Algunas de las decisiones que vamos adoptando, a lo largo de las horas y los días, por nimias o fáciles que parezcan, pueden provocar, para nuestra sorpresa y asombro, consecuencias de incalculable o imprevisible gravedad. Resultados de tan enorme trascendencia que, cuando llegan sus efectos, no cesamos de preguntarnos el por qué hemos optado por un camino y no por otro diferente. En estos casos podemos “arrepentimos” de esa opción elegida e intentamos rectificar o reparar el error. Pero también, en ocasiones, esas rectificaciones no son fáciles ni gratuitas. Su coste puede ser bastante lesivo, por la imprevisión o falta de estudio acerca de los efectos que conllevaría actuar así y no de otra forma. Y es que el ser humano, por su especial naturaleza, de manera constante e insólita nos asombra y hace que nos preguntemos ¿hasta dónde somos capaces de llegar en nuestros actos?
SILVESTRE Varana es un joven malagueño que, desde la etapa vital de la adolescencia, ha destacado de manera muy cualificada en el ámbito de la difícil o fácil (según para quién) práctica informática, su gran “afición”. Al finalizar sus estudios de la ESO, en el malacitano y tradicional IES Ntra. Sra. de la Victoria, declinó continuar los estudios de bachillerato, por lo que trasladó su matrícula a otro centro público, muy cercano a donde había estudiado la etapa de la Secundaria obligatoria, en el barrio de Martiricos, junto al cauce del rio Guadalmedina. El centro al que acudió, IES Rosaleda (antigua escuela de formación profesional Francisco Franco) estaba puntualmente especializado en los estudios de la formación profesional, tanto en sus niveles de grado medio como superior.
Con 17 años se matriculó en un módulo profesional de grado medio, Informática avanzada, a cuya finalización cursó otro ciclo de grado superior, especializado en programación cibernética. Silves, como era conocido y llamado entre los familiares y amigos, fortalecía de esta forma sus conocimientos prácticos, con esa base teórica o escolarmente reglada, tan necesaria para dominar el entorno on line en nuestras vidas. Sus padres, una familia modesta en sus medios económicos, aun así, le fueron comprando con admirables sacrificios equipos informáticos actualizados, para que su hijo se mantuviera al día con esta ciencia y destreza que tanto le gustaba y le vitalizaba, desde que apenas tenía los diez años. Remigio, su padre, se ganaba la vida trabajando como fontanero, mientras que su madre, Engracia, se ocupaba de las labores de la casa, domicilio que tenían ubicado precisamente muy cercano a los centros de estudio donde su hijo estaba matriculado. Residían en el antiguo barrio del Molinillo.
Con 22 años se puso a buscar trabajo “en lo que saliera”, pues era consciente de que necesitaba “ganar pasta” para sus gastos de ocio y ropa. Así que fue probando y ejerciendo en muy diversas actividades. Comercial de seguros, reponedor en distintos establecimientos comerciales, operador en una multinacional telefónica para la atención al cliente, algo también en la albañilería … Pero eran contratos nada estables, de meses e incluso semanas, sin el menor viso de estabilidad. Y, sobre todo, no estaba trabajando en lo que verdaderamente le gustaba y para lo que se había formado: el ámbito del mundo informático, en la destreza operativa y la compleja programación. Buscaba esa empresa, grande o pequeña, que necesitara un buen técnico informático, en su desarrollo y mantenimiento logístico.
Quiso la suerte, el azar o tal vez la oportunidad que, en una página web de empleo, viera una oferta de empleo, cuyas características colmaban plenamente sus aspiraciones laborales. Se trataba de una filial provincial de paquetería urgente (parece que tenía vínculos internacionales) para cubrir un puesto de controlador y programador informático que, en el caso de Málaga, llevaría el funcionamiento de las seis sedes provinciales: Málaga capital, Vélez, Marbella, Fuengirola. Antequera y Ronda. A ese apetecible puesto laboral se presentaron hasta nueve solicitudes que, de manera paulatina, fueron “decreciendo, tras el estudio de los méritos aportados y el recorrido experiencial. También tuvo que someterse a unas pruebas prácticas, en las que Silves superó a todos los presentados, tal era su habilidad y destreza en la navegación por el ciberespacio. Al final quedaron dos candidatos, pero la empresa valoró la capacidad práctica y los fundamentos teóricos del más joven, Silvestre Varana.
La obtención de este puesto, con 26 años, hizo dar “saltos de alegría” al esforzado candidato, que veía recompensado al fin todo su esfuerzo, dedicación y actualización, en sus ilusiones para trabajar en aquello para lo que, sin duda alguna, era un superdotado. La empresa, SENDIG FAST tenía mucho que mejorar en su estructura organizativa y expansión logística. A ese fin se entregó Silves, en cuerpo y alma, durante el día y las noches. Fueron muchas las horas nocturnas que decidió pasar en las dependencias centrales de la empresa, trabajando y programando, como un gran joven director de logística, acompañándole en esas horas de las estrellas un modesto bocadillo y varias latas de Coca Cola, bebida a la que era muy aficionado. Horas y horas, dedicadas para que, al día siguiente, los problemas de errores y de necesaria eficacia en los envíos quedaran completamente subsanados y asegurados.
El sueldo que recibía no era especialmente elevado, para la responsabilidad que asumía en mantener a flote y al mejor nivel la organización informática en la estructura de reparto y la difusión provincial. Sin embargo, Silver se encontraba muy feliz de trabajar en lo que verdaderamente le agradaba y destacaba, en un contexto de elevada responsabilidad. Ese proceso de clasificar bien un producto y de que llegara a su destino en el menor tiempo posible, exigía una intensa dinámica organizativa, para la cual los medios digitales eran de una eficaz e insustituible ayuda. Los padres de Silves también se sentían felices de que su hijo estuviera obteniendo un buen rendimiento a todo el esfuerzo y sacrificios que la familia había realizado en orden a la mejor formación del único hijo que tenían.
Pero después de que todo pareciera funcionar bien y de que la dedicación de Silves facilitara el “saneamiento” y la rapidez operativa necesaria a fin de mantener el liderazgo de Sending Now en el mercado del reparto, los avatares o caprichos del destino fueron resquebrajando y rompiendo una situación muy “saneada” que a todos beneficiaba. Pero ¿qué ocurrió?
Todo obedecía a que un hijo del director de la empresa en Málaga, AMALIO (así se llamaba el joven) había finalizado la carrera o grado de Telecomunicaciones, por lo que su padre quería buscarle un buen puesto en el organigrama de la empresa que dirigía. Así que un 20 de diciembre, 2023, Silver Varana fue convocado por el director de la empresa, FLORENTINO Cerralla, para comunicarle una muy dura e “injusta” noticia:
“Te he convocado, Silvestre, para plantearte una incómoda realidad. Te hemos ido renovando tu contrato por semestres completos. Así llevas dos años con nosotros, pero desde la dirección central consideran que el importante puesto que ocupas lo va a desempeñar otra persona. Te aseguro que no tenemos nada contra la labor que has desarrollado. Muy responsable y eficaz. Se trata, entonces, de reorganizaciones técnicas, que “vienen de arriba”., Por tanto, desde este 1 de enero, tu contrato no va a ser renovado. No dudes que seguiremos contando contigo en el futuro, para nuevos proyectos. De todas formas, si te ves muy apurado en lo económico, con arreglo a tus méritos contraídos podría hacerte un hueco en el staff de reparto. Sé que tienes carnet de conducir, incluso para ponerte al volante de una furgoneta”.
Fue un duro mazazo para la nobleza y dignidad de Silves. Pero ¿qué había pasado realmente, para que después de todos los esfuerzos y sacrificios aportados, se le pagara con tan falsa y desleal moneda? El frustrado jefe informático no tuvo la menor dificultad para averiguar el verdadero origen de la decisión adoptada por el director general Florentino Cerralla. La causa no era otra que tenía que “colocar” a su propio hijo, quien, a pesar de su titulación, como graduado en Telecomunicaciones, carecía en absoluto de la experiencia necesaria para la dificultad del puesto que se le entregaba por ser el “hijo de papá”. Todo era una jugada “muy fea” y henchida de injusticia, en la opinión del “defenestrado” miembro de la empresa de mensajería. El plena Navidad, Silves no estaba dispuesto a aceptar, sin más, semejante humillación de pasar a simple repartidor de paquetería, después de haberse dejado la salud para elevar la logística informática, en el campo de la mensajería malacitana. Declinó con elegancia la oferta degradada en el puesto y la retribución mensual. Pero durante esa misma noche y las siguientes que pasó en la empresa estuvo sopesando el mejor modo de despedirse de un jefe totalmente desleal y sumido en los egoístas condicionamientos familiares.
El martes 2 de enero La empresa Sending Fast reanudó su actividad, ya sin la presencia de Silvestre Varana en el departamento de control informático. A lo largo de la mañana y, de manera especial durante la tarde, fueron llegando a la centralita telefónica numerosas y “enfadadas” llamadas, a través de las cuales diferentes clientes mostraban su sorpresa, enfado y disconformidad con el contenido del paquete que habían recibido. Algunos incluso amenazaban con denunciar a la empresa de reparto, si no les era cambiado de inmediato el paquete que les habían entregado por el artículo que ellos habían encargado. Y es que los ejemplos de estos graves errores en las entregas fueron tan numerosos e incluso tan insólitos, que la empresa se vio desbordaba en su funcionamiento, ese “trágico” e incomprensible martes de enero. Los repartidores argumentaban, con razón, que ellos entregaban aquello que se les había entregado desde el almacén de reparto. Las etiquetas que llevaban puestas los distintos paquetes, emitida desde el departamento informático, no ofrecía dudas en cuando al destino del envío. ¿Había “enloquecido” la base de datos de la empresa de paquetería urgente? Algunas de las entregas resultaban verdaderamente insólitas, en relación con el contenido de aquello que recibían los destinatarios. Veamos algunas de estas “singulares” entregas.
Un convento de monjas carmelitas, que habían encargado una colección de CDs de música gregoriana, interpretada o cantada por los monjes benedictinos de Silos, recibió en su lugar un par conjuntos de “atrevida” ropa interior, de intenso color rojo, con encajes blancos, paquete que contenía también unos complementos de juegos eróticos para la noche.
La clínica odontológica CREMES, que esperaban recibir diverso material farmacéutico, comprobaron que en su lugar el voluminoso envío contenía una caja de 20 tabletas de turrón de Alicante, de la prestigiosa marca la Jijoneica.
La gran Mezquita musulmana de Málaga, que habían comprado una colección de ejemplares de El Corán, recibió, para su sorpresa, una gran caja de cartón, que contenía tres grasientos jamones ibéricos, de sabrosa pata negra.
La canastilla de bebé que había encargado la Sra. Elvira, Marquesa de Dorronsoro, para una nieta embarazada, a punto de dar a luz, se había “convertido” de manera inexplicable en tres gruesos volúmenes, con las obras completas de los políticos marxistas soviéticos Trotsky, Lenin y Stalin.
En el centro “contracultural” de la Casa Invisible, el envío recibido contenía, para sorpresa de sus receptores, de una colección de CDs con grabaciones de los mojes silenses, y sus cantos gregorianos. La colección de juegos eróticos que habían encargado, para regalar a Irina, la jefa grupal durante esa anualidad tendría que esperar, previa reclamación a la empresa mensajera.
La cara de sorpresa del equipo dirigente que regía la clínica dietética Claro de Luna fue para “enmarcarla” en un ilustrativo mural. Cuando abrieron el paquete, se encontraron con una gran caja de tortas mantecadas, con torreznos de cerdo, elaboradas por una prestigiosa marca antequerana.
Causó insólita sensación, en un establecimiento de Pompas fúnebres, denominado La Esperanza, la llegada de una canastilla con ropa de dos colores, azul celeste y rosa, para recién nacidos, cuando esperaban unos crucifijos plateados, para encastrarlos en el frontal de las cajas que facilitaban a los usuarios del servicio, para ese incierto y postrero viaje a la inmensidad.
A Doña Úrsula Clavijo, una señora nonagenaria, sus hijos, nietos y biznietos le habían enviado, con motivo de su santo, un acogedora y valiosa chaqueta de pieles. Pero la buena señora se encontró, al abrir con toda ilusión el bien empaquetado envío, con un traje precioso traje blanco de seda, para una niña que fuera a realizar su primera comunión.
En la concesionaria oficial de los automóviles Peugeot, que esperaban un envío urgente de 10 filtros de aire y otros tantos de aceite, para el departamento de talleres, recibieron en su lugar dos pares de patines de competición para ejercitar sobre el hielo. Y así, un largo, divertido y controvertido etc.
Florentino Cerralla difícilmente daba crédito a lo que estaba pasando, con tal “desaguisado” en el reparto de mensajería. Eran gravísimos los errores integrales derivados desde el servicio central informático. Se sentía desesperado y superado por los acontecimientos. No pudo por menos que acordarse del empleado recientemente despedido Silvestre Varana. No se vio con la fuerza moral necesaria para denunciarlo (era más que evidente que la acción del anterior jefe informático estaba detrás de todo este gravísimo desbarajuste). Además, todo este proceso de cambios, en las direcciones de entrega había sido realizado y programado con la habilidad y pericia técnica necesaria para que todo pareciese como si el sistema operativo se “hubiese caído” y alterado de esa forma tan insólitamente absurda. Había que recuperar, con la mayor urgencia posible el sistema, para que la filial malacitana del grupo nacional de mensajería recupera la salud de gestión que había perdido de forma tan cómica y ridícula.
Pero el nuevo director del servicio informático, Amalio Cerralla, hijo de Florentino, por más esfuerzo que aplicó al intento, no pudo recomponer el error multi general que estaba, desde luego, diestra y magistralmente programado. Después de cinco días, sin poder solucionar de manera satisfactoria el grave conflicto empresarial, ya que no se encontraba la “pócima” necesaria para controlar y eliminar el “virus” distorsionador, movió al director general, tras mucho pensárselo y sufriendo los graves retrasos en los servicios de entrega, que ya sumaban varios días, con las reclamaciones y denuncias correspondientes y con los apremios de la central en Barcelona, a dar un fuerte golpe de timón a la anómala situación. Se tomó un relajante cardiaco y delante de su propio hijo, también descontrolado en sus nervios, marcó un número de teléfono.
El propietario de ese número era Silvestre Varana, quien recibió esa criptica llamada del jefe de Sending Fast en Málaga, rogándole que, por favor, pasara de inmediato por la empresa y arreglara o recompusiera el grave desaguisado. No hubo reproche alguno entre el jefe y el anterior operario. Tácitamente olvidaban el pasado, siempre con la premisa de que Silvestre recuperaba su anterior puesto, en el organigrama empresarial.
Ese fin de semana, trabajando una media de 16 horas diarias, Silves pudo recomponer finalmente el sistema. El lunes todo estaba arreglado. En la actualidad ocupa puesto fijo en la jefatura informática de la empresa. Tiene bajo su mando a Amalio Cerralla. Curiosamente, la amistad entre los dos jóvenes es franca, leal y colaboradora. A paso de los meses, ni Florentino ni Silvestre han hecho alusión alguna al “desastre informático” provocado por un comportamiento verdaderamente desafortunado en la jefatura empresarial. Las decisiones y reacciones humanas fueron, para asombro de los implicados en esta curiosa historia, verdaderamente inesperadas y sorprendentes. –
SUCEDIÓ EN
UNA EMPRESA DE PAQUETERÍA
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 19 enero 2024
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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