¿Te has encontrado en alguna ocasión, asistiendo a una sala de cine, como único espectador de lo proyectado en pantalla? Mi experiencia me hace recordar que, aun estando en numerosas oportunidades con muy escasos compañeros en las butacas, sólo una vez, y ha sido en fecha reciente, dio comienzo y finalizó la proyección de la cinta (no era en formato digital) encontrándome solo en la gran sala. En esa ocasión, ochenta y tantos asientos habían quedado libres, esperando inútilmente ser ocupados por otros tantos espectadores. Confieso que es una sensación extraña y fantasmagórica, la que se vive en estos casos. La verdad es que no recuerdo el título o trama de la película que dio origen a la experiencia que narro. Sí se me ha quedado grabado el cine donde ocurrió el hecho. Una sala relativamente pequeña, envejecida por el mal cuidado empresarial y con un precio en taquilla bastante asequible. En cuanto a la hora, correspondía a la primera sesión: seis de la tarde. Me sentí un tanto privilegiado, con esa reacción algo infantil, de poder decir: “Están echando la peli sólo para mí”. Bromas aparte, pienso ahora lo que habría sido estar en la misma situación en una sala grande, de aquellas antiguas que poblaban la ciudad. Por ejemplo, el muy ancho y largo Cine Andalucía, en las estribaciones del Gibralfaro norte, o el propio Málaga Cinema, en la Plaza de Uncibay, con su pantalla supergigante, muy ancho en lo espacial para su más de mil y pico de butacas y con un gran anfiteatro que potenciaba la capacidad de los numerosos espectadores posibles. Uno y otro cine, hoy día, ya no ejercen esa función. Hace años cerraron sus puertas para otros fines especulativos o mercantiles. Estar solo, con la oscuridad como compañero único e invisible frente a la “sabana blanca”, en una de estas macro salas, tiene que ser una experiencia un tanto incómoda e indeseable. Y más si cabe, en el caso de que el género cinematográfico que nos ofrezca la película sea de esos que denominamos, abriendo mucho los ojos, como de terror o miedo, tanto psicológico como real.
Imaginemos a Marion Crane, en la ducha del Motel Bates, y a esa sombra que se acerca, cuchillo en mano tras una cortina blanca y opaca en transparencia, que nos inunda el ánimo de pavor. Y tú, o yo, rodeado únicamente de butacas vacías. Hablo de Psicosis (Psycho,1960), dirigida por el gran maestro Alfred Hitchcock. Miedo, miedo psicológico como el que nos regala muchas de las terroríficas escenas protagonizadas por Jack Torrance, su mujer Wendy y su hijo Danny, en el solitario Hotel Overlook, durante un crudo y desangelado invierno de nieve. El Resplandor (1980), dirigida por Stanley Kubrick. Y tu allí, en orfandad ante el miedo, con el cine completamente vacío.
¿A qué es debido la progresiva menor asistencia de público a las salas cinematográficas? No es una respuesta que se pueda simplificar con un par de líneas argumentales. La industria del ramo encuentra toda la casuística, de la huida popular en taquilla, por las descargas ilegales de Internet. Aunque aquí pueda haber un porcentaje significativo, entre las causas de este abandono, no se puede culpar en su totalidad a las descargas on line de esta reacción que adopta el espectador. Hay otros muchos incentivos alternativos, culturales y lúdicos, que compiten con el “séptimo arte”. Véase, en cualquier medio de prensa, la agenda diaria de actividades para el ocio. El precio de una entrada ya alcanza, especialmente los fines de semana, los ocho €. Y prácticamente los diez, si la cinta se proyecta en 3D. No pocas salas resultan incómodas, tanto en su diseño como en la vigilancia que se ejerce para el orden en su interior. Las carteleras pecan de mimetismo clónico, en las películas que proyectan. Las mismas cintas, en casi todos los circuitos de exhibición. Y sigue el reinado de Hollywood. El cine español, dura en cartelera una semana, soportando incluso que haya muchas películas que, tras haber sido rodadas, terminan por no poder proyectarse o, si lo hacen, con muy escasos días de permanencia en las cabinas de proyección. Las tramas argumentales, no pocas veces, dejan mucho que desear. Aburren, por su patente falta de originalidad. Ciencia ficción, violencia, sexo o argumentos en 3 D para mentes infantiles. Y cuando aparece una comedia, nos acordamos con añoranza de aquellas que se construían en las décadas centrales del siglo XX, con una arquitectura narrativa y argumental verdaderamente ejemplar. Divertían, enseñaban y te hacían pensar y reflexionar, pasando un rato muy agradable.
Internet, el malo de la trama. Hace años, tras estar una película en cartelera durante semanas, había que esperar unos meses para que fuera editada en DVD. El precio medio de venta oscilaba entre los 18 y los 24 €. Era un coste exagerado que los más cinéfilos pagaban, gesto que también se hacía cuando había que realizar un oportuno regalo ante una festividad o situación similar. Pero llegó el Emule, y otras ventanas similares, donde te podías descargar películas sin coste alguno. Ello fue forzando a que las empresas del sector se vieran obligadas a ir reduciendo el precio de venta para los DVD originales. Entre el top manta y las descargas, cada vez más rápidas, ese negocio se les vino abajo. La sección mediática en los Centros Comerciales cada vez estaban (y están) más abandonadas por los consumidores. Películas originales, editadas ahora con un par de meses desde su estreno, pueden ser adquiridas a un coste entre ocho y doce euros. Pero ya es tarde. La semilla de las descargas ilegales está más que arraigada. Te bajas una peli en pocas horas, con una serie de condicionantes. El sonido, en la gran mayoría de estas descargas, es muy degradado. Suena “a voces enlatadas”. Los pixels ofertados son insuficientes, lo que perjudica la calidad de la imagen y las prestaciones de idiomas o escenas interesantes son inexistentes. Aún así había y hay otras ventajas, aparte el incentivo de la gratuidad. Películas antiguas, que no se encontraban en parte alguna, podías hallarlas en esa mina solidaria para el séptimo arte. Estrenos que no llegaban a tu ciudad, podías tenerlos ahora para visionar tranquilamente en tu domicilio. Formaban tu colección sin objetivo alguno de acción comercial. Era para tu propio uso. Y ya pagabas el coste de los DVD vírgenes, con el impuesto correspondiente para el sector. Hollywood comenzó a verle las orejas al lobo, por lo que presionó ante su gobierno, y el de otros países, a fin de que se penalizara, persiguiera y prohibiera estos portales digitales, con la intención de que incluso los internautas fueran castigados, en caso de reincidencia, con el corte de suministro de Internet. Obviamente las empresas de telefonía, servidores de la línea, se opusieron a ello. Y en este contexto, cada gobierno utilizó sus estrategias nacionales, siempre bajo la presión del tío Sam, con su poderío y predicamento. El anzuelo de las descargas legales, pagando el servicio, no funcionó. La endemia de la gratuidad solidaria ya estaba demasiado arraigada para cambiar determinados hábitos para la racionalidad. El “pirateo” se había inoculado hasta las más íntimas entrañas, en toda la jerarquía y heterogeneidad social (no se olvide esta realidad), blindado ante determinantes éticos o penales. Y el que esté libre de pecado, tire la primera piedra. Ninguna lapidación se producía porque todos, absolutamente todos, habían comido y se nutrían de la manzana prohibida del Paraíso. El actual Gobierno de España, avalado por la oposición política y grupos nacionalistas, ha generado, en fecha reciente, la denominada Ley Sinde. No se atreve a llegar a la actitud del ejecutivo galo, mucho más rígido en la persecución de los corsarios, bucaneros o filibusteros de los 35 m/m o de los 1,37 gigas. Tras la intervención judicial, podrán cerrarse determinadas páginas para la ilegalidad, vulneradora de los derechos de autor. Su gran problema va a ser encontrar el lugar físico o jurídico donde radica la sede de estos portales mediáticos. ¿De quién y de donde me están llegando esos megas y gigas para compartir la conformación de imágenes y sonidos? Y en esa estamos.
¿Esta acción disuasoria, según niveles nacionales de persecución y educación al efecto, va a permitir ver de nuevo colas de personas ante las taquillas de los cines? Ellos saben, también Hollywood, que la respuesta es puntualmente negativa. El hábito y los recursos técnicos anti ley están muy arraigados y sofisticados. La red es muy poderosa y no va a permitir que la sometan a parámetros interesados de la industria cinematográfica, por mucha ética y legalidad con la que quiera adornarse y protegerse.
Y entonces ¿qué habría que hacer para despertar de nuevo entre la ciudadanía el hábito mayoritario de acudir a las salas cinematográficas? Buena pregunta, cuya respuesta vamos a tratar de sintetizar desde un planteamiento obviamente personal y subjetivo. Veamos algunas sugerencias.
a) Cuidar la estructura, decoración y comodidad de la sala de proyección.
b) Potenciar la sonorización, a fin de que la película se entienda sin dificultad.
c) Mejorar el sistema de proyección, en orden a la luminosidad.
d) Rodar películas distraídas, amenas y agradables.
e) Reducir los temas y géneros de violencia, sadismo, perversión y ciencia ficción.
f) Construir con esmero la calidad narrativa de la trama.
g) Ofrecer incentivos económicos a la asistencia, para determinados días y horas de la semana.
h) Evitar las repeticiones clónicas de la cartelera en casi todos los cines.
i) Proyectar cine europeo y de otras industrias geográficas, además del proveniente de Hollywood.
j) Organizar una filmoteca en cada ciudad, a fin de promover y educar la afición al cine.
k) Ofertar entradas de precio muy reducido para jubilados, trabajadores en paro y jóvenes en busca de empleo.
l) Entregar folletos explicativos acerca de los datos técnicos y creativos de cada película.
m) Hacer un mejor cine, con inteligencia, estilo e imaginación.
n) Ofrecer un estricto nivel de limpieza en las salas y servicios comunes.
o) Establecer un buen servicio de vigilancia y ayuda al espectador, antes, durante y tras la proyección.
p) Seguir investigando sobre las proyecciones realizadas en formato digital. Todavía, no superan la calidad técnica de las películas rodadas en celuloide.
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La aplicación de éstas y otras medidas ayudaría, a no dudar, la vuelta de los aficionados a las salas de proyección cinematográficas. Nunca el visionado en el ordenador o en el televisor de cada hogar iguala la calidad del espectáculo que ofrece la gran pantalla “de la sábana blanca,” cuando las luces se adormecen y comienza esa narración que facilita el mimetizar sentimientos e ilusiones, estética y argumento, vivencias y creatividad.
Por cierto, no sé si tu te vas a animar, pero yo me voy a ir al cine dentro de un ratito. ¿Quieres que te recomiende una peli, de las que están proyectando en Málaga? Repasa la cartelera, documéntate y elige. Disfruta y reflexiona. En realidad, nunca va a estar en soledad ante una película. Esa pantalla que cobra vida, cuando se oscurece la luz para vivir la noche y el día, va a ser tu mejor y fiel compañía. No la desaproveches.-
José L. Casado Toro (viernes, 25 febrero 2011).
Profesor.
http://www.jlcasadot.blogspot.com/