No siempre se valora en su justa medida el importante y positivo valor de la vecindad. La proximidad física y afectiva de esas personas que comparten nuestra vivencia es un recurso imprescindible para nuestro equilibrio emocional. No sólo por el calor humano que podemos encontrar en esas personas durante la acción cotidiana, sino sobre todo por la ayuda que también podemos prestarles en esos momentos carenciales de cualquier signo, que a todos nos llegan casi sin avisar. Ese amplio colectivo de familias que conforman la barriada supone un microcosmos relacional que, de alguna forma, ayuda a paliar, aplicando equilibrio y generosidad, esa ingrata realidad humana como es la soledad, referente innegociable de los seres humanos que no favorece, en absoluto, la alegría existencial. En este fraternal contexto se inserta nuestro relato de esta semana.
Desde hace unos meses, NATALIA Coral, una joven viuda de 31 años, es la encargada de sacar, en su primer paseo diario, a la mascota Lili, una perrita que le regalaron hace tres años cuando apenas tenía unos días de vida. Este recorrido por las calles del barrio al amanecer, hasta llegar a la zona arenosa de la playa, lo realiza muy de mañana, pues pronto ha de volver a casa para preparar a su hija LUCIA, seis años, el desayuno y acompañarla al Colegio público MALAKA, en donde la pequeña estudia el primer curso de la Enseñanza Primaria.
La vida de estas dos mujeres se vio trastornada, cruelmente, con esos acontecimientos para los que no se encuentras respuestas racionales. Tato (RENATO), su difunto marido trabajaba como repartidor de mensajería urgente. Tuvo un infortunado y drático accidente con la moto que conducía, en un cruce no bien señalizado, a consecuencia del cual dejó viuda y huérfana a las dos personas con las que formaba una modesta pero bien unida familia. Su hijita alcanzaba entonces los tres años de vida. Lucía almuerza en el colegio, cuyo horario diario finaliza a las 17 horas, recogiéndola a la salida del centro escolar su abuelo CARMELO o su abuela MARIANA para acompañarla a su domicilio. Esa ayuda familiar tiene una lógica explicación.
Natalia ha conseguido un “vital” puesto de trabajo, en la misma empresa en donde trabajaba su difunto esposo. Está al frente de uno de los dos teléfonos que atienden las llamadas, para la recogida, consulta y entrega de los diferentes productos de envío. Su horario laboral transcurre desde las 13 hasta las 19 horas, entre lunes y viernes. Ese puesto de trabajo le resulta imprescindible para el mantenimiento de su “corta” familia. Fue una muy humana deferencia de la empresa CARAVAN, en donde prestaba servicio Renato, antes de su fallecimiento.
El recorrido que realiza cada día al amanecer, por el laberinto o puzzle urbano de las casas y calles del barrio, con el simpático “pretexto” de la perrita, le ayuda a tonificar el ánimo, después del durísimo golpe que sufrió al perder al que era su compañero de vida. Y en ese largo paseo siempre encuentra el imprescindible valor de la socialización, intercambiando con los convecinos de la proximidad la necesaria fuerza anímica para justificar los pasos, las miradas y las palabras.
Aunque el almanaque marca ya la estación meteorológica primaveral, con esa atmósfera más templada y lustrada con el dulce aroma de los azahares, sublime regalo de los arboles cítricos, el frescor mañanero le aconseja todavía ponerse algo de abrigo a fin de no castigar su garganta por las molestas faringitis a la que es muy receptiva. Durante esas primeras horas de la mañana, como dice el popular dicho de que “las calles parecen no estar aún puestas” se encuentra con un barrio algo vacío (para lo que es inhabitual en la mayoría de las horas diurnas) de viandantes, aunque esta zona de Málaga (la carretera de Cádiz o avenida de Velázquez) comienza a “despertarse” con esos peatones que van sustentando la vida relacional. Son esos trabajadores que han de desplazarse a su puesto laboral, cuyo horario comienza bien temprano, cuando la mayoría de los convecinos aún duermen. Cruza con algunos de ellos los “buenos días” y algún “chascarrillo”. A muchos de esos viandantes ya los conoce, por ser tradicionales residentes en la zona.
Unos de los habituales operarios con los que Natalia se cruza es IVAN, un joven estudiante universitario de telecomunicaciones que, al quedar su novia Martina embarazada, tuvo que buscar de inmediato un trabajo, escogiendo el primero que se le presentó. Fue contratado en el departamento municipal de la concejalía de Parques y Jardines. Ejerce como jardinero en el Parque del Lago, perteneciente al distrito de Huelin, realizando labores de limpieza, tanto en el suelo como vaciando las papeleras, eliminación de “malas hierbas” y por supuesto ese regadío tan necesario para la vida vegetal. Iván es un joven de proverbial simpatía y muy comunicativo. Residente en el barrio, Natalia suele preguntarle, con un interés de buena vecindad, cómo se encuentra su bebé recién nacido, que él y su pareja están criando con la mayor ilusión.
Más adelante pasa por la panadería de un lógico nombre: LA TAHONA, cuyo propietario ARMANDO (que reside en el primer piso del inmueble) ya tiene encendidas las luces del establecimiento, cuyas puertas están abiertas desde las 7:30 del día. Este “campechano” panadero ha pasado toda la noche trabajando, con su compañero Fermín, amasando la harina de los distintos tipos de panes (blanco, integral, con muesli, cateto, con fruta, con centeno, etc). A esa hora de la apertura, ya tiene las primeras hornadas cocidas, prestas para la venta. Esta premura para la oferta de estos suculentos productos obedece también a la preparación de los sabrosos bocadillos y que son comprados para el desayuno del día por muchos obreros que marchan a su trabajo y que valoran su razonable precio y buena calidad de su sabroso contenido. Mas tarde llegan los clientes “escolares”, a los que sus madres les compran el bocadillo para el recreo de la media mañana en el colegio. Natalia también será una de sus primeras clientas, pues se lleva para su casa la barra de Viena y los piquitos, cuando vuelve de su primer paseo matinal con la pequeña mascota. También con Armando echará un ratito, intercambiando esas palabras que tan bien sientan para iniciar el día. Sobre las nueve, este servicial panadero contará con la ayuda de Ademi, una joven dependienta, que ya se encargará, con gran diligencia, de controlar tras el mostrador las peticiones de la numerosa y habitual clientela. Es el momento en que Fermín y Armando comienzan a elaborar esos pasteles y tortas de “algarrobo” que tienen tan fácil salida por su sabor y gran calidad en sus ingredientes.
Cuando vuelve de la zona playera, paralela al parque Huelin, sigue abierta o “disponible a través de la ventana de seguridad la “botica” o farmacia de Don ELISEO, que precisamente esta noche le ha correspondido permanecer de guardia. Este veterano farmacéutico es persona entrañable y cariñosa (aunque también, a veces, un poco “cascarrabias). Tiene habilitada, en una habitación trasera, dos pequeñas camas, con sus colchones, sabanas y colchas correspondientes, para que tanto él, como el mancebo Daniel puedan descansar “a trozos”, en función de la llegada intermitente de clientes, que llaman a través de un timbre con iluminación, para adquirir esos fármacos urgentes necesarios para la enfermedad. Como don Eliseo está ya algo mayor, normalmente es Daniel quien está al tanto de las llamadas a través de la ventanilla de seguridad, sunque cuando mira hacia atrás ya está la oronda figura del farmacéutico presto a colaborar en el trabajo. Durante el día, dada la gran demanda de clientes, viene una manceba, llamada Irina, una joven madre soltera, que realizó un grado profesional de auxiliar de farmacia y que deja a su pequeña hija en la guardería, mientras ella atiende al trabajo.
Natalia se sorprende al ver a don Eliseo en la puerta, a esa hora matinal y tras una noche “en vela”. “Sí hija, es que el insomnio, desde que se me fue Marieva, no me deja dormir. La echo mucho de menos, pero Dios así lo ha decidido. No puedo, por mis achaques, tomar somníferos fuertes, ya que me está contraindicados. Me ayuda mucho un pequeño transistor que me traigo para distraerme y ayudo a Daniel que es un trabajador muy servicial. Y ti ¿cómo te va? Eres persona fuerte y seguro que con el tiempo sobrellevarás mejor esos recuerdos que nunca se olvidan. A pesar de lo que te digan los médicos, te pasas por aquí y me lo cuentas, que yo sabré darte la medicina idónea. Son muchos años de experiencia los que tengo a mis espaldas. Sobra decirte lo mucho que yo apreciaba al bueno de Tato”.
Habitualmente, la mamá de Lucia se encuentra a MARIO, un repartidos de mercancías para muchas tiendas, el cual está preparando su furgoneta para trasladarse a Mercamálaga o la Pescadería, para comenzar a realizar los portes y encargos de los distintos establecimientos. Tato y Mario eran muy amigos pues ambos, de la misma edad, se habían conocido en la escuela. Ya en su adolescencia, los dos compañeros estuvieron “compitiendo” por ese “amor joven” hacia Natalia con gran fulgor. La elección de la joven por uno de ellos dejó al otro compañero un tanto afectado. Pero son realidades juveniles que se viven con “deportividad. En realidad, Mario nunca la ha olvidado y aunque en la actualidad forma familia con Nerea, sigue “amando” a esa joven que él no pudo “conseguir”. En alguna ocasión Tato le había comentado a su mujer acerca de la amargura que tenía que soportar su amigo con la compañera que “le había tocado en suerte”. Recordaba las palabras de su marido sobre ese amigo desafortunado “Es que son dos caracteres muy diferentes. El pobre no es feliz, pero “aguanta” con responsabilidad, pues no quiere que su hijo Santi pase por el trance de ser hijo de padres separados”. En esta ocasión, tras saludar a Natalia le comentó que durante la mañana le iba a traer un poco de pescado fresco y algo de fruta. “Ya sabes, cuando hago los portes, los comerciantes me dejan coger un poco de la mercancía, pues le cobro poco por el servicio”. Natalia siempre ha considerado a Mario como una persona muy cercana y sabe que, en caso de dificultad, acudiría a él para solicitarle ayuda. Ambos amigos echan un ratito de conversación, con el calor afectivo que proporcionan las palabras y las miradas.
Tras dar una breve vuelta por el Parque del lago “Huelin” y ya de vuelta para su hogar, también suele encontrarse con la maestra ANGELINES. Es una joven de 29 años, que tiene a su cargo la clase y tutoría de 1º A, en el centro escolar LITORAL, precisamente el grupo al que asiste la pequeña Lucía. Se da el caso de que esta profesional de la enseñanza, que está casada con otro docente, profesor de secundaria, perdió recientemente a la hija que esperaba, después de siete meses de embarazo, por complicaciones orgánicas. Ya reincorporada a sus tareas escolares, tras una intensa fase depresiva, hizo gran amistad con Natalia y de manera especial con su hija Lucia, a la que trata con el cariño de una madre y con la que trata de superar su frustración por no haber podido todavía alcanzar la maternidad. Todo ello con el agravante de que los médicos no le aseguran un futuro y positivo embarazo, por malformaciones congénitas. Por todo ello Natalia entiende, con generosidad, el amor y la alegría que la docente siente por Lucia, con las “ocurrencias” y salidas expresivas de la pequeña. También esta mañana Natalia le desea a la maestra y amiga que tenga un buen día, agradeciéndole el esfuerzo que realiza por educar a los hijos de tan numerosas familias. En su caminar observa como hoy, un operario municipal, está baldeando las aceras con una manguera a presión. En este, como en otros barrios, el incivismo de algunos perjudica a los muchos que desean una ciudad limpia.
Ya en casa, Natalia prepara con dedicación de madre a su hija Lucia para llevarla al colegio. No se le olvida darle el bocadillo de pan blandito de Viena, con mortadela boloñesa, que tanto le gusta a la pequeña, para que se lo tome en el recreo. El almuerzo en el centro público comienzan a servirlo alrededor de las 14 horas. Como a las 17:30, hora en que finalizan las clases, ella está trabajando, atendiendo las llamadas telefónicas en la empresa Caravan, son los abuelos quienes recogen a Lucía y así disfrutan también de un buen rato con su nieta.
De esta forma transcurre la vida diaria en esta sencilla mujer, a la que el destino ha sometido a una dura prueba. Pero con la fuerza de su relativa juventud, gozando del fundamento vital de una preciosa y dinámica hija y el incondicional cariño de unos padres siempre prestos a la ayuda, sabe ganar ese impulso responsable para seguir luchando, cuidando con especial cuidado de que su hijita no se sienta dañada por la ausencia de ese padre que perdió, cuando apenas alcanzaba los tres años.
El entorno social en el que se desenvuelve esta corta familia es un populoso barrio de personas humildes, modestas, trabajadoras, solidarias y generalmente afectivas. En esta densa vecindad, Natalia y los demás residentes encuentran muchas de las respuestas e incentivos para ir resolviendo sus dudas, los comprensibles desánimos y las naturales carencias. Y siempre, esas pequeñas y grandes ilusiones que nos ayudan a mirar el horizonte con la mejor confianza y decisión. La dureza del destino, con esa dura prueba de perder a un padre y esposo, se va paulatinamente compensando con ese “calor y amor social” que encuentra en muchos de los vecinos y profesionales con los que se relaciona en el quehacer de cada jornada. Esta buena mujer entiende, con una plausible sensatez, que ha de rehacer su existencia, en los meses y los días. La vida genera suertes y desgracias, como esas rachas de viento que acaricia un paisaje que sustenta y gratifica la presencia de las personas que acuden a visitarlo, sin establecer diferencias o distinciones. Los proyectos de vida de cualquier vecino del barrio, como es el caso de Natalia, se van desarrollando en un sencillo ambiente en donde nunca faltan valiosos y ejemplares elementos solidarios. Mañana puede ser igual que ayer, pero tal vez se generen esas diferencias o novedades que ayuden a germinar esa ilusión inalienable que siempre justifica y alimenta nuestro recorrido existencial.
Cuando el buen amigo Mario, excelente persona, le trae a casa una bolsa con fruta y algo de pescado, ella con simpático agradecimiento le prepara una infusión de té frio, añadiéndole una bolsita de Roibós, pues el día se ha metido en calor. Intercambian esas palabras amigas y algunos chascarrillos y anécdotas que el repartidor ha vivido durante la mañana. Este joven trabajador aún no cree llegado el momento de decirle que Lucía y Santi se llevarían muy bien como “hermanos”. Sabe perfectamente que su coexistencia con Nerea no tiene futuro y que su vida y la de Natalia están llamadas a emparejarse. El tiempo y la buena voluntad hará justicia a dos amores que se necesitan. –
GRATOS ENCUENTROS
EN EL AMANECER
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 24 NOVIEMBRE 2023
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