Nuestra protagonista responde al nombre de Esther. Maria Esther se halla en esa década de transición, para casi todos nosotros, aquella que supone afrontar, con actitud inteligente, las cuatro décadas en el calendario existencial. Mujer independiente, desde aquellos años en que la infancia florecía, su recorrido vital tiene un esquema bastante generalizado, dentro de los comportamientos humanos. Despierta y hábil en los estudios, fueron enriquecedores sus años educativos cursados en las Esclavas, tanto en Cerrado como en Liborio, aquí ya sin uniforme. Su protagonismo sociológico también continuó allá en el altozano del Ejido, donde logró finalizar Económicas, carrera que nunca la entusiasmó en su proyecto para la vida. Sin embargo, quiso seguir la tradición de su padre, ahora ya jubilado tras la última etapa en la dirección de una entidad bancaria, ubicada por la costa occidental. Formó su matrimonio, a los veintiocho, con Nando, aparejador y siempre metido en triquiñuelas de faldas. Hicieron dos hijos. Linda, diez añitos, y Luis, con tres menos. Los dos viven junto a su madre, desde la ruptura matrimonial, cuatro años ya, con un marido que la engañaba por ciclos trimestrales, un ritmo muy curioso para la convivencia. Y no es que Esther carezca de un físico atractivo, ni que sea aburrida de carácter. Es que su ex es todo un personaje para eso de la infidelidad y las nuevas experiencias humanas. A pesar de los embarazos, y de la cómoda situación financiera de Nando, ella nunca dejó de trabajar en ese sector que su padre tan bien conoce. Precisamente ahora ocupa la misma oficina que su progenitor dirigió en su última fase profesional. Se desplaza, en un sufrido utilitario celeste, todos los días a Benalmádena, donde se halla la sede de una pequeña sucursal bancaria, perteneciente a la entidad que publicita nuestro campeón mundial en la Fórmula uno. Mientras, los niños están en el cole y una ayuda por horas ordena la casa. Mantiene una correcta relación con el que fue su marido que sigue libando, de flor en flor, pues así es su carácter. Es todo un portento en la investigación sexual al que, por ahora, nadie ha logrado enderezar para el sosiego en su regularidad relacional.
Esther atraviesa una época de esas que denominaríamos incómoda. No es que le pase nada super grave, en esta fase. Pero le ocurre o afecta casi todo, provocado básicamente, por un profundo vacío en la monotonía existencial. El problema está ahí. Hacer o dibujar casi todos los días en lo mismo. Para llegar, al final de cada jornada, a la dura percepción de que no se ha hecho nada o casi nada nuevo o diferente. Unos, más valientes para el análisis, lo denominarán aburrimiento. Otros, más finos en el léxico, lo calificarían de letargo vivencial. Realmente, esta época de los cuarenta ha sido usualmente considerada como una etapa difícil en la vida. La juventud dijo un adiós, no muy vibrante y, en cuanto a eso de la madurez, es algo que te atrapa, normaliza, estabiliza y deteriora, a poco que, por el contrario, te lo sepas organizar con imaginación novedosa. Porque lo más probable, y frecuente, es que acabes en el mecanicista club de los aburridos sin horas. O con todas las horas del minutero. Como esos días, virados en la foto, de viejo color, porque éste ha perdido ya su estimulante cromatismo dinámico. Total, que alguna amiga de bien le sugirió la idea y Marié (así la llaman, en lo familiar) pidió cita con una profesional, de buen renombre en el mercado editorial de las autoayudas. Esto de visitar al psicólogo no es una decisión de tanto impacto, como si fueras al otro especialista del ramo. Ponerte delante de un psiquiatra es algo que aún no se asume o generaliza en estos lares de la cultura mediterránea. Lo del psicólogo es un inicio mucho más llevadero y aceptable, para los momentos de atmósfera nublada en el atardecer. ¿Verdad, Esther.
Miércoles tarde, en consulta. Ana, una agradable profesional de una quinta similar a la de Esther, va rellenando, con la parsimonia del tiempo en necesidad, un largo cuestionario integrado por items de la más variada naturaleza. A esta primera sesión, seguirían regularmente otras, con ese mecánico ritmo en cada mitad de semana. Con el paso del tiempo, estas dos personas, que prestan culto al necesario y vitalizante diálogo, superarían la categoría de profesional y paciente para alcanzar la naturalidad de dos amigas, unidas en la intimidad para el café de la tarde.
"Marié, voy a proponerte una experiencia que vas a llevar a cabo durante la próxima semana, en la que no podremos vernos por mi viaje a Soria, ya sabes, una reunión o congreso de mi especialidad. Te propongo que, durante cada uno de esos siete días, hagas algo que normalmente no harías o realizas, por causas de acomodo, costumbre o dificultad personal. Algunas de las que elijas, han de llevar en su desarrollo una cierta dificultad personal. Pero lo habrás de intentar y entregarte con toda convicción y esfuerzo en la fé del creyente. Potenciarás tu propia capacidad para superar hábitos consolidados, esquemas memorizados y bloqueantes que atenazan esas posibilidades de cambio que, con tanta ansiedad, anhelas y realmente necesitas. Ya, al enfrentarte con la intimidad de la noche, escribirás un resumen de esa pequeña o gran excperiencia que, con decisión has logrado emprender, desarrollar y culminar. Te sentirás feliz y realizada, porque eso que era inusual, imviable o difícilmente posible, tú lo has hecho real, venciendo a esos “demonios” que lastran la sed dinámica de una vida enmohecida por el sopor del “siempre lo mismo”. Le vas a echar vitaminas a una autoestima adormecida por un ritmo paralizante en lo existencial. Leeremos, y comentaremos juntas, esas reflexiones, trazadas en el papel del ordenador con letras que ríen y danzan para gloria de tu capacidad. Y esa novedad, en el día, hará que ese martes o jueves ya sean diferentes de tantos otros, grises y eclipsados por el riesgo y sopor de la pasividad. ¿Qué te parece la propuesta?"
Aquella misma noche, Esther, recostada entre el grueso almohadón y un simpático cobertor de colores, libreta en mano, trata de hacer un listado de actividades, entre las que elegir las siete más interesantes para la semana próxima, en cada uno de sus días. ¿Qué me haría ilusión? ¿cuál es esa cosa que me provocaría interés y entrega, al margen de su dificultad? ¿Y por qué no voy a ser capaz? Me haría tanta ilusión.......
Lunes. He llamado por el móvil a Nerea. ¡Ha sido.... lo más difícil! Fue mi amiga íntima, casi una hermana, en los años de bachillerato, en las Esclavas, amistad que continuamos en los pabellones de Económicas, pues siempre nos sentábamos juntas. Un compañero de trabajo, amigo común, me confesó un día tristísimo para mí, que ella y Nando me estaban engañando. Ël y mi ex marido casi llegaron a las manos pero, al final, la verdad se hizo real con pelos y señales. Fue un error darle otra oportunidad al que era padre de mis hijos. A ella dejé de hablarle, profundamente traicionada y dolida. Cuando hoy marqué su número, tras seis años de silencio, su respuesta fue de sorpresa y vergüenza. Le he preguntado, con valentía, por qué me hizo, como se atrevió hacerme aquello, ella que era mi mejor y “fraternal” amiga. Me siento mejor….. sabiendo perdonar.
Martes. Me he inscritio en un centro deportivo, para ir a practicar ejercicios y natación, por las tardes. Sin quererlo, voy cogiendo gramos que se me van acumulando principalmente en las piernas y glúteos. Y eso de que no soy de mucho comer. Me ha dicho el socorrista, Tello, que tengo que extremar la regularidad en el ejercicio ya que, en caso contrario, el esfuerzo no me serviría para nada. El bañador, azul y celeste que me he comprado es una joya. Me siento ilusionada, ya que me percibo atractiva y más joven.
Miércoles. Linda y Luis han estado con su padre. Merienda y cine, lo de siempre. He aprovechado para escaparme a la colina de Gibralfaro y, allá en el Parador, con la plácida soledad de la tarde, tomarme un té moruno y observar. Ver. Y saborear, el maravilloso atardecer sobre una costa azul y blanca, la bahía de Málaga adornada por el mágico anaranjado solar. He cerrado varias veces los ojos. Y he sentido en mí. Pero sobre todo, en los demás. Hay mucha gente a mi alrededor que, a su manera, me quiere y valora. Quiero mejorar como persona. Por mí. Pero, sobre todo y también, por ellos
Jueves. Hoy, ha sido muy, muy difícil para mí. Linda me hizo, hace un mes, dos preguntas sobre temas de sexualidad. En aquella ocasión le dije que aún era muy pequeña para hablar de estas cosas. Pero, esta tarde, mientras Luis estaba en casa de su primo Javi, nos hemos ido a merendar a una cafetería que le gusta. Después, hemos ido dando un paseo al Parque Huelin, y sentadas en un banco que mira al mar, me he atrevido a dialogar con valentía y sencillez con mi hija. Le he explicado, con naturalidad, esas dos preguntas que, por cobardía, no supe afrontar hace unas semanas. Cuando terminé de hablar, hecha la verdad un manojo de nervios, Linda me miró con esos ojitos de ángel y acercándose, me besó y quedó recostada entre mis brazos. ¡Gracias, mami! Ella y yo quedamos en silencio, unidas por el cariño de la confianza.
Viernes. Les había prometido ir a visitar un museo. Merendamos y a las seis y media ya estábamos en el Centro de Arte Contemporáneo. Ha sido divertido, pues ninguno de nosotros entendíamos nada de las figuras y de las pinturas allí expuestas. Luisito no paraba de hacerme preguntas y yo me inventaba algunas cosas, entre las risas continuas de Linda. Hemos quedado que, una vez al mes, visitaremos uno de los museos que hay en esta preciosa ciudad.
Sábado. Mientras los críos jugaban en sus cosas, me he puesto a escribir. Reconozco que no me ha salido nada o casi nada, pero tengo que volver a intentarlo. Es que soy muy exigente para estas cosas. ¡Hay tantas historias en la imaginación que quieren recuperar su vida! Eso de juntar letras y palabras no es tan fácil como parece. Tengo que sacar tiempo para leer y escribir. Después me los he llevado al cine a una peli en 3D. Me ha gustado. Sobre todo, estar con ellos.
Domingo. Hoy es el segundo día de la semana en que a los niños les corresponde estar con su padre. Tenía necesidad de hacerlo. Quería ayudar. Por eso esta tarde me presenté en el comedor social de Santo Domingo y les dije ¿qué puedo hacer? Llevé una bolsa grandota con alimentos y, rápidamente, me ví preparando bocadillos, utilizando dos cestas con barras de pan y las bandejas de embutidos ya cortados. Han sido unas cuatro horas de pie para esta mi primera experiencia. Duras por las carencias que he tenido que presenciar, pero gratas porque echas una mano donde te necesitan. Me han dicho, estos ángeles para los demás, que vuelva siempre que pueda.
Mientras Ana lee con atención estas breves reflexiones, de una semana para lo diferente, Marié observa un portaretratos anacarado que hay encima de la mesa. En la foto posa su psicóloga, acompañada de una niña pequeña, con rasgos orientales en el rostro. “Está muy bien todo lo que has hecho. Te veo muy valiente y debes continuar en esta línea de comportamiento para tu existencia. Pero he de decirte algo que también te puede ayudar. Esa regularidad, en la monotonía de la vida es algo que forma parte, no menos importante, de la estabilidad que todos necesitamos en nuestro anhelo. Es positivo que mañana sea igual, aunque aún mejor si nos esforzamos en aportarle un modelado algo diferente. Esa cromática diferencia la vas a encontrar, y lograr, en tu imaginación, en las ganas de vivir y en la fuerza que apliques a tu voluntad”.-
José L. Casado Toro (viernes, 11 de junio, 2011).
Profesor.
http://www.jlcasadot.blogspot.com/