ejercía como apoderado, teniendo el punto de mira en la dirección de alguna sucursal. Así era la vida de estos dos jóvenes hermanados por una profunda y entrañable amistad.

Cuando el fotógrafo hace una toma para un primer plano o una foto grupal, centra la focalización de su objetivo en ese motivo preferente para su deseo o necesidad. Esta situación se modifica cuando se pretende realizar una toma panorámica. En esta situación el objetivo focal “se abre” todo lo necesario, estableciéndose un “gran angular” en la toma del paisaje, dependiendo de las características del objetivo que apliquemos a la cámara. En los grandes angulares siempre es conveniente echar una visual previa, a través del visor o la pantalla trasera de la cámara digital, a fin de repasar los principales elementos que van a quedar grabados en la composición de esa panorámica focal. Aun así, son numerosas las ocasiones en que, por la premura del tiempo o por el número de tomas que se realizan en pocos minutos, se incluyen en la composición elementos que no somos conscientes de su presencia cuando ampliamos la fotografía en el ordenador o en la proyección que realizamos con el videoproyector. Y esta situación se repite en numerosas ocasiones. Por ejemplo, el fotógrafo trata de evitar que no aparezcan en la toma niños o personas menores de edad, por la ley de protección de la propia imagen, por esos niños cuyos padres no han autorizado su inserción en la foto. Incluso con las personas mayores se trata de que no aparezcan sin su expresa conformidad. En todo caso, a estas personas de las retrata de espalda, de lado, pero nunca con el rostro de frente, a fin de que su identificación sea difícil de realizar.

A partir de esta somera explicación, volvamos a la historia que vivió Álvaro, con unas tomas fotográficas que nunca deseó haber realizado.

Su amigo Bruno, tras varias experiencias “sentimentales”, al fin había aceptado pasar por el altar. Contrajo matrimonio con la primogénita del director ejecutivo de la importante entidad financiera en la que trabajaba. Esta familia poseía un importante patrimonio económico. Bruno no sólo buscaba el amor de ESTRELLA, sino esas influencias empresariales que le permitieran ascender en la jerarquía bancaria. Tras un año y medio de casados, el joven matrimonio iba a celebrar con una fiesta “por todo lo alto” el nacimiento de su primer hijo. Parecía lógico que, en base a la amistad que los unía, encargara a su íntimo Álvaro la elaboración de un gran reportaje sobre el evento, tanto en la ceremonia bautismal, como en la gran fiesta que iban a dar en la finca LA CAMPANERA, propiedad de sus suegros, don TELESFORO y doña FINA, ubicada en la zona de Casarabonela, área del Parque Nacional de la Sierra de las Nieves. Álvaro asistió al populoso evento acompañado de su novia ISADORA. Las dos parejas compartían amistad y salidas para cenar algunos fines de semana, en la diversificada y suculenta restauración que puebla el centro de la ciudad malacitana.

La gran fiesta social y familiar se celebró en un cálido sábado de abril. Los Sres. de Cercedilla – Covadonga eran muy conocidos, por lo que acudieron destacadas personalidades, no sólo del mundo financiero, sino también de la élite social malagueña e incluso andaluza. Todo iba transcurriendo con señalada esplendidez, con un cáterin servido por la prestigiosa empresa de restauración Lepanto. Álvaro realizaba, con diestra pericia, su trabajo, haciendo Isadora de simpática y jovial ayudante de su novio. La cena fue espléndida, finalizando la fiesta con un inesperado y bello espectáculo de fuegos artificiales Sobre las dos de la mañana, un autobús trasladó a un importante número de invitados, que no quisieron utilizar su vehículo (por razones de bebida) al centro de málaga, zona de El Corte Inglés, lugar en donde los había recogido a las 19:30 del día anterior.  

Gran parte del domingo fue dedicado por Álvaro para trabajar en su laboratorio la clasificación y corrección del material que sus cámaras habían tomado el sábado de la magna celebración: más de 400 fotos. El material era lógica y temáticamente muy variado, tanto en lo social como en el aspecto técnico: primeros planos, planos americanos, planos detalles, juegos de luces, parejas, familiares, amigos, etc. material adecuado para conformar un bello álbum del bautizo y fiesta del pequeño recién nacido SERAFÍN.

El ya “experto” fotógrafo se recreaba en decenas de tomas que habían resultado muy artísticas para el mejor de los recuerdos. También contrastaba algunos “fallos” de encuadre, exposición, velocidad de abertura, luminosidad, etc. Pero como él decía, con admirable sensatez, todos los días y experiencias son buenos para aprender. Lógicamente, un experto como él, siempre utilizaba varias cámaras réflex, en programa manual. Serían las 12:30 de ese domingo primaveral, cuando se detuvo en tres tomas que tenía en pantalla, repasándolas con especial atención una y otra vez. Eran encuadres panorámicos, realizados con el objetivo en gran angular. Detectaba que, en el lateral derecho del encuadre, detrás de dos viejos olivos, con poliédrico ramaje, muy alejados del motivo central de las tomas (unas panorámicas de todas las mesas y parte del gran caserón de La Campanera) parecía que había dos personas que estaban tiernamente abrazados y besándose. Esos detalles sólo los detecta un experto profesional. La motivó la curiosidad y se puso manos a la obra. Con el Photo Shop y un programa especial de IA fue eliminando pacientemente el ramaje, a fin de ir recreando las dos personas que, ocultándose del natural bullicio originado en la masa festiva, estaban ensartados en una “furtiva” o ardiente escena de amor. Desde luego todo su esfuerzo “investigativo” era un simpático capricho o juego tecnológico, pues el desenfoque y deformación que suelen proporcionar los grandes angulares era manifiesto. Se decía a sí mismo “yo soy capaz de desbrozar ese abrazo y ardiente beso de dos personas que se están ocultando de entre la “multitud de invitados”. Siguió trabajando con las tres fotos, haciendo un descanso para tomar algo de almuerzo en su investigativa labor. Continuó posteriormente con su “operación descubrimiento”.

 

La paciencia, el esfuerzo y su destreza informática aplicada tuvo el fruto del éxito, para satisfacer su ilusión e ¡inesperada desgracia! Fue reconstruyendo píxel a píxel las dos figuras ensartadas en el ardiente amor. Era una tarea artesanal y técnica “de relojero”. No tuvo que terminar su minucioso y “apasionante” trabajo. Su habilidad técnica le permitió reconocer a las dos personas que se ocultaban tras el espejo ramaje. Todo una “terrible bomba” que nuca olvidará. Su “medio hermano” (como en broma proclamaban) estaba gozando “acaramelado” con una de sus numerosas conquistas. Nada nuevo en él, pero lo que nunca pudo creer o imaginar era la persona que acompasaba ese ardiente beso, en el pentagrama de la densa naturaleza: era Isadora, su novia, su “fiel amor”.

El impacto que el bueno de Álvaro sufrió es de los que nunca llegan a olvidarse. Su intensa pasión y amor por la fotografía y los avances de la tecnología digital aplicada, le habían permitido descubrir unas imágenes que destrozaba su proyecto de vida. Se sentó lentamente en el borde de su cama, echándose después sobre la misma con los ojos cerrados, que no podían evitar los brotes de unas lágrimas de frustración, rabia y dolorosa incredulidad. Estaba siendo engañado por su amigo del alma.

Han pasado abundantes meses, por el calendario escénico de todas estas vidas. En el Madrid fotográfico, destaca en la actualidad el ESTUDIO RÉFLEX, cuyo propietario, Álvaro Cayuela, el hijo de don Matías y doña Natividad, no sólo ejerce, con acrisolada fama, esta artística actividad, sino que también imparte clases en el Centro de Tecnología de la Imagen de la Universidad Complutense, como profesor contratado. Permanece soltero, aunque últimamente sus amigos lo ven encariñado con una joven llamada ALICIA, también vinculada al mismo departamento universitario en donde imparte sus clases el afamado y creativo fotógrafo. La experiencia le aconseja, cuando hace una toma con el objetivo en angular, antes de darle al pulsador, realizar una “eléctrica” visual por esos ángulos traicioneros, en donde puede haber motivos que no se deben grabar.

Bruno Campala, a pesar de su vitalista juventud, dirige la oficina central en Málaga de la entidad financiera en donde entró a trabajar hace tres años. Su suegro, don Telesforo, tras su jubilación anticipada por un problema de cervicales, movió los hilos para que el marido de su hija Estrella lo sustituyera en tan importante y retributivo puesto. La pareja matrimonial mantiene su vínculo de cara a la galería social, pero ambos organizan sus respectivas intimidades con esas rosas y jazmines ocasionales, en donde encuentran la ilusión y la aventura pasajera o fugaz de la novedad.

La relación entre los dos antiguos e íntimos amigos es prácticamente inexistente. Bruno es consciente de que traicionó una fidelidad fraternal de muchos años “pero es que yo soy así.  Va en mis genes. No lo puedo evitar”. Pero uno y otro mantienen la connivencia de que, en caso trascendente de gravedad, nunca cerrarían la puerta a una amistad que nació en la avanzada adolescencia y que en cualquier primavera puede de nuevo echar brotes: para renacer la palabra, la confidencia y el guiño generoso a la comprensión, el perdón y la verdad. –

 

EL FOTÓGRAFO

INDISCRETO

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 17 enero 2025

                                                                                                                                                                                    

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viernes, 10 de enero de 2025

SUENA EL TIMBRE DE LA PUERTA

Todos tenemos la experiencia de conocer a personas, más o menos proximas a nuestro microcosmos, cuyos comportamientos parecen extrañamente inusuales. Sus actitudes, cuando llegan a nuestro conocimiento, nos generan sensaciones de incredulidad, sorpresa, comicidad, preocupación, pena, asombro, admiración o rechazo. En ocasiones, resumimos estas apreciaciones con una expresión coloquial que es por todos entendida: ¡qué tío, qué persona más rara! O con esa otra frase, muy sociológica en la Historia de hay gente “pa tó”. Desde luego esta son expresiones populares. Un experto en comportamientos y respuestas humanas (psiquiatra, psicólogo, sociólogo) resumiría y analizaría estas respuestas bajo otros parámetros más científicos, basados en los estudios propios de su especialidad académica. Pues en este curioso contexto se inserta nuestro relato, ciertamente extraño, con aires de thriller o misterio, de esta semana.

SABINO Villacampa Gaytán, 52, ejerce como maestro de educación primaria, en una importante (por el número de alumnos y grupos) centro escolar de carácter público, ubicada en la capital malagueña. Este gran complejo escolar, denominado EL OLIVAR, se halla situado en la salida de la capital dirección norte, camino de las provincias hermanas de Granada, Córdoba o Sevilla. La zona urbana que tiene de influencia se denomina Ciudad Jardín, muy cerca del cauce del río Guadalmedina, embalse del Limonero o del Jardín botánico municipal de la Concepción. Sabino reside precisamente en una barriada, que tiene el bello nombre de LAS FLORES.

Profesionalmente, Villacampa es considerado por sus compañeros y equipo de dirección del centro como un maestro responsable y cumplidor de sus obligaciones, algo serio de carácter y especialmente reservado con respecto a su privacidad. A pesar de esta austeridad temperamental, sus alumnos habituales (correspondiente al último curso de enseñanza primaria) en este curso escolar 6º C, lo aprecian por su trabajo explicativo y tutorial, ya que es imaginativo, entretenido y siempre trata con el necesario respeto a los alumnos que tiene a su cargo. Esta característica provoca que sea uno de los docentes que menos “partes de incidencias disciplinarias” impone, ya que prefiere, con lúcida inteligencia, resolver los conflictos aplicando el diálogo y con las compensaciones o penalizaciones pactadas o negociadas. Los compañeros de del centro saben que Sabino mantiene su soltería desde siempre. Se comenta entre ellos, por esas conversaciones de café, durante los recreos o tras las reuniones de claustro que, cuando vivía su treintena, estuvo íntimamente encariñado con una profesora sustituta, con la que llegó a compartir convivencia. Parece que el idilio duró unos tres años. Pero la joven profesora, que tuvo que atender a uno de esos trasiegos residenciales por motivos de nuevos destinos, encontró un mejor partido o acomodo con una compañera de CC NN, al ser destinada a Montilla para atender una larga sustitución. Esa dura situación afectiva no la pudo superar el carácter “complicado” de Sabino, por lo que volvió a vivir con su madre, viuda de muchos años. Al perderla también, por razones de edad y enfermedad, la soledad anímica y física fue minando su espíritu, degradando sus ganas de luchar para reemprender su vida, agudizándosele la introversión y el propio egocentrismo, con algunos comportamientos un tanto extraños en su forma de relacionarse.

Así lleva muchos años, habiéndose convertido en una persona un tanto infeliz en su trato relacional. Pero, sorprendentemente, en estas Navidades del 24, los propios vecinos (que suelen referirse a él como el maestro solitario del 7º C) lo han visto con un semblante diferente, más animado y “luchador”. En realidad, es un residente muy educado, servicial y que nunca provoca problemas con la vida de vecindad. Y llegó el 31 de diciembre, con las fiestas de despedida y llegada de la nueva anualidad. Avancemos en esta curiosa historia.  

A media mañana los vecinos con los que se encontró al salir la calle lo vieron con un semblante inusualmente alegre y animado, para hacer bien el día. Como si se preparara para festejar la Nochevieja y tener una alegre entrada del 2025. Incluso comentó con algún vecino a la salida del ascensor: “voy al supermercado, para comprar el material de esta gran noche. El siempre populoso MERCADONA le caía a tres “cuadras” o manzanas del edificio donde residía. También era novedoso verlo rodando en su mano diestra un viejo trolley que perteneció a su difunta madre cuando diariamente se desplazaba para realizar la compra. “Pero don Sabino ¿tiene Vd. invitados para el fin de año? Entonces el hoy animoso maestro, algo ruborizado, respondía:

“Siii, hoy va a ser bastante diferente, a tantas noches de mis días. Espero una importante visita, con la que he contactado por Internet”.

“Anda, lo moderno está el profesor. A ver si lo vemos bien casado, e incluso con algún retoño, como Dios manda. Vd. está todavía de buen ver. No me cabe la menor duda que ha elegido una buena mujer, como las que salen en First Dates, el programa diario de Carlos Sobera, que emiten por la Cuatro. ¿Y cómo se llama la afortunada?” “Bueno, es que me da alguna vergüenza decirlo, pero Vd, doña AMBROSIA, vecina de planta, es persona de confianza y merece que se lo diga. Se llama ESTRELLA, como la que más brilla en el firmamento”. “Seguro que es muy guapa y buena mujer. Vd. se merece lo mejor, don Sabino. Además, está todavía de buen ver, con los 50 que creo que ya tiene” “Señora Ambrosia, 52, los almanaques nunca se equivocan. Los años no pasan en balde. Van dejando las arrugas y los achaques aparecen por donde uno menos se espera”. “Ande, ande, que está Vd. hecho un chiquillo, don Sabino”.

Al fin pudo “librarse” de su amable y parlanchina vecina de planta, tomando la dirección del Mercadona, en donde esperaba encontrar todas las mercancías que necesitaba, a fin de montar una buena mesa. Era el último día del año, por lo que el popular establecimiento estaba bien abarrotado de clientes, respirándose ese ambiente nervioso consumista que altera el equilibrio, de manera infantil, pues parece que todo lo que llenaba los expositores se fuera a acabar y no quedara nada para nosotros. La compra que realizó este vecino del 7º C estaba en consonancia con las expectativas que el buen hombre se había hecho para organizar una mesa digna del último día del año. Un bote de caldo de cocido. Otro de garbanzos también cocidos. Una caja de gambones. Un buen trozo de carne de ternera rellena, ya mechada, envasada al vacío. Un par de ensaladas preparadas. Un cestillo de frutas variadas. Agua, cerveza 00 y una botella de tinto Rioja. A la vuelta se detuvo en la Confitería EL HOJALDRE, para el postre. Compró un gran tronco de pastel de Navidad, bañado con chocolate, nata y copos de coco. El espectacular dulce o tarta navideña estaba relleno de cabello de ángel confitado a la canela. No olvidó comprar también un par de artísticas velas rojas, con las que proporcionaría más “emoción” a esa íntima cena para dos.  

Con toda esa suculenta mercancía, volvió mostrando la sonrisa en el rostro a su domicilio. Al verlo tan contento, sus convecinos pensaban acerca de lo que traía entre manos una persona habitualmente bastante seria. Dedicó gran parte de la tarde a preparar con esmero la decoración y presentación de su mesa, a fin de que ningún detalle faltase. Incluso activó un sistema de bluetooth, para ambientar con la mejor música (navideña, clásica, romántica) la íntima cena, aunque no descartaba distraer la “velada” sintonizando alguna cadena de televisión que facilitara, con su divertida programación, la imprescindible alegría.  Ese buen y divertido estado de ánimo se mezclaría con el intercambio de sentimentales miradas plenas de la necesaria sensualidad. Por supuesto, habría que seguir el rito de las uvas, acompasadas a las doce campanadas que anunciarían la entrada de un nuevo año, en este caso el 20 25. Una vez conformada la decoración de la mesa, pasó a la cocina para organizar bien los platos que iba a compartir con su especial invitada.

Cuando el reloj marcaba la proximidad de las 20 h. se sentó en su habitual sillón del tresillo, para esperar pacientemente la llegada de la ansiada visita. Esa noche de fiesta, para el cambio de calendario, sería el primero que no iba a cenar sólo, como era habitual, desde el fallecimiento de su amada madre. Sobre las 20:45 todo eran nervios en el “inestable” equilibrio de tan singular personaje. La música programada no cesaba de sonar, la carne estaba templada, después de un primer pase por el microondas, las bebidas bien frescas en el frigorífico. Había dedicado también abundantes minutos para el arreglo personal. Eligió un traje azul de fina alpaca, camisa celeste muy claro y una corbata de tonalidades rojas y violáceas, que le iba muy bien al color azul marino de su indumentaria. Iba a estrenar unos zapatos nuevos de piel acharolada, marca Martinelli, comprados en el Corte Inglés.

A las 21 horas en punto, sonó por primera vez el timbre de la puerta. Se incorporó un tanto nervioso de su sillón preferido y con parsimonia diligencia se dirigió hacia la puerta de entrada, para recibir a una belleza llamada Estrella (como había comentado a su vecina doña Ambrosia) que iba a compartir con él tan emblemática noche. Evitó precipitarse en la apertura de la puerta, por lo que esperó a un segundo toque del timbre, sonido que se produjo pasados unos treinta segundos. Deseaba dar más emoción a ese encuentro tan deseado. Al fin abrió. Sólo pronunció estas breves palabras: “Buenas noches. Estás bellísima. Gracias por haber venido. Pasa, por favor, estás en tu casa”.

Entonces cerró la puerta, caminando unos pasos hacia el salón. La música ambiental seguía sonando, las luces de la lampara alegraban un bien arreglado salón, con la mesa central preparada. Pero … dentro de la casa sólo había una persona: Sabino Villacampa. Nadie más. Y en el exterior del descansillo, sólo oscuridad.

Este maestro escolar, obsesionado por su soledad sentimental, había escenificado una creatividad onírica, invisible, irreal, con alguien que no estaba, no existía. Su imaginación y frustrados deseos compensaban su insoportable soledad física y anímica. Permaneció de pie observando ese vacío plato frente al suyo, en la bien preparada mesa, que allí permanecía sin nadie que lo fuera a utilizar. Entonces elevó el volumen de la música, que continuaba sonando, para alegrar una atmósfera irreal, con un único oyente para disfrutar.  Su fisgona vecina del 7 A, doña Ambrosia, comentaba con su marido e hijos “¡Pobre hombre, lo bien que lo debe estar pasando! Se ve que hay buen ambiente en el 7º C …”

Pasaron muchos minutos. Cuando Sabino terminó de tomar su parte de lo que había preparado para la “gran cena” se levantó y se dirigió hacia la puerta ¡para despedir, en su imaginación a la visitante invisible! Tras abrirla, dijo en voz baja “Te llamaré mañana. Gracias por tu visita. Enriqueceremos y gozaremos de nuestra amistad” cerrando de nuevo la puerta de su piso.  Doña Ambrosia miraba y remiraba, por la mirilla, pero no veía a nadie. “Te aseguro, Augusto, que el vecino de al lado, don Sabino, se ha despedido de alguien, pero en la oscuridad nada he logrado ver y lo raro es que el ascensor no ha sonado. ¡qué hombre más misterioso!”.

En otro piso del bloque, concretamente en el 2ª A, alquilado a una modesta familia, con el marido sufriendo y afrontando continuas necesidades económicas, con tres adolescentes en la flor de sus vidas y su mujer echando horas de limpieza en casas bien, estaba una de las claves de esta intrigante historia. Un albañil de “chapuzas” CELESTINO comentaba:

“Esta mañana me he ganado 50 euros, que nos han venido la mar de bien. Gracias a este dinerillo, hemos podido tener una cena digna de fin de año ¿Y cómo me ha llegado esta ayuda? ¡Pues muy fácil y extraño! El vecino del 7ºC, el maestro, me pidió esta mañana que subiera a las nueve en punto y tocara el timbre de su puerta dos veces, toques separados por un intervalo de un minuto, más o menos. Y a continuación, debía volver a casa, sin hacer mucho ruido. Me rogó que no le hiciera preguntas, poniéndome los 50 euros en la mano. Una cosa extraña, pero yo he seguido fielmente sus indicaciones”.

El comportamiento del personaje central de esta curiosa historia acabó siendo estudiado y tratado por un especialista en desequilibrios y carencias mentales. El director de su centro escolar tuvo que tomar importantes y necesarias decisiones, pues esos comportamientos íntimos de Sabino Villacampa trascendieron inevitablemente al ámbito profesional. -  

 

 SUENA

EL TIMBRE DE LA PUERTA

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 10 enero 2025

                                                                                                                                                                                                                               

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