viernes, 27 de agosto de 2010

UNA EMOCIONADA MIRADA EN EL RECUERDO. ANTE LA INMINENCIA DEL CAMBIO NECESARIO.



UNA EMOCIONADA MIRADA EN EL RECUERDO.
ANTE LA INMINENCIA DEL CAMBIO NECESARIO.




De aquí a muy escasos días asistiremos a la llegada de un nuevo mes. Septiembre. Con su ropaje de transición, entre un verano que se resiste al abandono y un otoño que se esfuerza en su protagonismo de estación equinoccial. Vendrá hermanado de un tiempo más fresco y de un nuevo Curso, no sólo en lo escolar sino también en la propia vida personal y laboral. Para el que estas líneas escribe, el próximo miércoles día 1 será una fecha de cambio profundo en lo vital para la tradición de otros primeros de septiembre vividos con esa expectativa, racional e ilusionada, de vuelta a la normalidad. Aunque todavía la documentación al respecto es más que precaria, es el día en que profesionalmente paso a la situación administrativa de “reserva activa”, utilizando con esta expresión un lenguaje teñido de la connotación castrense que preside lo militar. Por eso considero la oportunidad de este artículo, previo a la fecha del almanaque en que ha de producirse el, para mi persona, importante cambio administrativo. Estas líneas van a estar dedicadas a echar una breve mirada retrospectiva a lo que ha sido mi trabajo en el servicio educativo durante los últimos treinta y cinco años de esta pequeña cronología en lo personal.

No resulta fácil centrar la narración escrita en la propia autoría. Hay que resumir y sintetizar de una manera drástica, aceptando el riesgo inevitable de la subjetividad. Los recuerdos se visten con un ropaje sentimental en el que la nostalgia ilustra muchas de las imágenes que han quedado celosamente grabadas no sólo en la epidermis sino en el corazón íntimo de la memoria. Efectivamente, fue un año en el que la historia de España inició un cambio decisivamente profundo en su trayectoria de convivencia colectiva. Con el fallecimiento del general Franco, y la subsiguiente llegada a la Jefatura del Estado de la nueva monarquía, en la persona de Juan Carlos I de Borbón, se inicia una compleja pero ejemplar fase de transición política hacia un Estado de estructura democrática. 20-22 de noviembre de 1975, respectivamente. Fue a mediados de septiembre de ese año cuando entré, por vez primera, en un aula de clase como Profesor. No era la primera vez que desempeñaba una actividad laboral. Ya lo había hecho con sólo catorce años, edad en la que (eran otros tiempos) se podía iniciar tu vínculo administrativo con la Seguridad Social. Mi primera clase (Lengua Española) fue en una soleada tarde ante en un grupo de 7º de EGB, tras la entrevista matinal con el director del Colegio Cerrado de Calderón. Se trataba de un macro complejo educativo construido, a inicios de los setenta, entre colinas y agrestes depresiones en las estribaciones de la Penibética, frente a ese mar sosegado de los Baños del Carmen que acaricia Pedregalejo, camino ya de la barriada de El Palo. Centro de titularidad privada, con alumnos vinculados a familias de una notable capacidad económica. Esos tres cursos en que permanecí como Profesor del “Cerrado” fueron muy importantes para ir conociendo y aprendiendo las exigencias, dificultades y compensaciones de esta inestimable vocación que supone el servicio a la enseñanza. Era un trabajo de casi treinta horas de clase efectivas a la semana que, a esa edad de los veintitantos, se llevaba relativamente bien. Subir las empinadas curvas del Cerrado de Calderón con aquel entrañable Citröen 2 CV, dos veces al día, era toda una aventura. También utilizaba los elegantes autocares del Colegio que desplazaban alumnos desde Nerja hasta la Costa del Sol esteponera. Todos los días nos llegaban alumnos (también existía un cómodo internado vinculado al Centro educativo) desde esas contrastadas zonas de nuestra provincia. Y comencé mi aprendizaje de tutor, con un grupo encantador de niñas y niños de once/doce años, pertenecientes a 6º de EGB. Hoy, pasearán por Málaga u otros lugares de la geografía con esos responsables cuarenta y siete años de su vida. ¡Habría tanto que narrar! No sé cómo lo hice, pero traté de tranquilizar, con las mejores palabras, la inquietud manifiesta de una agradable y cariñosa alumna que comenzaba a “hacerse mujer”. Y aquella mi primera excursión o visita de estudio a la Cueva de Nerja. En ese grupo tutorial tenía a Carlos, el hijo pequeño del “complicado” empresario director. Era una época en que a los tutores nos hacían no pocos regalos, especialmente en el mes de la Navidad. Recuerdo que una niña, de rostro y carácter angelical, llamada Jacqueline, de nacionalidad holandesa, me trajo un libro dedicado que hablaba de su precioso país. Me enriqueció humanamente el trato con numerosos alumnos de nacionalidad extranjera. En esos tres decisivos años asumí que los contenidos del aprendizaje tenían que navegar en un mar de cariño y compresión amistosa para con unos seres tan jóvenes y tan necesitados de ese anhelado trato afectivo. Mi entrevista inicial con el psicólogo del Colegio no la he olvidado. “De verdad que quieres dedicarte a la enseñanza? Repetir todos los años lo mismo es muy duro….” Un busto cobrizo del Generalísimo presidía el diáfano aposento donde se recibía a los padres y madres de alumnos.

Fue en el Instituto Jiménez de Quesada, en Santa Fé de Granada, donde estuve trabajando un año como funcionario en prácticas. Curso 1978-79. Precisamente las oposiciones a Profesor Agregado de Bachillerato se desarrollaron en el Instituto Ntra. Sra. de la Victoria, el Centro que sería mi segundo hogar durante treinta y un años trascendentes de mi vida. El retorno a Granada, donde había realizado los estudios de Filosofía y Letras, promoción 1969-74, fue especialmente emotiva. Todos los días me desplazaba con el sufrido 2CV a esos 10 kms de distancia de la antigua ciudad nazarí, donde me esperaba un Instituto cuyo edificio estaba en plena construcción, por lo que dábamos las clases en unos pabellones prefabricados, como los que aparecían en algunas de las rancias películas bélicas visionadas en mi infancia. El alumnado era muy diferente con respecto al que había dejado en el Colegio Cerrado de Calderón. Pertenecían aquellos jóvenes a sencillas familias rurales de todo el entorno a esta localidad de tan importantes raíces históricas, en la etapa final de la Reconquista cristiana frente al poder islámico en Al Andalus. Muy trabajadores, respetuosos y voluntariosos ante el estudio. Entre las materias que hube de impartir ese año, se encontraba el francés, para un grupo de primero de B.U.P. Con un voluminoso y antiguo magnetófono de cinta iba a las clases, donde había alumnos que dominaban muy bien el idioma del vecino país. Menos mal que era un grupo donde también explicaba la materia de Historia Universal y ahí sí mejoraban las clases, pues trabajaba una asignatura integrada en mi especialidad. Hubiera podido optar por plaza en la propia capital granadina, pero allí me habrían obligado (horarios ya hechos) a explicar una materia de inglés. Hace unos días he recuperado las fichas de mi tutoría, con sus fotos correspondientes. Me acuerdo perfectamente de aquellos buenos y cariñosos alumnos que hoy serán padres y madres de familia, con unos cuarenta y seis años de edad. Durante todos los fines de semana viajaba a Málaga, desde el Camino de Ronda donde residía. En uno de esos viajes me cogió de lleno una impresionante tormenta, difícil de olvidar. Fue uno de los años en que Málaga sufrió una de sus cíclicas inundaciones equinocciales. En la fase de prácticas, no llegué a conocer al Sr. Inspector, lo cual sería una constante en mi actividad profesional. Mi jefe de Departamento o Seminario era también el Director del Instituto. Me trató con una gran deferencia, dado su carácter bondadoso y apacible. Recuerdo a un compañero de C. Naturales (me comentó que era sedimentólogo) que arbitraba los más insospechados recursos para que le funcionara el seiscientos al que mimaba con esmero. En cierta ocasión pudo llegar a sus clases gracias a una piña (del pinus pinaster) que oportunamente ubicó en determinada estructura del motor. Aquellos SEAT 600 eran más que funcionales. En este Instituto aprendí que la humildad y sencillez en las personas es un tesoro inapreciable en su valor.

En el Concurso obligatorio de traslados solicité plaza en unos quinientos Institutos de la mitad meridional peninsular (todavía era una convocatoria nacional). Tuve la inmensa suerte que se me concediera el primero de esa densa lista de peticiones. El IES. Ntra Sra. de la Victoria me había ya albergado como estudiante durante el Curso 1963-64. Uno de los Institutos de mayor prestigio de la capital malacitana, donde todavía recorrían sus pasillos e impartían su cualificado magisterio Profesores de la talla de D. Fdo. Mañas, D. Juan A. Lacomba, D. Luis Díez, D. Jaime Molina, D. Mª Teresa Bobadilla, D. Alfonso Vallejo, entre otros. Cuando entraba en su Sala de Profesores, me encontraba con algunos de estos venerables y admirados catedráticos que ocupaban usualmente una zona final de la espaciosa habitación. Con gran respeto, los profes más jóvenes atendíamos a sus comentarios y opiniones, observando ese “sanedrín” de sabiduría y buen hacer, atesorado al paso de los años. Era compañera de Claustro la hija de otro gran Profesor de Dibujo, ya jubilado. D. Carlos Mielgo. También hacía no mucho tiempo que Dña. Elena Villamana, una de las “temidas” Profesoras en los años de mi pubertad había dejado su puesto a D. Manuel Rodríguez, Catedrático de Lengua Española, que también ejercía su función como Director. Creo recordar que durante uno o dos años, de mis treinta y un cursos en “Martiricos” (1979-2010) este Instituto conservó su tipología de género como “el masculino” de Málaga. Cuando llegaron las primeras alumnas, muy escasas en número al principio, se sentaban, algo recelosas, juntas (dos o tres por grupo) en las aulas de primero de BUP, contrastando con una gran mayoría de estudiantes masculinos. ¡Cómo ha cambiado aquel panorama! En estos últimos cursos, he tenido grupos donde la sex ratio se ha modificado radicalmente en el sentido opuesto. Era “mi Instituto” en donde he permanecido más de la mitad del tiempo actual que contempla mi existencia. Pude optar a otras plazas por traslado, en algún momento de mi trayectoria funcionarial. Tenía puntuación suficiente para haber cambiado de Centro. Siempre el platillo de la balanza para adoptar tal decisión se inclinó a mi permanencia en el entrañable y vetusto edificio del Paseo de Martiricos. Muchos de los cualificados compañeros y, sobre todo, la naturaleza sociológica y afectiva de sus alumnos me indujeron a tomar la acertada decisión de permanecer tantos años en estas señas de identidad y fidelidad profesional. El matrimonio, la paternidad, la plena madurez, son hitos que me han acompañado como miembro activo de esta querida Comunidad escolar. No se podría entender mi vida sin la grata vinculación a este especial trocito de la vida y la cultura malagueña.

Nunca ambicioné cargos directivos. Razones de índole familiar y, sobre todo, mi discrepancia profunda con las exigencias, trato y determinantes de la Administración educativa hicieron que en los momentos que pudo darse esa colaboración optara por centrarme en mis obligaciones como Profesor y tutor. Debo agradecer (ya lo hice en su momento) a las personas que tan generosamente me ofrecieron su confianza para tal dedicación. Pero siempre me he considerado tutor de alumnos. Creo que un Profesor que ejerce la tutoría puede influir, de manera decisiva, en la atmósfera global y en el comportamiento individual de muchos escolares que están bajo su responsabilidad grupal. Y en este ámbito he tenido experiencias en sumo gratificantes que reflejan la fuerza de la solidaridad humana, no sólo desde el tutor al alumno sino también desde éste a su Profesor. Las función tutorial es complicada, agotadora pero apasionante, por los frutos que puede reportar en aquellos que por su joven edad más los necesitan. Escribir sobre este importante cargo educativo me llevaría a rellenar numerosas páginas de afecto agradecido para aquellos que han estado bajo mi responsabilidad grupal. He tenido alumnos en las tutorías que me han regalado el aprendizaje impagable de su sencilla, y a la vez grandiosa, humanidad. Volviendo a los cargos ejercidos, en algún momento fui encargado de la Coordinación de Área Social y en tres ocasiones distintas tuve el honor de atender la Jefatura de mi Departamento, Ciencias Sociales, Geografía e Historia. Estos dos últimos años, en los que mis compañeros quisieron que ejerciera dicho cargo, resultan para mí verdaderamente inolvidables. Trinidad, Pepe, Yolanda y Rosa…. Gracias.

En el baremo cuantitativo, algunos datos. Treinta y cinco años como Profesor, de ellos treinta y dos como funcionario docente del Estado. Casi cinco mil alumnos en las aulas, donde he explicado las materias de mi especialidad, Geografía e Historia. Más de cuatrocientos admirables compañeros que han compartido conmigo la importante dedicación claustral, en los equipos educativos y en los servicios técnicos y administrativos de la Comunidad escolar. Tres Centros docentes y seis respetados compañeros directores. Debo reconocer y valorar en todos ellos la confianza y ayuda que han sabido prestarme para mejorar, crecer y madurar en mi vocación profesional. Todas las personas te enseñan un poco cada día. A veces no reparamos en la influencia, por acción u omisión, que ejercemos sobre los compañeros que pueblan sociológicamente nuestro entorno social. De una forma u otra, aprendemos y enseñamos. Sólo un mes real de baja médica y un absentismo laboral bastante reducido, en tres décadas y media de profesión. La Administración no debe tener demasiada queja. En lo recíproco no puedo mantener la misma apreciación. Lo mejor que he podido regalarle a la Administración Educativa ha sido mi responsabilidad ante las obligaciones que me competían. Nadie, salvo mi familia, conoce las horas de privacidad que le he regalado a esta “bendita” profesión. Mi valoración acerca del trato recibido por la estructura de la Administración, con sus siglas de leyes y normativas desacertadas, desorientadas, es más que decepcionante. A pesar de ellos y sus incongruencias (véase algunos de mis artículos), en los Colegios e Institutos se forma, instruye y educa a los alumnos. El ímprobo esfuerzo de los profesionales de la educación es más que encomiable. Por cierto, en todo este tiempo nunca tuve una visita de inspección acerca de mi trabajo concreto. Algún día tendría que hablar de la función y labor que deberían llevar a cabo los inspectores de la Consejería de Educación. Como mínimo, y como respeto a tan importante colectivo docente (al que se deben), la obligación y educación de presentarse, ofrecerse y despedirse, con respecto al Claustro de Profesores. Más de uno debería recordarlo.

Estas líneas pueden hacerse exageradamente largas para las características espaciales de un artículo de reflexión y opinión. Debo resumir. Aunque he tratado de reducir al máximo los nombres concretos de mis compañeros de trabajo, más o menos recientes en el tiempo, quiero agradecer a todos, a todos ellos, su buen trato y mejor afecto. Lógicamente, me he sentido más cerca de unos sobre otros. Pero siempre he tratado de ser cordial y buen compañero de todos ellos, con mis errores y con mis aciertos. Por eso nos identifica el sentido y valor de lo humano. Me han ayudado a madurar y evolucionar en muchos aspectos de mi vida. Y ello merece mi gratitud y sincero reconocimiento. En cuanto a esos miles de alumnos que florecen en el recuerdo, confío en haberles aportado no sólo contenidos disciplinares. Hay valores que han de priorizarse sobre el conocimiento erudito y el dato científico. Citaré algunos, entre un amplio listado. La dedicación y el esfuerzo responsable ante el trabajo diario. El respeto y consideración hacia las personas. La ilusión por aprender y por cumplir honestamente con nuestras puntuales obligaciones. La solidaridad con las necesidades de los demás. La humildad de saber rectificar, para mejor avanzar. La racionalidad en la actitud crítica que toda persona debe fomentar, ante el entorno social y, de manera especial, sobre uno mismo. Propiciar la sinceridad frente a la teatralidad y la falsedad. El afecto y la amistad deben ocupar lugares de privilegio sobre las oscuridades y el egoísmo del desamor.

Ahora que comienza el nuevo curso, 2010-2011, debo reprogramar las horas del día con una trayectoria diferente a lo que ha sido habitual en los últimos treinta y cinco años. En esta modificación, que se hace necesaria ante el pase a la reserva profesional, me hace ilusión la permanencia de estos artículos que, durante tres cursos ya, he logrado conformar para cada uno de los viernes en el discurrir fluvial de las semanas. A partir del 1 de septiembre irán firmados con el nombre de su autor y con una sola palabra que atesoro y que siempre me acompañará como identificación y preciado honor personal. Profesor.-



José L. Casado Toro (viernes 27 agosto 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Geografía e Historia.

viernes, 20 de agosto de 2010

ARTE, NEGOCIO, VALOR Y MUERTE, EN EL RUEDO.

ARTE, NEGOCIO, VALOR Y MUERTE, EN EL RUEDO.
UNA POLÉMICA DECISIÓN PARLAMENTARIA.





“Profesor ¿Vd. qué piensa acerca de la prohibición de las corridas de toros, decidida por el Parlamento de Cataluña?” Sí, es una de las preguntas que, recientemente, he recibido de una de mis mejores alumnas en bachillerato. Tengo por costumbre responder a los correos electrónicos con la mayor presteza que me es posible. En caso de no hacerlo así, se corre el riesgo de olvidar la mejor oportunidad de contestación. Pero el caso es que leí este mensaje a una hora ya en plena madrugada. Aún así, atendí al requerimiento de esta buena amiga, confianza generada desde los “pupitres” escolares. Le expliqué que el tema era algo complejo. Sin embargo, me atreví a rellenar unas breves líneas en las que, básicamente, planteaba el posicionamiento de su Profesor. Ahora, con más tiempo y espacio, quiero abordar de nuevo esta polémica cuestión con el deseo, por supuesto, de ampliar el razonamiento que mantengo. Es obvio añadir que este artículo, como otros, llegará al ordenador de mi joven alumna.

Hace ya muchos años que no voy a una plaza, ni presencio una corrida de toros por la pantalla del televisor. Cuando era pequeño, me llevaban a ver algunos festejos taurinos. Pero fue el cine quien, a esas edades o entrando en la cronología juvenil, centraba o focalizaba el interés de mi ocio. Aunque respeto, lógicamente, a las personas que poseen esta afición, no me agrada este espectáculo que ahora despierta con la fuerza de la controversia político-social, generada por la difusión de la decisión política.

En mi opinión, es un espectáculo en el que se mezcla arte, valor, fuerza y crueldad. También, el interés de lo económico. Posee una antigua tradición en España, nivel de afición que decae en países más alejados de nuestro entorno espacial. Resulta pleno de exotismo para gran parte de la geografía mundial, salvando algunos Estados de la América de habla castellana. En él se combina la destreza, la inteligencia y la valentía en lo humano contra la potencia, la rudeza y nobleza, junto a la agresividad, en lo animal. Un hombre matador frente a un toro de lidia. Matizo lo de hombre. Hay mujeres, muy pocas, que se han vestido con el traje de luces y pisan el albero amarillo – naranja de la plaza. Pero, fundamentalmente, es una profesión machista, varonil, en su ejercicio. La escenografía, la vestimenta, los sones de la música, el juego habilidoso ante la muerte, el diestro dominio de lo humano sobre lo animal, todo ello encierra mucho de arte. Pero también existe una importante dosis de crueldad ante el bovino indefenso. Éste sólo posee su fuerza bruta y el “machete” de su cornamenta. El torero no está sólo. Se ve ayudado en su quehacer por otros peones de brega. Y reitero lo de crueldad. Efectivamente, a los animales se le sacrifica en los mataderos industriales para sustentar el alimento de las personas. Pero es una muerte rápida. Dolorosa, por supuesto, pero realizada de una forma no angustiosa para el animal. En la plaza todo es diferente. Tras los primeros pases de capote, se le clavan al toro en su lomo seis hirientes banderillas. Cualquier aficionado puede comprobar la longitud punzante de estos estiletes metálicos, adornados en su parte de madera con papelitos de vistosos colores. Durante toda la lidia, que puede durar entre diez y quince minutos, aproximadamente, el animal ha de llevar clavadas esas banderillas de las que mana su sangre. El contraste cromático del rojo sanguíneo sobre la negra piel del astado es más que impactante. Y el animal… claro que tiene que sufrir. Seis punzantes y dolorosas banderillas. Y llega la hora del picador. El “picaó” bien protegido y guarnecido encima de su caballo, que también lo está por muchas lonas enguatadas que frenan la agresividad de la cornamenta, lanza en ristre, clava su generosa punta en el lomo del toro, barrenando con toda la fuerza que puede, a fin de reducir la potencia motriz del bovino. Sigue manando la sangre por esos boquetes corporales que, entre aplausos, el picador ecuestre provoca con su vara dolorosa. ¿Qué sentimos cuando nos hacemos un pequeño corte en la mano o en la pierna? Mimeticemos potencialmente la escala de las heridas en el toro.

Y llega, finalmente, el tercio de toreo para la muerte del animal. Ahora es cuando empiezan a sonar los pasodobles que acompañan al “maestro” con su capote y su espada. Tras las banderillas, y el tercio de varas en el picado, el astado ha reducido en mucho su fuerza. Muge su dolor y trata de cornear lo que se le pone por delante. Si no embiste con la agresividad demandada, todos a coro gritan con despecho el ¡mátalo, mátalo ya! ¡es un manso! En el graderío o cavea circular se fuman los puros habanos, se bebe la fresca cerveza y abanicos y peinetas se balancean al viento del griterío visceral de los ¡ooole, ooole, oooole! Es el circo romano, aunque con otro tipo de “gladiadores”. Es necesario matar ya al animal que, en algún caso está ya bastante “muerto”. Hay toreros que ejercen muy bien su oficio de “mataó”. Hunden toda su espada en el cuerpo del toro y éste, entre estertores y vómitos de sangre, dobla sus patas y queda inerte en la arena. Otros astados aún necesitan del golpe del verduguillo en su cuello a fin de poner fin a su vida. No siempre el verduguillo acierta a la primera. Pero esta muerte no es la más frecuente. Normalmente el torero pincha con su espada en el hueso (columna, costilla..) del animal. Tiene que hacerlo en varias ocasiones debido a su escasa destreza o suerte con la espada. Y en muchas ocasiones tiene que utilizar el descabello o espada acabada en cruceta que hunde en el morrillo del toro. ¿Sufre o no sufre el animal?

El maestro, con terno de plata y oro, tras el flamear de miles de pañuelos al aire (menos mal que el espectáculo no se desarrolla en recinto cubierto o cerrado) comienza su vuelta al ruedo de la plaza, entre vítores y aplausos, acompañado de su cuadrilla, y portando en sus manos las orejas, y a veces también el rabo, de su rival que le ha entregado el aguacilillo por mandato del presidente de la corrida, aficionado entendido o asesorado al efecto. Cuando era pequeño, recuerdo que en alguna ocasión, dada la suerte de lidia y muerte, podía entregársele como trofeo victorioso una de las pezuñas o patas del toro. Éste, ya sin vida, es arrastrado por la cuadrilla de mulillas hacia el despiece, previo a la venta en la carnicería “oficial”. El toreo o lidia y la matanza subsiguiente ha durado esta vez quince minutos. Ese animal habría sido sacrificado en el matadero en unos pocos segundos. Y ya suenan los clarines, pues va a seguir la lidia del segundo de la tarde. Sigue fluyendo el humo de los puros, el frescor de las cervezas o refrescos y el vaivén de los abanicos, entre comentarios vibrantes acerca del valor y el arte del afamado matador. Es la fiesta “nacional” de los toros.

Hay que resaltar que algunos toreros han perdido la vida por cornadas del animal. La mayoría de ellos, personajes muy famosos en su historial taurino y personal. Es el riesgo de la profesión que libremente han elegido para su vocación artística. Es admirable su valor y destreza ante la fiereza del toro. Pero, comparativamente hablando, no hay equilibrio entre el dolor del astado y el del “maestro”. Una persona frente a un animal. No se puede hablar de equilibrios, en opinión de muchos. Sin embargo, es una profesión que conlleva un evidente riesgo para quien la ejerce. Y si tienes un poco de suerte, arte y no escasea tu valor, muy bien pagada, por cierto.

Y ahora entramos de lleno en la decisión polémica del Parlamento de Cataluña. El 28 de julio deciden, en una votación ajustada de 68 votos contra 55, más nueve abstenciones, prohibir la fiesta taurina en la región, norma que se habrá de hacer ejecutiva a partir del 1 de enero de 2012. Todavía queda año y medio para esa fecha. Los diputados nacionalistas sustentaron esta opción social. Los grandes partidos contaron con libertad de voto para sus diputados en esta ocasión. No es la única Comunidad Autónoma que ha prohibido las corridas de toros. También, ya lo hizo en otro momento Canarias, aunque en este territorio del Estado español la tradición taurina es notablemente mucho más limitada. La votación parlamentaria en Cataluña ha inundado de opiniones, comentarios, artículos, debates, las páginas de analistas en los foros mediáticos de nuestro país. La inmensa mayoría, son severamente críticas sobre el contenido de esta norma legislativa para el territorio catalán. En medio de toda esta vorágine de criterios enfrentados, el mundo empresarial taurino cifra en unos 300 millones de euros las indemnizaciones que habrá de recibir, una vez que no se puedan dar espectáculos taurinos a partir del primer mes de 2012. Y así están las cosas en el seno de la controversia social desatada en plena época de festejos con la figura del toro. El principal partido de la oposición, en las Cortes españolas, plantea presentar una proposición de ley para que jurídicamente quede sin efecto la prohibición emanada en un territorio, muy importante, del nordeste peninsular ibérico.

Un Parlamento soberano, integrado por diputados elegidos democráticamente, tiene el derecho de legislar con arreglo al criterio de sus componentes. Representan a millones de españoles, en este caso, que les han dado su voto en las elecciones correspondientes. Otro Parlamento, tras el mecanismo electoral en su día, puede modificar y cambiar la norma en este momento acordada. El contenido de una ley o norma a cumplir tiene que gustar a unos y desagradar a otros. Igual ocurre con el tratamiento de estos artículos de opinión. Y hay que respetar tanto a los que valoran su posicionamiento como también la opinión de aquéllos que muestran su discrepancia. Con respecto a la ley antitaurina, la verdad es que no he querido navegar en el turbulento cauce de los planteamientos enfrentados. He de manifestar que no me gusta la raíz del espectáculo taurino. Arte, negocio, sufrimiento y muerte. Tampoco soy profeso de las prohibiciones frente a la libertad responsable de los seres humanos. Antes habría puesto coto legal inmediato al uso contaminante del tabaco en restaurantes y espacios públicos cerrados. Pero entiendo que un legislador está para eso, para legislar. A no mucho tardar habrá nuevas elecciones. El ciudadano podrá tener y ejercer su palabra, aunque sea efectiva cada período de cuatro años. Los aficionados de este territorio tendrán corridas de toros en provincias limítrofes, como Castellón, Zaragoza o Huesca. El nacionalismo catalán habrá conseguido un nuevo peldaño en esa escalera que los identifica diferencialmente frente a otras nacionalidades o caracteres del mosaico español. Habrán conseguido, sin pretenderlo, que una parte de la sociedad defienda esta cruel fiesta, en un momento en que la juventud le da la espalda a su celebración.

Los jóvenes, sociológicamente hablando, no están por la labor de un espectáculo que se halla arrinconado en las prioridades de sus gustos y aficiones. El cine, el deporte, un buen libro, el paseo por la naturaleza….. me resultan más gratificantes que el circo taurino donde el arte y las valentía se combina con el sufrimiento, la sangre y el dolor. Aunque sea un animal. Y/o precisamente por eso. Y desde los pupitres escolares se deben potenciar valores que eludan la violencia, el sufrimiento y la crueldad. Sí, es un animal. Pero su muerte debe ser lo menos dolorosa posible. En todo espectáculo debe priorizarse la mayor cuota de racionalidad. Vaya al coso taurino quien le agrade. Creo que hay alternativas más inteligentes y gratificantes. Gozar con el dolor ajeno no es edificante. Sí, es un toro. Es un animal que tiene que sentir el dolor.

Ya están preparadas las cuadrillas. Comienza el paseíllo por el albero de la plaza. Seis animales, encerrados en el toril aguardan su recio protagonismo para saciar la violencia subliminal colectiva. Ese dibujo del toro de lidia está en la tradición mediterránea. Para un sector de españoles, es su fiesta nacional.-


José L. Casado Toro (viernes 20 agosto 2010).
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS. Historia.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA NECESIDAD DE UN APRENDIZAJE CON RELEVANCIA SIGNIFICATIVA

LA NECESIDAD DE UN APRENDIZAJE
CON RELEVANCIA SIGNIFICATIVA.




Comprendo, no puedo por menos que entender, a muchos de los amables compañeros que, a la llegada de los viernes, prestan su atención a la lectura de estos artículos. Me pongo, con manifiesta empatía, en vuestro lugar y he de compartir esa sonrisa que, sin duda, va a fluir en medio de la incredulidad. En plena canícula agosteña, gozando de la fina y sensual arena de la playa, las lúdicas horas vespertinas para la música, el paseo o esa relajante película que garantiza el visado de la recomendación amistosa. Incluso pensando en esa suculenta y más que afectiva cena fraternal, bajo el guiño blanco / azulado de la luna y con romántica visión a esa histórica plaza, porticada a golpe de recia madera y piedra en la meseta castellana, tiene “bemoles” y no poca osadía que os envíe una reflexión sobre…. el APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO. Y es que a veces nos aparece, de no sabemos dónde, un “pronto” temerario y escudándonos en la distancia electrónica, digitalmente garantizada, nos lanzamos al vacío de lo imposible y nos ponemos a tratar estos temas, “sencillitos” y “atractivos” para la fecha y el delirio. Vayamos a ello, lo antes posible, no sea que aparezca en la racionalidad de la noche la necesidad de cambiar la temática de este escrito dirigido para compartir la fuerza de la amistad y el afecto.

Un año sí, y el otro seguro que igual. Y, también, el siguiente. Comprobamos, a golpe de examen y ejercicios, que mucho de aquello estudiado por los alumnos, continúan sin saberlo. Lo he visto repetidamente en los seis cursos de la Enseñanza (y educación) Primaria. También, en la Secundaria Obligatoria, han sido contenidos puntuales de estudio. Y cuando llega al Bachillerato…. mantienen su DESCONOCIMIENTO. No parece lógico que así suceda, pero es la realidad con que los Profesores nos encontramos cuando corregimos las pruebas escritas o cuando practicamos ejercicios de participación colectiva en el aula de clase. Cada una de las materias disciplinarias o curriculares tiene en su haber temas y contenidos concretos que se resisten, con tenaz rebeldía, al aprendizaje de los más jóvenes. Por razones obvias de especialidad, voy a comentar algunas cuestiones relativas al entorno de las Ciencias Sociales.

En este mi último año como docente en activo, he trabajado con alumnos de 3º de la ESO y de 2º de Bachillerato. 14-15 años, los matriculados en la Secundaria Obligatoria, y 17-18 años aquellos que cursaban el curso previo a la Universidad o a los ciclos formativos superiores. En ambos casos, he explicado la materia de GEOGRAFÍA. En cada uno de los exámenes correspondientes a las distintas evaluaciones, les he facilitado una cartografía “muda” a fin de que fuera completada durante el ejercicio. El mapa provincial y autonómico de España ha sido, entre otros, uno de los que más se han repetido en estas pruebas parciales. Los errores, en los dos ciclos educativos, han sido numerosos y destacados. No me refiero especialmente al territorio de Andalucía (aunque también alguna provincia “ha cambiado” de ubicación) Los errores más graves han estado en el resto de Comunidades Autónomas. Y aquí viene la pregunta: ¿cuántas veces un alumno con 14-17 años ha trabajado el mapa de la Geografía política de España? Sin duda, en numerosas ocasiones. Y muchos continúan sin saber ubicar el nombre provincial concreto en su correcto lugar. A pesar de habérseles facilitado algún pequeño truco nemotécnico o de “memoria visual”. No me cabe la menor duda que mis compañeros, y yo mismo, hemos incidido en los cursos previos sobre este más que elemental conocimiento. Y lo mismo que estamos diciendo de la Geografía política de España, podemos trasladarlo a los países europeos, América, Asia o África, con sus capitales respectivas. ¿Cuántas veces hemos explicado, sobre el mapa mural correspondiente, la estructura del relieve español o la hidrografía peninsular, con sus ríos y principales afluentes? Los errores de localización y ubicación toponímica continúan siendo exageradamente destacables en aquellos que han sido y son nuestros alumnos.

En el ámbito de la HISTORIA, también hay datos y elementos básicos que continúan sin ser integrados de una manera correcta. La división y clasificación de la Historia, según criterios temporales, espaciales o de objeto de estudio; el siglo (con números romanos) al que pertenece un año concreto de nuestro pasado; el listado de los Jefes del Estado de España, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón en tiempos de los Reyes Católicos; acontecimientos destacables, como el inicio de la dinastía borbónica; las fechas de las dos Repúblicas que hemos tenido en nuestro país; el inicio y final de la Guerra Civil o el nombre de los Jefes de Gobierno democráticos, tras la aprobación de la Constitución de 1978; el listado de Constituciones españolas, etc. También en la materia de Historia del ARTE hay cuestiones que, curso a curso, no se consigue tener la suficiente claridad de criterios. Entre los ejemplos a citar como más llamativos, la evolución secular de los distintos estilos artísticos; diferenciar un templo románico o gótico; un vocabulario básico a fin de proceder a la descripción de una pintura o escultura, en sus rasgos más definitorios; etc.

Es evidente que en los tres campos básicos de las CC SS (Historia, Geografía, Arte) los ejemplos que todo Profesor podría citar serían numerosos y relevantes para sustentar esta realidad que padecemos en el aprendizaje: la deficiente integración de elementos conceptuales, estructuralmente necesarios para otros objetivos más ambiciosos de estudio. Y al igual que en esta Área disciplinar, lo mismo ocurre con otras materias curriculares: Matemáticas, Lengua Castellana y Literatura, Física y Química, Ciencias de la Naturaleza, Filosofía, Economía, Filología inglesa y francesa, Latín y Griego, Tecnología, Plástica; Religión, etc. En todas las áreas disciplinares encontramos un amplio listado de contenidos “imposibles” y básicos para su efectiva disponibilidad de recuerdo. Por más que se hayan enseñando y aprendido en ciclos educativos vinculados a las hojas viajeras del calendario.

¿POR QUÉ suele fallar tanto esta integración de conocimientos? Dicen los técnicos de la psicopedagogía que esa frustración docente procede en que no se realiza un adecuado aprendizaje con significatividad. Es decir, los nuevos contenidos de estudio no se “anclan” de manera adecuada con aquéllos otros que ya se poseen. A causa de ello, no adquieren una potencialidad relevante en nuestros almacenes compartimentados de la mente. No ocupan las vitrinas o acomodos adecuadas en los palés cerebrales del conocimiento. Por ello, cuando vamos a echar mano de los mismos, están “perdidos”, desordenados en ese sótano de los trastos acumulados sin sentido. No es posible encontrarlos. Incluso tenemos la sensación de haberlos perdido en esa cadena con eslabones dolorosamente escondidos o ausentes. Volveremos, una y otra vez, a trabajar esos elementos de aprendizaje que a falta de ubicación necesaria tomarán el transparente y desalentador camino del olvido. Se habrá hecho un esfuerzo, otra vez más, con ese pasaporte que lleva escrito, en sus páginas formativas, el destino de la nada. La inutilidad del tiempo aportado será más que manifiesta. Los resultados y datos en este orden frustrante son más que tozudos. Evidentes.

¿QUÉ PODEMOS HACER para mejorar el fracaso en la asimilación de contenidos relevantes, para muchos de nuestros alumnos, en ese taller de la operatividad instrumental? La solución no resulta fácil. Los Profesores se esfuerzan en conseguir buenos resultados pero, una y otra vez observamos como muchos de los contenidos básicos continúan sin ser asimilados. Pero, algo habrá que hacer. Algo habrá que intentar para conseguir un cambio en positivo. Veamos algunas posibilidades sobre las que se puede incidir en ese avance tan necesario sobre el error.


1. El degradado valor de la memoria.

En puntuales momentos de los cambios educativos, aquellos de las siglas “providenciales” para la decepción, hubo elementos que fueron condenados a una ubicación marginal y periférica, entre las herramientas del aprendizaje. La memorización fue descalificada ante otros utillajes para el progreso formativo. En modo alguno ha de pretenderse elevar la facultad mental de la memoria al Olimpo milagrero de las utilidades escolares. Pero fue un lamentable error su degradación ante otras panaceas vanguardistas. Desacierto que muchas generaciones de alumnos continúan pagando con un lastre de conocimientos e incultura más que manifiesto. Hay que memorizar las provincias. Hay que memorizar la hidrografía. Hay que memorizar determinadas fórmulas científicas. Hay que memorizar listados de .…. Después pasaremos a la jugosa fase analítica, racionalista e interpretativa. Pero no se puede abandonar la virtualidad de esta facultad que está en nuestra mente para ser utilizada. Sí, para ser optimizada en su rendimiento. Se deben practicar ejercicios de potenciación de la memoria.


2. Con interés se fijan mejor las ideas y los datos.

Si nuestros alumnos incrementaran, aunque “sólo fuese un punto” este factor tan imprescindible en el aprendizaje, la fijación de conocimientos se haría más efectiva. Mucho más efectiva. Cuando algo nos interesa, el recuerdo se hace más permanente y relevante. El desinterés facilita, obviamente, el olvido. Habrá que habilitar y proponer recursos de motivación para este fin. El profesor conoce, con el trato diario, a los que son sus alumnos. Hay grupos diferentes. Hay alumnos diferentes. Es obvio. También, los momentos y las oportunidades no siempre serán las mismas. Lo que hoy resulta operativo para esta motivación, mañana puede resultarnos ineficaz. La prensa; Internet; los MAVS; los puntos positivos; el diálogo personal; la utilidad cotidiana; la dosificación del elogio; el equilibrio en la corrección; la virtud del ejemplo; la sinceridad explicativa; la mirada y la gesticulación; etc. Los instrumentos para potenciar el interés son amplios, versátiles y adaptables a las circunstancias de cada tiempo y lugar.


3. Relacionar y entretejer conocimientos.

Este recurso se define con muy escasas, pero importantes, palabras: vincular lo nuevo que se aprende con lo que ya se conoce y recuerda. De esta forma, tanto los conocimientos recién llegados, como aquellos otros que ya ocupan plaza en las neuronas de nuestra mente, se hermanarán psicológicamente con el noble objetivo de su mejor fijación y disposición para el recuerdo. Por ejemplo y siguiendo con el modelo geográfico. Olivos, Mezquita, Giralda, Doñana, Constitución de 1812, Picasso, Al Hambra, Cabo de Gata…. ¿qué nos recuerdan? Desde luego hay que admitir que estos conceptos y topónimos podrían fácilmente sustituirse por otros de similar o superior relevancia. Igual hacemos cuando trazamos una línea norte sur que vuelve a formar la cima de una montaña descendiendo hacia el Sur oeste. León, Zamora, Salamanca // Valladolid, Palencia, Burgos // Soria, Segovia y Ávila. No se te olvidarán las nueve provincias de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, ubicándolas correctamente sobre el plano cartográfico. Tratado de Tordesillas: ¿qué es un Tratado diplomático? ¿En qué siglo tuvo lugar su firma? ¿Cuáles fueron los Estados que lo acordaron? ¿En qué consistió su contenido? ¿Sirvió para algo? ¿Dónde está Tordesillas? Es un elemental recurso que nos ayuda a comprender los mecanismos que anclan los conocimientos en nuestra memoria.


4. La operatividad de las clases magistrales.

Continúan siendo necesarias, frente a detractores y profesos de las comunas asamblearias docentes. Un buen Profesor debe dinamizar la búsqueda del aprendizaje en sus alumnos. Pero ha de implementar, con el racional equilibrio de la moderación, sus conocimientos, sus experiencias, sus habilidades, en aquellos que, por su edad, se hallan en plena fase juvenil de su formación reglada. También se aprende ante una buena clase de exposición magistral. Por supuesto. Y en este ámbito, voy escribiendo en la pizarra los nombres de aquellos reyes y presidentes de las dos repúblicas que España ha tenido desde los Reyes Católicos. Y cuando anote Felipe IV (1621-65) en el verde del encerado, hablaré brevemente de un genio del lienzo pictórico llamado Velázquez. Y cuando aparezca el nombre de Amadeo de Saboya (1871-73) aludiré a este territorio italiano cuya monarquía posibilitó la unidad estatal de la nación italiana. Y con el general Francisco Franco (1939-75) tendremos que diferenciar, con puntual brevedad la diferencia entre un sistema político democrático y una dictadura. Los alumnos no sólo asumirán los conocimientos que atesora su Profe sino, y mucho más importante, lo que ellos pueden llegar a saber a poco que apliquen un poco de esfuerzo y concentración.


5. Practicar la repetición.

Una gota de agua, en continuo, llegar a provocar una hendidura o depresión pétrea en la roca. Pues también puede actuar así la reiteración de conceptos en las neuronas y epidermis de nuestro cerebro. Repetir y repetir, para mejor fijar y evitar el olvido. Es como si le diéramos una capa nueva de pintura a un paramento ya desbrozado o descarnado por el frío, el viento y la hostilidad de los componentes atmosféricos. ¿Os acordáis de la tabla de multiplicar? No existían las versátiles y dinámicas calculadoras que todo, o casi todo, lo pueden, en el terreno de la aritmética. Y no tenías ya que hacer especial esfuerzo para saber el resultado de multiplicar ocho por nueve. Ese cálculo mental no sólo era útil para evitar ese matrimonio de conveniencia de la calculadora sino que, al practicarlo, estabas adiestrando la “musculatura” de tu capacidad y potencialidad memorística. De eso se trataba, fundamentalmente. Hay que evitar la atrofia de aquellos elementos corporales y mentales que conforma nuestra persona. La mente, la memoria, ha de ser entrenada. En caso contrario, acumulará gotas de letargo y gramos opacos para la necedad.


Podríamos continuar hablando de este tema tan refrescante a fin de rentabilizar hídricamente nuestro esfuerzo docente y formativo. Pero he de entender que estamos…. en pleno mes de agosto. Playas, excursiones, estaciones de ferrocarriles y pistas de aterrizaje, parques temáticos y luces de neón con acústicas multicolores de feria y fiestas marianas. Ocio y relax. Y yo aquí “comentando” acerca de la significatividad del aprendizaje. Bueno ¿y por qué no? Es un buen momento para reflexionar, en este trocito de amnistía vacacional, acerca de por qué nuestros escolares siguen fallando con el mapa administrativo de su país; por qué sienten la crudeza de la orfandad sin la ayuda de la “maquinita” para los cálculos numéricos; por qué siguen sin saber, en la más profunda pubertad, aquello que llevan aprendiendo desde los tres o cuatro años de su edad. Y así un largo listado de conocimientos fallidos. Habrá que buscar soluciones ¿verdad? Mañana, ahora, siempre… ellos y nosotros, sin duda, lo agradeceremos.-



José L. Casado Toro (viernes 13 agosto 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia

viernes, 6 de agosto de 2010

Mamá no está en casa. Ha ido a la peluquería. Hijos, en la soledad.

MAMÁ NO ESTÁ EN CASA. HA IDO A LA PELUQUERÍA.
HIJOS, EN LA SOLEDAD.




Una solución bastante inteligente, para estos días en que aprieta el calor y no hay otras alternativas más atrayentes para la distracción y el sosiego, es, contando con esa lectura siempre amiga en la fidelidad que nos regala un libro, la visita a una sala cinematográfica. Buen precio, mejor película y la atmósfera, a veces algo extremada en el frío, del grato aire acondicionado. Con esta razonable introducción, he de confesar que visito con apasionada frecuencia las salas pequeñitas del recuperado cine Albéniz. Felizmente hoy renovadas en su decoración y donde se proyectan cintas, normalmente en versión original subtituladas. Lo de cintas es un decir…. pues el celuloide ya ha desaparecido. Ahora es otro tipo de materia plástica, absolutamente ignífuga. También se trabaja mucho con el betacam y, sobre todo, con la proyección digital. Ésta viene en un formato de disco duro, tamaño libro de bolsillo, eso sí, con millones de píxeles y más que numerosos gigas. La imagen en pantalla me sigue resultando un poco fría. A veces, hay problemas de enfoque. Pero sin un solo fallo de continuidad ni “suciedad” en pantalla. Por supuesto, el sonido es perfecto. Calidad digital. Te das perfectamente cuenta si la máquina es analógica o digital, al inicio de la película. Se les suele “escapar” unos números, superior izquierda en la “sabana blanca”, que te avisan del nuevo soporte informático.

Como decía, me desplazo al cine Albéniz, y tengo la suerte de encontrarme en la entrada del edificio al jefe de cabina, persona que ya tengo el gusto de conocer. Con la generosidad que le caracteriza, me da una pequeña lección técnica, que “me sabe a gloria” Ya no sólo es ir al cine, sino que te explican el underground de la técnica del séptimo arte, sin cobrarte suplemento en taquilla. Una delicia. A pesar de que es un cine muy particular, me agradan desde siempre las comedias francesas. También, el género dramático. Su cinematografía suele tener el valor del realismo familiar y social. Y está muy bien elaborada. De hecho, en este vecino país es donde Hollywood tiene un competidor más fuerte para “vender” la aculturación estadounidense. En la mayoría de los estados europeos la industria USA es dueña y señora de las salas y pantallas para la imaginación. El francés es un cine serio, elegante y que refleja con intensidad, y de manera continuada, la psicología que subyace en el carácter de los personajes.

Elegimos, para este atardecer de colores cruzados en el cielo, Mamá está en la peluquería (Maman est chez le coiffeur). Si, ya sé. Se me va a corregir con el dato de que su nacionalidad es canadiense. Repasemos la historia de este nórdico estado americano. Por lo del lenguaje, aclaro. Se rodó en 2008. 99 minutos de “metraje” (proyección en betacam, algo parecido a las antiguas cintas VHS). Imagen perfecta, aunque con un poquito de falta de “temperatura”. Está hábilmente ambientada en los felices y míticos sesenta. Cuando éramos y gozábamos de aquella nuestra juventud cronológica. Exactamente, en 1966.

¿Qué puedo contar del ARGUMENTO? Para los que necesiten y exijan (como el autor de este artículo) la “sorpresa” narrativa, lo más sensato sería saltarse este párrafo y continuar leyendo más adelante. Todos de acuerdo en que he avisado, a fin de evitar la ruptura de la ilusión. Familia acomodada socialmente que reside en una preciosa casita de campo. Viviendas repartidas por un entorno natural, junto a un caudaloso río. Padres que se acercan a los cuarenta en edad. La profesión del Sr. Gauvin es la de médico y microbiologo. Su bella mujer, Simone, trabaja de periodista en una empresa de comunicación televisiva. Atesoran en su vida tres hijos, que hacen un verdadero recital interpretativo durante toda la trama. La historia está “escrita” bajo su particular visión infantil. La preciosa hija mayor, Elise, con una mirada y gestos faciales, verdaderamente excepcionales, ya alcanza los catorce años. Tiene dos hermanos. Carl y Benoit, de doce y seis años. Coco (Carl) se esfuerza, para ese tiempo de vacación veraniega, en construir un rústico bólido, en el garaje familiar. El pequeño, Benoit, tiene problemas psicológicos que se verán agudizados por un grave problema que vinculará a todos los miembros de la casa. La hermana mayor, en plena pubertad, pensativa, reflexiva, sensible, se está haciendo una atractiva jovencita. Su madre soporta la frialdad sexual de su marido que prefiere estar mucho tiempo con los amigos. Uno de ellos, despierta una tendencia homosexual en su persona. Elise descubre el problema al escuchar la conversación telefónica de su padre, teléfono que lleva con presteza a su madre, que se ve destrozada anímicamente ante la terrible realidad. La ruptura es más que drástica. Abandona a sus hijos y esposo y se traslada a Londres, a trabajar en una delegación de su empresa audiovisual. Desaparece el clima de aparente estabilidad familiar, ya que el padre no comunica de manera inteligente con sus hijos y éstos reaccionan cada uno con sus posibilidades y caracteres. La hija se refugia en el cálido afecto de un vecino mudo, el Sr, Mouche, de aislada vida social. Carl, con sus amigos y sus aficiones automovilísticas. El que peor lo lleva es el pequeño, que potencia sus trastorno psicológicos, hacia la destrucción de muchas cosas que integran su vida. Todos necesitan a Simone. Su propio esposo llora desconsoladamente ante la ausencia de un pilar básico que sostenía la unión de cinco personas. También los amigos de los hijos padecen dramas y graves problemas afectivos con sus padres. Enfermedades, adulterios, violencias… es el trasfondo que existe en muchas escenografías “normalizadas”. Cuando las apariencias disimulan las debilidades y el realismo relacional entre los adultos. Éstos piensan más en sus necesidades egoístas que en el daño que están provocando sobre aquellos que más sufren su indefensión por su corta edad. Finaliza el verano, esa lúcida época vacacional de juegos, paseos en bicicleta, amistades y primeros besos y caricias en una sexualidad que despierta hacia la edad juvenil. Elise promete a Benoit que pronto irán a buscar a su madre, esa persona que a pesar de haber abandonado a sus hijos, todos la necesitan en el crecer, en el vivir y en el querer. La dulce voz de Francoise Hardy pone la música en los títulos de crédito, al final de la película.
¿Por qué ese TÍTULO de Mamá está en la peluquería? Los pequeños no entienden la reacción dolorida, pero egoísta, de su madre. Su padre tampoco les explica la verdad de todo lo que ha pasado. Incluso Elise se siente de alguna manera culpable del abandono maternal. Cuando algún vecino o conocido se acerca a su domicilio preguntando por Simone, todos a coro responden que su mamá no está. Que ha ido a la peluquería. No desean que socialmente se sepa la dura experiencia que están soportando en su agreste soledad. Ocurre este hecho varias veces en escena.

A pesar de esta dura y compleja temática argumental que se acaba de sintetizar, el profundo problema humano está tratado con amplia delicadeza y no menos elegancia. Se evita un patetismo lacrimógeno y dulzón. Incluso en ocasiones aparecen detalles de humor, protagonizados principalmente por los niños aunque también la “estirada” Madame Paradís, una vecina madre de dos niñas amigas de Elise, aporta momentos de un comportamiento lleno de ridiculez y necedad que provoca más de una sonrisa.

¿Qué nos aporta como MENSAJE esta valiosa película? La enseñanza es meridianamente clara y evidente. La actitud de los mayores condiciona de manera decisiva la vida y el desarrollo de los más pequeños. Y es que esos mayores son los padres. Y esos menores…. sus hijos. Sólo la hija mayor percibe el trasfondo real del problema. Hay enfados, enfrentamientos, desamor, y apariencias forzadas, entre los padres. En este caso, responsabilidad primaria del marido. Pero la reacción de la madre, abandonando a sus hijos, descalifica notoriamente su personalidad y la justicia de su dolor. Por ahí he leído una frase, referida a esta película, en la que se dice con acierto sobre la actitud de muchos padres que rompiendo entre ellos piensan en solucionar su problema, sin reparar en todo lo que rompen en el mundo frágil de sus hijos, seres inocentes y necesitados, por su corta edad, de afecto, cariño y estabilidad. Estos valores han desaparecido de sus vidas, en la familia Gauvin. No saben bien por qué. Pero es que necesitan a una madre. Su madre. Y ella se encuentra ya lejos, muy lejos. Esa postal que les envía prometiendo que está buscando un apartamento para que sus hijos puedan vivir junto a ella no refleja verosimilitud o credibilidad. Ni ella, ni su marido, por irresponsabilidad y egoísmo, han medido bien las consecuencias dolorosas de sus actos para aquellos que tanto dependen de sus personas. Cuando Benoit, el más pequeño, ve el coche de su madre alejarse de casa, dejándolos en el abandono afectivo, reacciona orinándose, allá junto a la puerta de su casa. En otro momento, se golpeará contra la puerta de un armario, hasta hacerse sangrar, mirando el dibujo que había hecho de su mamá. Son infancias que van a quedar lastradas y marcadas por el dolor y la tensión de unos adultos que han pensado más en ellos que en sus propios hijos.

La guionista Isabelle Hebert aporta en su escrito literario experiencias propias, vividas en el seno de su familia. También ella fue abandonada por su madre cuando contaba pocos años. Y es que la trama argumental narra la esencia de un entorno que resulta real y bastante frecuente. Lo que es de lamentar. Muchos de nuestros alumnos ofrecen un comportamiento negativo, rebelde y hostil a las normas. Su aprendizaje queda marcado por la desorientación, la frustración y el fracaso. ¿Nos hemos puesto a pensar en el contexto familiar y social de estas vidas, de apenas trece o catorce años, que han de soportar la actitud irresponsable de sus mayores genéticos? Hagan los responsables políticos leyes, normativas, proyectos y controles de diagnóstico. Pueden ser útiles, sin duda. Pero atiéndase, con prioridad, en la formación, respuestas y vivencias de las familias a las que estos niños y jóvenes pertenecen. Los Profesores tutores tienen una hermosa, difícil y sacrificada labor que desarrollar para detectar ese desequilibrio familiar en el que sus alumnos pueden verse inmersos. Una vez conocida los parámetros y circunstancias de esta inadecuación, hay que actuar con los medios que la ley y los servicios que la Administración ponen a nuestro alcance. Pero, sobre todo, hay que dedicar tiempo, diálogo, afecto a esos alumnos que más lo demandan y necesitan. Ese cariño del que carecen en su entorno familiar ha de ser compensado durante esas horas de que disponemos en nuestro horario laboral. Y, en más de una ocasión, habrá que sacar tiempo del reloj de nuestra legítima privacidad. La amistad y el cariño no entienden, no deben entender de estructuras reglamentarias. Vocación, generosidad y solidaridad en lo humano.

Mamá está en la peluquería es una película que los padres deben conocer. Que, todos, necesitamos visionar. Ganaremos en ello cotas de reflexión y oportunidad para la responsabilidad. La limpia, transparente y cálida mirada de Elise Gauvin (Marianne Fortier, 14 años) justifica esa hora y media larga de aprendizaje, por y para la vida. Con el noble objetivo de hacer felices, sembrando simientes de afecto y equilibrio, en aquellos que más nos necesitan.-


José L Casado Toro (viernes 6 agosto 2010)
IES. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga. Dpto. CC SS Historia.