viernes, 25 de julio de 2014

¡SÓLO UN VASO DE AGUA! POR FAVOR.


Faltaban escasos minutos para que las manecillas del reloj marcaran las doce del mediodía. En pleno período estival, la mañana se había presentado espléndidamente agradable, con ese ambiente templado regalado por un sol que aún no quemaba. Soplaba una húmeda brisa que acariciaba nuestros cuerpos, cubriendo de vida la estancia en la calle. En esa cafetería/bar, ubicada en la parte norte de la romántica e histórica Plaza de la Merced, sólo estaban ocupadas tres de sus numerosas mesas situadas en la calle.

Tomás, un camarero que ese día ha de cumplir horario hasta las tres de la tarde, es un universitario que trabaja para el establecimiento especialmente durante las mañanas. La pensión de su padre, ya jubilado, es reducida, por lo que multiplica su esfuerzo a fin de poder pagarse la carrera y disponer de una pequeña liquidez para esos caprichos y gastos, propios de una persona agraciada con el fervor y el dinamismo juvenil. Estudia segundo curso de Empresariales, aunque también suele dedicar  algo de su tiempo tiempo libre a la lectura de libros relativos al cine, tema que le apasiona desde que era prácticamente un adolescente. Obviamente, no se pierde los mejores estrenos que proyectan en pantalla. Tras fijarse que un nuevo cliente ha ocupado una de las mesas, acude con presteza para preguntarle lo que desea consumir.

Ante sí tiene a una persona que por sus rasgos físicos debe estar en plena jubilación laboral. Le resulta algo extraño que, dada la buena temperatura de que goza en este momento la ciudad, este hombre se arrope con un atuendo más apropiado para la estación otoñal o invernal. Percibe de inmediato en él una mirada cansada, aunque sus palabras sabe dotarlas con la firmeza y marcialidad de aquel que ha sabido pronunciarlas ante un público atento para la escena. Habla pero, al tiempo, también declama y expone ornamentalmente las frases. Cualquiera que lo escuchara diría que está en plena interpretación.

“Por favor, me puede servir un vaso de agua. Le rogaría estuviese fresquita, pero no helada, ya que podría perjudicar mis cuerdas vocales”. “Al momento. Además del vaso de agua ¿desearía consumir algo más?” Ante el gesto negativo de su interlocutor, el joven camarero acude a la barra, donde le facilitan ese vaso de agua, medianamente refrescada. Una vez servida, comprueba con discreción como ese señor toma unos pequeños sorbos, gestos que repite a lo largo de la hora larga en que permanece sentado en la esquina de la terraza, guarnecida por toldos teñidos de tonos celeste mar. Al cabo de ese tiempo, Fabio (ese es su nombre) se levanta de la silla y sin mediar palabra conduce sus pasos hacia la zona sur, camino del centro urbano. No ha hecho el menor ademán de pedir otra consumición y, lo más extraño, es su indiferencia o aparente indelicadeza en no preguntar si debe pagar algo por su vaso de agua y estancia subsiguiente en la mesa callejera. Tomás lo ve alejarse, caminando con pasos lentos, y mueve la cabeza diciéndose a sí mismo “que hombre más raro…..”.

Un par de mañanas más tarde se repite la escena, protagonizada por los mismos personajes. Ante la petición de un nuevo vaso de agua, medianamente fresquita, El camarero decide hacer uso de su responsabilidad en el negocio y con extremado cuidado plantea al cliente la situación: “discúlpeme, pero ha de entender que este lugar no es un parque público. Esta cafetería funciona como un negocio. Y los gastos por uso de la vía publica son importantes, además de otra cascada de impuestos que hemos de atender. Reflexione ….. debe consumir….. para ocupar ese asiento”.

Aunque Tomás esperaba una reacción algo visceral por parte de su interlocutor, éste “actuó” respondiendo con manifiesta tranquilidad. “¿Me va a cobrar por un simple vaso de agua? La naturaleza, de donde procede, nos la entrega con admirable generosidad y abundancia, sin exigirnos nada a cambio. Fíjese en los ríos, en los mares, en las fuentes, en las gotas de lluvia” “De sobra conoce que no es por el agua, en sí misma, sino por el lugar que está ocupado en este momento. Ese espacio, para nosotros, no es gratis. Tenemos que pagarlo y con precios realmente importantes……” “Claro, pero el suelo que pisamos, desde que nacemos y a lo largo de nuestra vida, es de todos. Hace años, muchísimos años, este suelo no estaba enlosado. Era tierra, era campo, era la naturaleza de todos. Ahora algunos se la han apropiado y quieren cobrar simplemente por estar encima de la misma, con nuestros pasos o nuestro descanso….”

Ese viernes, muy de mañana, había sólo dos clientes en el establecimiento. Tomás tuvo el buen gesto de evitar una respuesta más violenta o desagradable. Comprendió que esa persona necesitaba hablar y plantear la situación (probablemente difícil) que estaba padeciendo. Se sentó en una de las sillas y se dispuso a conocer un poco mejor a este raro personaje que tenía ante sí.

“Me parece que necesita hablar de sí mismo. Explicarme cuál es su real situación. Estoy dispuesto a escucharle, salvo que nuevos clientes me reclamen. Comprenda que estoy trabajando”.

“Observo que has captado muy bien mi mensaje. Eres una persona inteligente. Te resumo, lo más breve que pueda, acerca de la persona que tienes aquí. Eres muy joven y seguro que no me conoces. Mi nombre apenas te dirá nada. Fabio Montalvo Hernández. Nací en la Argentina. He vivido bastante en España, por lo que mi acento original no es muy marcado. Y es que fui actor. Un afamado intérprete en las tablas escénicas. También prestigioso en el cine y la televisión. Viví la gloria del éxito, una peligrosa epidemia que llega a embrutecer los sentidos. Y la inteligencia. Pero no supe prever el mañana. Y cuando los años pasaron, mi imagen cada vez era menos útil para vender un buen producto ante el consumidor cultural. Menos contratos, menos reclamos para el cine y los escenarios teatrales. Y cuando no se trabaja, no hay ingresos. Y cuando se ha gastado sin control, te das cuenta que nada tienes”. En ese momento, Tomás acude a la barra y prepara un vaso de agua fresca que le sirve a su compañero narrador. Éste toma unos breves sorbos y continúa su exposición.

“Me has dicho que tu nombre es Tomás ¿verdad? Amigo, te aseguro que las carencias económicas son muy duras de sobrellevar. La comida, la ropa, el cobijo diario…… pero lo que más difícilmente se afronta es la depresión anímica. Los amigos, las luces, los aplausos, la imagen…. Todo ello va desapareciendo, dejándote sumido en el olvido ….. en los silencios. Ya no eres importante u objeto de interés para la prensa, para los que dirigen el cine o conducen, más o menos diestramente, una obra escénica. Aquellos que estaban junto a ti en los momentos de glamour buscan nuevos destinos, donde poder disfrutar del éxito banal y temporal. Ya no les interesas. Para ellos …. Ya no supones nada. Y la alocada imprudencia, en los tiempos de luz, te conduce a la soledad y a la necesidad, en las difíciles horas de sombra ¿Qué fue del famoso Fabio Montalvo? Antes, casi todo. Ahora …… apenas nada.”

El veterano actor comentó que apenas subsistía con una pequeña pensión que recibía desde su país de origen, con la que debía afrontar el pago mensual de una habitación con derecho a cocina y baño, en un caserón adaptado en la barriada de las Flores, próximo a esa carretera que comunica la ciudad con otras provincias hermanas. Las últimas semanas de cada mes le resultaban especialmente complicadas, a fin de conseguir un plato básico de comida con el que llevarse algo a la boca. Sí, era asiduo visitante del comedor o reparto de alimentos instalado por los ángeles de la Noche, entre la Iglesia de Santo Domingo y el río o cauce del Guadalmedina. “Nunca debí abandonar el país donde nací y desarrollé una brillante etapa de trabajo escénico pero….. siempre hay una mujer en la vida de cualquier hombre. Esa parte de la historia es muy complicada y, la verdad, me resulta ingrato recordarla”.

Tomás sintió aprecio, respeto y, una cierta empatía, ante el sufrimiento de una persona que desde lo más alto se ve hoy hundida en la selva decadente de la necesidad y el olvido. “Si te resulta grato estar aquí un ratito por las mañanas, puedes hacerlo. Yo te daré ese vaso de agua fresquita que tanto apeteces. No te preocupes, que nadie te va a echar de esa silla que estás ocupando. Mi jefe nunca suele estar por las mañanas"

Y así sucedió en las sucesivas semanas. Normalmente Fabio acudía, los martes y los jueves, para estar algo más de una hora en la cafetería. El tiempo siguió avanzando y uno de esos jueves, al final de unos minutos de charla, Tomás se dirigió a su amigo diciéndole: “Como ya te he contado, me he ido a vivir a un apartamento, para tener una vida más independiente. Mi novia y yo estamos pensando en iniciar una convivencia continua. No sé que pensarás de estas experiencias de vivir juntos sin estar casados, pero entenderás que son retos que la vida pone a tu alcance y salen mejor o peor. Sin embargo, queremos afrontar esta unión, para comprobar si estamos hechos el uno para el otro. Si nuestros caracteres se acomodan bien , en el día a día. El caso es que este sábado, nos gustaría invitarte a cenar. Nada extraordinario, pero así conocerás a Irene y verás como hemos organizado ese pequeño espacio que es nuestro cobijo afectivo.”

Las visitas de Fabio a la cafetería se fueron espaciando, hasta que llegó un momento en que dejó de acudir. Ese hecho coincidió con el abandono del trabajo que Tomás desarrollaba, dado que había encontrado ubicación en un consorcio de reaseguros. Dejó de tener noticias de Fabio hasta que, pasados los meses, una tarde, al llegar a casa, encontró en el buzón una carta certificada con el membrete de un despacho notarial. Se le citaba a una entrevista, a fin de explicarle un asunto de interés para su persona. Aquella misma tarde se desplazó a este despacho, donde fue recibido por el titular del mismo.
   
“Señor Úbeda. Debo informarle que una persona, recientemente fallecida, estableció a través de un documento testamentario, que su única propiedad, una casita ubicada en la ciudad de Córdoba, en Argentina, fuera cedida a Vd, una vez que él hubiera fallecido. Se trata de D. Fabio Montalvo Hernández. Los documentos relativos a dicha propiedad obran en mi poder. En caso de su aceptación, la transmisión de esta finca a su persona se realizará sin la mayor dilación. El valor catastral de la misma se eleva a unos 150.000 dólares. En caso de que no acepte la transmisión, esa propiedad sería cedida a una asociación de actores jubilados, que tiene su sede en Buenos Aires”

Cuando volvían a casa, ya en el anochecer, Tomás e Irene lo hacían pensativos y confusos ante la decisión o respuesta que debían de dar en el plazo de una semana. “Creo Irene, que Fabio ha querido transmitirme dos mensajes. El primero, de agradecimiento y afecto, por ese trocito de amistad que hemos sabido compartir, en esta etapa ya final de su existencia.  También, ha dejado en mi confianza la decisión de colaborar para que otros veteranos y olvidados actores no sufran una vejez tan amarga como la que él ha tenido que sobrellevar. Te aseguro que nunca me habló de esta finquita que, curiosamente, le pertenecía. Todo muy extraño, viendo la indigencia en que lo veía sumido. Mañana mismo, si te parece, cederé los derechos notariales de esta propiedad a esa asociación benéfica de actores argentinos"

José L. Casado Toro (viernes, 25 julio, 2014)
Profesor

viernes, 18 de julio de 2014

SONIDOS QUE ALTERAN E INQUIETAN LA SERENIDAD DE LA NOCHE.


Aroa ha cumplido ya los veintisiete años y hace cuatro que finalizó su grado universitario en Psicología. Ha desempeñado diversos trabajos ajenos a su titulación, en ese largo proceso por abrirse un camino profesional que atienda a sus lógicas expectativas laborales. En la actualidad disfruta un contrato temporal de seis meses renovables, trabajando en una importante cadena de ropa Prêt à Porter, con establecimientos abiertos al público en numerosas ciudades españolas. Su buen currículum ha encontrado eco por parte de la gerencia de esta afamada marca, hecho que le ha hecho muy feliz. Al fin trabaja en una actividad relacionada con la preparación recibida en los años de facultad. Ha sido adscrita a un equipo de trabajo que estudia fundamentalmente la reacción del cliente ante las ofertas comerciales que se le ofrecen, así como la mejor atención que éste ha de recibir por parte del personal que atiende la venta de los productos en tienda. También, por supuesto, la situación anímica de la plantilla ante los retos de cada día, así como la atmósfera relacional que entre ellos mantienen.

Físicamente, esta joven es pequeña y delgada de cuerpo, aunque sus piernas muestran una recia musculatura especialmente en la zona de los gemelos. Su afición a montar en bici, tanto para el desplazamiento diario, como para los ratos de ocio en vacaciones y “findes”, explica esta característica anatómica. Tiene el cabello largo, algo ondulado y con un negro azulado muy atrayente. Sus ojos, color castaño oscuro, las líneas angulosas de su rostro y su infantil y pícara mirada, le dotan de un semblante ciertamente atractivo. En general, gusta llevar atuendos de línea deportiva, eligiendo con preferencia colores básicos e intensos, tanto los de tonalidad cálida como fría. En la actualidad, comparte la intimidad afectiva con un compañero de trabajo, Frank, adscrito al departamento de ventas, sección hombre. La estatura de su pareja supera en generosos centímetros los que ella posee por lo que, a pesar de sus preferencias por los zapatos planos, utiliza ahora unos pares que potencian las cuñas elevadoras para realzar la figura de quien los calza.

Hace ya más de un año que quiso potenciar la privacidad personal, a fin de vivir sus tiempos y afanes, por lo que decidió abandonar el hogar de sus padres con los que convivía. Alquiló, para este fin, un buen apartamento en la planta quinta de un bloque antiguo pero integralmente reformado, en la zona más antigua de la historia malacitana. Allí encuentra su independencia y libertad relacional con las ilusiones de cada día. Ha de acudir, por las necesidades de su función en la empresa, a las distintas concesionarias y franquicias que posee la marca que representa. Siempre que sea en el marco local, gusta de usar su bici para el desplazamiento, a fin de liberarse de los condicionantes de parking y la tensión nerviosa que la densificación viaria provoca en todos nosotros. Hoy día, la geometría de los carriles bicis, facilita sobremanera esta inteligente solución para la movilidad urbana.

En el bloque en el que reside existen en la actualidad varios apartamentos vacíos, pendientes de ser alquilados. El precio de estos habitáculos se ha disparado bastante en los últimos años. Todo ello debido a la recuperación turística del centro tradicional con que la ciudad ha sabido dotarse, aplicando una certera e inteligente política en la revitalización del antiguo núcleo urbano. Precisamente, el apartamento que tiene encima del suyo lleva deshabitado desde hace ya algunos meses. Continúa colgado, en el balcón que preside el bien distribuido saloncito, ese cartel exterior con un número de teléfono que oferta el usufructo de la propiedad. 

Este jueves Aroa ha ido a la cama un poco antes de lo habitual. Mañana ha de acudir a dos franquicias de su empresa, ubicadas respectivamente en la zona sur y oeste de la capital. Presiente que va a ser una jornada un tanto atareada, por lo que prefiere descansar con intensidad, a fin de tener el cuerpo a tono para afrontar el nuevo día de trabajo. Sin embargo, a eso de las 2:35 de la madrugada, se despierta un tanto sobresaltada. Escucha en el techo de su apartamento unas sonoras pisadas, producidas por el desplazamiento de más de una persona. No reparan en el cuidado y prudencia necesaria a tener, dada la hora inmersa en la profundidad de la noche. Le extraña sobremanera oír esos molestos sonidos procedente del apartamento superior. Especialmente, porque no tiene noticias de que haya sido habitado aún, según muestra el cartel que sigue luciendo la vivienda en el frontal del balconcillo que da a la calle. Las pisadas, junto a una conversación que parece tensa en el contenido, duran unos quince minutos, se volvieron a reproducir un tiempo después, cuando el reloj marcaba las cinco menos cuarto. ¿Qué estaba sucediendo en ese piso o apartamento que provocaba su desvelo y preocupación?

Al día siguiente vuelve a casa muy cansada. Ha tenido que desarrollar un complicado trabajo, tras pasar una incómoda noche, muchas horas desvelada. Tiene la oportunidad de encontrarse con Genaro, en el portal del bloque. Este mecánico del automóvil, ya jubilado por su edad, ejerce la presidencia de la comunidad de propietarios. Le pregunta si ya ha sido alquilado el piso 6 C, explicándole sucintamente lo sucedido la noche última. Su interlocutor se muestra extrañado, pues le asegura que el apartamento sigue pendiente de algún nuevo inquilino. Precisamente él conoce bien a los propietarios del mismo, debido a vínculos familiares, por lo que habría tenido alguna noticia del nuevo alquiler de la vivienda. Esta respuesta incrementa sus dudas, pero no quiere hacer demasiado importante un hecho puntual por el que ha pasado y prefiere, sensatamente, evitar dar más realce a lo sucedido.

Ese fin de semana se reúne con su pareja en un restaurante del puerto malacitano. En el transcurso de la cena, explica a Frank lo que sucedió en la noche del jueves. Éste bromea comentando que posiblemente todo había debido ser producto de un mal sueño. El tiempo atmosférico es ya muy agradable para esas fechas de junio, a medio camino entre una primavera que se despide y un verano que llega con toda su potencialidad térmica y festiva para gozar de lo lúdico. Comentan entre ellos diversos avatares, vinculados a la vida laboral que desarrollan a diario, con las dificultades y complicaciones propias que siempre quedan entre las bambalinas de la escena y siempre ajenas al conocimiento de un público que busca la mejor prenda y oportunidad al precio más asequible. Entre los propios compañeros y los encargados de los diversos establecimientos surgen con frecuencia roces, competitividades, protagonismos que, en ocasiones, alcanzan momentos desagradables que se quedan, lógicamente, al margen del conocimiento que el propio cliente percibe en las tiendas.

En la noche del siguiente miércoles, Aroa, presa de los nervios, ve como de nuevo los golpes, pisadas y algún que otra grito, rompe la estabilidad de su sueño, impidiéndole descansar. Estos hechos tienen lugar sobre las dos y pico y duran un buen rato. Tras un tiempo de silencio, alrededor de las cuatro de la mañana, vuelven a repetirse. Aquella mañana, en la tienda principal de la cadena, con el cuerpo y la mente vapuleado por la falta de descanso, confiesa a su pareja Frank la situación tan desagradable por la que está pasando. Y ya no sólo le inquieta la salud, física y anímica, sino que también se muestra muy preocupada por su situación laboral. El joven toma la decisión de pasar las siguientes noches en el domicilio de Aroa, a fin de afrontar de lleno estos acontecimientos que tanto están inquietando a su amiga y compañera. Sin que Aroa tenga conocimiento, se entrevista privadamente con Genaro, el presidente de la comunidad. Este buen hombre se muestra solicito en prestar todo tipo de ayuda, colaborando en lo posible, a fin de esclarecer un asunto que parece no tener muy buen olor.

Los hechos que ya conocemos, vuelven a repetirse, con milimétrica precisión en la madrugada del domingo al lunes. A las 3:15 m, Frank marca el número del móvil de Genaro y ambos acuden, a la mayor presteza, a este piso 6 C, golpeando con intensidad la puerta de este domicilio. Nadie responde, pero tras la rendija de la puerta ven como se apaga una luz. Teclean el número de la policía y a los pocos minutos una patrulla de la Nacional llama insistentemente a la puerta, identificándose como miembros de las fuerzas de seguridad. Prácticamente al mismo tiempo, se presenta el propietario de la vivienda, con las llaves correspondientes de la puerta. Había sido puesto en aviso por el presidente comunitario. Entran en el piso y de forma rápida localizan a tres jóvenes (de entre veinticinco y treinta años de edad) con apariencia de hippies. Dos de ellos estaban escondidos debajo de una cama y el tercero intentaba escalar por el lavadero hasta la terraza de la cubierta. Los tres son conducidos a la comisaría de policía, en situación de detenidos, acusados de allanamiento de morada, en una vivienda que no era de su propiedad.

Una semana más tarde, Aros y Frank acuden a la comisaría central de policía, donde han sido citados por el inspector Pertierra. Este funcionario de seguridad, de unos cincuenta y tantos años de edad, les recibe en un pequeño despacho situado en la planta baja del edificio.  El habitáculo se halla provisto de un ventanuco que mira a un patio interior por el que apenas entra la luz solar. Dos barras de neón blancas iluminan un espacio atestado de papeles y carpetas que sustentan un ambiente cutre y desordenado para la gestión de los dos policías que allí trabajan. Hay un olor dulzón, como acaramelado a dulce de leche, en la atmósfera de la salita, cuyo origen los dos jóvenes no llegan a identificar. El compañero de Pertierra teclea en su ordenador de manera mecánica, impasiblemente ajeno a la llegada de estas personas. Hacen un primer intento de tomar asiento pero las dos sillas de metal y formica, lustradas con mugre fácilmente perceptible, ubicadas ante la mesa del inspector, se hallan también invadidas por diversos dosieres perdidos en medio de un desorden que parece generalizado.

“Señorita Santaolalla, la investigación está muy avanzada. Creo que, en este momento, debe tener una información básica de la situación en la que se ha visto inmersa. Vd….. bueno, como eres muy joven no te importará que te tutee, ocupas un puesto importante en tu empresa. Tienes, entre tus funciones, la de coordinar y atender el comportamiento de los compañeros que ejercen la atención directa al público. Desde hace unas semanas estás investigando un grave problema que afronta tu empresa, cual es la pérdida continua de mercancías. Efectivamente están siendo robadas, pero no por agentes externos o clientes, sino por personas de la nómina empresarial. Simple y gravemente, han intentado hacerte la vida imposible, cuando han visto la rapidez y eficacia que has demostrado en tu trabajo, para descubrir el origen de estas pérdidas o hurtos. Entre esos medios para degradar tu imagen, han buscado tu inestabilidad física y psíquica, evitando que descanses por las noches. Así el trabajo a desarrollar durante el día estaría profundamente condicionado por esa alteración de tu privacidad durante las horas del sueño. Todo ha sido una operación realmente maquiavélica. Los antiguos inquilinos del piso superior al tuyo han facilitado las llaves de la puerta a esos tres jóvenes, llaves que habían duplicado antes de devolver las originales al propietario de la vivienda. Éste se olvidó de cambiar el casquillo de la cerradura y así estos yonkis podían entrar fácilmente en el piso cuando se lo proponían…………..”

La dirección empresarial concedió a Aroa una semana de vacaciones, a fin de que se recuperara plenamente de todos los avatares a los que había sido sometida. Los cuatro trabajadores, implicados directamente en la trama, abandonaron voluntariamente su vínculo laboral, sin indemnización alguna al respecto. La gerencia evitó presentar una denuncia contra ellos, a fin de no promover la difusión mediática de unos hechos que perjudicarían la imagen social de la marca. En un juicio rápido, ante la intervención policial de oficio, las siete personas que habían participado en estas acciones, tras reconocer su responsabilidad, fueron multadas económicamente y con la obligación añadida de prestar determinados días de servicios a la comunidad.

En este momento, Aroa ha conseguido al fin un contrato indefinido, mejorando la categoría laboral en su empresa. La convivencia que mantiene con Frank es muy estable y fructífera, para dos personas que se necesitan y quieren.-


José L. Casado Toro (viernes, 18 julio, 2014)
Profesor

viernes, 11 de julio de 2014

LUNAS Y ESTRELLAS, QUE ILUMINAN Y ALEGRAN LA VIDA.


Como solía hacer, en muchas de las tardes del año, Delma paseaba por los senderos cercanos al acantilado, gozando con el  húmedo frescor de esa brisa que acompaña el plácido anochecer. Había dejado bien organizadas todas sus tareas de casa, a fin de que su padre no se enfadara tras volver del rato de ocio diario, en la cantina del pueblo, junto a los amigos de siempre. Ese paseo, para disfrutar la puesta del sol desde la escarpada y verde colina, era un rito o costumbre placentera que le hacía soñar despierta y despedir a un día que, a poco, comenzaba ya a dormitar.

Edward (así era llamado por todos, aunque fue inscrito al nacer con el nombre de Lucas) era un grandote y corpulento marino, curtido en mil luchas y aventuras sobre la mar. Sólo había tenido, de su matrimonio con Lara, a esta tímida, sensible y romántica hija. Cuando la cría era aún muy pequeña, su cariñosa mujer los abandonó camino de ese viaje a la inmensidad de lo desconocido. Una estúpida e infortunada caída, cuando caminaba por un roquedo teñido por el agua de una fuerte tormenta, hizo que padre e hija tuvieran que compartir para el futuro la dura ausencia de aquella esposa y madre que ambos tanto necesitaban. Por achaques propios de la edad y de una vida bastante agitada, sembrada de alcohol y aventuras, hacia ya unos años que había dejado de navegar. Ahora se ganaba el sustento reparando las embarcaciones, en las atarazanas del puerto, aunque también ayudaba ocasionalmente en la descarga de mercancías. Ocupaba sus tardes y descansos festivos compartiendo con sus compañeros y amigos grandes jarras o pintas de cerveza, en la cantina principal de la localidad, un ruidoso ventorrillo tabernario denominado Sea´s Wolf (lobo de mar). Más de una noche, especialmente durante los fines de semana, llegaba a casa completamente borracho, situación que Delma sabía tratar, evitando hacer algo que pudiera contradecirle y retirándose discretamente a su dormitorio.

Esta linda joven, que pronto iba a cumplir los veintisiete en edad, se ocupaba de llevar con buen orden las tareas de la casa, cuidando también de algunos animales que tenían en el corral, a fin de ayudar al modesto salario que aportaba su padre. Algunos médicos, que la habían tratado, desde que perdió a su madre, no habían podido ayudarle a superar ese duro trauma que provocó su mudez, desde los ocho años. Ciertamente, Delma había sido poco comunicativa en su infancia pero, desde la noche al día tras el accidente materno, una mañana dejó de expresar palabra alguna. Sólo con gestos, mímicas, miradas y algunas sonrisas, “hablaba” a los demás. Los especialistas suponían que esa complicada experiencia en su vida había alterado su equilibrio anímico y psicológico, provocando ese rechazo a transmitir palabras, salvo sonidos muy puntuales o simbólicos.

A pesar de su carácter, algo apocado y escasamente abierto a las relaciones sociales, gozaba de un físico aceptablemente atractivo. Era delgada de cuerpo, morena y con los ojos de ese esmeralda mar que bellamente le favorecían. No se le había conocido pareja o amigas íntimas, ya que pasaba muchas de las horas del día recluida en casa, hecho que también favorecía el rígido carácter, absorbente y egoísta, de su progenitor junto a su extraña limitación expresiva, desde luego física aunque, sobre todo, psicológica. Nadie dudaba, entre quienes la conocían, de que la carencia de una madre, en los importantes años de la infancia, había dejado honda huella en su forma de ser, creándose un mundo mágico para la intimidad de sus pensamientos. Con el paso de los años llevaba plácidamente el trauma de la soledad, pues sus ensoñaciones y silencios le transportaban a unas categorías mentales en las que parecía sentirse bien, sin reclamar mayores exigencias, en lo material o en lo anímico. 

Tenía, como tantas y tantas personas, un encantador e infantil secreto. En las noches adornadas por un cielo limpio de nubes, Delma gustaba pasar largos y gratos ratos intercambiando pensamientos y confidencias con las estrellas. En realidad, ella simulaba un diálogo, íntimo y filial entre una madre y su hija. Para ello elegía aquellas luces que más brillaban en el techo azul oscuro de la noche, a veces iluminado por una luna que se prestaba a compartir esas tiernas confidencias intercambiadas por estos dos seres, cruelmente alejados en lo físico pero simuladamente cercanos en la cálida proximidad del afecto.

“Madre, de nuevo hoy padre ha llegado embriagado de la taberna. En realidad siempre ha sido así, desde que nos abandonaste. Comprendo el drama que sufre por tu ausencia, porque te perdió cuando aún era muy joven. Intentó cubrir con la bebida esa soledad que conlleva en su existencia, y que yo no puedo o sé cubrir, a pesar de todos mis esfuerzos. Él nunca quiso sustituirte en su vida, aunque ahora pienso que hubiera sido mejor para su carácter. Tal vez no para mi, pero eso nunca se sabe hasta que no se vive. Mi vida, tu lo sabes mejor que nadie, también sufre tu pérdida desde aquellos ocho años en que me acurrucaste por última vez. Perder la proximidad de una madre es la situación más terrible que un ser humano ha de afrontar en toda su existencia”.

Y así transcurrían los días, las semanas y las estaciones del tiempo, con esa dulce monotonía de lo rutinario, siempre abierto a la imprevista novedad que despierta el interés. Efectivamente ocurrió ese algo que permite enriquecer nuestros recuerdos a fin de narrarlos, una y otra vez, a todos aquellos que gustan conocer la concreción de una sencilla historia que respira bondad.

En uno de sus paseos cotidianos, cercanos al faro orientador para los navíos, Delma se cruzó con un fornido joven que se le quedó mirando, fijando en ella una tierna sonrisa. Sentada ya, en uno de los malecones que circundan la placita de la torre orientadora, vio como se le acercaba ese desconocido, con la indisimulable intención de hablar con ella. Correspondió a su saludo, con un nervioso movimiento de cabeza. Tras hacer unos gestos mímicos, a las palabras del muchacho, éste pronto se dio cuenta de la limitación comunicativa que afectaba a su interlocutora.

“No, no te preocupes…. por los gestos que me haces te entiendo bastante bien. Además, sé leer un poquito del lenguaje labial. Tengo un compañero en la empresa, muy buen amigo, que tampoco puede articular o pronunciar palabras. Con él estoy aprendiendo a comprender el movimiento de los labios. Para mí es difícil, pero ya voy avanzando en ello. Aunque nunca te había hablado, ya te había visto en alguna otra ocasión. Igual tú no reparaste en mi. Soy de otra ciudad y tengo que trabajar aquí, probablemente durante unos tres meses. Me dedico a los temas contables. Es una actividad importante, pero reconozco que también aburrida. Tengo las tardes libres y me gusta caminar por estos lindos paisajes, que permiten descubrir no pocos rincones insospechados que nos sabe regalar la naturaleza………”

Éste y otros muchos días, Delma pudo disfrutar la compañía de una relación que la reconfortaba anímicamente. Con habilidad y mucho tacto, evitó que su padre conociera una relación que día a día le aportaba esa seguridad y fortaleza que tanto había echado de menos en su comportamiento ante los demás. El desordenado egoísmo paterno podría enturbiar muchas de las esperanzas que ella había puesto en esta persona agradable, sencilla y de gran imaginación, que no le ocultaba su cariño. Ciertamente era un poco más joven que ella, pero este detalle carecía de importancia para dos seres que agradecían al destino la generosidad de haberles unido en la amistad y el afecto.
 
Cuando estaban juntos, Frank protagonizaba básicamente el sentido de la comunicación. Ella sonreía y completaba la afirmación o la negación de los gestos, escribiendo a veces, en una pequeña libretilla, frases cortas para la mejor comprensión de su amigo. Y el movimiento de sus labios eran como silenciosos sonidos que facilitaban la transmisión del mensaje. Fueron semanas realmente inolvidables para la vida de esta chica que había encontrado esas luces y razones que nos permiten caminar y disfrutar más de la vida.

“Esta noche tengo que darte una noticia que no te va a gustar. Te aseguro que a mi tampoco. La semana que viene tendré que volver a mi ciudad de origen. El trabajo que tenía que desarrollar aquí, ya finaliza. Han sido dos meses y pico que no voy a olvidar. Todo lo contrario. Mi futuro quiere estar unido a ti. Va a estar ligado a ti. Te lo aseguro. Profesionalmente, tengo que residir en Burgos. He de consolidar mi posición en la empresa. Debo ir poniendo esos pilares que nos permitan, a ti y a mí, estar para siempre juntos en la vida. En las próximas semanas y meses, nos seguiremos comunicando por Internet. Y también, en las noches limpias de nubes, miraremos las mismas estrellas, aunque estemos separados por esas distancias que señalan los mapas. Y no importan las palabras. Yo te entiendo cuando disfruto con tu mirada, con tus risas, con tus gestos, con tu belleza. Algún día…. también con tus palabras. Estoy completamente seguro que esos sonidos volverán a fluir de tus labios con la fuerza incontenible de una preciosa, de una maravillosa naturaleza”.

Aproximadamente, dos semanas después, tuvo lugar un importante encuentro entre el padre y el novio de Delma.

“Encantado de conocerle, Edward. Creo que Delma le ha hablado ya de mi. Es más que evidente que ella y yo nos necesitamos. Quiero y lucho para que ella ocupe en mi vida el lugar más importante. He vuelto a su ciudad para explicarle algo que puede ser trascendental, a fin de que su hija vuelva a pronunciar palabras. Me ha llegado información acerca de un centro altamente cualificado para estos problemas en la dicción, que fue inaugurado hace unos meses en Barcelona. Está formado por un equipo de especialistas en psicología, logopedas, neurólogos e investigadores en la materia. He concertado una visita para dentro de diez días, a fin de que estudien y diagnostiquen el problema que afecta a Delma. Me aseguran, personas de confianza a las que he consultado, que esa clínica obtiene unos resultados espectaculares en este tipo de incapacidades y dolencias. No se debe preocupar por los gastos. Ese capítulo lo tengo controlado. Le reitero que mi disposición hacia Delma es seria, responsable y, por supuesto, profundamente ilusionada".

Han pasado muchos amaneceres. Las hojas del calendario han ido mostrando las estaciones del tiempo con firme regularidad. De manera afortunada, los avances que ha conseguido Delma en su motricidad expresiva son muy buenos. Aunque el  camino a recorrer, en ese esfuerzo para la reeducación, serán aún largos, el destino de esta mujer se halla sembrado de esperanzas. Y esta noche, clara y limpia como en la mejor naturaleza de nuestros deseos, enseña a su pequeña hija, Alma, cómo se les habla a las estrellas. Frank, junto a ellas, también busca entre las luces del firmamento aquella que más brille. Al igual que hacen, con imaginación ilusionada, esas otras dos estrellas que sustentan el por qué de cada amanecer en su vida.-


José L. Casado Toro (viernes, 11 julio, 2014)
Profesor