Uno de los valores más preciados, a proteger con
especial esmero en nuestro entrañable patrimonio personal, es seguir
compartiendo la amistad con ese compañero al que conocimos en las ya lejanas
aulas escolares. A pesar del tiempo transcurrido desde entonces, hemos sabido y
podido conservar este hermoso vínculo, superando los vaivenes y circunstancias
que hayan poblado nuestras heterogéneas existencias. Consideramos ese bien como
una espléndida realidad. A todos se nos “llena la boca” de afecto y bien desenfadado
orgullo, cuando nos referimos a “fulano o mengano” señalándolos con gratitud
como “mi buen amigo de toda la vida”.
Esta persona tan especial para nosotros, sea hombre
o mujer, tiene y merece nuestra confianza absoluta, a fin de compartir con ella
esas privacidades que sólo se mantienen y avalan con los familiares más
allegados. Le hacemos participe de nuestros problemas, necesitamos y valoramos
su equilibrado consejo, nos producen sana alegría todos sus éxitos, de igual
modo que nos entristecen y tratamos de sobrellevar de la mejor forma sus
dificultades y problemas. Entre nosotros existe limpia generosidad, mucha
comprensión y positiva aceptación con respecto a nuestras respectivas formas de
ser, con todas esas cualidades y defectos que nos caracterizan. Juntos
celebramos cumpleaños, onomásticas, bautizos, bodas y demás celebraciones, como
uno más de nuestras respectivas familias. Acordamos ir a ver una determinada
película u otro espectáculo, disfrutar de una agradable cena e incluso durante
muchos fines de semana, como también ocurre en las vacaciones, planificamos y
coordinamos la temporalidad de estas vivencias, pues al hacerlas juntos nos
sentimos mejor y se nos hacen más fructíferas y enriquecedoras. En caso de
nimios o más graves problemas, no dudamos en que esa unión nos aportará el estar más arropados y protegidos, el uno
por el otro y viceversa.
Nadie ha de dudar de que en el seno de esa íntima
amistad pueden surgir algunos “nublados” pues somos humanos, con nuestras
“luces y sombras”. Sin embargo, tras la inoportuna o inesperada discusión o
desencuentro, siempre suele llegar la oportunidad de la reconfortante
reconciliación y el nuevo entendimiento. Las nimias rencillas o los roces del
ego son situaciones que pronto se superan y olvidan, con la mejor voluntad
aportada por ambas partes. La unión o proximidad se recupera con más fuerza e
ilusión de la que teníamos previa al desencuentro. Consideramos que esa etapa
liviana en el entendimiento nos ha servido para conocernos mejor y para hacer más fuerte y duradero el vínculo
de la muy apreciada amistad.
Los protagonistas de esta nueva historia eran muy
jóvenes, cuando se conocieron en las muy vitales aulas de un conocido y
prestigioso Instituto de Educación Secundaria ubicado en la capital malagueña.
Pronto congeniaron en su adolescencia inicial, siendo buenos compañeros de
estudios, juegos y otros divertimentos, proximidad a la que también favoreció
el hecho de que sus respectivas familias residían en el mismo barrio, a una
distancia de tres calles entre las dos viviendas. Más adelante, tras superar
las pruebas de acceso universitarias, LEIRO se
matriculó en la Facultad de Turismo, mientras que su íntimo amigo THIAGO (muy aficionado a la NN.TT. Nuevas tecnologías)
optó por hacer un grado en Telecomunicación. A pesar de acudir a dos facultades
universitarias diferentes, ambos jóvenes continuaron su vinculación de profunda
amistad, durante esos trascendentales años en que estuvieron “escolarizados” por
el Campus superior del barrio de Teatinos.
La naturaleza puso vibración en sus corazones, por
lo que estos dos atléticos jóvenes centraron sus ojos en dos agradables
compañeras de clase, NOAH y ERIKA, respectivamente. Las dos parejas comenzaron a
compartir los avatares del estudio, las salidas en los fines de semana, las
excursiones y otras prácticas deportivas, muchas actividades de participación
cultural y esos tiempos para las fiestas que sosiegan los nervios y dibujan
sonrisas de vida. Todo se desarrollaba maravillosamente normal: la buena armonía
de cuatro amigos, dos parejas sentimentales y una vinculación afectiva que
sembraba brotes de optimismo para ese mañana que a buen seguro tendría que
llegar.
Aunque esta narración pudiera parecer la
escenificación de un cuento de hadas, hay que matizar que la vida trajo, con la
lógica de nuestras capacidades y limitaciones, momentos puntuales de “enfriamiento”
entre estos cuatro amigos. Roces generados sobre todo por desencuentros o
rencillas propias en el seno de ambos noviazgos que repercutían en su actividad
relacional. De manera afortunada, esas fases de desacomodación duraban poco
tiempo y pronto se recomponía el “fuego” fructífero de la amistad entre sus
jóvenes corazones.
Al paso del tiempo es necesario aclarar un hecho
que más de un lector habrá tenido en su mente: ¡no se
casaron el mismo día! aunque es bien cierto de que esta simpática
posibilidad fue sopesada por las dos parejas. Un inoportuno accidente de
bicicleta tuvo a Lerio bastante tiempo ocupado en las consultas médicas, una intervención
quirúrgica ineludible y no pocas sesiones de rehabilitación, que recompusieron
sin problemas un castigado aparato locomotor.
En el aspecto laboral, Thiago encontró un buen
trabajo con su ingreso en una empresa de informática,
con sede regional en el Parque tecnológico de Andalucía en Málaga, cuyo capital
financiero procedía del mercado industrial japonés. Como programador
informático, desarrolla un importante puesto en el organigrama del personal
laboral, responsabilidad que le obliga a
viajar con bastante frecuencia a destinos geográficos muy diversos en el ámbito
de la tecnología mundial de vanguardia para ordenadores. En el caso de Leiro,
persona por naturaleza muy emprendedora para los negocios de cualquier
naturaleza, se entregó de lleno a la actividad de la inversión
inmobiliaria, trabajando en la costa occidental del litoral malagueño,
moviendo “suculentos capitales especialmente de origen inglés y alemán.
Estepona, Manilva, Marbella y Fuengirola, son las zonas donde centra su
esfuerzo negociador, tarea que le reporta excelentes réditos económicos y
sociales.
Hasta el momento, Leiro y Noah tienen una niña, Alma, que ya disfruta sus dos primeros añitos de
vida. En cuanto a Thiago y Erika, esperan con paciencia la “llegada de la
cigüeña”. El programador informático no es muy dado a visitar a los galenos de
la urología, a pesar de los requerimiento de Erika, a la que su ginecóloga le
ha asegurado que carece de impedimentos objetivos para quedarse embarazada.
Como las dos parejas mantienen la saludable costumbre de “salir juntos” los viernes
tarde, a fin de ver una película, cenar y acabar la noche con un poco de música
y copas, Noah resuelve la dificultad con la ayuda de Clara,
una estudiante de educación especial, vecina en el bloque de sus padres,
a la que abona 10 euros la hora para que ejerza de “canguro” las noches de ese
primer día del fin de semana. La chica se queda en la casa al cuidado de la pequeña,
hasta que ellos vuelven a su domicilio tras haber compartido una muy grata
unión con sus íntimos amigos.
MIERCOLES, 16 de agosto, 19:00 horas. Thiago recibe un mensaje de Whatsapp. El
contenido del texto, remitido por Leiro, le dejó un tanto intrigado y
dubitativo.
“Thiago ¿podríamos vernos, mañana jueves,
a la salida del trabajo. Tengo que hablar contigo de un asunto personal. Si te
parece, cenamos. Prefiero que estemos los dos solos”.
¿Qué podría ocurrir? En las últimas semanas, no
había detectado un problema especial en el comportamiento de su amigo de siempre.
Tal vez, algunos momentos o gestos de reacciones nerviosas, que achacaba a
dificultades o problemas que inevitablemente surgen en todos los negocios y más
en un sector tan enloquecido y competitivo como es el mercado inmobiliario. Sí
era cierto que lo veía abusando mucho más de ese “veneno” denominación que
adjudicaba al consumo del tabaco. Pero no percibía una mayor anormalidad en el
comportamiento de su amigo. De lo que sí estaba seguro es que, dada la gran
confianza y afecto que los unía, en el caso de que Leiro tuviera algún problema,
él haría todo lo humanamente posible por ayudarle. Puso la excusa a Erika,
acerca de una imprevista reunión con unos técnicos informáticos canadienses,
para llegar tarde a casa. Y para esa tarde/ noche del JUEVES
quedaron citados a las 8:30 en el Mesón El Navegante,
ubicado en las tranquilas estribaciones de la colina de Gibralfaro.
Cuando se encontró con su amigo, observó que su
rostro mostraba un semblante en exceso serio, pensativo o con un estado de
atribulación difícil de disimular. Tras las primeras copas, más que narrarle un
problema concreto, Leiro comenzó a recordar vivencias que ambos habían
compartido en aquellos lejanos tiempos
de la adolescencia. “¿Recuerdas como conseguimos un
buen kilo de cerezas del huerto que tenía el tío Colás, detrás de su casa? ¿Y
aquella vez en que te dejaron el rostro amoratado, por intentar defenderme del
ataque alocado de la pandilla del bizco? Tampoco he olvidado la noche que
pasamos juntos, después de declararte a Erika. Compramos un par de botellas,
para celebrar el sí que conseguiste, y acabamos con una "cogorza" de espanto,
pues la marca de ginebra parecía que era de garrafa y sabía a matarratas…”
Y así iba desgranando aventura tras aventura, ante
la mirada asombrada pero comprensiva de su amigo Thiago. Al fin éste no pudo
más y le habló directamente. “¿Pero que te ocurre,
“hermano” Leiro? ¿Qué es exactamente lo que te pasa? Siempre has tenido
confianza conmigo ¿porqué le estás dando tantas vueltas a ese asunto que parece
intranquilizarte?” Al fin detectó que su interlocutor se mostraba más
abierto en el contenido de su expresividad.
“No, Thiago, simplemente quería pasar
esta noche contigo, sentirme hermanado por el buen y mejor amigo que siempre he
tenido. Te voy a dar una clave para que puedas entender algo de mi
comportamiento y la incomodidad y desasosiego en que me hallo. Entre Noah y yo
las cosas no marchan como quisiéramos. Seguimos disimulando … pero la realidad
pugna por salir a la luz. Tengo que darle una drástica reorientación a mi vida
y aunque la decisión es en exceso complicada, sé que tu acabarás por entenderme
y asumir el caos interior que me desestabiliza”.
La reacción de Thiago fue rápida y resolutiva. “Pero hombre si lo que me estás planteando, con tanta
ceremonia e intriga, ocurre en las mejores familias… No le des más vueltas. Te
aseguro que esa fase desafortunada pronto pasará y todo volveréis a verlo de
color de rosa. De aquí a nada lo superaréis. Son cosas del trabajo, del estrés
y de la rutina que nos agota. Hay que sacar fuerzas de flaqueza. Y aquí estoy
yo para ayudarte, eso nunca lo pongas en duda”.
Llegó un momento en que Leiro dejó de pronunciar
palabras. En realidad apenas había probado bocado en toda la noche, sólo bebía
una copa de Rioja tras otra, miraba a su amigo con los ojos entristecidos,
trataba de sonreír, permaneciendo una vez más en críptico silencio.
Las manecillas del reloj superaban ya las 10:30,
por lo que pidieron un último café. Thiago hablaba y hablaba, mientras que
Leiro escuchaba como ensimismado o ausente, moviendo una vez y otra la
cucharilla plateada sobre la aromática y oscurecida infusión. “Todo va
a salir bien, todo se va a arreglar. Os conozco bien y sé que seréis capaces.
Aplicad esperanza y buena voluntad.”
En el momento de la
despedida, a pocos minutos para las once, se sumieron en un entrañable y
cálido abrazo. Thiago volvió a casa caminando por entre las adormecidas
callejuelas y plazas, con la lógica preocupación acerca del estado que
soportaba su amigo. Pensó que lo mejor era no decirle nada a Erika, de momento.
No tenía sentido preocuparla, aunque no se le ocultaba que más pronto que tarde
llegaría a su conocimiento la situación que atravesaba la relación afectiva de
sus amigos. Por su parte, Leiro caminaba pensativo, con los ojos muy
brillantes y un tanto mareado por la
resaca de la bebida ingerida y el poco alimento que había aceptado tomar. En
realidad consideraba que no había tenido el suficiente valor para decirle a su
amigo toda la verdad de lo que estaba ocurriendo en su vida.
VIERNES. Entre los dos amigos solo hubo un cruce de breves mensajes de Whatsapp.
En el primero, Leiro se disculpaba educadamente por no poder salir esa noche del
fin de semana juntos, como era usual casi todas las semanas. La respuesta de
Thiago no tardó en llegar. Aceptaba sin problemas la disculpa, añadiendo que se
lo comentaría a Erika mediante otro mensaje. Ese día no podría comer en casa,
pues estaban trabajando intensamente en la preparación de un nuevo proyecto a
desarrollar para el ya cercano otoño. Almorzaría en una cafetería del Parque
tecnológico, El Mensajero, donde ofrecían
platos de comida casera.
Ya por la noche, el bien ocupado informático llegó
a casa pasadas las nueve de la noche. Al entrar en su domicilio, reparó en que
Erika no estaba en casa. Se dispuso a esperarla, a fin de compartir la cena
juntos. Con todas las ocupaciones del día, cayó en la cuenta de que apenas
había tenido hueco para hacerle alguna llamada o cruzar algún mensaje
telefónico. Pero los minutos pasaban y Erika no daba señal alguna acerca de
dónde se encontraba. Faltando quince minutos para las diez, decidió enviarle
“un Whatsapp” cuyo breve texto de dos palabras decía: “dónde
estás? Tras unos minutos de nerviosa espera, al fin llegó la ansiada y
“tranquilizadora” respuesta, algo más amplia en palabras, pero con un contenido
pleno de intriga. “Por favor, sube al dormitorio y
mira en tu mesita de noche. Encontrarás una nota, que debes leer”. No
había más aclaración.
Se apresuró a subir al dormitorio, en donde
efectivamente encontró un sobre de color verde pálido, en cuyo interior había
una cuartilla manuscrita y firmada por su mujer Erika. No muy extensa en
palabras, pero bien intensa y a la vez fría en su contenido.
“Thiago. Desde hace unos siete meses,
mantengo una muy difícil dualidad afectiva. Hay otra persona en mi vida, quien
realmente tiene todo mi amor. Ha sido una situación muy difícil y complicada de
mantener, para evitar que tu llegaras a darte cuenta. Pero desde hace semanas
él y yo hemos decidido dar el paso decisivo, uniendo nuestras vidas. Quiero
pedirte sinceramente perdón, por el daño que estas líneas te van a provocar,
pero ya no puedo seguir manteniendo una ficción imposible. No quiero nada de la
casa, ni de nuestros bienes gananciales. Debes olvidar y rehacer tu vida. El
tiempo te ayudará. Adiós. Erika”.
Tal fue el imprevisto “mazazo” psicológico que
estuvo a punto de hacerle caer al suelo. No entendía lo que estaba ocurriendo o
se resistía a aceptar el derrumbe afectivo y existencial que había llegado a su
vida, de la forma más cruel y descarnada. Tratando de mantener inútilmente la
calma, comenzó a enviarle mensajes telefónicos, pero ya la línea de whatsapp en
Erika había sido anulada. En cuanto al número de teléfono, tampoco tenía conectividad.
Los sonidos de las llamadas se hacían “sordos” e interminables, sin que la
destinataria prestara atención a los mismos con alguna mínima respuesta.
“Roto” y derrumbado, física y anímicamente, a eso
de las 11 recibió una extraña llamada de Noah.
“Estoy muy preocupada y nerviosa, Thiago.
Desde esta mañana, cuando desayunamos, no sé nada de Leiro. Llamo a su móvil,
pero el número no responde. Está desconectado. Cuando he encendido mi portátil,
para tratar de ponerle un correo, me he encontrado con un email que hace una
hora me ha enviado. El texto es muy breve y enigmático. Sólo dice: “Perdóname Noah. En la
vida ocurren estas situaciones. No he podido ni sabido evitar el cambio en mis
sentimientos. Siempre me ocuparé de las necesidades de Alma. El tiempo nos
ayudará a superar los cambios y a olvidar. Es mejor así, para los dos. Leiro”.
Aquella fue una noche extremadamente
larga. Cuatro personas se habían enfrentado inevitablemente a una difícil
encrucijada en sus vidas. Es cierto de que una más también fue protagonista en
este desbarajuste de los afectos. Sólo ellos dos, Thiago y Clara, llegarían a
conocer el contenido de una larga conversación que ambos mantuvieron en la
inmensidad de la noche, cuando comenzaba a nacer con timidez el alba de un
nuevo día.-
José L. Casado Toro (viernes, 17 Agosto 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
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