viernes, 28 de febrero de 2025

PROFUNDAS DIFERENCIAS ENTRE HERMANOS

 

Un tema bastante recurrente, en las conversaciones familiares y también entre amigos, suele ser la percepción e interrogantes que muchos padres se plantean acerca de la naturaleza y forma de ser en sus hijos. Los progenitores se preguntan y comentan con sus interlocutores, acerca de cómo es posible que sus descendientes directos “hayan salido o resultado personas tan diferentes”, cuando éstos han nacido de los mismos padres, han convivido en idéntico ambiente, han recibido igual educación (incluso en el mismo centro educativo) y han gozado de similares oportunidades ante su futuro. Con preocupación o pesar, esos padres observan que, desde la infancia, la adolescencia o en las etapas más avanzadas de la juventud y la madurez, esos hermanos tienen un comportamiento inequívocamente contrastado, tanto en el carácter como en la aplicación de valores, ofreciendo unas respuestas muy diversas en el discurrir de sus vidas. El asombro, el desconsuelo y la duda de esos progenitores es manifiesta, ante esta compleja realidad. En este contexto temático se inserta la historia narrada para esta semana.

Desde los años de la infancia y adolescencia, dos hermanos, Carlo, dieciséis meses mayor, y Marco, mostraban ser dos personas bastante diferentes, en sus respectivos caracteres físicos y anímicos. El hermano mayor tenía el cabello moreno y castaño era el color de sus ojos. Su forma de ser era notablemente sosegada, pero ello no era óbice para mostrar una positiva actividad, aplicada a sus obligaciones de estudio y empleo del tiempo libre para el ocio. Fue desde pequeño un estudiante ejemplar, ya no sólo por las excelentes calificaciones que obtenía en el colegio y posteriormente en el instituto, sino también por su constante interés por obtener respuestas a sus naturales interrogantes. Al finalizar la etapa del bachillerato, eligió cursar la carrera de filosofía pura, para sorpresa y gozo de sus admirados padres, carrera o grado que culminó también con su habitual brillantez.

Por su parte Marco, generaba desde “casi siempre” diferencias con su hermano mayor. Físicamente tenía el cabello rubio/cobrizo y el color de sus ojos era gris azulado. A pesar de asistir al mismo centro educativo que Carlo, su evolución académica estuvo lastrada con insuficientes y repeticiones de curso, por lo que fue incapaz de terminar los estudios del bachillerato, a pesar de la constante ayuda de sus padres y profesores, quienes tuvieron que aplicar con su “rebelde” carácter una notable dosis de paciencia, habilidad y comprensión, profesional y afectiva.

Este hermano, de carácter difícil y abierto a la conflictividad, se negó siquiera a probar en la interesante posibilidad universitaria, al cumplir los veinticinco años. Siempre activo en la práctica de los deportes y gracias a las gestiones y amistades de su padre, fue probando algunos trabajos temporales como auxiliar deportivo, pero siempre con el condicionante de su inestabilidad, por su falta de responsabilidad ante las obligaciones contraídas. 

El fundamento familiar de esos dos hermanos tan diferentes era estable y sin dificultades económicas o de otra índole. Ezequiel, padre y cabeza de familia, trabajaba como gestor administrativo en una conocida e importante empresa con sede en la capital malagueña y en varias importantes localidades del perímetro provincial. La madre, Alfonsa, mantuvo de casada su trabajo como dependienta, y posteriormente encargada, de una franquicia de cosméticos de gran renombre en todo el marco territorial nacional. Católicos practicantes (muy beatos) y matrimonio ejemplar en la visión de los demás, se preguntaban con frecuencia, medio en broma, medio en serio, cómo el destino les había concedido dos hijos tan diferentes de carácter. Comentaban “incluso en lo físico, tienen más diferencias que identidades”. Pero la familia Oria – Verdal entendía que la divinidad les había encomendado la mejor crianza y educación a esos dos hermanos que tanto contrastaban, a pesar de ofrecerles una identidad de trato, apoyo educativo y cariño desde una lógica y afectiva responsabilidad paternal. 

Un venturoso domingo de septiembre, Carlo, catedrático de Historia de la Filosofía en un centro público de formación secundaria, reunió a sus padres, hermano y a otros familiares allegados, a fin de hacerles partícipes de la importante, sublime y trascendente decisión que había tomado, tras muchos días y noches de profunda reflexión: iba a ingresar, tras solicitar la licencia correspondiente a la Administración andaluza como profesor funcionario, en el Seminario Conciliar de Málaga. Quería prepararse de manera adecuada para dedicar el resto de su vida a la práctica misional del sacerdocio. La feliz noticia, en modo alguno inesperada por parte de sus padres, provocó las naturales lágrimas, parabienes, abrazos y besos, en un clímax emocional escénicamente afectivo. El más frío y pensativo, aunque no le negó el abrazo cariñoso, fue precisamente su hermano Marco.

Tras realizar unos cursos de teología en la Gregoriana de Roma, “cantó su primera misa” como sacerdote consagrado, cuando apenas había cumplido los 32 años de vida. Desde el obispado provincial fue destinado a una barriada obrera y conflictiva en lo social, situada en el norte de la misma ciudad en la que había nacido, encomendándole que ejerciera una difícil y apasionada labor pastoral, en base a su juventud, ideales y profunda actitud vocacional. Ezequiel y Alfonsa se sentían inmensamente felices, ante la providencia y la suerte que el destino y la divinidad les había concedido.

¿Y Marco? Su evolución continuó en esa preocupante dinámica de la caída y el fracaso personal, que se fue haciendo más profunda y preocupante durante las décadas que sustentan la madurez personal, en los treinta y cuarenta años de la cronología vital. Para el mantenimiento de su insegura necesidad económica fue introduciéndose en ambientes “paralegales” haciendo amistades con personas que poco podían aportarle en positivos valores y en honestas actividades para su equilibrio y subsistencia.

Este “cabeza loca” de la familia tuvo un matrimonio fugaz (apenas medio año duró el mantenimiento del vínculo) con Lala, una camarera de alterne, joven que puso tierra de por medio al conocer la verdadera realidad del hombre con el que había matrimoniado. De por medio, el hijo menor de los Oria “navega a la deriva” en medio de la bebida, los juegos ilegales, deudas por doquier y algún consumo de sustancias narcóticas. Su padre tuvo que sacarlo de comisaría en varias ocasiones, pagando de su bolsillo los desvaríos que el desordenado Marco iba cometiendo, un día sí y el otro también.

En esta dura y difícil tarea de ir “limpiando” su equívoca trayectoria, el padre Carlo, su hermano, se sintió obligado a intervenir. No sólo centró partes de sus horas de oración en la inestabilidad de Marco, sino que mantuvo frecuentes y prolongadas (a veces “explosivas”) conversaciones con él, aportándole caminos saludables para rehacer y reconducir su persistente y equívoca trayectoria, en la que a falta de luces sólo resaltaban los errores y las sombras. Le buscó algún cómodo trabajo de vigilante en obras, locales comerciales y almacenes industriales. También acomodo laboral como conserje de portería, en un amplio bloque de pisos ubicado en una “buena” zona residencial. Pero en uno y otro caso, Marco sólo aguantaba unas cuantas semanas, porque no aplicaba una mínima responsabilidad a las tareas que se encomendaban. El incumplimiento de sus obligaciones, así como una injustificada falta de puntualidad en los horarios para su incorporación al trabajo (además de una evidente falta de limpieza, tanto en su ropa como en el decoro personal) obligaba a los empresarios a tener que despedirle de sus funciones, invitándole a que no volviera por el servicio.

Cuando Carlo visitaba a sus padres, éstos se quejaban amargamente de la desigual suerte que habían tenido con sus dos hijos. Sin embargo, el sacerdote los consolaba y tranquilizaba en conciencia, reiterándoles que ellos habían actuado correctamente, pues habían evitado discriminar la formación de uno u otro hijo: “Simplemente, así Dios lo quiere. Lo hace para ponernos a prueba. Él también me ha dado la gracia y la voluntad necesaria para llevar a cabo su proyecto, con el amargo dolor de tener un hermano descarriado, que no ha sabido encauzar su camino por la vida. Hacemos lo que podemos, pero ese es el destino y el reto que se nos ha marcado. Vuestra conciencia puede estar suficientemente tranquila. No tenéis por qué sentiros fracasados o amargados. Os habéis comportado con admirable responsabilidad y amplia largueza en el amor”.

Dedicó también algunas mañanas y tardes para localizar a Lala, la ex de su hermano. Pensaba que tal vez podría recomponer el frustrado matrimonio. Esta chica se ganaba ahora la vida como señorita de compañía de una muy veterana actriz de teatro, con un complicado carácter, quien necesitaba ayuda cuasi permanente para sus limitaciones físicas y psicológicas. Pero su excuñada le narró amargas escenas vividas de esos meses en que convivió con Marco, tiempo muy difícil de unión con una persona que difícilmente “estaba en sus cabales”. En la actualidad, esta joven se encontraba embarazada de Lucio, su nueva pareja, trabajador transportista y repartidor con una vieja furgoneta perteneciente a una fábrica de cerveza, con sede en la capital malacitana. Tras mantener una difícil pero clarificadora conversación con la que había sido compañera afectiva de su hermano volvió a su parroquia, caminando reflexivamente por las arterias viarias de la ciudad, “Hay árboles que dan muchos frutos, en todos los ciclos de la temporada, mientras que otros se “adormecen” e incluso acaban perdiéndose en el largo y enigmático letargo de la naturaleza”.

Y fueron pasando los años, no sólo por el entorno vegetativo de la naturaleza, sino también por los seres que sobre ella desarrollan sus ciclos de vida. ¿Qué ha sido de todas estas personas?

El hermano ejemplar, el sacerdote CARLO, ha superado ya el medio siglo de vida. Fue relevado por sensata y humanizada decisión episcopal de su muy conflictiva parroquia. No pidió este cambio, aunque física y psicológicamente estaba muy “quemado” de ejercer su función pastoral en una zona de constantes y severas tensiones sociales. La feligresía practicante y una mayoría de la opinión popular coincidían en aplaudir la encomiable labor que realizó, optimizando los medios materiales de que disponía y potenciando la entrega y la fuerza vocacional, sin reparar en su salud. En la actualidad presta servicio religioso en una tranquila localidad de la costa occidental, plena de encantos visuales y con una consolidada potencialidad turística.

De MARCO, el díscolo hermano, no es mucho lo que su familia conoce. Parece ser que encaminó sus pasos hacia el territorio helénico, residiendo en la isla de Paros, cuna geográfica de una viuda acaudalada llamada Isadia, necesitada de compañía, cuidado y afecto, casi dos décadas mayor que él. Estas son precisamente las funciones que ahora realiza, por las que recibe una interesante retribución. Conoció a esta veterana mujer, mientras trabajaba en los servicios navieros de una compañía de cruceros turísticos, como auxiliar de carga. Apenas mantiene contacto alguno con su familia. Sólo en fechas navideñas suele enviar algunas palabras amables, dirigidas expresamente a su querida madre Alfonsa.

LOS PADRES de ambos hermanos se mantienen bien conservados, física y anímicamente. Viven con sosiego su jubilosa y merecida etapa de ancianidad. Cierto día Ezequiel, mientras arreglaba el cierre de un altillo, en uno de los armarios empotrados de su domicilio, aplicando su habilidosa afición para el pequeño bricolaje, con el gozo añadido del entretenimiento, observó una antigua carpeta, que había ido de un sitio para otro en su despacho y que había perdido de vista desde hacía años. Contenía diversos y antiguos documentos. Pero en su interior, en un sobre bastante amarillento, por el paso del tiempo, descubrió unas fotos muy comprometedoras para su mujer. En las mismas se veía a una joven Alfonsa, con unas cinco décadas menos sobre su cuerpo, junto a un apuesto vecino, llamado Paolo, que estuvo residiendo en el bloque hacía muchos años. Era un empleado de banca, físicamente muy atractivo, que tenía amplia fama de mujeriego, poco serio y muy “ligón”. Permanecía en consolidada soltería. Parece ser que era un especialista en complicados líos de faldas. Su especial carácter era el de una persona inestable, impulsiva, amante del placer y la buena vida y un tanto condicionado por sus apetencias insaciables de sexo. Tras un par de años de permanencia en el bloque, abandonó la ciudad al ser trasladado a una sucursal de su entidad bancaria, con sede en Santander, su lugar de nacimiento. El problema de las fotos es que ofrecían la visión de su mujer muy “acaramelada” con ese vecino que a todas enamoraba. En la fecha de la foto, escrita en el reverso, ya había nacido Carlo. Pensando que todo debía ser un desliz de inmadura juventud, por parte de Alfonsa, tomó la difícil pero madura decisión de olvidar el muy desagradable asunto, a fin de no ensuciar una trayectoria matrimonial que, aparte esta lamentable y secreta relación, había sido del todo ejemplar. Un dato importante que explica, en este caso, no pocas debilidades y flaquezas humanas: el color del cabello del “gigolo” Paolo era … rubio cobrizo. Cerrando los ojos, Ezequiel rompió las fotos repitiéndose mentalmente “Dios nos enseña a saber personar”. Con tensa firmeza estaba dispuesto a olvidar el escabroso y grave “desliz de su esposa”.

La propia Alfonsa tuvo conciencia de la grandeza de carácter de su marido cuando, meses después de este hecho, limpiaba y organizaba los armarios, junto a una persona de confianza, Micaela, que acudía a su domicilio tres veces a la semana, contratada para ayuda de casa. Había guardado esas tres fotos desde siempre, en el más absoluto de los secretos. Al comprobar su inexistencia, comprendió que tenía que haber sido Ezequiel quien las había visto y probablemente las habría guardado, pero sin hacer mención alguna del hecho. Al igual que su admirado marido, ella tampoco quiso mencionar aquel grave e infortunado error en su juventud. Era mejor olvidar e “ignorar” un hecho que sucedió hacia más de medio siglo: el gran secreto de su vida.

Precisamente, siendo ya octogenaria, estaba un día postrada en la cama, por los molestos achaques propios de la edad. Hacia un par de años que su esposo “había viajado hacia el infinito” como ella una y otra vez repetía. Fue a visitarla, como hacía cada día, su hijo Carlo. Ocurrió en esa afectiva visita un hecho verdaderamente inesperado.

“Hijo mío, mi edad es muy avanzada. Desde hace tiempo he tenido intención de hacerte partícipe de una verdad que bulle en mi conciencia una y otra vez, provocándome profunda desazón. Creo que tu eres la persona indicada para conocerlo”. Pero el sacerdote Carlo no la dejó continuar.

“Madre, no es necesario que me expliques algo que yo bien conozco. Tu has sido y eres una excelente madre, que merece toda nuestra admiración, respeto y el más profundo de los cariños. En su momento Dios te puso a prueba y tuviste un momento de debilidad. Todas las personas cometemos errores, porque somos humanos. Pero estoy completamente seguro de que desde el Cielo se te comprende y se te ha perdonado. Tanto yo, como mi hermano Marco, donde quiera que esté, estamos orgullosos de tener esa madre que tantos querrían, en la que sólo vemos valores y un comportamiento verdaderamente modélico”.  

Este caso, objeto de la narración, no es un hecho de carácter aislado o de naturaleza insólita. A buen seguro ha ocurrido en el entorno privativo de muchas familias. La ciencia genética ayuda, de una manera fácil y dentro de la lógica, a entender las profundas diferencias existentes entre dos personas, que han nacido de la misma madre y han recibido el mismo cariño y la misma influencia educativa. Todo ello en el seno de una familia ejemplar. Puede haber, sin duda, otras razones, incluso igual de significativas, para comprender el radical contraste entre hermanos. Aquí se ha explicado una de estas circunstancias. –

 

 

PROFUNDAS DIFERENCIAS

ENTRE HERMANOS

 

 

 

 

José L. Casado Toro

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 28 febrero 2025

                                                                                                                                                    

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