miércoles, 29 de junio de 2011

Olga, Luis y Catherine.

Buenos días, hermoso día, Catherine, Olga y Luis. Hoy amanece una fecha radiante de luz, azul y mar porque, porque es el gran día de vuestro gran y merecido homenaje. Y es que hace un trocito, en el calendario de vuestras ejemplares biografías, cuando llegasteis a este entrañable Instituto de Málaga, dibujado con ese bello nombre de Nuestra Señora de la Victoria. Lo hicisteis con el ánimo juvenil de poder enseñar, instruir, formar y educar. Fue hace…. casi nada, tres décadas largas, en el almanaque de la memoria. Horas, meses y años en que, miles de almas, hombres y mujeres, han ido creciendo, aprendiendo y mejorando para la vida. Con vuestra ayuda, admirable y generosa, en el conocimiento, en los valores y en las capacidades y destrezas necesarias, a fin de alcanzar esa madurez ciudadana a la que todos, absolutamente todos, estamos gozosamente invitados en la responsabilidad adulta de nuestras semblanzas. Para aquellos que lean estas líneas, y no os conozcan de forma personal, debo aportar algún dato. Dña. Catherine Chantal Querment, Profesora de Francés; Dña. Olga Llamas Perdigo, Profesora de Inglés. D. Luis Prades Vázquez, Profesor de Física y Química. Estos tres ejemplares profesionales de la enseñanza, dejan, en este Curso 2010-11, que ya finaliza, la primera línea de frente, en la incruenta batalla del conocimiento, de los valores y de las ideas, para el magisterio docente, en el Instituto, en su Instituto de “toda una vida”. Aquél que llaman “Martiricos”, hermanado junto al río de la Ciudad (Guadalmedina), y por el que han pasado miles y miles de malagueños y naturalizados, en esta ciudad. Situada en una coqueta bahía que se deja acariciar por el susurro del Mediterráneo, bajo la figura maternal de una Penibética, protectora de una dulce atmósfera envidiada en lo universal. Atrás, en el recuerdo, quedan lecciones y exámenes, apuntes y claustros, memorias y tutorías, padres y madres, Sénecas y estadísticas, lágrimas y sonrisas, horarios y reuniones, LOES y LOGSES, decepciones y alegrías, fríos y terrales, fotocopias y afonías, villancicos y graduaciones, pizarras y pen drives, palabras y miradas, soledades y compañías. En este martes, 28 de junio, vuestros compañeros, familiares y amigos, vamos a estar junto a vosotros para deciros, en este merecido homenaje, gracias. Agradecimiento, más que merecido, por vuestro compañerismo, por vuestro buen hacer, por vuestro mejor estilo, en ese arte, difícil pero apasionante, incomprendido pero ilusionado, esforzado pero tan necesario, como es el de la educación de niños y jóvenes. Pasáis a una retaguardia, en la ciudad de las ideas y los corazones, en plena forma y con la conciencia, digna de aplauso, del deber cumplido. Y, fielmente, en vuestro Instituto. Éste que, hace pocas semanas ha cumplido el cincuentenario de muchos latidos y flores, en el jardín de lo humano. Y esa es, me lo vais a permitir, una de vuestras numerosas cualidades. Una humanidad, ejemplar, en el trato para con todos. Alumnos, compañeros de la administración y servicios, compañeros profesores, todos os queremos agradecer vuestra compañía, vuestro ejemplo y vuestro buen hacer. En este día “jubiloso” os van a decir que las puertas del IES. Ntra. Sra. de la Victoria, estarán siempre abiertas para vuestros deseos en la amistad. Me atrevería a matizar este generoso ofrecimiento. Esas puertas, que dan acceso a los jardines, patios, aulas y laboratorios, son innecesarias para vosotros. No se os tienen que abrir porque, porque sois parte sustancial y entrañable de este Instituto. Formáis, junto a tantos compañeros y compañeras, los firmes pilares en que se sustenta esta ejemplar y altruista comunidad educativa. Felicidades. Muchas felicidades, en esta bella jornada para vuestra vida.

Con el cariño, respeto y admiración.

José L. Casado Toro

28 junio 2011

viernes, 24 de junio de 2011

RITUAL Y RIESGO, EN UNA NOCHE DE SAN JUAN.

¿Verdad que todas las noches de San Juan tienen un algo especial? Tierra y Cielo lucen el misterio de una transición a la renovación en la vida. Hogueras, tintadas de color rojo y anaranjado, flamean al delirio, entre el miedo y el asombro tentador para lo espectacular. Sonidos que tensan y crujen el silencio en una noche de ensueño, en que las estrellas iluminan el espejo de una tierra susurrada y acariciada por el mar. Atmósfera invadida de fuegos dantescos, conformando figuras crispadas, con un olor a pólvora purificadora, en el segundero de la emoción y el latido vital. Danzas rituales sobre la arena mojada, hermanadas a unas llamas temblorosas de aquello que arde para limpiar nuestra conciencia y pesar. Sí, cuando suenen esas doce campanadas, que avisan del sentimiento emocionado, en los suspiros y en las miradas, todos, todos sabremos que ha dado comienzo un verano de expectativas e ilusiones, para protagonizar y disfrutar. En lo meteorológico nos dicen que esas puertas del estío se abrieron, de oficio, hace ya dos jornadas (el martes 21, a las 19,16 h). ¡Qué más da, la ortodoxia científica de lo oficial! Para ti y para mi, para aquel y el de más allá, esta noche es diferente para lo igual. Es la del fuego exterminador y los “júas”, que ríen y gritan en las hogueras, la de marismas placenteras, entre luces del espectro y corazones que anhelan soñar. Es la magia hecha noche, en que el verano nos renueva, para acercarnos a un sentimiento irrefrenable de vida, misterio y sonrisas, en nuestro periplo viajero por lo temporal. Noche de aquelarres y conjuros, fuego de brujas y llamas al viento. Ya, ya es el onírico día para San Juan. Y el verano, con su templada e iluminada ilusión ahí, aquí cerca, en y para nuestra vida, llega. Está.

Conocí a Sonia en una suave tarde de abril, dedicada al estudio. Cuando visitaba una biblioteca cercana, de esas que, silenciosas y acogedoras, se reparten y pueblan la ciudad. Le había fallado el único bolígrafo que llevaba y, al darme cuenta, le ofrecí un Pilot Super Grip con tinta supuestamente enlutada, de buen precio y excelente prestación. Coincidimos otras muchas tardes, sentados próximos en aquella mesa esquinada, vecina de un erguido y repleto estante con manoseados libros biográficos que proclaman vidas ilustres. En los intervalos de estudio, frente a las hojas de apuntes, fuimos intercambiando comentarios y observaciones que fue haciendo posible el milagroso acercamiento a una simpática amistad. Opositora sin suerte, tras cuatro intentos frustrados para una plaza de magisterio especial, cumple ahora cinco horas de trabajo, por las mañanas, en la recepción de un centro de rehabilitación y fisioterapia, próximo a la zona portuaria en nuestra planimetría urbana. Es morena, con ojos entre el verde y el azul natural, y luce una complexión física que tiende a la delgadez. Siempre me llamó la atención una frase corta que tiene tatuada en uno de sus pies. Ante mi dificultad para entender el texto grabado en su epidermis, otro día le pedí que me aclarase el contenido del mismo. Le dio ese típico ataque para la risa y me quedé sin conocer el trasfondo de su misteriosa epigrafía corporal. Temperamentalmente pendular en su carácter, oscila entre el explosivo optimismo para las pequeñeces y el depresivo nublado ante la dificultad. No ha tenido suerte en las relaciones afectivas. Dos noviazgos frustrados con personas inmaduras, uno de ellos de carácter posesivo y egolátrico, mientras que el otro rendía un culto patológico, en lo exagerado, a la práctica deportiva. Ahora, con veintinueve anualidades para su vida, busca una relación estable con un compañero idealizado en su ilusión. Pero lo necesario se torna difícil, cuando median atracciones e intereses de esta complicada naturaleza. Algo sé de su historia y, un poco también, es lo que puedo contar.

Al margen de esas pequeñas charlas, vinculadas al núcleo relacional en la biblioteca, fue el correo, del punto com y el punto es, quien coordinó y posibilitó nuestro conocimiento recíproco. Aficionados ambos al cine, solíamos intercambiar chascarrillos e informaciones curiosas acerca del movimiento fílmico en cartelera. No sólo la comercial, sino también aquella otra señalada a las veinte horas y de coste gratuito para cinéfilos, en los diversos centros culturales de la oficialidad. Y en esto, va un día y me comenta en un e mail que se siente muy esperanzada. En eso de las redes sociales, para conocer parejas y amistades, ha encontrado respuesta en una persona que parece íntegra y de buen llevar. “Me dice que tiene seis años más que yo, y que hace ya cuatro fracasó en su matrimonio. Parece ser que su ex se metió en eso de la cosa política y cada día desatendía más sus obligaciones como madre de sus dos hijas. Llegaron las discusiones, los reproches y las escenas desagradables en el hogar. Total, que le comieron el coco a esta mujer en el partido y aquello acabó como el Rosario de la Aurora. Ahora él creo que vive en un pequeño apartamento de Torremolinos, pues allí trabaja en una empresa de montajes eléctricos. Se siente solo y busca una compañera para recuperar la estabilidad en su vida. ¿Qué te parece todo esto que te cuento?”

Lo cierto es que entre Sonia y yo se había generado una atmósfera de bastante respeto y no menos confianza. Ambos teníamos una profesión vinculada a la docencia. Aun vinculados a generaciones muy diferentes, la proximidad docente había hecho posible esta simpática relación, prácticamente en base digital, entre una todavía joven opositora y un veterano profesor, con muchas horas de vuelo y combate afectivo en las aulas. Le comenté, de una manera explícita y responsable, que tuviera precaución con estas amistades conseguidas a través de la red, en Internet. En una mayoría de casos, nunca responden a la verosimilitud de los datos que aportan unos y otros. Y en cualquier momento te puedes encontrar con situaciones muy desagradables e insospechadas, incluso de alto riesgo. Pero a mi impulsiva amiga se le había despertado ese fulgor o ansiedad por no perder el tren relacional. Me comentaba que, muy próxima a cumplir los treinta años, necesitaba vincularse a una persona que complementara su carácter y con la que pudiese trazar un proyecto de vida, para la segunda gran etapa de su existencia.

Tras mi prevención y consejo, nuestra comunicación digital se fue temporalmente espaciando. En su ánimo impetuoso no le agradó mi punto de vista receloso acerca de esa apasionada amistad. Relación conseguida en las redes inciertas de uno de los muchos programas de parejas que navegan, por un mar de soledades, en la telaraña comunicativa de Internet. Sin embargo, una noche de junio, Sonia me envía un nuevo y largo comunicado. “Estoy feliz y nerviosa al tiempo. Por fin, nos vamos a conocer. Ambos éramos un poco reacios a dar ese paso del cara a cara. No ha habido fotos de por medio. Sólo correos y palabras, cada vez más cariñosas y afectivas. Fran, ese parece ser que es su nombre, da una imagen de persona prudente y poco amiga de adelantar el tiempo de la oportunidad. Pero ayer me regaló un propósito que me entusiasma. Cree llegado el momento de que nos conozcamos de una forma directa. Y, de mutuo acuerdo, hemos elegido una noche mágica en el calendario. La de san Juan. Faltan sólo cinco días que, de verdad te lo aseguro, se me van a hacer interminables. La silueta personal, que uno y otro nos hemos dibujado en la imaginación, por fin se va a concretar, para nuestros deseos y necesidad”.

Habían previsto dar ese gran y primer paso en la noche de hogueras, cantos y rituales, junto al oleaje del mar. Ambos se reconocerían por una vestimenta previamente concretada. Camiseta de color fucsia, bermudas azules y playeras blancas, ella. Un polo celeste, vaqueros azul oscuro y playeras negras, él. Iba de romántico el encuentro. En sus manos llevarían una flor, como regalo y sorpresa, pues simbolizaría algún mensaje implícito, por su color y naturaleza vegetal. “¿Y qué flor has elegido, Sonia? No te lo puedo decir, a ti tampoco. Solamente lo sabrá Fran, cuando estemos al frente, uno del otro”.

Con no escaso nerviosismo, pero llena de ilusión, intriga y necesidad, Sonia llegó presurosa, puntual, a la cita. Al punto, las manecillas del reloj marcaban las once. El lugar de encuentro pactado era junto a la coqueta farola marinera del malacitano Parque Huelin. La amplia zona estaba repleta de una muchedumbre festiva. Era mucho el gentío de personas que acudía a buscar un buen sitio, a fin de ver la quema del “Júa” oficial en el municipio. Los chiringuitos de la zona, entre las numerosas barbacoas familiares sobre la arena, estaban a tope de comensales. Una orquestina, con vestimenta y sonidos pueblerinos, mezclaba canciones de moda con algún que otro pasodoble, a fin de animar la espera de un personal ansioso de fiesta y jolgorio. Las traviesas manecillas del reloj siguieron su rítmico curso, impasibles ante el desánimo progresivo de esta mujer al no identificar, entre las personas que por allí discurrían, la figura con vestimenta pactada de ese ansiado interlocutor llamado Fran. No supo contar las veces que, caminando despacio, e intercalando paradas, dio vueltas y vueltas a la plazoleta en cuyo punto central se halla una marinera farola blanca, que coquetea lustrosa con el lugar. Pues sabe adornar y embellecer, con hábil estética, ese gran espacio circular, próximo al lago artificial que se hermana a la playa. La música de la ruidosa orquesta dejó de sonar y el viento se llenó de otra música grabada, plena de sensualidad y misterio. Al pronto, unas palabras bien pronunciadas dieron paso al estallido del fuego, en la gran hoguera, y a otras luces espectaculares con sabor a pólvora que iluminaron y rasgaron, con pinceladas de color y cielo, la noche misteriosa y purificadora de San Juan.

Caminando de vuelta a casa y con los pies llenos de arena, pues al final quiso cumplir con el rito de “bañarse” acercándose a la orilla de la playa, se preguntaba una y otra vez, en silencio y profundamente triste y decepcionada, sobre los motivos para la incomparescencia a la cita de su Fran. Aquella misma madrugada, le escribió un correo con sólo dos palabras. ¿Por qué? Aun enfadada, esperó una respuesta junto al portátil que no llegó, ni esa noche ni en el resto de los siguientes días. “Olvida ya definitivamente esa historia” le dije. Pero, conociendo su carácter, era normal que no atendiera a mi sensata sugerencia.

Pasaron dos o tres semanas y una tarde Sonia fue a buscarme, algo alterada, a la biblioteca. Me había avisado la tarde anterior con un correo, pues algo importante quería contarme. Ya con una taza de té sobre la mesa, se sinceró narrándome el misterioso final de la historia. Le había enviado numerosos mensajes a Fran. No sabría decirme el número exacto de esos e mails, en los que, utilizando diversos argumentos, trataba de reanudar la comunicación con su misterioso interlocutor. Todos ellos baldíos, sin una respuesta para el sosiego. Al fin, hace dos días, vio en el escritorio de su ordenador un correo, cuyo título era “No debe responder a este contenido”. El remitente era un nombre de origen extranjero, posiblemente, de la Europa oriental. Aunque en algunas ocasión le comenté, en la prudencia, que no lo hiciera, abrió el mensaje. Había un texto corto e imperativo que le decía, básicamente, lo siguiente; “No moleste más con sus correos. Carece Vd del perfil que necesitamos. Por su bien, olvídese de la historia en la que ha estado inmersa”.

La ví realmente asustada. Le tranquilicé, aconsejándole que borrara toda esta historia de Fran en su memoria. Que si volvía a recibir otro correo al respecto, acudiera de inmediato a la policía. Me pregunto ahora si Sonia es consciente del peligro al que estuvo expuesta aquella noche, en ese inicio de san Juan. El viento de terral, junto a las flameantes hogueras, había elevado el nivel térmico de una noche sembrada de misterio, decepción y miedo.-

José L. Casado Toro (viernes, 24 de junio, 2011).

Profesor.

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

viernes, 17 de junio de 2011

¿POSEE ALGÚN SENTIDO SUFRIR?

Cumple ya ocho fructíferos años, desde su primera edición en La Esfera de los Libros, allá en el 2003. Según datos de Internet, se han vendido más de 200.000 ejemplares, a través de numerosas reediciones de su contenido. La autora de este interesante y útil libro, La inutilidad del sufrimiento, es la psicóloga madrileña María Jesús Álava Reyes (1954). Y el subtítulo que completa la plaqueta titular responde a Claves para vivir de una manera positiva. Tuve la oportunidad de adquirir y leer este manual hace ya algo de tiempo, pero todavía recuerdo la estructura que presidía la exposición de su autora. A través de numerosos ejemplos, concretos y reales, elegidos entre su copioso archivo profesional, María J. Álava analiza muchas de las causas que nos hacen sentirnos infelices, proponiendo, al tiempo, pautas renovadoras de comportamiento que nos ayuden a controlar situaciones y conflictos, a fin de integrarlos en la normalidad cotidiana de nuestras vidas. La tesis que propone, en el título de este manual para la autoayuda, es que todo sufrimiento resulta profundamente inútil, porque nos entristece, nos bloquea en nuestra capacidad de reacción y nos hace perder un tiempo precioso para madurar y caminar por la vida, con el talante de una actitud positiva ante la dificultad.

Traigo a colación este trabajo realizado en el ámbito de la psicología, porque en tiempos de crisis resulta inteligente afrontar los retos y problemas con un talante valiente y positivo, a fin de integrar y superar atmósferas adversas. Y aunque debe ser argumento para otros artículos de opinión, quiero hacer mención a la alusión que he realizado de tiempos de crisis. Debería añadir, fase o etapa de crisis para el contraste. Pues al tiempo que todos las tardes podemos ver una larga fila de personas en el malagueño comedor social de Santo Domingo, organizado por la benefactora organización de Los Ángeles malagueños de la Noche, fila alargada de personas con grave dificultad económica, las cuales reciben de forma diaria algún alimento para subsistir, pásese Vd por chiringuitos, mesones y restaurantes urbanos o rurales, en un mismo fin de semana. Verá que no queda un asiento libre. Incluso hay muchas listas de espera, telefónicas o personales, para menús de 30 euros o más el comensal. ¿Nos hemos fijado cómo se retiran, en esos restaurante, los platos de los comensales, repletos de alimentos no consumidos y que van sin el mayor raciocinio al cesto de la basura? Tiempos contrastados de crisis, que debemos tratar en otro de estos escritos semanales.

Efectivamente, al cabo de las veinticuatro horas que integran el día, llegan a nuestro círculo vivencial, incomodidades, adversidades, problemas de muy diferente índole y nivel, que nos aturden, desconsuelan, incomodan e, incluso, deprimen. Y lo que supone una tara de mayor gravedad. Generan en nuestro ánimo un estado de sufrimiento que normalmente nos entristece y bloquea para la necesaria e insoslayable capacidad de reacción. Y lo más grave de su penosa influencia, es que, en una mayoría de casos, no poseen ni la gravedad ni la trascendencia necesaria para sumirnos en ese estado de postración o hundimiento que tanto y cruelmente nos afecta. Y esto se puede fácilmente evaluar cuando, al paso del tiempo, comprobamos la verdadera trascendencia o naturaleza del hecho en que nos hemos visto inmersos.

En modo alguno se quiere, con esta última afirmación, reducir o desvirtuar la importancia de situaciones que están vinculadas con estados degradados en la salud, relaciones sociales en lo humano o materiales, para el ámbito de lo económico. Por supuesto que no. Pero sí es más que imprescindible relativizar y ubicar en su exacta dimensión la naturaleza del hecho. Evitar, en la medida de lo posible, la sobredimensión que adjudicamos a esa situación que repercute en nuestro ser y existir. ¿Por qué mantenemos este planteamiento renovador? Fundamentalmente porque la exageración en la naturaleza del hecho va a impedirnos o dificultarnos las respuestas para una racional superación del mismo. Solución que necesitamos y que, en modo alguno, debemos o podemos “aparcar” u obviar.

Una primera medida de reacción en la respuesta es asumir el problema. Aceptarlo como parte inevitable de la naturaleza humana, que incide y subyace en nuestra persona. La rebeldía, ante aquello que se guarnece o presenta con ropajes de evidencia, es una posición que adquiere el gesto de lo infantil y los síntomas de la irresponsabilidad. Como antes se manifestaba, habrá que analizar y calificar la verdadera naturaleza del hecho. Por leve o grave que sea, hay una primera salida en el oscuro bosque de los agobios. Relativizar la verdadera gravedad de su naturaleza. Es evidente que podía haber sido peor o más lesiva su influencia para nuestras vidas ¿verdad? Miremos, observemos y reflexionemos en nuestro entorno, próximo o mediato. Hay hechos peores y más graves que afectan a otros. Y que también podrían llegar a nuestras vidas. Por eso es aconsejable y saludable relativizar la trascendencia que hemos concedido en la primera sobredimensión de aquél.

Ahora, en 2º lugar, habrá que buscar y dibujar soluciones. Por nosotros mismos, en nuestra privacidad o ayudados por otros que, sin duda, poseerán un mayor nivel o calidad en las pautas de objetividad. Poco a poco, con facilidad, esfuerzo o “sufrimiento”, encontraremos algunas soluciones que reducirán, resolverán o, al menos, paliarán los efectos sus negativos efectos, de todo nivel y carácter. Hay terapéuticas que resultarán fallidas. Pero en los estantes de las formulas magistrales farmacéuticas siempre estará esperándonos otras fórmulas que sí, para este caso, tendrán la categoría de medicinas adecuadas. Igual no sanan la patología, en su totalidad, pero, al menos, ayudarán a sobrellevarla y a reducir su influencia con sus efectos inhibidores y pesimistas.

En alguna otra ocasión se ha hecho alusión en estas páginas a una sencilla, pero eficaz, estrategia para afrontar los tiempos áridos, en el lienzo humano de lo cromático. Me refiero a lo que denominamos ley de las compensaciones, presente en tantas y tantas de las situaciones humanas. Hay que saber paliar o reducir la amargura con el néctar azucarado, psicológico o material, de la compensación para nuestra necesidad. Y es que la propia vida fluye o funciona, en esa misma dimensión. No todo va a ser negativo. No todo se va a vestir con los aditamentos de la esplendidez. Y si el propio entorno no equilibra nuestro retroceso o bloqueo con esa también ley de lo imprevisto u ocasional, tendremos que aplicar el esfuerzo en ir a la búsqueda de ese algo que nos puede traer de nuevo al rostro psicológico de nuestro ánimo un mejor semblante para el continuar. ¿Compensaciones?

Un regalo, ese paseo, una práctica deportiva, una música, una canción, un atardecer, una oportuna compañía, cambiar el mobiliario, una lectura, una llamada telefónica, una sonrisa, una afición, modificar el vestuario, un gesto para con los demás, unas letras en el papel, un amanecer, un jardín, un viaje, un sueño que se hace real, un alimento, un saber esperar……. Etc. Las hay. Ahí están. Prestas y solícitas a nuestra compañía, para la necesidad.

Como acertadamente manifiesta nuestra autora, el sufrimiento carece de sentido u operatividad. Sufrir por sufrir, difícilmente resuelve el conflicto. Y no es bueno quedarse, con pesimismo rayano en el masoquismo, braceando sin solución en el pantanoso lago de las adversidades. Siempre habrá una puerta, iluminada de luz y color, por donde se pueda penetrar al otro entorno, también natural y vital, de la esperanza. Incluso en el ámbito de la enfermedad, la medicina lucha por evitar, en los distintos flancos de la batalla, que el paciente sufra. O, en todo caso, porque sufra lo menos posible. A pesar de que, es ley de vida, en muchos de los casos esa batalla esté perdida para la vida. Pero paliando, con la ayuda de la técnica, ese sufrimiento degradado para lo somático e, inevitablemente, también para lo psíquico o espiritual.

A pesar de todos los pesares, mañana de nuevo nos va a iluminar el sol. El mar y sus olas nos van a humedecer en la aridez y sequía de nuestros desalientos. A pesar de que hay mal y suciedad en nuestro entorno, también reclama su atención la bondad y limpieza de comportamientos honestos y ejemplarizantes. Pero hay que buscar ese amable amanecer que compense y supere las tinieblas de un anochecer brusco y hostil para la cordialidad. Es una aconsejable e ineludible postura que hunde sus raíces en la racionalidad, en lo imaginativo y en el dinamismo constructivo para la superación.

¿Es totalmente inútil ese sufrimiento, concretado en diversos grados y niveles de potencia? Bueno, si éste ha de llegar, al menos nos hará practicar la virtud de la humildad y sencillez para lo humano, aceptando que está ahí, incardinado en nuestra propia naturaleza. Y no deben avergonzarnos unas lágrimas que broten translúcidas por el rostro de la desesperanza. Puede haber otras, no menos translúcidas o viradas de cromatismo que refleja el espejo de lo natural, que muestran la alegría. Alegría por la amistad, por la generosidad y por la bondad solidaria. En una época enferma y lastrada por la endemia del egoísmo, es una saludable medicina la virtud de pensar y hacer más, mucho más, por los demás. Nos estaremos ayudando a nosotros mismos. Esa sí que es una regla básica, imprescindible, de todo capítulo para la autoayuda.-

José L. Casado Toro (viernes, 17 de junio, 2011).

Profesor.

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viernes, 10 de junio de 2011

EL DULCE LETARGO DE LA MONOTONÍA.

Nuestra protagonista responde al nombre de Esther. Maria Esther se halla en esa década de transición, para casi todos nosotros, aquella que supone afrontar, con actitud inteligente, las cuatro décadas en el calendario existencial. Mujer independiente, desde aquellos años en que la infancia florecía, su recorrido vital tiene un esquema bastante generalizado, dentro de los comportamientos humanos. Despierta y hábil en los estudios, fueron enriquecedores sus años educativos cursados en las Esclavas, tanto en Cerrado como en Liborio, aquí ya sin uniforme. Su protagonismo sociológico también continuó allá en el altozano del Ejido, donde logró finalizar Económicas, carrera que nunca la entusiasmó en su proyecto para la vida. Sin embargo, quiso seguir la tradición de su padre, ahora ya jubilado tras la última etapa en la dirección de una entidad bancaria, ubicada por la costa occidental. Formó su matrimonio, a los veintiocho, con Nando, aparejador y siempre metido en triquiñuelas de faldas. Hicieron dos hijos. Linda, diez añitos, y Luis, con tres menos. Los dos viven junto a su madre, desde la ruptura matrimonial, cuatro años ya, con un marido que la engañaba por ciclos trimestrales, un ritmo muy curioso para la convivencia. Y no es que Esther carezca de un físico atractivo, ni que sea aburrida de carácter. Es que su ex es todo un personaje para eso de la infidelidad y las nuevas experiencias humanas. A pesar de los embarazos, y de la cómoda situación financiera de Nando, ella nunca dejó de trabajar en ese sector que su padre tan bien conoce. Precisamente ahora ocupa la misma oficina que su progenitor dirigió en su última fase profesional. Se desplaza, en un sufrido utilitario celeste, todos los días a Benalmádena, donde se halla la sede de una pequeña sucursal bancaria, perteneciente a la entidad que publicita nuestro campeón mundial en la Fórmula uno. Mientras, los niños están en el cole y una ayuda por horas ordena la casa. Mantiene una correcta relación con el que fue su marido que sigue libando, de flor en flor, pues así es su carácter. Es todo un portento en la investigación sexual al que, por ahora, nadie ha logrado enderezar para el sosiego en su regularidad relacional.

Esther atraviesa una época de esas que denominaríamos incómoda. No es que le pase nada super grave, en esta fase. Pero le ocurre o afecta casi todo, provocado básicamente, por un profundo vacío en la monotonía existencial. El problema está ahí. Hacer o dibujar casi todos los días en lo mismo. Para llegar, al final de cada jornada, a la dura percepción de que no se ha hecho nada o casi nada nuevo o diferente. Unos, más valientes para el análisis, lo denominarán aburrimiento. Otros, más finos en el léxico, lo calificarían de letargo vivencial. Realmente, esta época de los cuarenta ha sido usualmente considerada como una etapa difícil en la vida. La juventud dijo un adiós, no muy vibrante y, en cuanto a eso de la madurez, es algo que te atrapa, normaliza, estabiliza y deteriora, a poco que, por el contrario, te lo sepas organizar con imaginación novedosa. Porque lo más probable, y frecuente, es que acabes en el mecanicista club de los aburridos sin horas. O con todas las horas del minutero. Como esos días, virados en la foto, de viejo color, porque éste ha perdido ya su estimulante cromatismo dinámico. Total, que alguna amiga de bien le sugirió la idea y Marié (así la llaman, en lo familiar) pidió cita con una profesional, de buen renombre en el mercado editorial de las autoayudas. Esto de visitar al psicólogo no es una decisión de tanto impacto, como si fueras al otro especialista del ramo. Ponerte delante de un psiquiatra es algo que aún no se asume o generaliza en estos lares de la cultura mediterránea. Lo del psicólogo es un inicio mucho más llevadero y aceptable, para los momentos de atmósfera nublada en el atardecer. ¿Verdad, Esther.

Miércoles tarde, en consulta. Ana, una agradable profesional de una quinta similar a la de Esther, va rellenando, con la parsimonia del tiempo en necesidad, un largo cuestionario integrado por items de la más variada naturaleza. A esta primera sesión, seguirían regularmente otras, con ese mecánico ritmo en cada mitad de semana. Con el paso del tiempo, estas dos personas, que prestan culto al necesario y vitalizante diálogo, superarían la categoría de profesional y paciente para alcanzar la naturalidad de dos amigas, unidas en la intimidad para el café de la tarde.

"Marié, voy a proponerte una experiencia que vas a llevar a cabo durante la próxima semana, en la que no podremos vernos por mi viaje a Soria, ya sabes, una reunión o congreso de mi especialidad. Te propongo que, durante cada uno de esos siete días, hagas algo que normalmente no harías o realizas, por causas de acomodo, costumbre o dificultad personal. Algunas de las que elijas, han de llevar en su desarrollo una cierta dificultad personal. Pero lo habrás de intentar y entregarte con toda convicción y esfuerzo en la fé del creyente. Potenciarás tu propia capacidad para superar hábitos consolidados, esquemas memorizados y bloqueantes que atenazan esas posibilidades de cambio que, con tanta ansiedad, anhelas y realmente necesitas. Ya, al enfrentarte con la intimidad de la noche, escribirás un resumen de esa pequeña o gran excperiencia que, con decisión has logrado emprender, desarrollar y culminar. Te sentirás feliz y realizada, porque eso que era inusual, imviable o difícilmente posible, tú lo has hecho real, venciendo a esos “demonios” que lastran la sed dinámica de una vida enmohecida por el sopor del “siempre lo mismo”. Le vas a echar vitaminas a una autoestima adormecida por un ritmo paralizante en lo existencial. Leeremos, y comentaremos juntas, esas reflexiones, trazadas en el papel del ordenador con letras que ríen y danzan para gloria de tu capacidad. Y esa novedad, en el día, hará que ese martes o jueves ya sean diferentes de tantos otros, grises y eclipsados por el riesgo y sopor de la pasividad. ¿Qué te parece la propuesta?"

Aquella misma noche, Esther, recostada entre el grueso almohadón y un simpático cobertor de colores, libreta en mano, trata de hacer un listado de actividades, entre las que elegir las siete más interesantes para la semana próxima, en cada uno de sus días. ¿Qué me haría ilusión? ¿cuál es esa cosa que me provocaría interés y entrega, al margen de su dificultad? ¿Y por qué no voy a ser capaz? Me haría tanta ilusión.......

Lunes. He llamado por el móvil a Nerea. ¡Ha sido.... lo más difícil! Fue mi amiga íntima, casi una hermana, en los años de bachillerato, en las Esclavas, amistad que continuamos en los pabellones de Económicas, pues siempre nos sentábamos juntas. Un compañero de trabajo, amigo común, me confesó un día tristísimo para mí, que ella y Nando me estaban engañando. Ël y mi ex marido casi llegaron a las manos pero, al final, la verdad se hizo real con pelos y señales. Fue un error darle otra oportunidad al que era padre de mis hijos. A ella dejé de hablarle, profundamente traicionada y dolida. Cuando hoy marqué su número, tras seis años de silencio, su respuesta fue de sorpresa y vergüenza. Le he preguntado, con valentía, por qué me hizo, como se atrevió hacerme aquello, ella que era mi mejor y “fraternal” amiga. Me siento mejor….. sabiendo perdonar.

Martes. Me he inscritio en un centro deportivo, para ir a practicar ejercicios y natación, por las tardes. Sin quererlo, voy cogiendo gramos que se me van acumulando principalmente en las piernas y glúteos. Y eso de que no soy de mucho comer. Me ha dicho el socorrista, Tello, que tengo que extremar la regularidad en el ejercicio ya que, en caso contrario, el esfuerzo no me serviría para nada. El bañador, azul y celeste que me he comprado es una joya. Me siento ilusionada, ya que me percibo atractiva y más joven.

Miércoles. Linda y Luis han estado con su padre. Merienda y cine, lo de siempre. He aprovechado para escaparme a la colina de Gibralfaro y, allá en el Parador, con la plácida soledad de la tarde, tomarme un té moruno y observar. Ver. Y saborear, el maravilloso atardecer sobre una costa azul y blanca, la bahía de Málaga adornada por el mágico anaranjado solar. He cerrado varias veces los ojos. Y he sentido en mí. Pero sobre todo, en los demás. Hay mucha gente a mi alrededor que, a su manera, me quiere y valora. Quiero mejorar como persona. Por mí. Pero, sobre todo y también, por ellos

Jueves. Hoy, ha sido muy, muy difícil para mí. Linda me hizo, hace un mes, dos preguntas sobre temas de sexualidad. En aquella ocasión le dije que aún era muy pequeña para hablar de estas cosas. Pero, esta tarde, mientras Luis estaba en casa de su primo Javi, nos hemos ido a merendar a una cafetería que le gusta. Después, hemos ido dando un paseo al Parque Huelin, y sentadas en un banco que mira al mar, me he atrevido a dialogar con valentía y sencillez con mi hija. Le he explicado, con naturalidad, esas dos preguntas que, por cobardía, no supe afrontar hace unas semanas. Cuando terminé de hablar, hecha la verdad un manojo de nervios, Linda me miró con esos ojitos de ángel y acercándose, me besó y quedó recostada entre mis brazos. ¡Gracias, mami! Ella y yo quedamos en silencio, unidas por el cariño de la confianza.

Viernes. Les había prometido ir a visitar un museo. Merendamos y a las seis y media ya estábamos en el Centro de Arte Contemporáneo. Ha sido divertido, pues ninguno de nosotros entendíamos nada de las figuras y de las pinturas allí expuestas. Luisito no paraba de hacerme preguntas y yo me inventaba algunas cosas, entre las risas continuas de Linda. Hemos quedado que, una vez al mes, visitaremos uno de los museos que hay en esta preciosa ciudad.

Sábado. Mientras los críos jugaban en sus cosas, me he puesto a escribir. Reconozco que no me ha salido nada o casi nada, pero tengo que volver a intentarlo. Es que soy muy exigente para estas cosas. ¡Hay tantas historias en la imaginación que quieren recuperar su vida! Eso de juntar letras y palabras no es tan fácil como parece. Tengo que sacar tiempo para leer y escribir. Después me los he llevado al cine a una peli en 3D. Me ha gustado. Sobre todo, estar con ellos.

Domingo. Hoy es el segundo día de la semana en que a los niños les corresponde estar con su padre. Tenía necesidad de hacerlo. Quería ayudar. Por eso esta tarde me presenté en el comedor social de Santo Domingo y les dije ¿qué puedo hacer? Llevé una bolsa grandota con alimentos y, rápidamente, me ví preparando bocadillos, utilizando dos cestas con barras de pan y las bandejas de embutidos ya cortados. Han sido unas cuatro horas de pie para esta mi primera experiencia. Duras por las carencias que he tenido que presenciar, pero gratas porque echas una mano donde te necesitan. Me han dicho, estos ángeles para los demás, que vuelva siempre que pueda.

Mientras Ana lee con atención estas breves reflexiones, de una semana para lo diferente, Marié observa un portaretratos anacarado que hay encima de la mesa. En la foto posa su psicóloga, acompañada de una niña pequeña, con rasgos orientales en el rostro. “Está muy bien todo lo que has hecho. Te veo muy valiente y debes continuar en esta línea de comportamiento para tu existencia. Pero he de decirte algo que también te puede ayudar. Esa regularidad, en la monotonía de la vida es algo que forma parte, no menos importante, de la estabilidad que todos necesitamos en nuestro anhelo. Es positivo que mañana sea igual, aunque aún mejor si nos esforzamos en aportarle un modelado algo diferente. Esa cromática diferencia la vas a encontrar, y lograr, en tu imaginación, en las ganas de vivir y en la fuerza que apliques a tu voluntad”.-


José L. Casado Toro (viernes, 11 de junio, 2011).

Profesor.

http://www.jlcasadot.blogspot.com/

viernes, 3 de junio de 2011

EN UN DIA ESPERADO, PARA LA FIESTA DE GRADUACIÓN.

“Llora, llora todo lo que quieras, hasta que te canses. Pero esto es lo que hay. Te lo he explicado una y otra vez. Pero tú, con esa cabezota dura que tienes, sigues con lo mismo, sin querer entenderlo. No te puedo comprar el traje. Que no y que no. No tengo dinero para hacerlo. Por más que berrees y patalees. Ahora mismo hay cosas y necesidades más importantes en esta casa. No me puedo gastar los noventa euros del traje y los cerca de cuarenta que valen esos zapatos. Y vaya que la señorita ha elegido un modelo “baratito”. Sabiendo cómo estamos, te vas a mirar la ropa en el Corte Inglés. Tú, pareces que no vives en la realidad. ¿Sabes que el “desgraciao” de tu padre lleva tres meses sin pasarme un euro? Todo es para esa niñata, con la que se ha liado. Y dice que se ha quedado en paro, en la obra. Él sabrá. Igual esa “zorra” lo está manteniendo”.

Mientras, Deli, recostada en la cabecera de su cama, enfundada en ese pijama celeste y fucsia, gastado pero acogedor, continúa con sus lagrimones que circulan por un rostro fino y rosáceo, partiendo de unos lindos ojos que lucen la brillantez de unas atrayentes esmeraldas. Aunque, hace meses ya, cumplió los diecisiete, continúa en sus reacciones y argumentos con ese aire infantil y de posiciones testarudas, de la que siempre ha hecho gala, rasgo que la identifica desde que era pequeña. Hija única de unos padres jóvenes, que fueron al matrimonio por la obligación de un embarazo inoportuno, fruto, tal vez, de un domingo otoñal en las travesuras de pandilla. Nuestra protagonista es voluntariosa y constante en sus estudios. Sin alcanzar la brillantez en las notas, ha ido aprobando los cursos, año tras año, ayudada por la dureza de su madre, Raquel, especialmente en la etapa de Primaria. Este año va a aprobar todas las asignaturas del bachillerato, el último curso en la Enseñanza Media. Incluso piensa matricularse para la Selectividad, aunque su madre quiere que haga un módulo de grado superior, ya que esta vía la ve con más salidas para lo laboral. Pero a Deli, desde siempre le han gustado los niños. Eso de la Educación Especial, en el magisterio, le atrae. Viven en una zona periférica de la ciudad. Su piso es dignamente modesto, en la sexta planta de una torre de viviendas populares, construida allá en los años sesenta. Sociológicamente, es considerado por la ciudadanía un barrio conflictivo, pero su padre, obrero no cualificado de la construcción, y su madre, trabajadora temporal en un macrocentro comercial, nunca han tenido graves problemas con la vecindad. Raquel, ahora, también lleva unos cuatro meses sin que la llamen desde su empresa, por lo que han tenido que ajustarse en los gastos y recibir alguna ayuda, por parte especialmente de la abuela materna.

Verdaderamente son problemáticos estos finales de Curso, cuando fluyen, en lo lúdico, fiestas, celebraciones y conmemoraciones. Al tratarse, en el caso que nos ocupa, de jóvenes que aún no están habituados a relativizar la importancia de lo que supone ir vestido, de una forma u otra, a estos eventos, potencian en demasía los aditamentos con que revisten su fina estructura corporal. Es cierto que, para ellos, es su gran día, donde magnifican el lucimiento personal, y de imagen, sobre otros valores de la persona. Y el problema se genera cuando unos sí pueden reclamar de sus familias importantes gastos, a fin de costear ropa, zapatos, alguna colgadura, arreglos de peluquería y la cena, en algún local de marca emblemática. Sin embargo, para otros, el coste de esos extraordinarios festivos no puede ser sufragado por sus familias. No pueden comprar aquello que su hija o hijo les reclama. Y esta respuesta negativa, por parte de los padres, genera en muchos hijos una variable frustración, decepción y enfado, al comparar y comprobar que otros compañeros sí acceden a esa ropa que a ellos les gustaría lucir. El drama, para algunos, puede ser bastante profundo. Incluso el disgusto subsiguiente puede afectar a sus niveles básico de autoestima. Por supuesto que nadie va a desconocer que, para estos padres, ver a sus hijas adolescentes derramar lagrimones y desconsuelos en su ánimo, también supone dolor y frustración, por mucha racionalidad y explicación que aporten oponiéndose a estos gastos extraordinarios.

Un día, es un día. Una jornada muy especial, en la corta trayectoria biográfica de estos jóvenes estudiantes. Parece lógico y justificable que ellas anhelen aparecer guapas y espectaculares, ante sus familiares, amigos y compañeros. Es comprensible que ellos, también, deseen mostrarse elegantes y atractivos. Utilizar el término de presumida o presumido, en estas circunstancias de celebración y edad, no parece que sea especialmente justo o afortunado. Y no es sólo por su edad, sino porque también muchas personas mayores tampoco rechazarán, todo lo contrario, el mostrarse bien parecidos ante sus semejantes, en una circunstancia tan señalada como especial. A pesar de todo este planteamiento, es bueno decirles que hay no pocos valores en la persona que están muy, muy por encina, en una escala jerárquica, de aquellas apariencias formales y externas que solemos ofrecer y potenciar. ¿Y cuál es el ropaje con el que lucen las flores? Ellas no visitan Bershka, Zara u otros establecimientos de moda. Sin embargo, no hay “vestidos” tan hermosos y atrayentes como el que estos seres de la naturaleza, tan bellamente, ostentan. Tampoco acuden a las zapaterías de renombre, ni se pasan horas en la peluquería moldeándose el cabello. Su belleza es natural, aquella que la naturaleza les ha regalado para uso y disfrute de todos los que podemos gozar en su contemplación. Y podríamos hablar de los perfumes. ¿Hay algún producto de laboratorio que iguale al aroma natural de una flor? Seguro, seguro que no. Pero a los humanos nos cuesta mimetizar, en nuestra ruda testarudez, el limpio mensaje cromático que generosamente nos ofrece la sabia naturaleza.

Fueron un par de semanas, días de un caluroso mayo, verdaderamente ingratos para la sensibilidad inmadura de Deli. Sus amigas y compañeras de clase comentaban, con gran lujo de detalles, las tiendas que habían visitado y el acierto del modelo elegido, con la anuencia económica de sus padres. Colores, hechuras, complementos y, por supuesto, esos zapatos o sandalias, montados sobre unos diez-doce centímetros de tacón y alguna que otra plataforma. Verlas caminar, y subir los escalones hacia la tarima del homenaje, va a suponer todo un espectáculo, digno ejemplo para el humor del absurdo. La experiencia de muchas celebraciones, así lo confirma. Por fin, unos días antes de la fecha señalada, a comienzos de Junio, nuestra joven adolescente asumió resignadamente la situación y se dispuso a buscar en su acogedor, pero modesto, armario alguna solución para ese viernes de fiesta, en el patio del Instituto. Día en el que abundarían las miradas, los comentarios y gestos, para los que mejor hayan destacado en esa “pasarela” para la ilusión. ¡Podría servir el traje que me puse el año pasado, en el cumple de mi primo Javi! En cuanto a los zapatos, éstos azules quedarían bien con el tono celeste de la falda. Me van a dar mucho calor, pues son cerrados y preparados para el frío del invierno, pero qué le vamos hacer. La camisa, blanca y con botoncitos anacarados, hace juego con múltiples posibilidades de ropa. Y pensar cómo van a ir la mayoría……

Aquel viernes, dibujado en el lienzo de Primavera, supo amanecer con un cielo celeste inmaculado y con una temperatura, dulce y cálida, que nos hacía confiar en la llegada de un inmediato verano, intenso de luz y color para la alegría. Deli permanecía recostada entre las sábanas, aprovechando esos minutos imposibles que durante el curso no es fácil saborear. La noche anterior había estado ordenando folios de apuntes y esquemas, ya que las fechas para la Selectividad “amenazaban” a menos de dos semanas en calendario. Por fin, introdujo los pies en las zapatillas y, en su lindo pijama, se dirigió a la cocina, donde su madre trasteaba algo para el desayuno. Con los ojos todavía un tanto entornados por el sopor de la noche, no reparó en un par de paquetes que, en dos bolsas, permanecían en el saloncito de la tele. Fue Raquel quien, tomándole del brazo, la llevó a ese lugar indicándole: Y ahora ¿qué te parece esto, niña presumida? Un tanto nerviosa y desconcertada, nuestra joven rasga el papel que envuelve los paquetes y contempla, con mirada atónita, el vestido, su lindo vestido soñado, por el que tanto había llorado. También, las sandalias blancas, con ese tacón pronunciado para ayudar en los afanes de la estatura. De nuevo fluyeron en su rostro lágrimas como perlas, revestidas ahora por la emoción de lo inesperado.

“Ha sido Ángeles, la viuda del séptimo b. El martes me la encontré en Mercadona y estuvimos un rato charlando. Le conté tus berrinches, por el tema de la Graduación en el Instituto, y los nervios que me has hecho pasar por tus tonterías. Esa misma tarde, tú estabas en casa de Menchu, vino a casa y me pidió que la acompañara para hacer unas compras. Me confesó que iba a regalarte el vestido y las sandalias. Que ella siempre suspiró por que su hija le diera una nieta. Pero aquel maldito accidente le arrebató las dos grandes ilusiones de su vida. Me dijo que ella nunca olvidará lo buena que fuiste acompañándola muchísimas tardes, yéndote a estudiar a su casa, cuando más sola y triste se sentía. Esos ratitos de conversación que le regalabas, y esas bromas con que le hacías sonreír, no los olvida. Se siente agradecida y, conociendo lo que estamos pasando, ha hecho este esfuerzo. Porque no quiere que sufras y te quiere ver contenta. Es una buena persona. Anda, desayuna y arréglate un poquito. Ve a su casa y dile lo que sientes. Seguro que le hará mucha ilusión acompañarme esta tarde a tu “colegio”. Demuéstraselo, con un beso de agradecimiento”.

Raquel, con una expresión seria y mirando a la nada, se atreve a confesarle a su hija una enigmática frase ……..”Algún día te contaré una cosa. que nunca me he atrevido a decirte y que debes conocer. En realidad, también eres parte de su vida”.-

José L. Casado Toro (viernes, 3 de junio 2011).

Profesor.