El comportamiento en las personas resulta, las más de las veces, imprevisible y
digno de asombro. Las respuestas que en esas insólitas ocasiones ofrecemos
podrían ser calificadas de absurdas, cómicas e incluso aconsejables para la
aplicación de un tratamiento especializado por parte del facultativo
correspondiente. Es propio del género humano el uso de ese reconocido y apreciado
valor que denominamos racionalidad, aunque también
son muchas las oportunidades en que no sabemos o queremos utilizarlo con la
frecuencia que exige su necesidad, en tantas y tantas circunstancias que la
vida, relacional o privada, nos demanda. Observando e investigando sobre estos desordenados
comportamientos, resulta frecuente alcanzar motivaciones o “aclaraciones” que
explicarían el anormal uso de un tan equilibrado y apetecible valor. Pero, sin
conocer el fondo de las razones o circunstancias, la imagen que ofrecemos puede
pecar de esa irracionalidad y pobreza tan
universalmente señalada por su rechazo. Los ejemplos de este previo planteamiento
son numerosos. Así es la vida. Detengámonos en un episodio, muy propio de las
fechas que estamos actualmente recorriendo en la cíclica numeración del almanaque.
Dos mujeres han acudido hoy lunes, al igual que
otras muchas personas, a uno de los departamentos de ventas de un gran centro
comercial. Son poco más de las cinco horas, en una tarde inmersa en pleno
inicio de la temporada invernal de rebajas.
Hace apenas 48 horas, el calendario cristiano celebró la festividad del Día de
Reyes, por lo que el ambiente que hoy se respira en éste y otros muchos comercios
de la ciudad es de un gran bullicio y estrés consumidor. Unos y otros buscan
esa oportunidad, más o menos “programada” en las agendas de nuestras mentes y
deseos, artículo o prenda que a partir de estas fechas es ofrecida
sustancialmente rebajada en el precio marcado por su etiqueta. En ocasiones muy
puntuales, el descuento puede llegar a alcanzar, para determinados artículos y
prendas, hasta el 70 % de su valor original. No hay que olvidar que, en
cuestiones de ropa, este primer día de las rebajas es importante pues más
adelante es probable que no encuentres la talla o el color adecuado a tu
necesidad y deseo. De ahí esa multitud de clientes que se agolpan en estos
primeros días de rebajas sobre los percheros y expositores, tratando de
localizar esa oportunidad o “joya valiosa” que satisfaga un lúdico y atractivo
proyecto de compra para la ilusión.
Hay que fijarse muy bien en el ilustrativo “juego”
de las etiquetas, a fin de comprobar tallas,
calidades, composición, origen, rebajas efectivas sobre el coste inicial, todo
ello en medio de estanterías y expositores,
cuyos artículos se disponen en un abigarrado desorden, a pocos minutos desde la
apertura del horario comercial. En un contexto ambiental sugerente, donde se
priorizan la articulación de las luces y los sonidos, junto a los “irresistibles” carteles con las
ofertas, vemos muy largas y sinuosas colas de personas (algunas llegan hasta la
misma puerta de entrada del departamento o sección) portando en sus manos esas
oportunidades, al fin conseguidas, todos dispuestos a utilizar la tarjeta o el
dinero en efectivo a fin de abonar en caja las muy apreciadas mercancías
textiles, electrónicas, lúdicas o incluso bibliográficas. El uso de la
prudencia, frente a las compras compulsivas, es una razonable norma que no
todos sabemos cumplir, ante el montaje de éxtasis publicitario y confusión de
valores en el que estamos tan “gratamente” inmersos.
Esas dos mujeres, a las que se ha hecho alusión en
líneas previas, están enfrentadas posicionalmente ante un gran expositor de
ropa de abrigo. No son las únicas que manosean, una y otra vez, los jerséis,
suéters, faldas, camisetas, pantalones y camisas que están “enredados” es la
amplia plataforma que enarbola un poderoso cartel indicador con el
“enloquecedor” anuncio de ARTÍCULOS HASTA EL 60%.
Señoras, jóvenes, adolescentes e incluso algún caballero, hacen lo que pueden a
fin de que sus manos puedan llegar hasta una determinada prenda, con el color, la
talla, el precio y la calidad deseada. En esa interpretativa plástica
dialéctica, las manos de Génesis (32 años,
morena con los ojos castaños) están “tirando” de una manga correspondiente a una
preciosa trenca de paño azul. El elegante y “deportivo” abrigo tiene los bolsillos
exteriores cerrados con botonadura clásica, mientras los interiores son de
cremallera, cerrado también su apertura con otra larga cremallera e imaginativos
apliques de colmillo beige. Está esmeradamente forrada de seda gris celeste y en
la parte superior tiene una capucha bien diseñada para ese look juvenil que la
hechura representa. Enfrentada posicionalmente a esta mujer, se encuentra Alba Valeria (supera en cuatro años a su antagonista)
que está tirando de la otra manga de la anhelada y disputada prenda de vestir. La
conformación física - anatómica de las dos nerviosas clientes concuerda
perfectamente con la talla S, marcada en la etiqueta del “conflictivo” artículo
de abrigo. Su precio original era de 85 euros. En este primer día de rebajas,
dicho artículo se ofrece a 42 euros, con el “agravante” para los compradores de
ser la única trenca azul disponible con tan sugestiva oferta.
La crispación, las voces y los nervios,
generador entre ambas mujeres, asidas cada una de las dos mangas de la trenka en
disputa, ponen de manifiesto su desaforado y cómico ego, provocando las miradas
asombradas y divertidas de la concurrencia, al ver tan absurdo “sainete” que
las dos compulsivas compradoras están desarrollando. Ante el “climax” del
infantil enfrentamiento que las dos clientas protagonizan, interviene Virginia, una operaria que presta sus servicios en la
sección. La joven uniformada trata de poner un poco de paz y cordura en la
disputa. Ofrece su disposición a consultar en almacenes, por si quedara alguna
pieza más que no hubiera sido sacada todavía a la venta. Rápidamente se
desplaza hacia al almacén, mientras Génesis y Alba mantienen cogidas con sus
finas manos, aplicado con teatral firmeza, las respectivas mangas de ese abrigo
con tan juvenil y cuidadoso diseño.
A los pocos minutos la joven vuelve a la zona del
expositor. Lo hace acompañada de Claudio Tomás de la
Nave, jefe del departamento de ropa juvenil, que se muestra dispuesto a
poner orden en tan incómoda y pueril situación. Toma en sus manos la
conflictiva prenda de paño azul y ruega a las dos clientas que le acompañen a
su pequeño despacho, pues quiere hacerles una propuesta que de alguna forma
pueda complacerlas. Les invita a sentarse y les expone su punto de vista para
la posible mediación.
“Les aseguro, Srtas.
que en mis largos años de servicio comercial he visto muchos y diferentes
comportamientos. Pero lo de esta tarde, producto sin duda de los nervios,
resulta un tanto incómodo. ¿No han reparado que los demás clientes desean
comprar sus artículos en una clima de cordialidad y sosiego, evitando los
enfrentamientos, los malos modos, con las tensiones y actitudes intransigentes?
¿Ninguna de vosotras puede optar a otra prenda que sea similar?
Mirad, esta específica trenka es la
única que nos ha llegado a la época de rebajas invernal. El resto de la partida
ya ha sido vendida. La hemos rebajado tanto (superando el 50 %) porque no nos
resulta rentable devolverla a talleres. Tiene una de sus mangas algo más larga
que la otra, a causa de un defecto de fabricación. Además soporta una ligera
mancha en el forro interior, posiblemente a causa de su manipulación en el
traslado y almacenamiento, que apenas se le ve. El arreglo y limpieza en taller,
con la compleja estructura de la cadena de fabricación, conllevaría unos costes
que, empresarialmente, no nos resultan interesantes para asumir. Estas prendas,
junto a otras, son fabricadas expresamente para nuestra cadena comercial. Pronto
llegarán los nuevos productos de primavera y los artículos de abrigo no serán tan
demandados, en una provincia de temperatura tan cálida y suave como Málaga nos
permite disfrutar. Conociendo todo este planteamiento ¿algunas de vosotras
renuncia a su compra, a fin de podamos satisfacer a su “aguerrida antagonista?”
Las “buenas artes” del hábil comercial se topaban
con el muro irreductible e intransigente de sus dos jóvenes y polémicas
interlocutoras, que seguían con sus banales argumentos de que una y otra habían
sido las primeras en llegar a tan atractiva oferta. Génesis, matizaba sus
explicación indicando que esa prenda era muy similar a una que ella había usado
en sus tiempos universitarios y que le traía hermosos e inolvidables recuerdos.
En cuanto a Alba, mucho más intensiva y
polémica, en sus gestos y tono de voz, repetía una y otra vez que “nada de sorteo ni
cesión”. Que ella había llegado la primera al expositor y cuando vio una de las
mangas entre la “madeja” de ropa” tiró de la misma y entonces la otra cliente
aprovechó la oportunidad para asirse a la manga compañera, comenzando también a
tirar de la misma. Francamente, un “diálogo para besugos”, utilizando una muy
usada expresión coloquial.
Claudio, un tanto cansado de tan infantil, aburrida
y prolongada situación, quiso poner fin al crispado enfrentamiento. Utilizó su
ordenador para comprobar si había prendas disponibles de la misma trenka en la
amplia red de filiales repartidas por todo el territorio nacional. Unos minutos
después de trastear con el teclado, la expresión de su rostro generó una pícara
sonrisa.
“Tengo una estupenda noticia que
ofreceros. He localizado una trenca azul de la misma marca, talla S en la
filial de Valencia y otras dos, tallas S y M, en nuestro centro comercial de
Vigo. Puedo tenerlas aquí en un plazo máximo de 48 horas. Os aclaro que los
tres artículos se hallan en perfecto estado. Sin manchas y con las medidas
correctas… Dada la polémica que nos ocupa, estoy dispuesto a que podáis
adquirirlas por un precio excepcional, similar a ésta que tenemos encima de la
mesa: 50 euros. No hay que olvidar su coste original, marcado en etiqueta: 85
euros. Si están de acuerdo, se les avisaría por teléfono de que han llegado a
la tienda para que puedan venir a recogerlas. Hablen con la Srta. Virginia,
para que mi compañera (por telefonía interna le doy instrucciones) os cobre su
precio total o si preferís dejar una “señal”. También podéis utilizar nuestra
tarjeta y hacer el pago diferido en tres meses. Por supuesto quiero agradeceros
expresamente, que utilicéis nuestro prestigioso servicio comercial. Aquí nos
encontramos para prestar la mejor atención a todos los clientes y que se
sientan satisfechos del cuidadoso trato que se les ha deparado en todo momento”.
Con el asentimiento de ambas clientes, la absurda
polémica quedó zanjada. Las dos polémicas compradoras, tras el “bufo” sainete
que habían protagonizado, pagaron con sus respectivas tarjetas bancarias el
precio bien rebajado de una ganga de abrigo, para satisfacer la mejor
oportunidad de sus necesidades y anhelos. Mientras tanto (eran ya las siete y
pico de la tarde) éstas y otras naves del grandioso centro comercial,
continuaban repletas de un público consumista, ávido por encontrar esas
oportunidades irrenunciables que nos hacen sentirnos mejor para nuestros afanes
y conflictos cotidianos. Espléndida la construcción ambiental de éste y otros
centros comerciales, en el que destacan las incisivas luces multicolores, esa
hábil acústica dinamizadora camino del éxtasis, los inteligentes anuncios con
textos motivadores, la tentación global de las ofertas con el “hasta el 60 %”
y, de manera especial, una “abundancia”, aparentemente desordenada, que
estimula, enardece e incita muchas voluntades. La principal ley del mercado:
hay que vender. Hay que “convencer” y complacer a esas muchas personas
necesitadas de la “leyes de la compensación psicológica” sumidas en el
desconcierto de sus pequeños o grandes infortunios. La sociedad pone a nuestra
disposición numerosas “materialidades”
que, tal vez, equilibren frustraciones y otros déficits anímicos. Un recurso,
entre otros muchos, aplicado para la laboriosa construcción de los días.
Pasan 10 minutos de las ocho y el cielo celeste del
día se ha visto cubierto con el manto azul oscuro de la noche. En una cafetería denominada Bahía del Sur dos personas ocupan una de las mesas,
consumiendo sendas tazas de “chocolate de la abuela” y café capuchino,
respectivamente.
“Hemos conseguido dos estupendas trenkas, por su
color, hechura y calidad, con una rebaja de casi el 50 % con respecto a su
precio original. Buena la hemos “montado” pero así hemos llenado la distracción
de la tarde. Somos ya unas expertas en estos “sainetes” que cada vez nos salen
mejor. Por cierto, he visto un bolso, en
un establecimiento de piel que sólo tiene un 15% de rebaja. Vamos a pensar en alguna
historia que nos permita conseguir un descuento mayor. Desde luego que eres una
artista, querida Alba. ¡Como interpretas! ¿Recuerdas nuestra infancia? Ya en el
colegio de las monjas vi que tenías madera de actriz, con aquellos divertidos
teatrillos que hacíamos. Te tenías que haber dedicado al arte escénico. Sin
embargo a las dos “nos ha tocado” estar detrás de la ventanilla, atendiendo a
tanta gente con sus problemas administrativos, un día tras otro, desde las ocho
hasta las tres de la tarde. Te aseguro de que cada día soporto peor esta
rutina. Pero hoy me siento especialmente feliz, al recordar el “número” que
hemos sabido organizar. Con la cara de fraile franciscano que tenía el tal
Claudio ¡Qué pasada! Nos tenían que contratar para el cine …”
José L. Casado Toro (viernes, 19 enero 2018)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra.
Sra. de la Victoria. Málaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario