En los momentos más imprevisibles e inoportunos, la vida nos puede poner a prueba para afrontar experiencias gratas y gozosas o por el contrario incómodas y sufrientes. Y esas situaciones anómalas casi siempre se presentar sin aviso previo o de la forma más insólita. Cuando ya hemos tomado conciencia de la nueva realidad, comienza el más o menos abrupto proceso a fin de ir resolviendo esos factores que van a condicionar en el futuro nuestra forma tradicional de comportamiento. Si la nueva vivencia es por su propia naturaleza agradable, su recorrido es en general fácil y placentero para nuestro carácter. Pero cuando por el contrario resulta problemática y complicada, van apareciendo por el camino dificultades y sinsabores que ponen a prueba nuestra fortaleza y equilibrio anímico. Vayamos pues a una interesante historia, enmarcada perfectamente en este contexto previo de introducción.
Hay muchas vidas en las que, por fortuna, todo parece ir muy bien. Se trata de una familia integrada por escasos miembros, para la que la normalidad es un signo seguro de apreciada y valiosa estabilidad. Alejo Villén, 37 años, tiene un puesto consolidado y bien reconocido de fotógrafo de grandes reportajes, en una dinámica agencia de noticias con sede en la populosa calle Fuencarral madrileña. Por necesidades obvias de su profesión, ha de viajar con frecuencia hacia destinos situados por toda la geografía nacional e internacional. A pesar de su relativa juventud se ha hecho ya acreedor a la concesión de diversos premios, por la toma de instantáneas muy aplaudidas por la crítica especializada, debido al valor testimonial y la difícil consecución de las imágenes. Desde hace diez años forma un bien avenido matrimonio con Nerea Massia, que trabaja como diseñadora de interiores en un estudio de decoración, situado en un espacioso ático de la muy popular calle Arenal. La pareja tiene una hija, Romina, que en este momento vive sus 8 años.
Aquella tarde de abril, viernes, Alejo trabajaba con unos textos que glosaban una selección de fotos escénicamente montadas, por encargo de una editorial, con el objetivo de ilustrar una novela de próxima aparición. El reloj marcaba poco más de las 19 horas. Entonces, este profesional de la fotografía se dispuso a dedicar un pequeño descanso en su trabajo (llevaba con este asunto desde hacía ya algunas horas). Como no había merendado pensó que le vendría bien estirar un poco las piernas, por lo que decidió bajar a una cafetería no lejana a su estudio, situada en la muy transitada Calle Fuencarral. Allí solía desayunar (e incluso almorzar) muchos de los días, ya que el servicio de cocina era bastante eficiente por la calidad de sus platos y casi todo a un excelente precio. A esa avanzada hora del día, el área de la Gran Vía estaba llena a rebosar de peatones, aunque con menos tráfico del habitual debido a las restricciones impuestas por la contaminación del aire. En no más de seis o siete minutos ya ocupaba una mesa en el establecimiento, con la suerte de que una pareja de estudiantes la había dejado libre. Desde su asiento veía, a través de las grandes lunas de establecimiento, el trasiego sin tregua de unas y otras personas, siempre con esas prisas que reflejan las horas punta del día.
Se sentía cómodo en aquel espacio bullanguero, en el que el ruido general provocado por la continua charla de los clientes le permitía abstraerse de cualquier hecho concreto a fin de relajar su mente. Cuando se disponía a dejar unas monedas encima de la mesa, a fin de pagar el batido de fruta con helado que le habían servido, vio a una mujer delgada, más o menos de su edad, que se dirigía con diligencia apresurada hacia el lugar que él ocupaba. Se le notaba un poco jadeante, posiblemente porque parecía “temer” llegar tarde a su particular destino. Para su sorpresa, esa persona desconocida se dirigió directamente hacia él, mirándolo con diligente firmeza.
“Buenas tardes ¿Me puedo sentar? Necesitaría que me dedicara al menos unos minutos, pues tengo algo que decirle. Me ha costado mucho localizarle, pero la indicación de una compañera de su trabajo me ha facilitado la localización de donde Vd. se encontraba. Me he apresurado en venir pues necesito hablarle en un sitio alejado de su lugar de trabajo y así conseguimos una mayor privacidad. Si me permites voy a tutearte pues, aunque no lo creas, nos conocimos hace ya bastante tiempo.
Mi nombre es Ariana y trabajo de camarera de hotel en una cadena de establecimientos, aquí en Madrid. Veo por tu cara de extrañeza, que efectivamente no recuerdas nada acerca de mi persona. Para ayudarte en la memoria, tenemos que retroceder unos catorce años en el calendario. Fue en un mes caluroso de junio, cuando una gran promoción de estudiantes de diversos ciclos formativos terminábamos nuestros estudios. Para celebrar el evento, se organizó una gran cena con fiesta, en un conocido restaurante situado en el camino de la Sierra. Aún existe este establecimiento, que se llama El Periscopio. Yo era una de las más de doscientos estudiantes que asistían a tan alegre celebración. Como era natural, allí se comió mucho y también se consumió “demasiado” alcohol. Por supuesto que se bailó, se cantó y después se formaron numerosas parejas, para … “disfrutar ampliamente de la noche” o, mejor dicho, de la madrugada. ¿Vas recordando ya algo?
La elección de las parejas fue, como era inevitable muy al azar. La mayoría de la gente estaba mareada con la bebida que, como decía, corrió a generosidad. Pues sí, me elegiste. Fui tu pareja, para esa pequeña o “gran bacanal” que después se organizó. La noche fue larga y cada uno buscó el rincón que más le convino y pudo. Comprendo que éramos muy jóvenes y no supimos aplicar el necesario cuidado a las relaciones íntimas que mantuvimos… repetidamente. Al paso de las semanas, me dijeron en el ambulatorio que lo mío era un embarazo. Con la exactitud de un reloj, a los nueve meses nació un niño, que ahora tiene … trece años. Se llama Tobías”.
Alejo estaba sumido en una mezcla de confusión y asombro. A pesar de la distancia en el tiempo, efectivamente recordaba aquella multicolor fiesta de fin de curso, estudios que para él supusieron la dinámica semilla que permitió potenciar la profesión de fotógrafo que ahora disfrutaba, adornada de un merecido y esforzado prestigio. En las brumas de los recuerdos, localizaba a esa noche con trazos alegres y desenfrenados, por la excesiva ingesta de alcohol que la extensa fiesta conllevó. Realmente no identificaba a la mujer que en este instante tenía sentada frente a él. Al fin supo reaccionar y acertó a expresar una lógica pregunta.
“Sinceramente, todo lo que dices lo tengo muy nublado en la memoria. No sé quién eres ni lo que realmente pretendes. A estas alturas del tiempo ¿Pretendes acusarme o responsabilizarme de algo que ni sé con exactitud lo que es, ni sería fácil demostrar o argumentar? Debes comprender que es muy grave lo que parece quieres insinuar”.
“Tienes que asumir que no he venido hacia ti con las manos vacías. Me han asesorado algunas personas y un despacho de detectives ha conseguido pruebas de ADN que avalan tu paternidad en la persona de Tobías. ¿Qué es lo que pretendo? Por una serie de razones, que ahora mismo no son del caso, mi economía es muy limitada. Llegado el momento, tendrías que reconocer a quien es tu hijo. Pero ahora lo más inmediato es que necesito un aporte económico, pues el piso en el que vivimos lo compré de segunda mano y tuve que firmar una hipoteca. La situación laboral que soporto, conjugada con los gastos, me impiden afrontar los pagos. No quiero verme con mi hijo en la calle”.
La tensa, pero educada conversación, se prolongó durante una hora más aproximadamente. En ese largo tiempo, Alejo pudo conocer los argumentos por los que Ariana había dejado pasar tan prolongado espacio de tiempo, a fin de localizar y hablar con el supuesto padre de su hijo. También pudo igualmente tener entre sus manos unas fotos actuales, en las que aparecía Tobias, imágenes en las que Alejo no encontró parecido evidente con su persona. Al final, Ariana concretaba una cifra para liberar la urgencia de la hipoteca en unos 60.000 euros. Dado el inesperado “golpe” informativo y anímico que el prestigioso fotógrafo había recibido, pidió a su interlocutora que le permitiera unos días de respiro, para poner en orden sus ideas. En realidad, lo que Alejo pretendía era ganar un poco de tiempo, para ponerse en manos de un despacho de abogados y establecer una dinámica de acción, ante la gravedad de un asunto que podía hacer mucho daño, tanto a su matrimonio con Nerea, como a su bien organizada carrera profesional. El principio, Ariana se mostró receptiva a esta petición, aunque le advirtió que en el plazo de una semana volvería a contactar con él.
Alejo estaba realmente aturdido ante la grave situación que se le estaba viniendo encima. Lo grave del caso es que el planteamiento de esta mujer parecía en principio verosímil. No sabía si poner en conocimiento de Nerea todo este complicado asunto o guardar silencio, a fin de evitarlo un disgusto mayúsculo, como el que él estaba sufriendo. Aquella misma noche llamó a un buen amigo, Félix Palencia, que trabaja en una agencia de publicidad, pidiéndole si tenía información acerca de algún buen despacho de abogados, que trabajaran en asuntos penales de chantajes y similares. Su amigo extremó la prudencia, evitando preguntarle por detalles acerca de porqué le solicitaba esa información, aunque se preocupó internamente pues sospechaba que algo grave le podía estar ocurriendo al autor de la pregunta. Le facilitó de inmediato dos teléfonos, que correspondían al despacho de Abogados Morgan & Cia, para que contactara al día siguiente con ellos y añadió “Ese bufete tiene muy buenos profesionales. Pero si en algo te puedo ayudar, no dudes en llamarme a cualquier hora, aunque sea de madrugada”.
Aquella noche disimuló como pudo, a fin de no preocupar a Nerea y a su hija Romina, aunque apenas pudo conciliar el sueño. En la mañana siguiente y desde el propio despacho en la agencia de noticias telefoneó al bufete de penalistas, atendiéndole una secretaria. Cuando grosso modo planteó la necesidad de la consulta, esa chica le pasó de inmediato con el abogado Nerio Castro Cifuentes, con el que estuvo hablando durante unos minutos. Tras escuchar las líneas básicas del problema, este profesional le indicó que se trasladase con la mayor urgencia a la sede del bufete, para ampliar personalmente todos los detalles del espinoso y delicado asunto. Así lo hizo, pidiendo permiso a su jefe Raimundo, aludiendo a razones médicas.
A las setenta y dos horas de la entrevista con Alejo y una vez hechas las primeras averiguaciones, por un equipo de detectives que colaboraba con el bufete, Nerio aconsejó a su cliente que era necesario esperar a un segundo contacto con la madre de Tobías. Se trataba de ver el nivel de exigencia económica y urgencia que la mujer planteaba, antes de sacar a la luz mediática la acusación contra el prestigioso fotógrafo. Los detectives localizaron el laboratorio donde se había efectuado el análisis de ADN, para cuyo proceso se había utilizado más de un vaso de la consumición tomada por Alejo en la cafetería a donde solía acudir. Parecía, efectivamente, que los ADN del supuesto padre y de Tobías coincidían. También comprobaron que los agobios económicos de la camarera de hotel eran ciertos, no sólo por unos plazos de hipoteca que amenazaba con ponerla en la calle desde apartamento de su propiedad, sino también por una cierta adición que sufría Ariana al juego de bingo, que la había dejado prácticamente sin liquidez.
En este nivel del caso, había que estar atento al aviso de una segunda entrevista, entre los dos protagonistas de aquella desenfrenada noche de fiesta juvenil “celebrada” hacia catorce años. Como ya le había avisado, el viernes siguiente al primer contacto Ariana llamó por teléfono al aturdido, pero bien aleccionado fotógrafo, estableciendo un pago total de 80.000 euros para dejar el asunto en el olvido. Cuando la entrega se produjese, ella a su vez facilitaría una carta firmada notarialmente, por la que se comprometía en el futuro a no plantear reclamación o acusación alguna contra el padre genético de su hijo. A la espera de estas propuestas, alejo estuvo buscando liquidez económica, no sólo para hacer frente a tan cuantiosa cantidad establecida por la “demandante”, sino también para abonar la minuta que presentaría el despacho de abogado, coste al que habría que sumar los servicios de investigación desarrollados por los detectives que habían intervenido en el caso.
El acuerdo del pago y la firma de documentos notariales quedó concretado finalmente para diez días después de la segunda comunicación, una vez que Ariana había aceptado la firma notarial por la que renunciaba a plantear en el futuro nuevas reclamaciones acerca del padre genético de su hijo. A cambio de esta renuncia, Alejo se comprometía igualmente a ingresar en una cuenta corriente, a nombre de Tobias Labrada, la cantidad de 450 euros cada mes hasta que el chico cumpliese los veintitrés años. Para cubrir todas estas cantidades, Alejo había recurrido a unos ahorros que tenía, a los que había sumado la cantidad recibida por el último premio fotográfico que había ganado. Su íntimo amigo Féliz le avaló un préstamo bancario de 20.000 euros, concesión en la que también intervino como avalista Raimundo Cabral, el jefe de la agencia de noticias, a quien Alejo había informado de todos los enojosos avatares que estaba sufriendo en las dos últimas semanas.
La cita para la entrega económica por responsabilidad paternal, más la firma de los demás documentos con los compromisos correspondientes acordados, quedó concretada para las 17.00 horas de ese lunes de mayo, en el bufete de Morgan & Cia. Nerio había convocado en su despacho particular tanto a su cliente como a la parte demandante. Serían aproximadamente las 16:30 cuando ya se encontraban en la sede de los abogados tanto Alejo como Ariana, quienes no intercambiaron saludo alguno. Nerio había ya acordado con ésta última los detalles correspondientes a los documentos que de manera inminente se comprometía a firmar. Cuando ya estaban los tres sentados en torno a la mesa de su despacho, el abogado recibió un mensaje de whatsapp con el carácter de urgente, remitido desde la empresa de detectives “LA LINTERNA”. El texto que dejó asombrado a Nerio decía así:
MUY URGENTE. HAY QUE FRENAR DE INMEDIATO CUALQUIER FIRMA DE DOCUMENTOS Y ENTREGA DE CANTIDAD ECONÓMICA, PORQUE HAY NOVEDADES DE SUMA IMPORTANCIA EN EL ASUNTO DE ALEJO Y ARIANA. NOS DESPLAZAMOS DE INMEDIATO AL BUFETE PARA INFORMAR AL RESPECTO.
La habilidad de Nerio fue manifiesta. Repasando una carpeta comentó que uno de los documentos estaba mal redactado, por lo que había que esperar para su corrección, por lo que invitó a los otros dos presentes a que esperaran en una salita aneja o si lo consideraban oportuno fueran a tomar algún café en alguna cafetería cercana. Los citaba para dentro de 45 minutos. Alejo prefirió quedarse en esa salita, mientras que Ariana (que seguía sin cruzar palabra con su antiguo compañero de fiesta) bajó a tomar alguna infusión. En diez minutos llegaron al bufete el detective Fermín Cabrales, acompañado de un número del Cuerpo Nacional de Policía, el sargento Claudio Nebraska, vestido con su uniforme reglamentario. Se reunieron de inmediato con el abogado Nerio, comunicando a éste una valiosa información que cambiaba en profundidad la supuesta estructura del caso.
Esa misma mañana, el sagaz detective Cabrales había descubierto en los archivos policiales, a través de una aplicación de consulta autorizada por Internet, que hacía dos meses y medio se había dado un caso bastante similar en la misma ciudad, del que fue objeto un profesional óptico, de la misma edad que Alejo y en la que estaba implicada una mujer que tenía un nombre diferente al de Ariana (en ese caso se había presentado como Juliana) . Era toda una perfecta copia del caso que afectaba a Alejo, pues esta persona había también estado en esa noche de fiesta estudiantil hacia 14 años. En la actualidad padre de familia numerosa, había recibido una especie de extorsión, por el que se le indicaba que había procreado a un chico que en la actualidad también tenía 13 años y que para evitar el escándalo familiar (familia muy conocida en los círculos burgueses de la ciudad) se vio obligado a pagar 75.000 euros. Cuando su señora (propietaria de la empresa óptica) conoció el gasto de su marido, le hizo confesar el motivo de ese fuerte reintegro bancario, tras lo cual le obligó a desplazarse a la Comisaria central de policía a fin de que presentase la correspondiente denuncia. Por supuesto, también habían mostrado al pusilánime profesional, un informe de laboratorio falsificado, sobre la identidad de los ADN. El laboratorio citado en el membrete del informe técnico en realidad no existía.
A los pocos minutos llegaron otros números del Cuerpo Nacional de Policía, dispuestos a detener a la muy “prolífica” señora, integrante de una banda de extorsionadores profesionales. Hay que decir que en ese caso delictivo, “montado” en la misma ciudad de Alejo, el inexistente retoño le habían puesto el nombre de Ismael. Tobías, Ismael… todo un “santoral”.
Esperaron inútilmente la vuelta de Ariana al bufete. La hábil “intérprete” de madre soltera, habría visto llegar a la sede de Morgan & Cia a esos policías uniformados, por lo que habría puesto distancia a su persona, a fin de no ser detenida. Fue una suerte, sumado al admirable esfuerzo profesional, el hallazgo esa misma mañana de esta esclarecedora información por parte del detective Fermín Cabrales.
Juliana o Ariana (junto a sus delictivos colaboradores) deben estar buscando por esos mundos a un nuevo incauto, con la edad y el estatus apropiado, para recordarle su “desahogo y satisfacción sexual” en aquella ya lejana noche de junio, en la que se desarrolló tan alocada fiesta. -
UNA TEMERARIA FIESTA
FINAL DE CURSO
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
09 diciembre 2022
Dirección electrónica: jlcasadot@yahoo.es
Blog personal: http://www.jlcasadot.blogspot.com/
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