¿Te gusta pasear en la noche, cuando ésta se hace reina, brillando puntos en el cielo para sentimientos, latidos y añoranzas? Deambulas por calles semi vacías, dibujadas en luces de un amarillo térmico y somnoliento, camino de no se sabe dónde o por qué, en un final de julio con sabor a turismo y a tiempo libre para el ocio vacacional. Es entonces cuando el calor diurno nos da un cierto respiro, tregua regalada bajo unas estrellas que lucen brillo y blancura, con silencios de madrugada y paso lento en el caminar. Cerca de la medianoche, aún quedan comedores impenitentes, que llenan sus estómagos con tentaciones y ansiedades, no faltando algún “cantaó” que defiende y ofrece su garganta maltratada, con estrofas guitarreras poco atendidas por un público que se torna ausente ante su dedicación. Y las blandas pisadas en un empedrado gastado, que destella brillos y personajes, testimonio de una historia que aún está por disfrutarse, para orgullo y memoria de la eternidad. Realmente se vive mejor con el frescor húmedo de la noche, recorriendo arterias solitarias en lo urbano que nos seducen, observan y acompañan, entre luces, sombras y rincones, de aquí, de siempre, de allá. Y si la ciudad se abre al mar, qué mejor espejo hecho a retazos de colores con ese oleaje lento y susurrante para plumas de poetas y sonrisas entornadas en la sensibilidad. Sus palabras y sentimientos hacen fluir otras vidas, otras historias deseadas, tenaces en nuestro preguntar en pos de la ilusión.
Apuraba ese último té, también llamado precisamente “de la medianoche”, cuando, en unas mesas callejeras, ya sólo estábamos ellas dos junto a mi mirada, en nuestros lugares a la par. Y los tres, en un lateral de la calle, donde apetece mejor el fresco natural sobre el artificial que oferta el local. Mostraban el típico afán ante un plano arrugado en sus manos, tratando de identificar nombres y lugares más o menos conocidos. Deseaban descubrir una ciudad que abre su corazón para turistas y residentes noctámbulos, perdidos en su soñar. Horas en que los sones campanarios de una Catedral en majestad ya no permiten escucharse, porque dicen que molestan para muchos en su descansar. Estas dos jóvenes habían llegado, esa misma tarde, a Málaga. Utilizaron un transporte más que rentable para sus economías y, desde la Estación de autobuses, caminaron hacia el centro urbano. Querían encontrar una habitación, barata pero digna, con la intención de permanecer unos cuantos días en esta ciudad acogedora y servicial. Sería la tercera ciudad española que recorriesen, tras la llegada en un vuelo “fácil” a Barcelona, en la tercera semana de julio. Otros cinco intensos días en la capital de España, cuando pensaron en “bajar” al sur y, ahora, a las doce y cuarto de un jueves “juliano” comienzan su andadura por estos lares azulados del Mediterráneo norte, entre la montaña y el mar.
Evelyn y Anne, universitarias londinenses, han estado trabajando, por las tardes de muchos meses, a fin de conformar una liquidez que les permitieran hacer este viaje, planeado desde hacía tiempo en sus ilusiones adolescentes. Se defienden bastante bien, sobre todo Anne, con la lengua de Cervantes, lo que me permitió comunicar de una manera aceptable con dos caracteres muy contrastados en su personalidad juvenil. Dulzura un tanto infantil (a pesar de sus veintitrés primaveras) imaginación un tanto desbordada para lo romántico, con expresividad constante en su mímica gestual y vocálica, en el caso de Anne. Mientras, Evelyn, dos años mayor que su amiga, ofrece una imagen más reservada, prudente y seria, dosificando con lentitud el néctar de la sonrisa y el preciado maná transmisor de las palabras.
¿Y qué nos recomiendas, para conocer y visitar, en estos cuatro días? Efectivamente, el domingo por la mañana, tomaban otro vuelo “fácil” en la T3, Aeropuerto de Málaga, que las devolvería a su Londres residencial. Nuestras teteras, otra vez medio llenas, dieron tiempo para comentar varios y otros lugares con encanto, rincones que desvelan el embrujo y misterio siempre generoso de la ciudad. ¿Os gusta el arte? Pues aquí tenéis una interesante posibilidad, con numerosas variedades donde elegir. Picasso, Thyssen, CAC….. lo islámico, lo cristiano, saben poblar, como flores ajardinadas, por muchas esquinas y rincones de ese plano que os esforzáis en memorizar. También, algo de costa, oriental y occidental que, con estos calores, haréis fotos y simpáticas poses tomadas en las playas. Las recordaréis, enseñándolas, con esa mezcla de nostalgia y alegría que siempre es bueno atesorar. Y, después, un buen chiringuito para saborear las perlas comestibles que el mar nos regala, en su múltiple y sabrosa variedad. Recorred nuestro Parque y subid a Gibralfaro. Estáis en una colina de la baja Penibética y, a vuestros pies, el Puerto marinero, con el canto andaluz de la ciudad.
Al poco rato de agrados y palabras ese plano, que unía a tres voluntades amistosas, estaba lleno de anotaciones y dibujos, que Evelyn marcaba muy atenta, mientras Anne hacía bromas y reía, ante un guía turístico improvisado y locuaz. Me esforzaba en ayudar a dos personas que, un tanto desorientadas, querían descubrir cómo es esta Málaga hospitalaria y cosmopolita, que sabe mirar a un continente cercano desde una ventana europea que hegemoniza datos y semblanzas para la Historia en la Humanidad. Dada la hora, en una noche con luna encendida y estrellas juguetonas, el camarero nos indicó que ya iban a cerrar, por lo que hicimos una necesaria y grata despedida. No sin antes recordarles que el paseo en horas nocturnas permite descubrir rincones con encanto que no se muestran en guías y folletos, pues son tesoros en el misterio para románticos y soñadores que sí los saben entender y apreciar. Hubo, hoy día tan necesario, intercambio de direcciones electrónicas “y os dejo también mi teléfono, por si algún problemilla os surge en este trocito de vuestra semana malagueña”.
Anne, con una coleta rizada en su pelo, frente despejada, ojos algo pícaros, con un rostro muy angular en su sana y natural belleza. Evelyn, también con cabello color castaño, ojos azulados y una tierna mirada en su prudencia afectiva para el comunicar. Ambas se alejaban con paso ágil por el adoquinado regastado de la calle, con su alegre y joven indumentaria, plena de color y frescura. Iban pisando, con sus suelas blancas de goma, el rostro empedrado y aún cálido de una ciudad regada de luna, con un levante que negociaba su dulce hegemonía ante el tosco terral para la ansiedad. A poco de habernos separado, siento a mis espaldas unos pasos acelerados. Era Anne. Me mira sonriente y con una risa nerviosa, algo infantil, me repite lo de thank you y bye, volviendo con una carrerilla junto a Evelyn que la esperaba junto al escaparate de objetos turísticos, aún con el adormilado neón iluminado. Interpreté la actitud de esta agradable jovencita británica como un nuevo gesto simpático para la despedida, sin más.
Prácticamente ha pasado ya un año desde aquella agradable noche de Julio, en las cercanías del Picasso. No, no ha habido comunicación posterior entre nosotros. Sólo en fechas navideñas (tras localizar en la agenda electrónica las direcciones de estas dos jóvenes británicas) me animé a enviarles una breve felicitación, escrita en castellano) aunque la frase de despedida iba traducida al inglés. Confié, durante algunos días, recibir algunas palabras como respuesta a ese envío, profundamente cordial en fiestas tan señaladas y entrañables. Pero ese correo no encontró la oportunidad en las intenciones de ambas chicas. Y sí, pasado mañana, en este julio tórrido por la “caló” (como expresa algún lenguaje popular de estos lares sureños) volveré a repetir mi participación en una escenografía similar a la del año pasado. Será en horas de la noche malagueña. Estaré allí, por las cercanías de la cultura y la historia. Entre la Catedral y el primero de los museos, en esta ciudad atrapada sensualmente entre un sosegado Mediterráneo y las protectoras estribaciones orográficas del castrense murallón Penibético. Pediré ese té que se hermana, en su literata nomenclatura, con el meridiano fronterizo de un ayer y otro mañana. Las imaginaré allí sentadas, todo alegría en la mesa de al lado, tratando, entre risas y palabras, de poner un poco de orden programático a ese lúdico proyecto por conocer una nueva ciudad. Sonreiré, no faltaba más, y veré, en la realidad de mi imaginación, ese transparente y espontáneo thank you, bye, recitado por Anne, junto a la prudencia equilibrada de Evelyn, tras su mirada de enigmáticos y atrayentes ojos azules. Aquella madrugada ejercí un poco de guía turístico. Es fácil llevar a efecto tan solidaria función, en una tierra del Sur que se hace querer. Y que tanto, tanto sabe dar.
¿Cómo te ha ido el día? Pues, fatal. Tengo un encargado en los almacenes que parece un policía obseso para con todos los empleados. Es un estúpido desgraciado. Ya me ha puesto un apercibimiento por llegar seis minutos tarde. Y con justificación. Es el perro faldero de una dirección que solo quiere ganar dinero exprimiendo a unos y a otros. Pero al menos tienes un trabajo, para continuar tu “enfermería” por la mañana. Ya te queda poco para conseguir ese título por el que tanto has luchado. ¿Y a ti cómo te va con tu pareja? Aguantando, hasta que un día me harte de sus egos y fetiches. Y ahora, encima, estoy de cuatro meses. Ya se me va notando, pero él quiere que siga en la consulta, pues así tiene recepcionista gratis. Y en las tareas de la casa, también. Sus amiguetes son sagrados. Él y yo sabemos que esto no va a durar mucho. Lo que lamento es no haber tenido la prudencia de haber continuado mi carrera de Empresas. Pero, aunque me resulta inconcebible, por mi carácter……. me dejé llevar. ¿No te has fijado que hoy es viernes, 29 de julio? Hace un año, llegamos a Málaga desde Madrid, tras seis horas de cansado viaje. Y por la noche, en aquellos laberintos empedrados de la vieja ciudad, coincidimos con un hombre que con tanto agrado nos ayudó para orientarnos por esa bella ciudad. A ti te llegaría también un correo, el suyo, por Navidad. ¡Vaya memoria la tuya. No, no lo respondí. Yo, tampoco. Y no sé por qué. Pues yo voy a ver si localizo en el Hotmail la dirección y le envío unas letras de agradecimiento y disculpa. Hemos pecado de maleducadas y desagradecidas. Trataremos de arreglarlo. Oye, me parece una excelente idea.-
José L. Casado Toro (viernes 29 julio 2011)-
Profesor
http://www.jlcasadot.blogspot.com/