jueves, 27 de agosto de 2015

LAS AVENTURAS COTIDIANAS DE UN PROMETEDOR ESCRITOR NOVEL.


La noticia de su inesperado éxito, en el ilustrado mundo de las letras, tuvo un fuerte impacto mediático. El protagonismo de la noticia correspondía a un joven licenciado en Filología Románica, absolutamente desconocido en el mundo de las letras, que había logrado ser finalista en el más importante concurso literario, de titularidad privada, celebrado en nuestro país. Suscitaba una comprensible expectación el que un escritor novel, tachado desde los oropeles capitalinos con la soberbia y mohosa frase: “es de provincias” y sin más currículo académico que el de ser funcionario de correos en la capital malacitana, obtuviese un apetecible segundo premio en la afamada convocatoria literaria.

Todo ello sucedió hace ya cuatro años, cuando Juan Bernabé envió su primera novela a este concurso literario. Desde sus años de formación, en centros escolares públicos, gustaba practicar el siempre preciado valor de la escritura. Componía numerosos textos, relatos e incluso poemas que sustentaban su innata y, al tiempo, trabajada capacidad para la expresión escrita. Esta afición a las letras fue mantenida durante su etapa en las aulas universitarias, donde cursó el grado de Filología, con alguna ayuda económica oficial y el admirable sacrificio de sus padres, personas modestas que tuvieron que criar a dos hermanos más. Sin éxito en las escasas oposiciones docentes, convocadas por la Junta de Andalucía, probó suerte en el terreno paralelo de la actividad administrativa, donde sí obtuvo una muy bien recibida plaza de auxiliar, para el cuerpo funcionarial de correos.

Aprovechando diariamente esa disponibilidad horaria laboral, al salir de su trabajo a las tres de la tarde, pudo ir construyendo ese gran reto literario de elaborar un bien estructurado escrito. Los casi trescientos folios de esta su primera novela, que supusieron más de dos años de intenso trabajo, fue titulada “La decisión de Margot, en tiempos de la impaciencia”. Con osada valentía, envió su escrito a uno de los más prestigiosos y suculentos concursos literarios españoles, con la firme convicción de que el suyo era un magnifico trabajo. Apenas cumplidos los treinta y tres años, este audaz escritor se vio de la noche a la mañana con un sustancioso premio en el bolsillo y, lo que aún era más importante, gozando de esa fama mediática que suele ser pasajera, si no se alimenta y barniza de manera continuada.

Pero, en esos momentos de ilusionado ornato, se sintió lo suficientemente valiente y preparado para emprender la difícil aventura de intentar subsistir económicamente a través del trabajo literario. A ello contribuyó un contrato de colaboración semanal, con el más importante periódico de la localidad, donde publicaba un artículo en su edición dominical, además de las negociaciones para escribir una nueva novela, por encargo de la editorial que le había concedido el galardón. Solicitó y obtuvo de la Administración una excedencia por tres años, a fin de poder dedicarse por entero para trabajar en aquello que más le vitalizaba: la creatividad narrativa de las palabras.

A partir de este importante cambio en su biografía, estimó conveniente abandonar la tradicional convivencia en casa de sus padres, para lo cual alquiló un soleado ático, situado en una acomodada y tranquila zona urbana, no lejos del centro de la ciudad. Allí reside, recorriendo los días y las horas en esa apasionada aventura de hacer aquello que le gusta y, lo que también es importante, tratando de subsistir económicamente mediante el ejercicio profesional de la palabra escrita. Pero en estos cuatro años transcurridos, desde el aldabonazo concursal en su vida, los resultados no han sido los que, con ilusión desbordante, marcaban sus nuevas expectativas de futuro.

Para comenzar, durante este importante período marcado por las hojas del calendario, no ha llegado a ver la luz el gozoso proyecto de su segunda novela. El escrito que entregó a la editorial, al año y medio del acuerdo contractual, fue  rechazado por el consejo empresarial hasta en dos ocasiones. Primeramente, se consideró inadecuada la estructura “escénica” que presidía el relato. Una vez que se vio obligado a rehacer esa malla argumental, de nuevo la editorial estimó escasamente comercial la difusión de la historia que contaba. Hace aproximadamente un año que recibió la sugerencia de que reiniciera el camino de una nueva novela, presidida por otros recorridos temáticos y estructurales. En otras palabras, se le pedía que lo intentara una vez más, pero cambiando un estilo personal que ellos entendían no iba a resultar interesante para ese irrenunciable objetivo empresarial de vender libros. Y por supuesto, que buscase nuevos espacios y contenidos argumentales.

De manera afortunada, su colaboración narrativa dominical en el periódico se mantiene. También ha recibido el encargo de realizar unas cuidadas y extensas entrevistas, a personajes representativos de la vida cultural provincial. Nombres vinculados al mundo de las letras, la música, el cine, el teatro, la pintura, la escultura y el arte de vanguardia, la ciencia, la tecnología…… van expresando sus criterios y posicionamientos ideológicos, los proyectos profesionales, sin que falten aquellos logros y dificultades en toda esa heterogénea miscelánea de creatividad, estilo y sensibilidad. Estas colaboraciones salen impresas una vez al mes, en el suplemento dominical del periódico. Juan Bernabé piensa en el proyecto futuro de unir todos estos interesantes materiales en un libro, el cual debe mostrar las facetas más significativas que conforman la vida cultural malagueña.

Tras el periodo de esos tres años de excedencia, tomó la difícil decisión de renunciar a su plaza funcionarial en el servicio de correos. Los emolumentos que recibe, por parte de la empresa mediática, le permiten una mínima base económica que hace posible su dedicación absoluta al mundo de la palabra escrita. A ello hay que unir la cantidad que recibió como finalista en el concurso literario, así como el porcentaje correspondiente a los derechos de autor en las ventas de la novela que, bien invertidos, le ayudan a sostenerse económicamente. En ocasiones, ha sido invitado, por distintas instituciones culturales, a pronunciar algunas charlas y a intervenir en coloquios con otros escritores en diversos certámenes. Además de sostener su imagen social, estas intervenciones suelen ser compensadas, aunque no siempre, con algunos incentivos monetarios. En este sentido, tiene un especial recuerdo o anécdota para la sonrisa.

Cierto día recibió una comunicación escrita, procedente de una importante institución educativa local, preguntándole si estaría dispuesto a dirigir un cursillo de seis sesiones, sobre la técnica y estilo literario, impartido para alumnos de segundo de bachillerato. Dicho curso se desarrollaría durante seis miércoles consecutivos, con exposiciones teóricas y actividades prácticas de 90 minutos cada una. Dado que la invitación estaba remitida por un prestigioso colegio privado de titularidad religiosa, dedicado a la formación de alumnos pertenecientes a familias socioeconómicamente importantes, aceptó de inmediato el ofrecimiento. La preparación de las distintas sesiones, así como el desarrollo de las mismas, le supuso una dedicación temporal importante, aunque presumía que los réditos que obtendría por su esfuerzo serían suculentamente atractivos.

El trabajo con los bien motivados alumnos fue realmente estimulante. Abrir caminos en la comprensión y práctica literaria, para estas jóvenes generaciones de estudiantes, fue una experiencia laboriosa pero, al tiempo, muy grata en lo humano.  Tras la ultima sesión, la dirección escolar organizó un acto social de clausura, al que asistieron los bien encorbatados adolescentes, con el prestigioso logotipo institucional en sus chaquetas, acompañados por sus respectivas familias. Antes de la merienda, servida al efecto por una bien afamada empresa de catering, intervinieron con sus palabras algunos alumnos y el propio Juan Bernabé, como profesor director del curso. Tras los emocionantes discursos, el homenajeado escritor recibió, de manos del director de la institución colegial, una pequeña caja, primorosamente preparada, como reconocimiento y compensación por su intensa y cualificada dedicación al curso.

En medio de la expectación colectiva, Juan Bernabé abrió el envoltorio, a fin de mostrar la naturaleza del regalo que recibía. En su interior había una figura de la Virgen María, encastrada en un marco de metacrilato de tonalidad celeste. No hubo otro detalle material, por todas esas horas de preparación, exposición, dirección, corrección de ejercicios y desplazamiento invertidas (la institución colegial se halla ubicada en un espacio natural, a unos siete kilómetros desde el centro de la ciudad). Nueva y jugosa experiencia, en las alforjas vivenciales de la materialidad y la espiritualidad.

Con su juventud madura, de los treinta y cuatro años, este prometedor escritor novel sigue a la espera de completar la construcción de su segunda novela. Se sienta ante su ordenador cada día, cuando el cielo se apresta a clarear el alegre inicio del amanecer. Le agrada madrugar, ya que considera que por la noche tiene la mente menos ágil para diseñar y empatizar con los distintos personajes que participan en las aventuras que narra. Trabaja toda la jornada matinal, dedicando la tarde, tras el descanso de la sobremesa (le agrada prepararse su propio alimento, lo que hace diariamente, salvo los fines de semana cuando visita a sus padres o a las familias de sus dos hermanos) a pasear por la naturaleza montañosa y marítima o, tambie﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a desde el teclado y su imaginacide la historia. s familias de sus hermanos) le agrada prepararse su propio alimento, én,  a documentarse bibliográficamente. Ello es necesario para mejor sustentar el contexto de las historias que recrea, rellenando páginas y capítulos desde el teclado, gracias a su prodigiosa imaginación.

Esta rutina, del día a día, en el labrado artesano de las palabras, la realiza desde la tranquilidad acústica de su pequeño pero coqueto ático, en las faldas del monte Gibralfaro, sosiego varias veces interrumpido en el día por esas campanas que anuncian el rezo, en un convento de clausura ubicado a pocos metros de su pequeño bloque. Los sutiles y líricos cánticos de las religiosas, con el tañer de los toques seis veces al día, se mezclan con el sonido emanado de esas teclas que sus dedos mueven con destreza y pericia creativa. No son pocos los días en que pierde la concentración de la trama, con la llegada acústica del rezo sublime de las monjas (desde el ático de su residencia se puede ver una pequeña parte del claustro conventual). Sin embargo el aún joven compositor o artesano de las palabras, entiende que esos cantos suponen una bella forma de hablar con la divinidad al igual que él también intenta, con los textos que escribe, dialogar y compartir con ese lector amigo que, pausadamente en la aventura, disfruta, reflexiona y aprende. -


José L. Casado Toro (viernes, 28 Agosto 2015)
Profesor


jueves, 20 de agosto de 2015

EL AZAR CAPRICHOSO, EN EL DESTINO DE TRES JÓVENES VIDAS.


El poder de la memoria nos traslada a una escenografía inserta en los años sesenta, del siglo pasado. Aunque todavía la estación otoñal no había llegado a los calendarios, los primeros días de septiembre presentaban ya una temperatura ambiente más fresca con respecto a ese tórrido agosto, vacacional y lúdico para las ilusiones de tantos.

Un envejecido pero voluntarioso tren iba devorando, de manera pausada y constante, los kilómetros de vías que unen Andalucía con Extremadura. En uno de los departamentos, correspondiente al vagón número tres, viajaban seis personas, en dos bancos contrapuestos con asientos corridos. Uno de ellos, se hallaba ocupado por un sacerdote mayor quien, enfundado en su raída sotana, leía o rezaba su también manoseado breviario. Junto a él, dormitaba un soldado joven, vistiendo su reglamentario uniforme de infantería color kaki. Completaba la fila una señora mayor, que no abandonaba el ejercicio laborioso de su croché. Enfrente de esta fila, había una pareja joven, Carlos y Ana María que no debían superar los veintipocos años de edad, serios y cariacontecidos. Junto a la chica viajaba Lucía, otra joven mujer, que había ganado recientemente su plaza de maestra nacional. Se distraía observando el paisaje, a través del cristal de una ventana descuidada en su limpieza. Todos ellos, con billetes de tercera clase, descansaban sobre unos asientos de austera y pajiza madera. Aquí comienza realmente esta historia de equívocos y esperanzas.

A eso de las siete y cuarto en la tarde, con más de treinta minutos de retraso, el tren hace su entrada en la estación cacereña. Los viajeros de éste y demás vagones se levantan de sus asientos para coger sus maletas, bolsas y otras pertenencias. En el trasiego de estos movimientos, el chico extrae un pequeño sobre de su bolsillo y con disimulo lo introduce en la mochila de su compañera de asiento, una mochila color verde oscuro, muy parecida a la que también lleva la maestra, junto a una pesada maleta, como equipaje. Todos abandonan el compartimento, dirigiéndose a sus respectivos destinos. Al bajar del tren, Lucía habla con un funcionario ferroviario, preguntándole si conoce alguna pensión cercana a la estación de ferrocarriles, aneja a la de autobuses, en la capital extremeña. Mañana sábado, habrá de tomar un autobús que la llevará al pueblo de Jaraíz de la Vera, su primer destino profesional para el curso 1961-62. Bien aconsejada, recorre un par de calles y avista una iluminada señal que anuncia el Hostal París, donde contrata una habitación para pasar la noche. Tras dejar su equipaje en la habitación, baja a una poco concurrida cafetería, a pocos metros del hostal, donde una señora (un tanto desaliñada en su aseo y ropa) le prepara un bocadillo de tortilla y una pequeña ensalada. Como postre pide un vaso de leche caliente, para compensar la frialdad con la que se ha presentado la noche.

Ya en su cuarto, comprueba que el agua no sale caliente por el grifo de la pequeña bañera. Un obeso conserje, calvo y con gafas oscuras, a pesar de la hora, le aclara que la caldera estaba estropeada desde hacía un par de días. Ante la protesta de la maestra, su interlocutor, más preocupado por un programa de humor que escucha a través de la radio,  le promete rebajarle algo de las 25 pesetas que vale la habitación, cuando mañana temprano abandone el hostal.

De vuelta a su habitación se lava un tanto frugalmente, pues el agua sale del grifo con una temperatura incómodamente gélida. El mobiliario de la habitación es muy modesto, dada la reducida cualificación del establecimiento. Viendo la aburrida situación y el cansancio que soporta, se echa en la cama casi vestida, dejándose puestos los calcetines, dado que la calefacción tampoco funciona. Recuerda que está leyendo una novela, recientemente publicada de Luis Martín Santos, por lo que se levanta del lecho para recoger ese libro que guarda en su mochila. Aunque el argumento está presidido por un rudo realismo, ese Tiempo de Silencio le ayuda gratamente a empatizar con la situación argumental que el autor relata con proverbial maestría. Ya con el manual en la mano, observa que en el fondo de su mochila hay un sobre de color celeste, en cuyo anverso está escrita una corta frase que dice “Pensé que era mejor hacerlo por escrito, Ana María”.  Profundamente intrigada, se dirige de nuevo a la cama y allí, recostada sobre dos almohadones, decide abrir el misterioso sobre y proceder a su lectura. El texto está escrito sobre una hoja de papel rayado, con una nerviosa caligrafía que contiene algunas faltas de ortografía.

“Mi querida y bien amada Ana María. Esta noche leerás mis palabras que representan una despedida muy dolorosa, pero necesaria. He luchado por tu compañía y amor todo lo que he podido, aceptando el desdén e incluso el desprecio por parte de tu familia, un día tras otro. El destino quiso unirnos en aquella fiesta de cumpleaños con amigos comunes. Aunque tu pertenecías a una familia acomodada, muy alejada de mi bohemia y modesta realidad, siempre pensé que nuestro amor podía superar todos los contratiempos. Pero yo soy una persona humilde. Sólo vivo de mi música, trabajando en este grupo que va de aquí para allá, deambulando de pueblo en pueblo, tratando de ganar unas pesetillas, allí donde nos contratan.

Tu propio padre me dijo el pasado lunes, cuando tu no estabas presente, que él quería otra cosa para su hija. Y que yo tenía poco que hacer dentro de su familia. Que si de verdad te quería, debía dejarte encontrar un mejor partido para tu vida y que él haría lo posible e imposible por romper nuestra relación. Llevamos así ya casi año y medio y esa oposición constante de tu gente me tiene desanimado y agotado. Llega un momento en que siento no poder luchar contra un muro de incomprensión ….. lleno de soberbia. Sé que te encuentras muy unida a tus padres y yo no quiero seguir siendo un obstáculo entre vosotros. La verdad es que no le veo futuro a lo nuestro. Tal vez sea mejor dejarlo. Encontrarás a una persona de tu clase y posición social que agrade a las exigencias de tu importante familia. Ha sido hermoso, y a la vez doloroso, conocerte. Pero no tendría sentido que te siguieras enfrentando e incluso rompiendo con aquellos que te han traído al mundo. Gracias, por todo lo que tu también has tenido que aguantar. Debemos buscar otros caminos para nuestros destinos. Carlos A”.

Tras leer este sincero y difícil escrito, Lucía se puso a cavilar cómo pudo haber llegado esta carta a su mochila. La deducción no podía ser otra. Carlos tenía que ser el joven que estaba sentado en su fila, junto a la otra chica. Probablemente quiso dejarle esta carta de despedida y equivocó o confundió, con el trasiego de la llegada, las dos bolsas o mochilas que eran bastante similares. Por alguna razón habría preferido que el difícil contenido de la carta fuera leído, por la que hasta ese momento era su novia, en la intimidad de su domicilio, sin estar él presente. ¿Y qué hacer ahora? El sobre carecía de remite o datos concretos que pudiesen identificar la dirección de estas dos personas. ¿Vivirían en Cáceres, o en alguna población cercana a esta provincia….? Pensando y pensando, se quedó profundamente dormida, ya que al día siguiente tendía que madrugar.

Y el tiempo hizo correr las hojas del calendario. Lucía siempre quiso guardar esa carta pues su conciencia y esperanza le decían que su autor algún día podría recuperarla. Quiso el azar poner en su horizonte no a Carlos, sino a la destinataria afectiva del texto.

Durante su segundo curso de estancia, en el Colegio Público Ejido, un sábado de abril, se desplazó a la capital provincial, a fin de pasar la tarde haciendo unas compras en los Grandes Almacenes y de camino ver alguna película. A la salida de la sala de proyección, tras haber presenciado “Los Pájaros (The birds)” gran película de Alfred Hitchcock, se cruzó con una joven a la que creyó reconocer. Dudó unos instantes y quiso acercarse más a la misma, aprovechando que esa mujer detuvo su caminar ante el cristal exterior de una pastelería.

“Discúlpeme, en modo alguno pretendo molestarla. Pero su figura me ha recordado a una persona con la me gustaría intercambiar unas palabras. Pienso que lleva ahora su cabello algo más corto, sin embargo creo que tú (gracias por permitirme el tuteo) puedes ser aquella joven con la que viajé en el tren hasta Cáceres, hace casi dos años. Fue en septiembre y en aquella oportunidad estabas acompañada por un muchacho cuyo nombre era el de Carlos. ¿El tuyo podría ser el de Ana MarÍa?……..

Ante la expresión de profundo asombro de esta joven, que asentía con su cabeza lo que su interlocutora manifestaba, Lucía le rogó unos minutos a fin de explicarle el motivo por el que la había reconocido. Ambas decidieron hablar con más sosiego, por lo cual entraron en esa cafetería y pastelería, a fin de compartir un par de tazas de café.

Tras escuchar con atención la sorprendente explicación de la maestra, Ana comenzó a hablar, una vez superado el estado emocional que la embargaba. “Verdaderamente es asombrosa tu capacidad para la memoria visual. Y ha sido una suerte, el que hoy nos hayamos encontrado. Casi dos años hace ya de aquellos ingratos acontecimientos en mi vida. Ahora me entero de que hubo una carta explicativa de aquella misteriosa desaparición, por parte de la persona a quien verdaderamente amaba. Y es que fue de la noche a la mañana y nunca más volví a saber de él. Dos años han pasado desde aquellos terribles días. Unos amigos me indicaron que Carlos había puesto rumbo hacia América del sur. Precisamente, uno de los componentes de su grupo musical, hoy día ya disuelto, era argentino. Probablemente volvió a su país y tal vez Carlos le acompañó, buscando una mejor oportunidad para su vida, por cierto muy complicada en lo que yo alcancé a conocer.

“Bueno, he de confesarte, que ahora estoy casada. Y, aunque aún apenas se me nota…… ya embarazada. Sí, hice un matrimonio bien, como el que mis padres siempre quisieron para mí. Hay estabilidad, hay dinero, hay seguridad pero tú, como mujer, bien lo sabes. Nunca llega a olvidarse al que consideras el primer y mejor amor en tu vida. No te oculto que estoy aún en estado de shock emocional, por todo lo que me has narrado. Por supuesto que me gustaría conocer esa carta. Verla. Leerla, una y otra vez. No sé que hubiera ocurrido si ese sobre hubiese llegado a la mochila adecuada. De todas formas, su silencio y desaparición posterior fue terrible, aunque ahora comprendo un poco mejor la situación. Pero es que no puedes huir, desaparecer de la vida de una persona, de la forma en que él lo hizo. Por supuesto que yo también sufrí mucho. Y ahora, pues ya ves …. viviendo……”

Se intercambiaron direcciones y quedaron en verse para dentro de dos sábados en esa misma cafetería. Cuando Lucía volvía a Jaraíz, en el bus, se iba repitiendo a sí misma acerca de la suerte que el azar a veces quiere regalarnos. “Creo que he ganado a una amiga, pero ¡cuánto me gustaría algún día encontrarme con Carlos! Saber qué ha sido de él. Conocer cómo programa el amanecer y el atardecer, en todas esas páginas que ilustran el devenir de su existencia”. Y ese azaroso destino, traviesamente caprichoso en la lógica de sus decisiones, iba a deparar nuevos e insólitos vínculos en la vida de estos tres jóvenes que una vez habían viajado juntos en un modesto vagón de tercera. Fue ….. en aquel septiembre del 61.-

José L. Casado Toro (viernes, 21 Agosto 2015)
Profesor

viernes, 14 de agosto de 2015

ÉTICA Y PRUDENCIA, COMO VALORES NECESARIOS EN LA PROFESIÓN INFORMATIVA.



Hay personas que, desde su adolescencia, parecen estar programadas para destacar en una determinada faceta profesional. Además de sentirse vivencialmente realizados en el desempeño de una específica actividad, poseen la notable capacidad y el don especial para alcanzar un cualificado protagonismo ante aquellos con quienes se relacionan, de manera especial en el campo de lo laboral. Este podría ser el caso de Alejo Francés quien, tras obtener su grado de periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación, accedió a una plaza (dado su brillante expediente académico) que le permitía realizar prácticas como becario en un importante diario de tirada nacional. A la finalización de ese intenso semestre, dedicado al aprendizaje, dado su excepcional quehacer en los diferentes departamentos a los que fue asignado, le fue ofrecida la atractiva posibilidad de quedarse a trabajar en la empresa, firmando contratos de anualidad renovable.

En la actualidad se halla vinculado a la sección de información local, departamento que dirige el Redactor Jefe Sr. Escamilla.  Alejo tiene el encargo especifico de asistir e informar acerca de todo lo debatido en los plenos municipales que, periódicamente, la Corporación Municipal celebra en su sede. También lleva la información de todos aquellos plenos que, con periodicidad aleatoria, tienen lugar en el organismo de la Diputación Provincial. Entre sus funciones laborales, colabora asimismo en todo aquello que tiene relación con la vida ciudadana, como asociaciones de vecinos, grupos políticos y organismos empresariales. Su sagacidad, esfuerzo y sentido de la noticia está fuera de toda duda entre sus compañeros y jefes, que se muestran asombrados de esa preciada capacidad que el joven periodista desarrolla en el día a día. Con tesón y destreza multiplica los tiempos disponibles, sabiendo estar presente en lugares y espacios diversos, en un reto constante para ese don de la ubicuidad que a tantos nos gustaría poseer. Como diría un castizo del lugar, es “carne preciada y prototipo del buen periodista” con tan sólo veintiocho años de  edad en la actualidad. 

Aunque cumple puntual y respetuosamente la hoja de ruta, hábilmente programada por su redactor jefe, saca ese tiempo imposible a fin de trabajar diferentes asuntos de la ciudad cuya investigación particular, dada su especial complejidad, exige horas y horas de tenaz e ímprobo esfuerzo. Con todos esos materiales, que va pacientemente elaborando, tiene el proyecto de publicar grandes reportajes en la edición dominical del periódico cuando la “tirada” de ejemplares, dada las características del fin de semana, se amplia de manera notoria. En este preciso momento tiene tres asuntos como objetivos de investigación, con cuyos resultados confía publicar al menos un gran reportaje mensual que provoque impacto social y mediático.

El más “sabroso o sugerente” de los mismos, está relacionado con un gran proyecto inmobiliario, que se realiza en una de las zonas más antiguas y degradadas de la capital. Ha detectado, en su trasfondo económico y político, acciones oscuras relativas a la recalificación administrativa de una parte de los terrenos donde se construyen los equipamientos de viviendas y los viales para el tráfico de la movilidad. Existen otros nubarrones para la duda, relativas al protagonismo, en el macro proyecto urbanístico, de cualificadas figuras de la política local y de las entidades financieras que programan y financian económicamente la ingeniería arquitectónica montada sobre ese amplísimo espacio del barrio viejo, afectado por los derribos, eliminación de zonas verdes y dotación de los imprescindibles servicios. Muchos personajes están implicados en la costosísima operación urbanística, los cuales han sabido tejer una tupida madeja de intereses, influencias, connivencias y corruptelas, que este sagaz periodista, trabajando por su cuenta y riesgo, se esfuerza por desmadejar y esclarecer. 

Quitándole muchas horas al sueño, durante más de tres meses de trabajo, y haciendo acopio de gruesos dossiers con documentación al efecto, ha dedicado un par de fines de semana para redactar la primera entrega del reportaje. Considera que la magnitud del asunto dará para más de un domingo de atrayente impacto informativo. Al fin, este miércoles de julio, se decide a entregar el primer reportaje a su superior inmediato, el jefe de sección Camilo Escamilla, con el deseo de que pueda ser publicado en el día optimo para la venta y difusión de ejemplares: el próximo domingo. El redactor jefe se muestra sorprendido y agradecido por el trabajo que pone en sus manos este sagaz subordinado que, por su cuenta y con inesperada valentía, ha metido los dientes en un apetitoso plato informativo. Promete leerlo en su totalidad, felicitando de manera efusiva la dedicación y esfuerzo que el joven periodista ha mostrado en su realización.

Alejo, persona sin duda ambiciosa, se siente feliz porque vislumbra la proximidad inmediata de haber firmado un gran reportaje que, por sus contenidos, puede escocer a más de un alto preboste de la política, las finanzas o a cualificados dirigentes de la cúpula empresarial. Como un niño con sus zapatos nuevos, se levanta temprano ese domingo de la cama dispuesto a bajar al portal de su domicilio, donde cada mañana los servicios de reparto de prensa entregan los ejemplares del día a los respectivos suscriptores. Obviamente esas entregas, muy matinales, también las realizan al personal que trabaja en la redacción del periódico. Hay un aspecto o factor que ensombrece un punto su indisimulable entusiasmo. Y ese no es otro que el extraño silencio de Escamilla, quién aseguró su intención de hacerle alguna valoración con respecto al reportaje que le fue entregado el pasado miércoles.

Ya con el diario y el dominical sobre la mesa en que desayuna, desde un soleado ático sito en una transversal de la Gran Vía madrileña, Alejo busca su reportaje entre las páginas del periódico, pero éste no aparece por parte alguna.  Extrañado y algo decepcionado, termina su desayuno, se arregla con atuendo deportivo y toma el metro para dirigirse a la redacción, a fin de preguntarle a su redactor qué ha pasado con el trabajo. A eso de las 11.30 apenas hay personal en el edificio donde se edita el diario. Ante su pregunta, un conserje le aclara que el Sr. Escamilla no suele aparecer por allí en días festivos, salvo acontecimientos de fuerza mayor. Efectivamente, aquella noche, ya con la rotativa en marcha, su jefe no puso los pies en la redacción. Sólo envió algún material vía Internet. Dudó en llamarle por teléfono, pero consideró que mejor sería hablar con su jefe de manera directa.

Al fin, ya en la tarde del lunes, superior y subordinado estuvieron frente a frente. Desde el primer instante del encuentro, Alejo percibió una mirada de incomodidad en el rostro de Camilo Escamilla  quien, con muchas tablas sobre el cuerpo y leyendo la mirada del novel periodista, con un gesto le señaló la puerta de su despacho. Estando ya ambos sentados en un mal cuidado sofá, el veterano profesional se adelantó a cualquier pregunta de su “discípulo” y comenzó a exponer un largo y curioso discurso acerca del realismo empresarial y la estrategia del periodismo.

“Mire, Francés, honradamente creo que tiene Vd. madera para llegar a ser un grande, en este bendito y complicado oficio de la comunicación. Pero, en estos momentos iniciales de su carrera,  la inexperiencia puede gastarle algún que otro disgusto, por esta selva de hienas en la que la profesión está inmersa. Su trabajo es bueno. Incluso podría calificarlo de excelente. Bien escrito, mejor documentado, agresivamente planteado pero….. cuando pasaron ante mi vista determinados datos, acerca de personas, cargos, organismos…. más de un escalofrío recorrió mi cuerpo. Hice lo que, según  mi responsabilidad, tenía que hacer. Consulté al Director General, presentándole el trabajo, dada la relevancia de la información que los párrafos contenían. El reportaje ha sido leído por “los de arriba” suscitando sus párrafos y datos muchas ronchas y más de algún disgusto.

En ese preciso momento se levantó del sillón y abrió la puerta de un pequeño frigorífico que tenía en su despacho. Vació una botellita de tónica en un gran vaso, añadiendo algo de otra botella que reposaba entre los libros de una de las estanterías. No ofreció nada a su interlocutor, que contemplaba la escena con los ojos profundamente abiertos.

“Francés, me sugirieron desde arriba que le cambiara a Vd. de sección. Podía ser la de notas de sociedad (noviazgos, bodas, divorcios, cuernos…. incluso, necrológicas). O que le mandase a las crónicas del fútbol base. Fíjese como sentaron sus denuncias, en la cúpula que manda desde la quinta planta. Poner en el disparadero al novio, o lo que sea, de la hija de D. Lorenzo, tiene bemoles. En este momento es un afamado concejal y Vd. lo tritura con sus graves sospechas. Por otra parte, esa entidad financiera, que sustenta otra de sus exageradas denuncias, está manteniendo este barco a flote, en la actual crisis económica. Debía de saberlo, en aras a su sagacidad. Una conocida empresaria de la construcción, que Vd. trata sin misericordia en el escrito, tiene una gran afinidad afectiva con el hermano de D. Lorenzo. Vamos, que están liados o saliendo juntos. Para qué seguir….. Vd. es valiente y trabajador. Pero tiene que tomar aún muchos Pelargones. Me pregunto, una y otra vez, con tanta investigación sobre las corruptelas de la macro operación inmobiliaria  ¿No se le ocurrió profundizar en las biografías de todos esos personajes que aparecen denunciados en su texto? Se ha comportado como un pipiolo o pardillo adolescente dispuesto a comerse el mundo para sus ideales. Por supuesto que es necesario ser valiente. Pero no olvide que en toda batalla, la estrategia se encuentra asimismo aliada con la prudencia

Aquella tensa escena con Escamilla fue la más importante de las lecciones de periodismo que Alejo Francés había recibido desde su añorada etapa de carrera universitaria.

Han pasado ya muchos meses, desde aquella terrible exposición argumental que Alejo tuvo que escuchar y soportar, un caluroso lunes de julio con efecto invernadero en el ambiente, experiencia que nunca en su vida olvidará. A fin de evitar más humillaciones, tomó la drástica decisión de abandonar la empresa de sus ideales, donde esperaba llegar a lo más alto. En la actualidad trabaja como asesor, para los medios de comunicación, al servicio del líder de un afamado partido político ecologista, que tiene posibilidades de ganar algunos escaños para el Congreso, en las próximas elecciones generales a Cortes. Además, está saliendo con la sobrina de un capitoste de gran influencia en el mundo literario. La editorial que dirige posee un gran prestigio en los cenáculos literarios. Caty (la sobrina del empresario) está abriendo las puertas para que, en un futuro, Alejo pueda publicar el libro que en la actualidad escribe. El periodista quiere seguir probando suerte en el mundo de la comunicación y las letras. Ya tiene título para su obra literaria: Ética y prudencia, como valores necesarios en el ejercicio de la prensa.- 


José L. Casado Toro (viernes, 14 Agosto 2015)
Profesor