Hay palabras que en su significado pueden tener diversas definiciones y numerosos orígenes o determinantes. El vocablo elegido para este relato es MIEDO, con sus sinónimos de temor, horror, incertidumbre, angustia, ansiedad, crispación, desesperación, etc. Ese sentimiento puede generarse ante la grave enfermedad, por las consecuencias de una guerra, ante una película de ese género, cuando afrontamos una difícil prueba o examen escolar, ante una competitiva entrevista de trabajo, en un ambiente de oscuridad “tenebrosa”, ante cualquier tipo de amenaza, cuando esperamos los resultamos de una prueba analítica, a la hora de optar por una compleja decisión para nuestras vidas., en el ámbito artístico, el pintor o el escultor se “atemoriza” ante el “horror vacui”, vacíos que hay que llenarlos con relieves, esculturas o dibujos en el lienzo o en la pared. Incluso en el ámbito deportivo, pensemos en el guardameta de fútbol, cuando le van a lanzar un penalti desde los 11 metros de distancia. Como estamos comprobando, hay muchas situaciones en las que podemos sentir esa sensación de miedo. El relato de esta semana va a centrarse precisamente en la “crítica” situación de un escritor cuando, con la pluma o el teclado por delante, tiene numerosas páginas en blanco por rellenar y la inspiración, traviesamente, le ha abandonado. Vayamos, pues, a la historia.
RICARDO Areces Beltrán, es un periodista de mediana edad (47) que trabaja en un periódico de provincias. Está divorciado y tiene dos hijos estudiantes de educación secundaria que viven con su madre, SILVIA. Su trabajo le compromete a escribir una columna de prensa cada día, sobre actividades culturales que se desarrollan en la capital provincial o en pueblos de la provincia. Además de este seguimiento de la programación cultural, ha de preparar un reportaje semanal que se publicará en la revista dominical que se entrega con el periódico ese día, ilustrada con un buen soporte fotográfico. Esos reportajes tratan acerca de temas diversos que exigen una amplia extensión informativa, sustentada siempre en el interés de los lectores. Esos reportajes han de ser entregados con una semana de antelación, ya que la preparación de la revista exige un mayor tiempo de elaboración técnica con respecto a la edición diaria del periódico.
Era una tarde de martes en febrero, por consiguiente, tenía de plazo hasta el sábado para elaborar y entregar el reportaje que sería publicado el domingo de la siguiente semana. El problema y el “miedo” que lo albergaba es que tenía “la mente en blanco” acerca de qué escribir. La pantalla de su MAC, en la que aparecía un archivo Word, estaba completamente vacía o carente de palabras sobre el archivo “inmaculado”. Pasaban los minutos, aguardando la inspiración temática, que se resistía a llegar a su mente. Se ayudaba con alguna infusión, tomaba caramelos para la garganta, ponía música de diversos géneros, pero los minutos se convertían en horas, sin saber sobre qué escribir. Cenó pronto y como se sentía algo cansado del deambular por la mañana por centros culturales, se fue pronto a la cama, cerrando su ordenador, manteniendo el archivo Word completamente vacío de contenidos. Lógicamente había sopesado varios temas, pero antes de ponerse a escribir los veía “sin fuerza motivadora” para su mejor desarrollo, pensando en el interés del lector. La verdad era que llevaba unos días con inspiración bajo mínimos. Ya en la cama, se veía inmerso en una intensa desazón, intranquilidad o “temor” ante el reportaje que tenía que elaborar. Sabía que tenía aún cuatro días para hacerlo, pero esa visión del folio vacío de palabras, como un erial sin cultivo, le generaba un lógico “miedo” y angustia por la responsabilidad contraída.
Ya en el miércoles, tras realizar unas llamadas telefónicas a determinados gestores culturales, a fin de “cuadrar” la columna diaria, envió por correo electrónico la crónica de las actividades escénicas, conferencias y cinematografía para esa jornada. Pero le seguía preocupando cómo “llenar” el reportaje dominical pendiente para la revista VIDA (el título de esta revista se inspiraba en la mítica publicación estadounidense LIFE, que se publicó entre 1889 y 2007, con algunos intervalos por circunstancias diversas). Abría el archivo del ordenador y allí seguía completamente en blanco, sin título ni texto. Entonces Ricardo, como tantas veces solía hacer, se echó a la calle, tratando de encontrar esa inspiración, situación o personajes, que sustentaran el desarrollo de una buena historia, atrayente y motivador, por supuesto con un buen aporte fotográfico (siempre que salía a la calle, le acompañaba su pequeña, pero versátil, cámara LUMIX de Panasonic).
Desde su apartamento, en calle Refino (la calle donde nació y vivió Marisol, Pepa Flores,1948), prácticamente enfrente de la puerta de entrada de materiales para el Teatro Cervantes, fue caminando hacia la Plaza de la Merced, en donde estuvo contemplando el trasiego de turistas, que buscaban la casa natal de Pablo Ruiz Picasso. Continuó su deambular hacia la calle Alcazabilla, no sin antes observar el ritmo constructivo de ese gran hotel que va a sustituir al antiguo Cine Andalucía, a comienzos de calle Victoria. Monumental y gastronómica, casi siempre poblada de un turismo cosmopolita, agradecido a la bondad del tiempo atmosférico, en ese miércoles de febrero. Atravesó el Parque y siguió su caminar por el muelle 2 del Puerto malacitano. Con una admirable ilusión infantil, se montó en una de las barcazas que dan un paseo por la bahía, contemplando desde el mar a esa Malagueta y Gibralfaro, con la gran torre catedralicia, que bailaban al compás del suave oleaje de las aguas mediterráneas. Fue una grata hora de relax y ensueño, buena medicina para una mente aturdida en búsqueda ansiada de inspiración literaria.
De nuevo pisando tierra firme portuaria, reparó en diversos cantautores o versionistas musicales, quienes tocaban sus guitarras o “recitaban” sus canciones, ayudados por sus equipos de música “enlatada” o grabada. Fue precisamente en ese afortunado momento cuando le vino a su mente una lúcida idea, que no original, pero sí aprovechable, como era la de escribir acerca de esas personas que buscaban el sustento diario, ejerciendo sus habilidades cantoras, siempre con el platillo cercano para esperar o rogar la ayuda de aquellos a quienes sobran y de la que ellos carecen. ¿Por qué no hacer un buen reportaje, sobre estos juglares ambulantes que sobreviven por el laberinto urbano, que conforma la gran ciudad?
Obviamente, para realizar este trabajo, apàrte de su experiencia ciudadana, tenía que entablar conversación con algunos de ellos, a fin de tener conocimiento de primera mano acerca de las circunstancias de sus vidas. Incluso antes de provocar amistosamente ese necesario diálogo, fue pensando en un título apropiado para su trabajo: JUGLARES Y ARTESANOS CALLEJEROS EN LA SELVA SOCIAL, aunque lo de “selva social” después lo reconsideraría.
En este terreno portuario “nació” la historia de LUIS Laviña, nacido en Badajoz, perteneciente a una familia “acomodada” con importantes rentas agraria para su mantenimiento. Desde su infancia, el padre de Luis, un melómano de todo lo que sonara a pentagrama musical, lo matriculó en el conservatorio superior de la capital pacense para que recibiera clases de solfeo, queriendo que siguiera el aprendizaje de piano. Pero el adolescente Luis tenía un espíritu rebelde a “lo establecido”, no se acomodaba con facilidad a las pautas organizativas de la enseñanza reglada, por lo que tomó la decisión de abandonar las aulas del conservatorio. Para Luis la guitarra era su instrumento preferido. Realmente estaba dotado de una admirable destreza para trabajar y tañer las cuerdas de esa primera guitarra que, precisamente, le había regalado su padre en una afortunada noche de Reyes Magos.
El hijo menor y “rebelde” de la familia Laviña Floristán se integró, en su ya avanzada adolescencia, en un grupo musical que ganaba unos cuartos tocando y cantando en las ferias pueblerinas y veraniegas de la gran comarca extremeña y provincias limítrofes castellanas y andaluzas. Gente joven que sabía “vivir con poco”. La arrogancia de su carácter le había llevado a renunciar a las rentas familiares, procedentes del cultivo de olivares y cría de animales porcinos. Sin duda era calificado como la oveja negra de la familia, mientras que sus hermanos Alfonso (doctor en medicina) y Nela (enfermera)buscaban también caminos autónomos para eso de ganarse la vida.
Al paso de los años, la fortuna familiar se resquebrajó, ya que el páter familias Don EUFRASIO, dilapidó gran parte del patrimonio con su patológica adicción al juego de la baraja, práctica o timbas en las que perdía mucho dinero, endeudándose en base al cada vez más limitado patrimonio familiar. Mientras los hermanos mayores se ganaban honradamente la vida, ejerciendo sus respectivas profesiones, Luis continuaba vagando “felizmente” era lo que deseaba) con sus compañeros “cambiantes” del grupo musico vocal LOS IRRESPONSABLES, tocando por aquí y por allá, por “cuatro perras gordas”, teniendo que recurrir a veces al reparto de alimentos de asociaciones benéficas.
Llegó un momento en que Luis, se independizó del grupo y quiso probar suerte como cantante y maestro solista de la guitarra, para la que estaba bien dotado. De apuesta apariencia, simpático y conversador, gozó de varias relaciones, especialmente con señoras mayores de muchas arrugas disimuladas con hábiles capas de cremas, que permitían lucir mejor. A estas señoras, con dinero sobrante, les agradaba tener bien cerca de sus cuerpos ajados a un joven bien parecido, quien además tocaba la guitarra como podrían hacer los “ángeles”. Estas señoras, de la 3ª o más avanzada edad, cuando se cansaban o aburrían del gigolo de turno, lo cambiaban sin miramientos por otro diferente, “Este ya no me gratifica”, vamos a por otro”. Las “respetables” señoras pagaban, así pues, había que bien satisfacerlas con orgánica y anímica “plenitud”.
Ahora, cercano a los 50, Luis trabaja o desempeña el rol de juglar callejero tocando, no a señoras de laxa y cremosa piel, sino alegrando con las cuerdas de su guitarra la vida de los núcleos turísticos. Con ello va obteniendo propinas que le permiten ese bocadillo y Cola, además de ir juntando para pagar las habitaciones de “mala muerte” hacinadas con seres de compleja procedencia, para dormir en el suelo sobre un trozo de goma espuma de dudoso aseo. La bondad climática de Málaga le permite dormir, no pocas noches, cubierto con el manto de colcha celestial dibujada de estrellas.
De todas formas, valora sobre manera su libertad, el no tener que depender de nadie gozando de continuo con la satisfacción que le produce los sonidos de su guitarra. Tiene sus propias canciones, pero le agrada más versionar las obras de los grandes cantantes del repertorio mundial. Opina que vivimos interpretando nuestras vidas en un mundo enfermo, donde la racionalidad, la generosidad y la tolerancia brilla por su ausencia. “Las guerras son las verdaderas pandemias que degradan al género humano”.
Se despidió cortésmente del periodista, explicando que dada la hora tenía que ser puntual para recoger el “menú” del almuerzo, que generosamente le entregaban los Ángeles de la Noche, en Santo Domingo, muy próximo al cauce seco del Guadalmedina. Dejó a Ricardo que le tomase algunas fotos, posando siempre con la mirada lejana y la sonrisa sincera en la mueca expresiva de su rostro. Por el rato de conversación y las fotos para el reportaje, Ricardo le entregó una buena propina, pues este hombre “cincuentón” con cara aniñada, le había proporcionado un interesante material para sustentar ese reportaje que se iba conformando en su imaginación. “Sí Luis, saldrá publicado en la revista VIDA, que se entrega gratis con el diario, correspondiente al domingo de la semana que viene”.
Ricardo, ya mucho más animado con respecto al día anterior, pensó que sería interesante contraponer a la figura del juglar con sus canciones, a una mujer, que también tratara de llevar su arte a la calle. Y la encontró, sin la menor dificultad muy próxima al teatro romano, coronado por la fortaleza reconstruida de la Alcazaba, en la calle del Pimpi, el Albéniz y el Museo de Málaga y todo ello “a dos pasos” de la gran Catedral renacentista y barroca, que da prestancia fervorosa a esta gran ciudad. Allí estaba una frágil mujer, vestida completamente de “noche”, como los alambres con los que hábilmente trabajaba. LAURA Albízar, gran amante de la libertad personal, nacida en San Sebastián, hacía 35 años. En un recio paño de lino beige, exponía el producto de su imaginación y destreza: figuras artísticas conformadas totalmente de grueso y fino alambre, mientras que ella seguía impasible trabajando, con sus manos suaves y pequeños alicates, otras formas, naturales y personales, delante de un público paseante que se detenía unos minutos para echar la correspondiente ojeada, susurrando con delicadeza y admiración ¡Qué maravilla!
“Algunas personas compran, cuando me ven trabajando con el pequeño instrumental. Unos alicantes y la fuerza de mis dedos. La experiencia me permite calibrar el trozo de alambre que he de cortar a fin de ir modelando de esas figuras que los compradores disfrutarán viéndolas en sus hogares. Sentirme libre de las ataduras empresariales es uno de los valores que más aprecio, en mi bohemia forma de vida. Desde muy joven me ha gustado el arte de modelar figuras con este flexible material. De hecho, cuando era pequeña, yo elaboraba mis propias muñecas y peluches que no quedaban tan mal” (entre sonrisas). Realmente he pasado por diversos oficios, yo que soy hija de madre soltera quien, un infausto día, desapareció tras un “viejo” con dinero, con el que se había encariñado. Cuando tengo urgencia de “pasta”, me paso por los hipermercados y ayudo en la reposición y ordenación de mercancías, sacando unos euros que me permiten mantener el alimento y el cobijo de algunas semanas de vida “libertaria” haciendo y vendiendo estas artesanías”.
“No, no me molesta la pregunta. Soy joven. Cuando tengo ganas de sexo, no encuentro gran dificultad para atraer a un joven a mi lado. Pero a la mañana siguiente, nos despedimos con un beso y un adiós. Nos deseamos lo mejor y a seguir caminando por las sendas que el destino nos haya reservado.”
Ricardo agradeció a Laura sus confidencias y el tiempo que le había dedicado, con amabilidad y franqueza. En correspondencia, le compró una bella creación floral, realizada con infinita paciencia y abundante alambre. También esta artesana de la calle permitió ser fotografiada, con toda su natural belleza, para salir en la revista Vida.
Siempre hay un EPÍLOGO para cualquier historia. A buen seguro, tanto Luis como Laura compraron el periódico dominical, en el que se adjuntaba la revista VIDA en la que ellos eran protagonistas, con respecto al reportaje del periodista Ricardo Areces. Varias semanas después del “aplaudido” reportaje, el conocido periodista caminaba por el Parque sur. Se dirigía a un prestigioso restaurante en donde había quedado citado con varios compañeros de trabajo y amigos, para celebrar la jubilación de un periodista de la redacción. La cita era a las 14:00 horas, en los salones del hotel Miramar. En un momento de su lento paseo percibió, en unos de los jardines laterales, a una pareja, efusivamente abrazada. Creyó reconocerles. Efectivamente, eran Luis y Laura. Se acercó a ellos, con discreción y mostrando una sonrisa les dijo “Vaya suerte que tengo, viendo a una estupenda parejita”. La veteranía del músico se compensaba con la juventud de la hábil artesana. Los tres se fundieron en un afectivo abrazo. Esta bella historia, de voluntades y existencias alternativas a lo establecido, tenía que acabar bien. Es una modesta y gran potestad del autor. -
JUGLARES Y ARTESANOS
EN EL LABERINTO URBANO
José L. Casado Toro
Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga
Viernes 07 MARZO 2025
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