viernes, 18 de agosto de 2017

24 FOTOGRAMAS POR SEGUNDO, EN LAS HISTORIAS QUE NARRAN Y AMAN LA VIDA.

Al igual que sucede en otras muchas ciudades españolas, aquellas grandes y acogedoras salas de cine han ido paulatinamente desapareciendo en esta capital de la media Andalucía, reduciendo o modificando el muestrario de nuestras opciones lúdicas y culturales. Esos veteranos y entrañables edificios han sido vendidos, durante las últimas décadas, a la especulación constructora y, por efecto de la piqueta e interés constructivo, sus estructuras arquitectónicas se han transformado en grandes bloques de viviendas, en edificios para albergar numerosos puestos de oficinas o también han surgido en sus extensos solares atractivos y rentables  grandes centros comerciales.

De esta forma, las salas de exhibición cinematográfica han reducido actualmente su capacidad, agrupándose en complejas multisalas que se ubican en zonas alejadas del centro urbano, a las que hay que acudir utilizando el vehículo particular o el transporte público municipal. Sin embargo, en este cambio estructural y de ubicación que ha sufrido la oferta para la asistencia al cine, aún podemos hallar alguna antigua sala en el centro histórico de la ciudad que ha podido resistir este ingrato vendaval transformador para los intereses de empresarios y espectadores. La permanencia de ese único viejo cine, sustentado en el idealismo afectivo de un experimentado promotor o en la inteligente promoción cultural de algunas corporaciones municipales, a modo de  romántico islote en medio de un océano de frívola superficialidad, hace que a los buenos aficionados al séptimo arte aún se nos permita disfrutar con la inmediatez de la gran sala, en cuya pantalla la vida se multiplica con nuevas experiencias, distracciones y empáticas vivencias.

Dacio es uno de estos anónimos  héroes que, en la soledad de su esfuerzo, hace posible el latido de ese viejo cine urbano que, a los buenos aficionados, vitaliza, alegra y conmueve. A sus 46 años de edad, continúa viviendo junto a su querida y anciana madre Ileana, natural de Rumanía. A esta mujer el destino la hizo trasladarse, siendo muy joven, a una ciudad llena de historia, cultura y misterio, en el centro del alma andaluza. Su único hijo, a pesar de haber tenido diversas experiencias relacionales y afectivas, en el transcurso de los años ninguna de ellas le ha hecho pasar por la vicaría o el registro civil de la localidad.

Desde pequeño, su gran y casi única ilusión lúdica era la asistencia al cine. Esta afición fue fomentada gracias a la protección y ejemplo recibido de su tío Andrei, proyeccionista del CINE NOVEDADES. Este gran local, situado en pleno corazón urbano del municipio, ofrecía hasta 500 localidades a todos aquellos que se acercaban a su taquilla, a fin de asistir al gran milagro de visionar una película en la magna pantalla blanca donde toman vida las imágenes en movimiento. Este operador de cabina permitía a su sobrino acompañarle en su trabajo, enseñándole el manejo de los dos grandes proyectores, la unión de las cintas de celuloide en dos únicos grandes rollos que acumulaban kilómetros de cinta perforada y grabada, que iban tomando vida a través de esos 24 fotogramas por segundo de velocidad.  Pero, sobre todo, un buen operador tenía que vigilar la intensidad de la luz, controlando la proximidad de los dos largos carbones conectados a la electricidad, que provocaban el arco voltaico correspondiente para ese haz de luz procedente de la lámpara de Xenón. Si se descuidaba el control de los carbones, la pantalla se oscurecía o por el contrario la cinta del celuloide podía quemarse, originándose esos molestos cortes en la trama que hacían fluir protestas y silbidos entre un público con ganas de bromas en el patio de butacas. Tío y sobrino se esforzaban en controlar esa intensa luz que transformaba los fotogramas en vidas llenas de historias.

Dacio disfrutaba y aprendía en todo este mundo mágico de la gran pantalla. Siendo ya más adulto, había días en que Andrei le dejaba encargado de la cabina, mientras él se desplazaba a resolver algún asunto urgente o imprevisto. El joven proyeccionista demostraba buena destreza y decisión en el oficio, disfrutando con un quehacer que le permitía el regalo añadido de poder visionar decenas y decenas de cintas, pues  cada día se cambiaba una de las dos películas de los programas dobles proyectados. Cuando su tío alcanzó la edad de la jubilación, el propietario de la sala, don Dimas (que también era el empresario de una consolidada cafetería/restaurante en la ciudad)  ofreció a Dacio la opción de quedarse como único operador de cabina.

Pero la asistencia de espectadores a la sala había ido disminuyendo, de forma cada vez más acelerada, con la aparición de los videoclubs y las posibilidades de Internet con sus descargas “libres” de archivos. A causa de ello los proyectores tendrían que funcionar con un único técnico, pues había que reducir costes en un negocio cuyos ingresos disminuían de manera preocupante para los intereses de la propiedad.

Un domingo por las noche, en septiembre, mientras terminaba el tercer pase de la única película que se proyectaba, don Dimas  entró en la cabina. Tenía la intención de mantener una conversación con su responsable empleado.

“Buenas noches, Dacio. Hoy, fin de semana, sólo hemos vendido 46 entradas, sumando las tres sesiones de la tarde/noche. Llevo tiempo preocupado con la situación, pues las cuentas ya no nos salen. Apenas voy a poder este mes afrontar los sueldos del personal. He pensado incluso en el cierre. En realidad somos ya la única sala que permanecemos abierta en el centro de la ciudad. Los multicines de los arrabales trabajan con otros números, pues sus salas son más bien pequeñas y están ubicadas en centros comerciales donde hay decenas de tiendas, algunas de gran tamaño vinculadas a poderosas marcas franquiciadas. Y son estas pequeñas salas las que se llevan a los espectadores. Hay que tomar una decisión, aunque sea dolorosa, para evitar que la “quiebra” económica se haga efectiva. Demi, la taquillera ya ha cumplido los sesenta y tres y Nicolás, el portero, trabaja por las mañanas en su taller de carpintería y también está cerca de los sesenta. Tú llevas conmigo ya veintidós años, realizando  un trabajo muy eficaz y responsable. ¿Ves algún tipo de salida mejor, frente al cierre, a la situación que te estoy comentando?

A la inteligencia de Dacio no le cogió desprevenido todos estos planteamientos de su jefe. Había meditado largamente sobre la viabilidad de un negocio, incardinado en la ilusión de su corazón, cuyos números económicos no equilibraban los gastos correspondientes a su mantenimiento. Su madre Ileana le aconsejaba, una y otra vez, que hiciera lo imposible para que ese único cine, que ella había conocido desde que siendo jovencita llegó a España, no desapareciera. Además era el lugar de trabajo de su hijo, que disfrutaba plenamente con la labor técnica que desarrollaba en cabina. Pero, a todas luces, era necesario un nuevo enfoque  en la gestión a fin de salvar a ese último cine en el centro de la capital que vitalizaba la ilusión de tantos y tantos cinéfilos.

“Efectivamente, don Dimas, prácticamente he “nacido y crecido” en esta querida cabina de cine, primero ayudando y aprendiendo de mi tío y desde hace años controlando todos los mecanismos de proyección. Ver el cierre de ésta, mi segunda casa sería, aparte el trabajo, como perder parte de mi vida. He pensado y repensado sobre la situación y le ofrezco una serie de cambios. Puedo ejercer de empleado polivalente. Se lo explico.

En lo que respecta al personal, si se resuelve a plena satisfacción la relación laboral con Nico y Demi, yo me atrevo a asumir el ejercicio de ambas funciones. Vendo las entradas en taquilla y además me encargo de controlar la puerta para la entrada y salida del público. Se preguntará qué va a pasar entonces con la cabina de proyección. Esta importante cuestión la tengo ya resuelta. Somos uno de los pocos cines en Andalucía que aún siguen proyectado los rollos de celuloide. En la actualidad se ha impuesto el sistema de soporte digital, con todas sus ventajas. El celuloide está prácticamente desaparecido, tanto en las fotografías como en el cine. Las películas vienen ahora en un pequeño ´hard disq´ o disco duro que se conecta a un potente videoproyector. Las calidad de la imagen y el sonido es infinitamente mejor. No hay que estar pendiente de los carbones voltaicos, ni de hacer empalmes de cinta, ni en montar los dos grandes platos para las máquinas. El encuadre en pantalla es automático y una vez que le doy a la tecla del play, el operador puede abandonar la cabina y no volver a ella hasta que haya algún problema en la imagen o en el sonido. La detención de la videoproyección también es automática, cuando el archivo donde está el film ha llegado a su final.  Para que me entienda, si una película la tenemos en casa con un DVD de cuatro gigas, estas películas vienen en los discos duros grabadas en archivos con más de 80 gigas de contenido. De ahí la buena calidad de imagen y sonido. En definitiva, yo me puedo encargar de todo, incluso de la limpieza y las ventas de los botellines y palomitas en nuestro pequeño bar. Estoy dispuesto a ello.

¡Ah, don Dimas una cosa más! Creo que en vez de tres sesiones diarias, sería suficiente con sólo dos. Una a las 6 y otra a la 8 por la tarde. Los sábados  se podrían mantener los tres pases de las películas. Y el lunes lo dedicaríamos al descanso. Con todo lo que le comento, los costes se abaratarían sensiblemente”.

Aunque ya conocía su permanente disponibilidad y responsable buen hacer, el veterano empresario quedó impresionado con la clarividencia de su proyeccionista y la convincente firmeza que mostraba para tratar de salvar el cine Novedades, que dentro de tres años cumpliría sus primeros sesenta años de vida (había sido inaugurado en el ya lejano 1960). Creyó en él, dejándole libertad para que llevara a cabo esos arriesgados proyectos, a pesar de que en los últimos años había recibido diversas ofertas inmobiliarias, para construir en el apetecido solar un nuevo bloque de viviendas. Pero es que don Dimas  también era un enamorado del séptimo arte. Este cine había sido un ilusionado proyecto de su padre y le dolía desprenderse de un edificio que con tanto cariño y esfuerzo había levantado su progenitor, pasando años incluso de necesidad hasta financiar su costosa y ejemplar construcción.

En pocas semanas, Dacio se convirtió en un apasionado TRABAJADOR POLIVALENTE. Cada mañana,  después de una buena sesión de running por las riberas del río, ducha y un reparador desayuno, llegaba temprano a “su cine del alma” ocupándose de realizar en el hall de la entrada, los servicios  y la cabina de proyección,  una limpieza básica. También repasaba el amplio patio de butacas, retirando los envoltorios y botellines dejados en el suelo por los espectadores el día anterior, controlando también visualmente las 500 butacas rojas por si hubiese algún deterioro de urgente reparación. Completaba la mañana trabajando ante el ordenador. Gestionaba por Internet las ofertas de las diferentes distribuidoras, a fin de contratar el alquiler y envío de las películas más atractivas del mercado. En cuanto al género cinematográfico, centró la adquisición de films fundamentalmente en aquellas producciones del cine europeo, aunque también contrataba para su pantalla obras del mercado asiático, africano y sudamericano. La ciudad donde había nacido y vivía destacaba por su tradicional imagen universitaria, por lo que el público juvenil y la intelectualidad local comenzó a ocupar con fidelidad las rojas butacas del cine Novedades. La exhibición del cine de Hollywood y más popular la dejó en manos de los multicines que había en la localidad.

Por la tarde, a eso de las cinco y cuarto volvía a su trabajo. Tenía que abrir la taquilla quince minutos más tarde, a fin de vender las localidades para los espectadores de la primera sesión que comenzaba a las 18 horas. Además de taquillero, ejercía de portero, pues  diez minutos antes habría la puerta de entrada, la cual cerraba sobre las seis, desplazándose rápidamente a la cabina de proyección. Ya tenía (desde la mañana) preparado todo el mecanismo informático. Sólo tenía que accionar el play y las luces de la sala se apagaban (salvo las de seguridad) y también de manera automática comenzaba la videoproyección programada. Ya no estaban las dos grandes máquinas proyectoras, tampoco los rollos de celuloides, la luz provenía de una potentísimas lámparas donde los “carbones” voltaicos eran innecesarios, también había desaparecido la mesa de los empalmes y los tornos para el embobinado de aquellos dos platos que contenían kms. de fotogramas. Volvía de nuevo al pequeño ambigú por si algún espectador necesitaba o apetecía comprar algún botellín de agua, almendras, chocolatinas o esos caramelos balsámicos que tanto alivian la garganta. El mecanismo informático operaba puntualmente sobre el cuadro iluminador de la sala, cuando el archivo fílmico había finalizado su recorrido. Cuando Dacio observaba nuevos espectadores para la sesión de las  20 horas frente a la taquilla, volvía a ésta (situada a tres metros de la puerta del cine) a fin de vender las correspondientes localidades. Ya sobre las diez, cuando el patio de butacas había sido completamente desalojado, apagaba los aparatos electrónicos, hacía una pequeña contabilidad con la recaudación y abandonaba su querido cine camino de casa, donde le esperaba una buena cena preparada por Ileana, interesada por conocer alguna anécdota o ese comentario ameno que le pudiera narrar su hijo.

El tiempo sigue su recorrido por nuestras vidas. Una mañana de Octubre vemos a don Dimas acudir al despacho notarial de su amigo S. Torres M. con cuya secretaria había concertado una cita días antes. Los dos veteranos interlocutores comparten la misma edad, 75 años. Se conocen desde las aventuras adolescentes del Instituto, pues fueron compañeros de clase. Ya en la universidad, Santiago hizo la carrera de derecho, mientras que Dimas no terminó la licenciatura de Matemáticas, centrando su preparación en Empresariales, pues siempre demostró su aptitud e iniciativa para el ámbito mercantil.

“Gracias Santi, por recibirme. Veo con agrado que por ti no pasan los años. Nos vemos de tarde en tarde y siempre me pareces mejor conservado. Tienes que confiarme el secreto para mantenerte tan bien. Ya sabes que profesionalmente sigo manteniendo los dos negocios, las cafetería/restaurante de Puerta Real y el cine Novedades. Con lo que saco de los cafés, los aperitivos y las comidas, tenemos más que suficiente para vivir Cecilia y yo. Y luego está cine, herencia de mi padre. Tuvo su momento de esplendor, entre los sesenta y los noventa, pero el auge del vídeo, Internet y las multisalas, me fueron dejando sin espectadores, La contabilidad nos llevaba a la quiebra. Fueron tiempos muy duros, pues había meses con pérdidas.

Pero he tenido la inmensa suerte de contar con un  empleado que ha estado conmigo desde que era casi un niño. Ahora tiene cuarenta y tantos y es un fenómeno en esto del cine. Gracias a él mantengo abierto el Novedades. Aunque no te lo creas, lo lleva él solo. Hace de portero, taquillero, operador de cabina o proyeccionista, administrador, vigilante e incluso cuida de la limpieza diaria. Después de los gastos imprevistos, los impuestos, su sueldo y el mantenimiento del local, cada mes me hace ganar una pequeña cantidad de dinero y, lo que es más importante, mantiene funcionando el único cine de centro que tenemos en la ciudad, con sus quinientas butacas rojas y una película semanal. Su nombre es Dacio (aquí te traigo todos sus datos) persona muy trabajadora, íntegra y que ama el cine hasta la médula.

Te cuento todo esto porque he tomado la decisión, generosa  pero justa, de incluirlo en mi voluntad testamentaria. Ya sabes que Cecilia y yo no tuvimos descendencia. Hay unos sobrinos… de esos que les cuesta trabajo felicitarte incluso en Navidad. En definitiva, la propiedad del cine quiero que pase en el momento adecuado ¡ya sabes…! a esta buena persona, a la que considero como ese hijo que nunca tuve. Por supuesto que ya lo he hablado con Cecilia, quien también me ha animado a dar este paso. Tú ve preparando las modificaciones en el documento y cuando estén listas me paso por aquí y te las dejo firmadas.

Antes de marcharme, Santi ¿quedamos para subir una noche de luna llena al Albaycín? Podemos recorrer con “devoción” las estaciones y rondas del tapeo, recordando nuestros viejos tiempos de estudiantes. Aquellas imágenes sí que son emocionantes películas en nuestra memoria. Además… nosotros éramos los principales y “apuestos” protagonistas.-


José L. Casado Toro (viernes, 18 de Agosto 2017)
Antiguo profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga



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